Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

IX

Arthur observaba a Shania, quien estaba en la sala de interrogatorio, desde el pasillo. Ni siquiera parecía ser ella.

Estaba tan sumergida en sus propias divagaciones que tan apenas había hablado con el aire en el camino, según lo que le comentó el forense un par de horas después.

El incidente estaba siendo investigado por Adolphson en un inicio, pero después de un par de minutos ni siquiera tenía la suficiente valentía para examinar ese cadáver. Fue como si fuese una especie de repelente para él. Odiaba esa sensación de picor en la piel. Juraba él podía revisarlo y poder ayudar con tal de acelerar la investigación pero era como si tan solo verlo fuese lo más horripilante que había visto en toda su vida, hasta el olor que desprendía de repente se le hizo tan nauseabundo que ni con el tapabocas podía mantener el hedor hacia el exterior. Todo era horrible en ese escenario. 

Lo peor de todo es que eso no solo fue lo más horrible que ha visto, sino, además, que eso fue lo que más horrible le hizo sentir.

Arthur estaba quedándose dormido en la sala de espera. Se llevaría a Shania con él, ni loco iba a dejar que se instalara en un lugar de mala muerte cuando él podía acogerla un tiempo hasta que pudiera recomponerse... y encontrar un nuevo hogar.

—Shania está bien. —oyó decir a alguien a su lado. Ni ganas tenía de despegar sus párpados así que, aún con la vista cerrada, respondió hacia la nada.

—Agradezco eso, aunque aún tengo mis dudas.

—¿Como cuáles?

—El porqué Shania está actuando de esa manera.

—Cuál manera.

Arthur calló un momento.

—Así, horrorizada.

El contrario suspiró.

—Pues en teoría lo que presenció fue un suicidio ¿hacía falta que te lo detalle?

—Siento que hay algo más.

—Pues ella decidirá contarte si es que lo desea así.

Arthur volvió a guardar silencio.

—Eso espero. —contestó sin más.

Otra persona más se sentó al lado contrario de él, se preguntaba quien era.

—¿Con quién hablabas, Arthur? —y claro que se trataba de...

—Pues el que está a mi costado me está hablando sobre Shania, Barns.

—¿De quién hablas? No hay nadie.

Los ojos del pelinegro se abrieron de par en par para, muy apenas, mirar hacia su derecha por el rabillo del ojo y, sí, en efecto, no había nadie a su lado.

—Barnett.

—¿Sí?

—¿Me estaré volviendo loco? —alegó sin mirar hacia el forense.

El aludido inclinó la cabeza.

—Quizá solo estés muy cansado.

Arthur guardó silencio un breve momento. Estaba más que seguro que eso había sido cualquier cosa menos un sueño. No podía serlo, se sintió tan real que hasta juraba que pudo sentir el calor corporal de alguien a su lado. Un ser en un sueño no podía ser demasiado realista, por lo menos no como para que hable tan claro hacia alguien...

... ¿O sí?

—Tal vez... —suspiró regresando su mirada hacia el médico, en su misma posición.

Se quedaron viendo un par de segundos como si intentaran responder a preguntas de las que no estaban seguros de si debían tener respuesta alguna o tan siquiera esas preguntas debieron ser formuladas.

Todo había sido demasiado confuso. El tipo fue un criminal en potencia, lo más lógico era que acabara con la vida de la chica, antes de cometer aquel acto atroz, que no podía ser nombrado en voz alta, hacia sí mismo.

Cualquier rastro de duda fue borrado al oír la puerta de cuarto en donde tuvieron a Shania haciéndole preguntas de quién-sabe-qué.

—Será mejor que descanse. —insistió el agente, viendo a la chica con pena— Muy a duras penas ha podido responder.

Los dos hombres vieron a la joven, quien tenía la cabeza gacha y las manos juntas como si estuviese esposada o con las manos atadas, con pesar. Tenía la piel pálida, tan pálida que parecía en cualquier momento podría desfallecer directo en el frío porcelanato de aquel pasillo del departamento de policía.

—Se la encargo, jefe.

—A-ah... claro. —fue todo lo que respondió Adolphson antes de que el perito volviera a su oficina y cerrara de un solo portazo la entrada de hierro.

El silencio sepulcral del pasillo era todo lo que no querían vivir en ese preciso momento. Qué horror. No había nadie y todo en ese lugar era completamente en blanco. Arthur, por lo menos, se sentía como si estuviese en una película de terror del cual tenía que escapar de algún hospital psiquiátrico abandonado con ayuda de su amigo el médico y su amiga la estudiante de noveno ciclo en periodismo, descubrir las pistas que los llevarían a la salida y rezar que no se hallaran con zombies o con fantasmas que quisieran acabar con ellos cada dos por tres.

—Sh... Shania...

Y la chica se cubrió la cara y, casi al mismo tiempo, sus rodillas flaquearon y cayó de lleno al gélido y, para su debilitado cuerpo, tosco y duro suelo.

El alarido que salió de su garganta fue suficiente para que Arthur se agachara y tomara en un fuerte abrazo a la chica. Por parte de Barnett, no sabía qué hacer.

La mente del forense muy apenas oía el consuelo del chico hacia la muchacha, sus "tranquila, ya pasó" y "mira, estás sana y salva" ayudaban un poco a que ella pudiera volver en sí.

No recordaba cuántas veces pasó viendo a diferentes víctimas soltando sus versiones con tanto dolor, pero esta, esta en especial si le dolía en lo más profundo de su alma. Era como si el grito de la joven se incrustara con dagas en las capas de su duro corazón.

—Vamos Shania, tienes que ponerte de pie. Vamos a mi casa, te compraré lo que quieras para comer ¿Si?

Pero la chica tenía el cuerpo tan rígido, como si se resistiera a algo.

—Vamos Shani, tienes que...

—Señorita Marks, tenemos que salir de la estación para que pueda descansar y recomponerse. 

—No quiero. —dijo entre dientes, aún con sus lágrimas brotando como si fuesen un par de cascadas.

Barnett formó un arco con su índice y pulgar derecho para luego llevárselo a la frente.

—A este paso vamos a tener que sedarla para que se tranquilice.

—Le hacen eso y van a tener que sedarme a mí primero. No voy a dejar que la toquen. —el chico flacucho se puso de pie, desafiando a aquel que estaba frente a él.

El médico quedó perplejo.

—Qué de-.

—Prefiero mil veces que destroce mi auto y desfogue lo que ella quiera en vez de que la duerman dejándola toda alterada ¡Eso no soluciona nada! Y si quieres que salgamos de acá, me la llevaré yo solo. —se puso de cuclillas una vez más, levantando a la chica por los brazos y acortando la distancia en un abrazo, como si se tratara de un par de hermanitos intentando volver a casa— Con permiso.

Lo último que vio aquel hombre vestido de beige fue la silueta de ambos alejarse por el largo pasillo de la estación.

Barnett se quedó pensativo, solitario en ese lugar hasta que vio girar a ambas personas hacia otra pasillo, desapareciendo de su vista.

Miró al suelo, no había hecho mal o había dicho algo malo ¿No? No estaba ni seguro de si fue ofensivo. Solo era consciente de que, en efecto, Arthur también estaba bastante alterado como para atreverse a levantarle la voz. Él nunca había hecho eso. No era parte de su comportamiento.

O quizás no lo conocía lo suficiente.

Por otra parte, Arthur no tenía idea de hace cuánto había comenzado a llover. Solo era consciente que, por alguna razón, el clima iba completamente con el escenario y el día que había vivido la chica, incluso él. La noche se tornó tan triste, tan triste que hasta el cielo se había puesto a llorar y la noche estaba más oscura que otros días, sin compañía de la luz de la luna, como si aquel satélite supiera sobre el trauma que había pasado aquella mujer hace un par de horas.

Subió a la chica en el auto, antes de subir él mismo hacia el asiento del volante.

Shania había dejado de llorar, seguro se había agotado de vivir tantas emociones para una sola noche.

Tenía el cuerpo desparramado en el asiento del copiloto y con la cabeza mirando hacia arriba, con la mirada escondida debajo de sus largas pestañas y la boca entreabierta, como si necesitara respirar, como si le costara.

—Dime que quieres hacer y te escucho —cerró el muchacho la puerta y tomó las llaves, listo para arrancar el auto y tomando, con la otra mano que le quedaba libre, el volante— ¿Quieres ir por comida o vamos a pasear por alguna...?

—Arthur... —el modo en cómo pronunció su nombre lo dejó congelado por un par de milisegundos, quizás. Apenas había sido un hilo de sonido, pero no fue precisamente agradable.

Tragó en seco y se relamió los labios, los sentía secos. No entendía por qué.

—Dime, Shania.

La chica suspiró profundamente, como si el alma le doliera.

—El jefe no se suicidó...

Y con aquella oración, Arthur sintió los brazos tan débiles que parecía como si su sistema se hubiera apagado de repente.

—... ¿Qué... dices? —indagó sacudiendo muy levemente la cabeza. Hasta el instinto de moverse se había frenado en su cuerpo.

—Él no se... no se...

—Entonces... ¿C-cómo, Shania? Cómo ha terminado tirado en el...

—Fue Drake...

Y Arthur terminó con la boca sellada por completo. De manera inconsciente, su cabeza comenzó a girar de un lado a otro, negando lo que la chica estaba diciendo. Eso era imposible, él mismo se lo dijo cuando estaban días antes en la oficina.

—D... De qué estás...

—Drake lo tomó... —dijo dando una bocanada de aire— lo tomó de...  d-de la muñeca... —por fin pudo abrir los ojos y se giró hacia el joven pelinegro.

El semblante de la muchacha estaba tan demacrado que parecía que hubiera envejecido diez años más.

Y volviendo hacia el chico y aguantando las ganas de llorar, finalmente resopló.

—Él le tomó de la muñeca y le hizo dispararse a sí mismo... —soltó en un quejido— Y le dio justo en la cabeza...

—Shania... a ver —tomó aire y carraspeó antes de volver a escucharla—, dices que Drake fue quien le hizo que se disparara tres veces a sí mismo ¿No es así?

La chica asintió apretando los ojos y la boca con tanta fuerza.

—Cuando levantaron su cuerpo en realidad seguía vivo todavía... —tembló como si hubiera algo que le incomodara en ese pequeño auto— pero Drake dijo que no lograría llegar con vida ni bien lo sacaran del apartamento...

Era demasiada información para un solo rato, si aquello era verdad, entonces, tenía suficiente lógica que Shania ni siquiera pudiera responder a las interrogantes de los agentes.

No tendría como explicar como es que un fantasma acabó con la vida de un ser humano. Nadie se creería ese "cuento", pero tampoco tendrían motivos para decir que fue culpa de la muchacha, ya que bien atada estaba de manos y pies como para que ella fuera quien le disparara en defensa propia.

—¿D-dónde está él ahora?

—No lo sé... Quizás ya se fue, porque se despidió de mí.

Arthur no podía creer lo que Shania estaba diciendo, quizá no porque no le creyera, sino porque simplemente sonaba muy fantasioso como para que pueda considerarse realista; pero le entendía.

Qué complicado era todo esto.

Ni siquiera tenía algo por decir, peor cuando fue consciente que Shania comenzaba a llorar otra vez. La melancolía y el pánico fue lo que abundaba en aquella cabina de cuatro puertas y ahora ni estaba seguro de qué más podría hacer para que la chica se sintiera mejor, aunque, si era honesto consigo mismo, ni estaba seguro de si tenía que hacer algo para que se sintiera mejor, de hecho.

—M-mejor vayamos a descansar. —dijo sin tener ánimos de mirarla porque sabía que él estaba a poco o nada de quebrarse en llanto de tan solo ver por el rabillo del ojo que se tapaba la cara con tal de ahogar el sonido de su voz llorosa, lamentándose de la situación y, cabiendo la posibilidad de estar maldiciendo no haber podido hacer nada en su momento, cuando Ryan aún seguía con vida.

No esperó a tener una respuesta por parte de ella porque, si bien la conocía no hace mucho tiempo, estaba seguro de que ella sí quería ir a cualquier lugar para descansar. En unos días tendrían que volver al antiguo apartamento para recoger unas cuantas pertenencias de la chica, las más importantes. Sabía, muy de sobra, que no iban a poder tomar todas debido a la propia investigación, como porque ella no tendría el valor de volver a ese lugar.

***

No podía pegar el ojo en lo que iba de la noche. Eran casi las dos de la mañana y lo único bueno que había hecho bien era dar vueltas y vueltas en la cama del cuarto de huéspedes mientras pensaba en los acontecimientos de hoy.

Por último, ni las gafas se había quitado para dormir.

¿Dónde estará Drake? ¿Estará bien? ¿Qué estará haciendo?

¿Estará descansando ahora sí?

Se quedó pensando en si lo que había hecho estaba bien. Es decir, no era que no quería que por fin trascendiera a otra dimensión más... pacífica.

Pero ahora el cantar era distinto, lo extrañaba.

Sobre todo porque ahora era consciente de la verdad, conocía los hechos y todo se había esclarecido, pero, desgraciadamente, nadie más que ella sabría la verdad. Arthur le creía, claro que sí, pero no era lo mismo si ella fue quien había vivido todo ese triste escenario.

Y nunca nadie podría saber la verdad. El líder se había llevado todo a la tumba.

¿Por qué?. Fue lo único que se preguntó aquella noche antes de sentarse en el colchón.

Por alguna razón comenzó a sentir tanto calor que tuvo que acercarse a la amplia ventana del dormitorio. La visual era muy bonita, aprovechaba la vista del interior del condominio y el solo ver la luz de la luna iluminando el patio de juegos, era simplemente refrescante a pesar del gélido invierno que azotaba con fiereza el exterior. Por alguna razón, la luna había decidido salir después de todo ese desastre. Quizá era Drake, anunciando que, por fin, estaba feliz de que su alma volara hacia otro lugar.

Aun si no se logró descubrir la verdad, posiblemente estuviera tranquilo con la cobranza de su venganza.

—¿Cómo estás? —fue lo que oyó la chica cuando estaba mirando a un punto vacío que tenía en frente. Fue como si aquello la despertara de su propio ensimismamiento.

Se quedaron viendo un par de segundos, como si el silencio fuese su mejor arma o comunicación en ese entonces. Shania no estaba segura de si debía decir algo en especial, mientras que, por parte del muchacho, dudaba si fue buena idea aparecer ante los ojos ajenos, una vez más.

Tan solo una, solo quería verla.

Pero era imposible no querer hablarle, tratarle.

Él la amaba, aún si ya no existiera.

—¿Cómo estás tú? —fue lo que obtuvo por respuesta, un par de segundos después.

Drake quedó pensativo.

—Estoy bien, me siento bien; pero yo te pregunto a ti. Quiero oírte.

Shania bajó la cabeza mirando el marco de la ventana, como si aquello fuese más interesante que la conversación que había iniciado con aquel fantasma.

—¿Qué tienes?

—Recuerdo por partes todo lo que dijiste, Drake. —le miró de regreso, pero había algo en su mirada que al inicio no comprendía qué era lo que quería decir. Era una mirada confusa...

Ah, esa mirada confusa.

Drake solo atinó a reírse.

—No puedes amar a alguien que ya no existe.

—Pero si siguieras con vida ¿aún sentiría algo por ti, tú crees? —el tono de su voz delataba su desespero en aquella noche invernal. Drake lo supo cuando su mirada parecía aguarse y la luz de la luna no hacía más que acentuar aquel triste gesto.

Eso dolía, pero tenía que ser honesto, al fin y al cabo...

—Si yo siguiera con vida, ni siquiera me recordarías. —soltó a ninguna parte.

Shania dio un brinquito de la sorpresa.

—¿Igual hubieras hecho lo que hiciste?

—Si te hubiera conocido antes de meterme en aprietos, las cosas serían diferentes, probablemente. —siguió pensativo, mirando hacia afuera como si la chica estuviera frente a él y no a su lado— Nada iba a cambiar si seguía con vida, y tú sabes eso.

Ella suspiró. Debía reconocer que lo que él estaba diciendo era verdad.

Se recostó en el marco metálico, casi rendida por las palabras del chico fantasmagórico. Seguía con la firmeza de que nada de lo que ocurrió con Drake, sin justificarlo, era justo. La vida lo había tratado bastante mal como para que lo último que él pudiera encontrar fuera su propio deceso y una de las formas más crueles que, por lo menos para ella, al ser humano podía pasarle.

—Pero me quieres, con eso basta para mí. Siempre vas a tener aprecio por mí, por lo menos.

Ella sabía que no era así, no era verdad. 

—No... ¿No te molesta que no sienta lo mismo que...? —pero aún así decidió creer para no sentirse demasiado culpable.

—No puedo enojarme cuando no recuerdas los sucesos del todo, es como si te hubieran reseteado la memoria con ese golpe. Además, no es que no sientas lo mismo, niña lista —dijo para darle un pequeño toque en su nariz—. Solo no lo recuerdas.

La pelirroja se encogió de hombros.

—Lo siento. —con aquella respuesta, Drake ladeó la cabeza con confusión.

—¿De qué te disculpas?

—Es que yo...

—Aunque me duela —admitió—, prefiero mil veces que no recuerdes cuando me amabas a que lo hagas y seas consciente de que no puedes volver el tiempo atrás.

Lo único que obtuvo el chico fantasma fue un silencio bastante profundo en la habitación y se sentía genuinamente extraño considerando que no estaba en soledad, estaba con ella.

Ni siquiera cuando estaba solo en ese apartamento hasta que Shania regresara en la noche sentía extraño el silencio. Podría decir que era hasta encantador, inclusive.

Suspiró.

—La vida no es un videojuego. No puedes ponerle pausa y reiniciar como si el tiempo y espacio funcionaran con ayuda de los botones de una consola.

Ella bajó la cabeza y se giró en dirección a la ventana, una vez más.

—Me liberaste ¿Por qué te disculpas, entonces?

No hubo respuesta después de eso.

Shania se quedó viendo hacia la nada en el cielo. Drake asumió que estaba intentando recordar los acontecimientos antes de que ella olvidara todo con relación a su amorío de un año y medio.

La realidad era, nada más, que ella tenía la mente en blanco. Su mente se nubló que hasta había olvidado que había visto el cuerpo inconsciente del hombre que casi le arrebata su propia vida sin darle crédito, siquiera, de decir alguna última palabra aún si no valía nada el haber implorado que la liberara.

Nunca más quería volver a ver una muerte frente a sus propios ojos.

—En nuestra próxima vida, prometo que voy a buscarte. —anunció Drake sin despegarle la mirada de encima.

Shania le vio de regreso. Quizá fuese la última vez que podría ver a Drake estando despierta.

Quizá esa fuera la última vez que ella le viera merodeando cerca de ella como si nada.

—Ahora será tu turno —rio suavemente en respuesta—, en esta yo te encontré primero.

El pelinegro sonrió cálidamente en su dirección. No podía tocarla, juraba se sentía como un ser de carne y hueso frente a ella, mas la realidad era distinta. 

Aún así, intentó hacerlo solo por una sola vez en lo que su alma vagaba por la tierra.

—Y así será, te lo prometo. —anunció para, después, posar su mano sobre la coronilla de la chica.

Shania, por "primera vez" en toda su vida, sentía su corazón bombear con frenesí, sintiendo un cosquilleo agradable recorrer toda su piel y su rostro arder de a pocos, seguramente del sonrojo que estaba experimentando. 

No podía verse a sí misma pero, desde el punto de vista de Drake, él la veía tan adorable como cuando se conocieron por primera vez.

—En nuestra próxima vida, yo seré tu chica ¿Verdad? —ronroneó inclinó su cabeza cuando sintió que Drake le tocaba con delicadeza el rostro. Este, anonadado con la dulzura y belleza de aquella muchacha, sonrió.

—Claro que sí, nena.  —dijo para luego terminar acariciando su barbilla.

Luego de aquel sublime gesto, la chica se quedó mirando hacia el parque de aquel gran condominio. Ella también aspiraba a vivir en un lugar diferente al que estaba antes. Una residencial, sería una buena idea.

Hubiera sido mucho mejor si pudiera haberla compartido con alguien más.

—¿Te sientes mejor? —y ese alguien más se hallaba a su lado, aunque en su forma intangible.

—Te amo. —dijo la chica, de repente.

Ryan no había visto venir aquello.

La muchacha ni siquiera supo por qué había dicho esa pequeña oración muy aleatoriamente.

Se sobresaltó dando un brinco en su lugar y giró sutilmente en dirección hacia el alma de aquel chico que había amado, a pesar de que no lo recordara del todo.

Sonrió, el azabache, con tristeza.

—Y yo a ti. —de todas maneras, no iba a negar que se había emocionado el haber escuchado a Shania decir aquella una vez más.

La última vez que podría escucharla.

—Descansa, Drake.

El chico asintió, con debilidad. Llevó uno de los mechones de su cabello detrás de su cabeza para acariciar su pálido rostro, una vez más.

Imploraba porque ella tuviera una buena vida, a pesar de que era consciente de que, en un par de años, ella se olvidara de él para siempre e hiciera su vida al lado de alguien más.

Pero nada de eso importaba, mientras ella siguiera con vida y fuese feliz.

Estuvo a punto de decir "gracias" por haberlo hecho sentir vivo a pesar de todas las consecuencias y desastres que ocurrieron después de conocerla; pero ya nada importaba. Podría visitarla en sueños, alguna vez.

—Hasta pronto, Shania. —fue todo lo que dijo para que, finalmente, se desvaneciera como si el aire hubiera dado un último resoplido, el último de sus suspiros.

Solo después de ese suceso, Shania, después de casi cinco horas después, podía dar un respiro e ir a dormir, en paz.

Si él estaba en paz, ella también lo estaría.

***

Habían pasado dos meses del incidente en ese edificio.

Hasta donde ellos supieron, nadie volvió a entrar a aquel lugar  y reconstruyeron la puerta que lo protegía. Encadenaron la puerta para que ningún curioso se atreviera a, siquiera pensar, pasar a husmear por sus rincones.

Incluso hubieron quienes quisieron abandonar la última planta, pero debido a los escasos recursos de aquellas familias, lo último que les quedaba era escuchar por las noches unas cuantas pisadas y, para los inquilinos de al lado, unos cuantos rasguños y por ahí un par de gemidos ahogados. Sabían que alguien tendría que ir a bendecir aquella morada, ya que de alguna forma, los sonidos se acrecentaban por las noches.

Y había días en los que simplemente no se podía soportar la vibra negativa de dicho lugar.

Por otra parte, Arthur, Shania y Barnett se tomaron el fin de semana libre para ir a visitar la sepultura del muchacho llevando un ramo de flores blancas, en señal de paz.

—¿Crees que a Drake le gusten? —indagó Arthur señalando a los claveles en sus manos. El grupo de tres estaba sentado en el césped.

—Nuestra sola presencia debe gustarle, créeme.

Shania se comenzó a cuestionar si alguien visitaba la tumba del chico ya que, cuando ellos llegaron, esta estaba limpia y el resto de los sepultados estaban algo sucios.

Quizá fuese su hermana quien lo visitara cada que pudiera.

—¿Creen que nos esté viendo desde alguna parte? —Barnett sintió curiosidad, mirando a sus par de acompañantes. Nunca había visitado a Drake hasta ese momento, lo mismo para Arthur.

Si supieron como es que él estaba específicamente en aquel cementerio de Massachussets, fue porque Shania había soñado con aquel lugar, ya tanto tiempo atrás, siendo acompañada por el chico y este sonreía de oreja a oreja con su sola presencia.

La chica sonrió hacia el cielo de aquella primavera. Drake, de seguro, estaba observándolos desde donde sea que estuviese descansando, finalmente.

Suspiró, para luego decir:

—Yo creo que sí. —rio, echando un suspiro.

FIN



¡Aún falta el epílogo!

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro