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Capítulo 10

Sin duda, la noche había caído por completo. Diane abrazaba a su hija que lloraba como si el gato hubiese muerto. Es que no sólo era el hecho de que no estuviese, sino que había sido por su culpa. Gerard suspiró.

—Está bien chicos. Gracias por ayudarla. Mañana lo seguiremos buscando. Ahora ya es tarde. —Saludó a todos con dos besos en la mejilla, y comenzó a moverse hacia la camioneta.

—Gracias. —Jul les agradeció—. Hasta mañana.

Tan sólo quería irse a casa. Si fuera por ella habría seguido buscando, pero no tenía visión nocturna. Cuando estaba por subirse a la camioneta, recordó que había venido en su bici, y tenía que llevársela. Diane la vio mientras iba a buscarla.

—Deja que la suba aquí. —Su padre subió el vehículo a la parte de atrás. Consideró que lo mejor era que viajara con ellos allí. La noche ya estaba profunda, y el camino estaba con muchos baches.

En cuanto llegó a casa, fue directo a su habitación. Ni siquiera se le cruzó por la cabeza darse un baño. Cayó rendida en un sueño profundo, apenas tocó el edredón de su cama.

...

—¿Juliette? —Su madre la despertaba—. Cielo...

En cuanto abrió los ojos, notó que llevaba el mismo vestido de ayer, pero estaba tapada con una sábana ligera. Estaba a punto de sonreír, hasta que recordó al desaparecido Simón. Se incorporó velozmente y vio que el sol ya estaba arriba. ¡No podía perder tiempo! Tenía que buscarlo, o pegar papeles con su foto, mostrando que estaba extraviado. Su madre la miró.

—Si...iba a decirte que te despertaras, quizás querrías repartir estos volantes en el pueblo. Los hizo tu padre.

—Ah, gracias mamá. —Miró el primer papel de todos. Vio la cara de Simón mirándola—. Vamos a encontrarlo.

...

Una vez lista como un rayo, salió en busca de su bicicleta. Sintió la ausencia de su mascota y volvió a lamentarse, por décima vez en esas horas, el hecho de haberlo dejado en ese canasto. Pedaleo velozmente, cruzando cada mismo bache, cada misma piedra que pisaba con la rueda de su bicicleta. Hacia calor, pero no ese calor agobiante, más bien uno agradable, para pasar lindas horas de pic-nic. Al primer lugar que se dirigió, una vez hubo llegado al pueblo, fue a la panadería. Para sorpresa de ella, y no grata en ese momento, fue ver que la fila de gente salía hasta afuera.

—Hola, buenos días. —Fue diciendo a los clientes, mientras se bajaba de la bici y entraba adentro. Vio a su amiga, totalmente atareada, ocupándose de los pedidos y la caja registradora a la vez—. Perdón —dijo una vez dentro—. Estaba por buscar a Simón y vi el montonerío de gente.

Sin duda pensaba quedarse a cumplir con su trabajo, al menos hasta que la gente cesara. Thania volteo a verla comprensiva.

—No te preocupes, por eso no te llamé. Sabía que estarías buscándolo. No hace falta que te quedes, ve... —Pero Jul la interrumpió.

—No, tengo que cumplir con mi trabajo.

Por más ganas que tuviera de salir en busca de su gato, no iba a dejar sola a Thania con tanto trabajo. Su egoísmo era casi inexistente. Aunque aprovechó para repartir los volantes a cada uno.

—Si...se perdió ayer. Es anaranjado. Si, gracias —decía.

Justo en ese momento, esperando en su puesto, estaba Mark, que la escuchó decir algo de "gato perdido". Juliette no supo por qué enrojecio al volver a verlo. Él sonrió levemente.

—¿Cómo estás? —preguntó el chico, por pura cortesía.

—No muy bien... —Aprovechó y sacó un volante—. Ayer se perdió mi gato, es este —agregó, encogiéndose de hombros—. Si lo has visto, dímelo por favor. —Y volviendo a su trato comercial, preguntó:—¿Qué estabas necesitando?

—Un pastel de esos que probé el otro día. A la señora Syson le ha encantado. —Ni por un minuto quitó la vista del papel blanco y negro.

—Aquí tienes. —Jul le entregó su pedido—. Thania va a cobrarte. Gracias por tu compra.

Recordó que quizás debería haberle dicho que hoy no podría practicar con él, porque en cuanto saliera de ese embrollo de clientes, ella buscaría a su mascota. Pero Mark ya no estaba. Después de una hora, la panadería "Dulce dulce", estaba vacía. Thania se acercó a su amiga, mientras se sacaba el delantal que tenía puesto.

—Vamos a buscarlo. Le dije a Nathan que viniera en cuanto pudiera, porque cuantos más seamos mejor.

—Gracias —agradeció la castaña.

Salieron afuera y el calor las molestó. El sol de las once estaba a pleno. El pueblo tenía a una que otra viejecita regando las plantas con flores de temporada. A las que no había matado el sol, claro.

—Vamos por allí... ayer no revisé el parque.

Estaban recorriendo los árboles, donde un par de niños jugaban en el columpio. Había un leve aroma a flores, de esas que te hacen estornudar. Sin embargo, no había ningun gato.

—¿Y qué tal con Mark, eh? —Thania rompió el silencio, mientras caminaban—. Yo tampoco tenía idea de que Nathan hubiera traído un amigo.

—Ah... bien. —Jul se encogió de hombros—. Parece agradable... aunque al principio me parecía raro, no sé.

—¿Por qué raro? —preguntó Thania, bajando un poco el tono de su voz, como si él pudiera escucharlas.

—¡Juliette! —Y en ese momento, Mark apareció con una sonrisa de oreja a oreja, haciendo que Thania tragara en seco. ¡Menos mal que era precavida! Jul lo miró extrañada—. Ah, hola —saludó a la rubia.

—¡Hola! ¿Qué sucedió? Lamento que hoy no pueda practicar... —Se disculpó, un poco avergonzada. Quizás se sentía una niñita buscando a Firulay.

—Hum... quería mostrarte algo. —Y las chicas casi se miraron entre sí—. No puedo decirte...

Juliette dudó un poco. ¡Casi que ni lo conocía! Pero tampoco tenía muchos motivos para desconfiar, no era Frank. Además, la gente de pueblo, suele se bastante confiada e inocente. Así que comenzó a irse. Thania le guiñó un ojo y ella le negó efusivamente.

—Creo que te va a gustar. 

Se preguntó por qué se hallaba hablando con él, yéndose a vaya saber dónde. No sabía de que hablarle. Su mirada estaba clavada en el piso. ¡Demonios que estaba nerviosa! Thania siempre había sido la que le hablaba a la gente nueva, sobretodo a los chicos.

—Ah... —Rió apenas—. ¿Qué es?

—Deberás verlo por ti misma. —dijo él.

Jul pudo notar que estaban yendo a casa de la señora Syson y se tranquilizó un poco. La viejecita no dejaría que la secuestrara, ¿no?

—¿Qué canción prefieres cantar? —Mark volvió a sacar conversación.

—Hum... no lo sé. La gran mayoría canta sobre amor. Porque todos aprovechan para bailar lentos, y se forman las parejas del año —Rió, volviendo a su alegría habitual—. A la gente le gusta el romance, al menos una vez al año.

El chico sonrió en su dirección, creyendo que sería buena idea, y ella volteó hacia otro lado. No se le estaba dando bien el contacto visual. Y menos con él. Y menos hablando de ese tema.

—Bueno, supongo que podríamos buscar una... ¿o ya la tienes? —Le preguntó.

—Ah no, no...

—Entonces puedo ir a tu casa, ¿está bien? Es que no dispongo de Internet por al menos tres meses. Ya sabes, las personas mayores no se llevan bien con la tecnología.

Juliette tragó en seco. Se imaginó la situación entera. Él llegando a su casa y tocando el agudo timbre, que ella siempre quiso cambiar por una campana. Su madre saldría con toda la felicidad del mundo y pensaría que eran novios. Aparecería su padre y lo miraría desconfiado. Preguntarían que pasaba, que de dónde se conocían. Simón se le pasaría por las piernas y le pegaría pelos. Juliette moriría de vergüenza.

—Hum... —Dudó—. Claro.

Estúpida, estúpida, se dijo.

Llegaron a la casa de la viejecita y Mark le abrió la puerta para que pasara primero. Escuchó gente en la cocina, y rogó que no la llevara para saludar. No era de esas chicas que se le diera bien las presentaciones. Y menos cuando iba con un chico... al que conocía hace un par de horas, pequeño detalle.

—Está aquí.

Salieron al patio trasero, ignorando la gente que tampoco los notó. Un pequeño jardín con flores de estación, color naranja y amarillo, con algunos toques violetas. Había un ombu en el medio, con una vieja casa del árbol arriba. Se sintió cómoda allí, y sonrió al ver las mismas mariposas amarillas que estaban en el valle secreto. No tan secreto ahora.

—¿No le tienes miedo a las alturas, no? Es baja. 

Mark ya estaba subiendo por la escalera de madera, esa que llevaba a la casita. Jul frunció el ceño. ¿Qué quería el sujeto?

—No creo que sea buena idea... —dijo, creyendo que se derrumbaría con un poco más de peso.

—No, en serio. Ayer subió la madre de Nathan. —Escuchó su risa—. Te va a soportar, te lo aseguro.

Un poco dudosa de las intenciones de él, subió desconfiada. ¿Si quería aprovecharse no la subiría allí no? Además era bastante amable.

—Ya casi—. Mark extendió la mano y ella la tomó, soltándolo rápidamente apenas hubo llegado—. Ahí tienes.

La chica abrió sus ojos sorprendida al ver que su bola de pelos naranja estaba junto a otra bola de pelos tricolor, durmiendo. Se acercó hasta él y tocó su cabeza. El gato maulló y comenzó a ronronear, completamente feliz de volver a verla. ¡Simón la había traicionado!

—Pero si está operado —dijo ella—. Ay, ¡que loca me ha tenido! —Cayó en la cuenta de que no importaba porque estaba allí, sino que lo tenía de vuelta con ella—. Muchas gracias.

Y por fin pudo sonreír en su dirección, recibiendo otra sonrisa de su parte.

...

¡Encontró a Simón! Que divertido xD Ese Mark parecía todo un pervertido (? Jaja

Gracias por leer♥

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