VIII
Shania deseaba que todo fuera una horrible pesadilla y que nada de eso estuviera sucediendo.
Solo quería volver a su rutinaria vida, en donde siempre estaba fuera y, por las noches, era recibida cálidamente por el fantasma de Drake Ryan, quien la esperaba con paciencia en el sofá, quien no despegaba la mirada de la puerta hasta que no la viera entrar a la casa, quien charlaba siempre con ella preguntando como había ido su día y con qué nueva anécdota había salido durante el tiempo que estuvo en su escuela.
—D-Drake...
—Desde ese momento, tuve un vago presentimiento de que algo malo iba a suceder. No estaba seguro de si iba a ser por ti o por mí. De todas formas, prefería mil veces que a quien le sucediera lo peor fuese a mí. No quería que te hicieran daño. No lo iba a permitir.
Fue cuando Shania había confirmado que, aun si ya no existía en el plano terrenal, Drake seguía enamorado de ella como el primer día que se habían conocido. Ya había entendido por qué sentía afecto y hasta le gustaba darle celos al chico, en ciertas ocasiones. Había comprendido el porqué se justificaba tanto cuando hablaba por teléfono con otros chicos y siempre tenía que explicar que eran sus compañeros, que nadie estaba interesado románticamente en ella y viceversa.
Pero, maldita sea, era horrible no poder recordar casi nada de lo que Drake estaba contando y ella sabía que tenía razón. Lo supo desde el momento en que él le había mencionado cuando Winnona los había visto besándose cerca de la puerta de entrada de la casa de estudios.
Fue un recuerdo que, en definitiva, ya nunca podría olvidar. Ese recuerdo había regresado para quedarse estampado para siempre en su memoria.
—Me llevé el susto de mi vida cuando te encerraron en esta oficina.
Para eso, Miller había cerrado la puerta desde afuera y, ni bien echó llave con tal de que nadie pudiera sacarte de ahí, deslizó la llave debajo de la puerta, siendo consciente de que no despertarías en un buen rato gracias al golpe certero en tu cabeza. Eso también fue otro temor mío, si el golpe había sido lo suficientemente fuerte como para dejarte desvanecida, me aterraba de solo pensar que pudiera haberte afectado como para que no volvieras a despertar.
—El problema es conmigo, ella no tiene nada que ver.
—¿Y? —fue todo lo que me respondió el jefe, aún con el arma apuntando hacia mi cabeza desde cierta distancia— ¿Crees que porque ella no tiene nada que ver en nuestros asuntos no puedo destruirla?
Era la primera vez que sentía tanto miedo que alguien me apuntara con un arma. Retrocedí hasta el final del dormitorio, cerca al tragaluz.
Lo único que pensé en ese momento fue en todas las víctimas que había asesinado a sangre fría, este era el sentimiento de pánico y angustia que todos ellos sintieron alguna vez. En ese instante, después de mucho, lo comprendía.
Comprendía ese sentimiento de miedo que tanto les invadía.
—Baja el arma.
—¿Qué si no quiero?
—Escucha. —fue lo que pedí como última instancia— Sé que fallé en el asalto del banco y juro que no era mi intención.
—Pero por supuesto que no era tu intención, niño astuto. —rio mostrando una mueca torcida en la cara— Claro que no querías fallar.
Pero no bajaba el arma por mucho que lo deseara, si se lo pedía, sabía que haría todo lo contrario y no quería que disparara.
—Pero no voy a dejar que nadie revele nuestra ubicación real. No necesitamos soplones de mierda entre nosotros.
Me quedé en blanco.
—¿Creíste que te saldrías con la tuya, Ryan?
—Miller...
—Jefe, para ti. —me calló Frederick cuando quise justificarme.
—Cálmate, Fred, igual no necesito que un soplón me respete.
—¿Cómo supiste que...?
—¿Cómo pensaste que no me enteraría? —y una de las reglas más importantes era esa.
Jamás ser miembro delator.
—¿Qué era lo que planeabas hacer? ¿Que nos atrape la policía y tú quedar libre?
—Desde hace mucho quiero desligarme de ustedes.
—¿Qué te lo impide?
—Ustedes... Y mi propia conciencia.
De alguna forma, era consecuente al saber que de ahí no podría evitar salir con algún problema legal. Al final, había sido completamente mi responsabilidad el haberme metido a ese tipo de situaciones cuando sabía las consecuencias que me traerían después.
—Sabías a lo que te arriesgabas.
—Y ya no quiero tener esta vida. —cuando vi que bajó el arma, creí que tenía oportunidad alguna de poder controlar la situación sin que nadie saliera lastimado— No quiero seguir lastimando a los demás solo para que ustedes se beneficien como si...
—Tú también te beneficiaste en todos y cada uno de los mandados.
—En contra de mi voluntad.
—Al fin y al cabo, también lo hiciste.
—Escúchame. Entiendo que la venganza sea contra mí y si deseas incluso matarme ya ni siquiera me interesa, ya no tengo nada que perder.
—Estás seguro de lo que estás diciendo...
—Pero, por favor. —interrumpí.
Por un momento pareció querer escucharme. Alcé ambas manos en señal de paz. No quería que desconfiara, ya había metido la pata lo suficiente como para siquiera pensar en algún plan para salir ileso de ahí. Tampoco me iría sin ti.
—No le hagas daño a ella. No tiene nada que ver con todo esto que está pasando.
Por un momento había parecido meditarlo, hasta que...
—Fred.
—Jefe.
Pero había vuelto a elevar el arma hacia mi rostro.
—Deshazte de la chica.
Juré que mi corazón se detuvo un momento y, por puro acto reflejo, me agaché cuando dio el primer disparo hacia la ventana que estaba detrás de mí, como si yo hubiera visto venir aquel movimiento.
Corrí hacia donde el jefe estaba y, por puro acto reflejo, le di un puñetazo por debajo de la nuca y, sin darme cuenta, lo había noqueado de un solo golpe y su cabeza se había estrellado con la esquina de la mesita de noche que tenía. Un hilo de sangre comenzó a brotar de su cabeza, así que tomé el arma del suelo y le disparé directo al pecho. Con eso, pensé que había sido suficiente así que ni bien pasó eso y salí directo a la oficina, con el arma del jefe en mis manos.
Cuando crucé el umbral de la puerta, Frederick, desde la oficina, me había dado un disparo que acertó en mi hombro y, por cosas de la vida, no podía darle un disparo tanto en las piernas como en los brazos. Me sentía ido con solo ese disparo que me dio en la unión del brazo con el torso. Él ya te tenía sobre sus hombros, como si fueses cualquier cosa que no necesitaba de cuidado alguno.
—Suéltala.
—¿En serio crees que voy a escucharte?
—Te dije que la sueltes. —necesitaba tiempo, para eso, ya se escuchaban las sirenas provenientes de varias calles atrás, allá afuera.
Lo único que pensé en ese momento era en que te iba a sacar de ahí, así tuviera que romper todo lo que me impidiera el paso.
Así tuviera que dar mi vida con tal de que tú estuvieras a salvo.
Pero ya comenzaba a ver algo borroso, asumía que era por la pérdida de sangre que brotaba de mi hombro, así que tuve que presionar en la herida con mi otra mano.
—¿Qué pasa? —el tono de voz que utilizó me mantenía despierto, porque sabía que no podía rendirme— el pequeño Ryan se siente cansado ¿No es así?
—Vete al infierno.
—Es ahí donde terminaremos tú y yo juntos, idiota.
Desde afuera se oía el llamado de la policía con su frase: "Ríndanse, los tenemos rodeados" desde el primer piso. Por obvias razones, los únicos dentro del edificio éramos nosotros cuatro. Ni bien el jefe había dado el primer disparo, el estruendoso sonido alarmó a las viviendas vecinas y las que estaban debajo de nosotros.
—No puedes escapar.
—¿Crees que tú podrías escapar, siquiera? —la risotada había sido tan ruidosa que me generó escalofríos, de repente— Antes de que llegues a la puerta, morirás desangrado sin tener la oportunidad de salvar a tu...
Y de pronto, cuando pude oír un murmullo tuyo gimiendo del dolor, mi corazón latió más fuerte al saber que estabas con vida.
Al saber que aún podías abrir los ojos, que podías respirar.
No estabas ilesa, pero seguías con vida, aquí.
Conmigo.
Y tu dulce voz fue el distractor suficiente para que Frederick se desconectara de la realidad tan solo segundo y, en ese pequeño lapso, aproveché y le di una patada de lleno en las rodillas.
No fue lo suficientemente fuerte como para derribarlo, pero por lo menos ya no te tenía sobre sus hombros y fue algo que me reconfortó, aunque muy apenas, para ser honesto.
No podía disparar, ya no tenía fuerzas.
Lo último que recuerdo de aquel día fue que escuché el ruido de la puerta de la entrada. Fue como el último aviso de que ya estaba todo bajo control.
De que ya estabas a salvo, con el cuerpo en el suelo.
Todo se volvió borroso, las voces exteriores se hicieron lejanas, ajenas.
Y lo último que recuerdo de todo ese día, fue la mirada de odio de Frederick hacia mí.
El que tomara el arma y se puso de pie de una forma tan miserable.
El que apuntara el arma hacia mí.
Y de pronto...
Todo.
Absolutamente, todo...
Se volvió negro.
No había ruido.
No había luz.
No había nadie.
No había nada, era la completa nada.
La expresión en el rostro de la chica no fue más que de un terror tan profundo que estaba seguro que el mismo Satanás tendría miedo de averiguar que fue lo que sucedió después.
Drake tenía la mirada tan triste, perdida...
Él solo fue alguien que no tuvo las mismas oportunidades de los demás, sin justificar las atrocidades que había hecho y que ni siquiera quiso describir, por respeto a esas pobres personas, por sus familias...
Por la memoria de él mismo.
Hasta que vio brotar cierto brillo de los ojos del chico, ¿esas eran sus lágrimas, acaso?
¿Las almas perdidas también podían llorar?
—Juro que nunca quise nada de esto... —aceptó en un sollozo mientras se escondía entre sus rodillas, como si se tratara de un pequeño niño travieso.
—Drake...
—Ya, cierra la boca y deja de lloriquear —el jefe alzado el arma nuevamente— pedazo de idiota.
—Maldito... —se giró hacia el mayor del lugar y gruñó con tanta ira que le comenzó a quemar la garganta.
—Bueno, qué puedo decir —echó una risa suave que contenía una pizca de malicia en su voz— Lo soy. Siempre lo he sido.
Shania no sabía si era momento de darle la contra a aquel adulto joven —porque muy mayor que Drake, no aparentaba ser— o si tan solo debía esperar por aquel trágico destino que parecía mucho más brillante que el futuro que tenía por delante.
Ella iba a morir, lo presentía.
Estaba casi segura de que así sucedería, de que jamás podrían atrapar al líder de aquella banda criminal por la que tanto se había esmerado en querer investigar para así poder liberar a Drake de aquel suplicio de seguir merodeando en la tierra, buscando un descanso que no estaba seguro de si podría hallar con prontitud, pero si ella podía ayudar en lo que pudiera, lo haría, tal cual ella había prometido.
Tal cual como ella había querido.
Drake no sabía qué más hacer para poder evitar lo que parecía ser inevitable.
Hasta que su mente volvió a rememorar aquel fatídico día en el que su vida fue apagada como si se tratase de una vela, como si alguien hubiese soplado la llamarada con fuerza y sin previo aviso.
"Ríndanse, los tenemos rodeados" Fue lo que escuchó desde afuera.
La misma voz.
La misma hora.
El mismo sonido de sirenas.
El mismo escenario.
Todo, completamente todo era tal cual ese día. Era como si un dejavú hubiera regresado dos años después, buscando vivir aquel tortuoso momento una vez más.
Solo que esta vez no sería él quien viviría aquel destino, sino...
—Shania.
La chica giró en su dirección cuando sintió que el espectro clamaba por ella.
Una mirada bastó para que ella comprendiera el mensaje. Pero el interrogante que seguía en su cabeza era la siguiente: ¿Cómo conseguiría escapar si se encontraba atada de manos y pies?
—¡Pero miren qué bonita escena! ¿Esto no te trae recuerdos a ti, también, Drake?
Cuando el jefe había soltado aquella oración, supo interpretar la mirada del chico fantasma.
—Y este será el último recuerdo de tu noviecita también. —y la risita en tono malicioso del líder le hizo mirar de vuelta a la realidad.
El cañón de aquel revólver estaba apuntando directo a su frente. No sentía temblor alguno en las manos del criminal, no parecía tener miedo.
Solo tenía sed de venganza contra aquel alma que merodeaba en su casa, si el propósito inicial había sido tan solo quitarle aquella documentación incriminatoria —ya que no se tragaba el cuento de que era para una investigación de la universidad—, esta vez iba por la vida de la muchacha en venganza hacia Ryan.
Y vaya que estaba a punto de lograr su cometido.
—Hasta nunca, pequeña.
Shania cerró los ojos para, tan solo, esperar su trágico final.
***
—¡¡Rápido, por aquí!! —gritó el forense corriendo lo más que le permitían los zapatos y los dos pisos que le quedaban.
Tenía un mal presentimiento de todo esto.
—¡¡Barnett ¿Hacia donde?!!
—¡¡Derecha, ahora!! —una buena tanda de policías iban detrás de los hombres que tomaban la delantera.
Arthur era consciente de que su presencia podía entorpecer la misión, pero era por Shania. Se trataba de ella.
No iba a dejar que la chica le sucediera nada.
—¡Es el final! ¡Esa última puerta, esa es!
Barnett tiró de Arthur para darles pase a los policías y cuando estaban a unos cuantos centímetros de derribar la puerta, a tan solo un par de segundos antes de tirar abajo la entrada de aquel último apartamento, cuando estaban a nada de darle la libertad a aquella muchacha en cautiverio...
Se oyó el primer disparo.
Y luego vino otro.
Y otro...
A Barnett se le destrozó el corazón cuando Arthur gritó fuertemente el nombre de la chica, sin importar si sus cuerdas vocales se desgarraban y dolieran por la presión, pero su profesionalismo no le permitió doblegarse ante la situación y mucho menos le permitió dejar al chico larguirucho que derribara la puerta por sí mismo, aunque sabía de sobra que ganas no le faltaban.
Porque McKenna estaba siendo consumido por la ira y la desesperación en aquellos instantes y no sabía qué podría pasarle o él hacer con su cordura fuera de sí.
Barnett sintió que aquellos tres segundos se esfumaron como si se tratase de humo cuando la puerta se cayó y los oficiales invadieron el pequeño hogar.
Y Arthur no estaba a su lado.
Al parecer, el chico se había ido siguiendo a los demás aprovechando el ensoñamiento por el que el forense estaba pasando. No sabía si era muy fácil de leer o es que Arthur lo conocía tan bien como para que se fuera en la primera oportunidad que notara lo distraído que se hallaba, como si mirara hacia la nada, o quizás si lo había hecho por accidente.
Pero hubo un gran silencio por parte de los que ingresaron a la casa. Esto no estaba bien, ni siquiera Arthur daba señales de vida.
—Oigan, por qué ni hacen algún barullo.
Adolphson ingresó a la vivienda y se acercó directo al grupo de las cinco personas, nada más para apartarlos y ver que...
Shania estaba bien.
La aludida estaba mirando a Arthur con una cara de horror que no sabía cómo describirla sin sentir pánico al ver las cuencas de la muchacha abiertas de par en par mientras el último miraba hacia un rincón en el suelo, sin poder ver su semblante, al inicio.
Cuando se adentró más a la pieza, Barnett vio la cara de horror del chico pelinegro y cuando se dio vuelta para ver qué era lo que lo tenía con ese semblante, pues...
Fue nada más para ver el cadáver de quien había sido el líder de aquella banda criminal que le había arrebatado la vida a aquel muchacho que, en vida, fue amigo y compañero de Arthur McKenna y Barnett Adolphson, periodista y médico forense, respectivamente.
—Sh... Shania... —balbuceó el pelinegro a la de cabellos rojizos.
La mirada de horror de Shania ni siquiera tenía comparación con la ambos muchachos presentes, era una expresión tan aterrada que nadie quería atreverse a describir por las sensaciones que esta les generaba. Los policías, por otra parte, tan solo se hallaban tensos debido al extraño y gélido panorama en aquella oficina.
—Se su... suc... se sui... sui...
Ambos juraron ver pasar el tiempo mientras veían que uno de los oficiales salió directo a la sala, seguramente llamando refuerzos de la primera planta.
Barnett reaccionó cuando sintió un soplo de aire detrás de su nuca. Era uno muy frío, ni siquiera podría decir qué tan distraído estaba ya que hasta le pareció doler, como si se hubiese tratado de un pellizco.
Pidió al más bajo seguir a la chica en compañía del equipo de la policía para que, tanto él como ella, no sintieran el vacío ni la soledad que el mismo forense estaba sintiendo en ese preciso instante. Era consciente de que, a pesar de que supiera que una parte del cuerpo policial estaba en su compañía, se sentía tan solo y con tanto temor por su vida, muy de repente, como si algo lo acechara, como si tuviese pánico de que algo le sucediera.
Él vio muy de cerca la muerte un sinfín de veces, pero esta vez, por primera vez en toda su vida, era la primera vez en toda la historia de su carrera tenía tanto miedo a la muerte, a morir.
Tenía tanto miedo de descubrir que es lo que existía en el otro lado de su plano existencial.
Entonces ese sentimiento de horror y soledad fue como se sintió Ryan en sus últimos instantes de vida ¿Verdad?
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