IV
—Parece que alguien no durmió bien anoche.
Y vaya que el joven McKenna tenía razón. En el semblante de la chica pelirroja se notaba visiblemente el cansancio que se cargaba. El producto de la mala noche ya le estaba pasando factura y bueno fuera que hubiera sido por temas estudiantiles.
—¡Lo siento! Prometo hacer todos estos archivos para las seis, sin falta ¡Discúlpeme usted, Arthur Conan Doyle! —ante esa respuesta, el chico no pudo evitar sonreír aguantando una risa bulliciosa y tomar con fuerza su taza de café, no deseaba molestar a los demás trabajadores, ya bastante tenía con las quejas de los demás empleados quienes ya se sentían hartos de verlo merodear las veinticuatro siete cerca a sus escritorios.
—Tranquila —respondió sin dar mucha importancia—, apenas es medio día y casi es hora del almuerzo ¿Segura que no prefieres que adelante tu horario por hoy? —cuestionó al ver que la pobre muchacha estaba haciendo un gran esfuerzo por mantenerse despierta— Porque, de hecho, te ves fatal, Shania.
La aludida sacudió la cabeza. En serio le hacía falta dormir más.
—¿Sigues con lo del asunto de Drake?
—P-p... ¿Puede? —se rascó un ojo al sentir una legaña molestando en uno de sus párpados.
—¿Puedo hacerte una pregunta al respecto?
—Supongo.
El chico miró a ambos lados para cerciorarse de que no existieran chismosos alrededor, escuchando la conversación entre aquel par de jóvenes.
Se agachó un poco más, quedando a la estatura de Shania sentada, sosteniéndole la mirada de una forma que nadie le había hecho jamás a la chica periodista.
Ni siquiera ese bobo fantasma.
—¿Por qué estás tan empeñada en averiguar sobre ese caso, eh, Shania?
Los ojos de la chica se abrieron de golpe.
—Yo... Yo pues, eh... —y conforme ella se ponía más nerviosa, el chico se acercaba en su dirección. Por acto de inercia, ella hizo todo lo contrario. Su corazón quería salir de su pecho al sentir los fuertes latidos que este emitía. No quería revelar muchos detalles, nadie necesitaba saber sobre la vida extraña que llevaba y, mucho menos, nadie le creería que una alma en pena merodeaba en su pequeña casa.
—¿No tendrás algo que ver con su deceso, verdad?
¿Qué?
—¿Qué?
—Estás actuando muy sospechosa estos días.
Pero sería peor si seguía guardando todo para ella misma. Tenía que soltarlo de alguna forma, antes que sintiera que se estaba volviendo loca.
—Si te digo la verdad vas a creer que me estoy volviendo loca, je.
Arthur arqueó una ceja con escepticismo.
—¿Cuál es tu justificación a es...?
—El alma de Drake Ryan está alojada en mi casa.
Después de aquella afirmación sin anestesia, lo último que se escuchó fue el rompimiento de una losa y mucha gente soltando un grito de sorpresa.
La taza de Arthur cayó de lleno contra el suelo.
—¡¿Eh?!
—¿Hay algo malo en...?
—¿C-cómo que vive en tu apartamento? ¡Eso es imposible! —exclamó con el volumen de voz más bajo que pudiera emplear para no perturbar el silencio en las oficinas.
Shania apenas jugaba con sus dedos, sin quitarles la mirada. Aún estaba algo avergonzada por contarle sobre eso al muchacho de la editora.
—Pues cuando me mudé a esa planta, el apartamento estaba vacío. —contestó, medio nerviosa— El precio estaba muy cómodo, si soy honesta —sonrió de lado—. Por esa razón, también lo adquirí.
Pero cuando alzó la mirada ante aquella última razón, solo tuvo como presencia una mirada perdida en el joven McKenna, mirada que, por primera vez, estaba presenciando por pura casualidad sin saber que aquello le iba a afectar demasiado al muchacho, hijo del director.
—¿Arthur, estás...?
—¿No te ha hecho daño o algo así?
—¡Drake sería incapaz de poner un dedo sobre mí! Y eso que casi siempre lo hago enojar, jeje.
Arthur seguía perplejo.
—Me estás mintiendo.
—No estoy bromeando, en serio ¡Incluso puedo decir cuál es su aspecto físico —se puso de pie tal cual profesor a dictar clase—: Un larguirucho de por lo menos un metro ochenta, cabello negro peinado a un costado y super lacio, ojos azules y la piel tan pálida como...!
Pero calló de golpe cuando escuchó pequeños hipidos por parte del alto muchacho de cabello medio largo y oscuro como el carbón. Sintió tanta pena cuando se dio cuenta que ellos tenían una fuerte cercanía. Arthur, sin duda, no había superado del todo la muerte de su compañero de universidad.
De uno de sus más cercanos amigos.
—Lo siento, tenía que hallar un modo de que me creyeras, Arthur.
—No te disculpes. —se enjugó las lágrimas— Pero ¿Cómo? Es decir...
—Me dijo que ese había sido su hogar.
Arthur hizo memoria y de pronto tuvo sentido lo que había dicho Shania hacía un par de días atrás.
—El edificio de la calle al lado del restaurante —dijo mientras su cerebro hacía memoria, sin despegarle la mirada a Shania por ningún motivo o circunstancia— ¿Cierto?
—Ajá.
Pero aún seguía sin sentir que el chico estaba presente del todo en cuanto a su relato o explicación. No era como si pudiera comprender o asimilar todo de una forma tan rápida, como si se tratase de un caso normal o como si fuese una cosa de todos los días. Entendía que para cada persona, existía una forma de reaccionar completamente distinta.
Sin embargo, estaba muy agradecida con que Arthur le creyera.
—¿Arthur?
—Qué difícil se me hace procesar todo esto... —suspiró, mirando hacia el techo— ¿Es por eso que me hiciste varias preguntas sobre él el otro día, verdad?
Shania asintió.
—¿Te ha dicho algo sobre qué fue lo que sucedió?
—Se metió en problemas monetarios y eso le llevó a hacer varias cosas para pagar la universidad.
—¿Qué clase de cosas?
Ella solo guardó silencio.
—Entonces ¿Es cierto que estaba metido en esas acusaciones que te dije...?
—N-no sé, no lo sé —bajó la cabeza a un lado—. Intenté que me diera más información sobre lo que hizo antes, pero se niega diciéndome que va a asustarme y...
—¿Asustarte?
Sí, asustarla.
El fantasma tenía miedo de asustarla con más revelaciones.
—Y-yo sé qué me está mintiendo y solo tiene miedo y sé que jamás le haría daño a alguien. Él no sería esa clase de persona y así no esté con vida, yo voy a defenderlo. Incluso si el mundo se pone en su contra, yo estaré de su lado.
La forma había sonado tan melosa y tan a la defensiva para su contrario que, este, no pudo evitar sonreír. Vaya que fue una cosa que sonó medio romántica para apenas llevar el caso cerca de dos semanas.
—Wow, Shania. Si no fuera porque está muerto, pensaría que te has enamorado de él.
La muchacha se sonrojó hasta por las orejas con aquella declaración. Es decir ¿Cómo podías sentir algo por una persona que ya no existe y nunca conociste antes?
Era ilógico.
—S-solo digo lo que veo y siento que es verdad.
Arthur rio.
—Tranquila, Marks —le dio unas palmadas en el hombro—. Debe ser difícil convivir con un alma en pena durante tu estadía.
—De hecho, se siente un aura triste.
—Debe serlo.
Después de aquella conversación, desde la tarde hasta la noche todo había sido completamente tranquilo.
Le gustaba pasar tiempo con ella misma. A veces, pensó, es bueno conocerse a una misma en su propia soledad, sin que nadie pudiera molestarla o cuando pasaba tiempo de calidad paseando por las calles de Massachusetts. Por alguna razón, el ruido externo de la calle no le era molesto ni mucho menos le irritaba, aunque eso no quitaba que deseaba descansar.
—Oye, Shani. —fue lo primero que oyó cuando entró a su apartamento y encendió las luces de la sala.
—Buenas noches, Drake. Gracias por recibir mi chaqueta y colgarla en el perchero por mí. —se burló mientras se quitaba el abrigo y la bufanda azul que siempre llevaba puesta. El frío iba desapareciendo de su cuerpo y pensar en tomar una taza de café le levantaba el ánimo, al fin tomaría algo diferente al chocolate.
—Y lo hubiera hecho si no fuese un estúpido fantasma.
—De hecho, eres mi querido fantasma. Así que no me importa.
Cuando se dio cuenta de lo que había dicho, sus ojos se abrieron de par en par y sintió su rostro arder. La verdad no esperaba que aquello saliera disparado de su propia boca, no esperaba sentirse orgullosa y al mismo tiempo avergonzada de haber soltado aquella oración, y mucho menos se arrepentía de haber hecho sonrojar al pálido chico fantasmagórico.
—C-creo que iré por café. —fue todo lo que dijo mientras se encaminaba a la cocina.
—Te acompaño.
—Sí.
No era como si todo se volviese extraño después de esa frase. Aun así, fue como si la atmósfera de la vivienda se hubiera vuelto completamente tensa, como si alguno de los dos quisiera romper el hielo y cambiar el tema con tal de olvidar aquella frase cautelosamente dulzona. Shania quiso continuar con el tema, aún tenía intenciones de seguir molestándolo y, por muy loco que sonara, se le había cruzado por la cabeza coquetear un poco más con aquel muchacho con el afán de ver como se ponía nervioso, una vez más.
—Y... estuvo todo bien hoy ¿Verdad? —pero Drake había cambiado ya el tema.
La muchacha asintió.
—De hecho, sí. Todo estuvo demasiado tranquilo.
Si bien era cierto que estaba sonriendo al oír aquella pregunta por parte del chico, se terminó esfumando en un dos por tres, cuando el chico calló ante su respuesta. Se quedó tensa cuando se giró sobre sus hombros y le vio con confusión después de que este le brindara una mirada algo preocupada luego de haber recibido aquella respuesta.
—¿Pasa algo?
—¿Me estás evadiendo o es mi idea?
—No lo hago.
—Cada vez que hablas sueles mirarme.
—Drake, estoy cansada. Solo es eso.
Fue como si aquella alma hubiera recibido un baldazo de agua helada en pleno invierno. Su mirada se volvió sombría y bajó la cabeza, sin mucho que decir y sin nada más que decir, dicho sea de paso.
—Lo siento, creo que estoy exagerando un poco con respecto a tu comportamiento ¿No?
Shania fue bastante rápida al entender lo que sucedía.
—¿Eh? Claro que no, solo que y-.
—Iré a la oficina a descansar, será mejor que tú también vayas a dormir.
—D-drake, espera... —pero el llamado fue en vano.
El fantasma cruzó el umbral de la puerta de la oficina y desapareció de su vista, dejando a la joven en soledad, en medio de la casa y con el agua hirviendo de más.
¿Había hecho algo mal esta vez?
«Si no fuera porque está muerto, pensaría que te has enamorado de él.»
—Ugh, me pego un tiro. —sacudió su cabeza y se pegó en la frente. No podía estar pensando en aquello, parecería loca si estuviera desarrollando sentimientos románticos hacia un fantasma. Era el colmo— No puede ser cierto, maldito Conan Doyle.
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