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I

—Sí... Claro... Bueno ¡No, no así! —rio por debajo de aquella gruesa bufanda azulina con los cachetes rosados debido al calor que expulsaba.

Los focos blancos pegados al techo del pequeño apartamento dieron vida a la lúgubre y pequeña, pero bien amueblada, salita. Era tan cómoda y ordenada que la muchacha en el teléfono no podía esperar a poner su abrigo en el perchero e ir a la cocina a prepararse una deliciosa taza de chocolate caliente con algo de crema batida en la parte superior de la misma. Eso, e ir a la panadería cercana a su casa a comprar un trozo de cheesecake o quizás una caja de galletas variadas para acompañar a su dulce cena que estaría por degustar en un par de minutos.

—Bien, bien. Veré cómo solucionar todo eso mañana. Ahora tengo el cuerpo hecho añicos y solo quiero ir a darme un baño e ir a dormir —confesó con desgano—. Aunque tengo que admitir que volveré a salir a comprar algo de comer. Me merezco un pastel o unas galletas.

Ante la respuesta que su compañero de facultad había anunciado de pronto, Shania había soltado una risita mientras se quitaba el abrigo negro y lo dejaba tirando por alguna parte del suelo, olvidando que el perchero estaba a su lado, a unos pocos centímetros; mas cuando se trataba del teléfono olvidaba en dónde estaban ubicadas unas cosas y otras.

—Sí... Sí, Joe. Ya lo sé.

La puerta de su habitación se movió de pronto, como si quisiera abrirse de golpe o como si la ventana de su dormitorio hubiera dado un pequeño resoplido, provocando que la puerta apenas y se mueva, consiguiendo, así, que emitiera el molesto sonido de aquel chirrido que le recordaba la falta de lubricación en los tornillos de aquella tabla de madera. La chica de cabellos rojizos y largo cabello hasta la cintura ni se inmutó, siquiera.

Ya tenía costumbre de escuchar aquellos sonidos raros por la planta. No era novedad.

—Bien, entonces anótalo para el domingo en todo caso... Sí... Sí Joe, mejor lo hablamos mañana con más tranquilidad, el cuerpo ya no me da.

El chico en la otra línea procedió a despedirse. Pareció una despedida torpe, ya que la chica solo atinó a reírse.

—Y yo a ti ¡Buenas noches! —finalizó con felicidad para luego pulsar un botón de su teléfono.

Y se tiró de golpe como si se tratara de un costal de papas en proceso de empaque a su próximo destino. Dio un quejido lastimero y comenzó a mover sus pies en círculos. Sí que los informes de hoy habían sido más pesados y jodidos que otros días en especial. Habían salido más casos sin resolver y como buena estudiante de noveno semestre en periodismo, debía interrogar e investigar los puntos clave de los sucesos extraños que habían ocurrido los últimos casos en aquellos meses.

Debió haber escogido algo más sencillo, pero no podía.

No mientras los casos sin resolver la tuvieran tan sumergida en aquel mundo desconocido que deseaba descubrir.

¿Si había una razón en específico? Podría decirse que sí.

Y esa era nada más y nada menos que...

—Sé que estás ahí, Drake. No te hagas el tonto. —alegó elevando el volumen de su voz hacia el techo, como si aquel mencionado fuese a salir por en medio de las paredes de la parte superior del pequeño hogar de Shania.

Una mata de cabellera lisa negra con fleco hacia delante, acompañada de unos ojos azules de tonalidad zafiro, se deslizó por detrás del muro que separaba la sala con el dormitorio, que era igual de diminuto, pero lo suficientemente cómodo para estar satisfecho consigo mismo y su soledad.

—Y sé que estuviste escuchando que estuve hablando con mi amigo de la facultad. —volvió a anunciar Shania sin despegar la vista de arriba. A ella le encantaba creer que Drake, solo quizás, podría sentir un poquito de celos por que hablara con alguien más.

—¿Cuándo admitirás que es tu novio?

—El día que me enamore de él, me confiese y me rechace como a todas.

El muchacho pelinegro que permanecía escondido detrás de la pared dio un ligero bufido. Odiaba cuando Shania no quería admitir ciertas cosas. El chico de la otra línea, el llamado "Joe" era su novio ¿Creía que podía ocultarlo por más tiempo?

La chica bajó la cabeza y miró en su dirección. Arqueó una ceja al ver la expresión genuina que estaba echando Drake. Irremediablemente, sintió una tonta necesidad de volver a recalcar que aquello era verdad.

Porque, de hecho, sí lo era.

—¿Qué? Pero no es mi novio —se enderezó y señaló al chico, como si lo estuviese acusando— ¡Y no estoy mintiendo con esto!

El de tez blanca negó haciendo que sus cabellos meneen de un lado a otro con suavidad, y se encaminó al lado contrario de la casa, en dirección a la cocina, o lavandería, lo que encontrara primero. El lugar era tan reducido que podías tener los tres espacios en uno solo, mas no se quejaba por lo acogedor que era.

—Oye Drake, en serio.

—Sí, cómo no.

Shania chasqueó la lengua aún con el trasero sobre su mueble de cuero negro. Era molesto cuando el muchacho no quería creerle cuando claramente estaba hablando con la verdad, ya ni se quería esforzar por aclararlo, pero sentía demasiado necesario hacerlo sin alguna razón aparente de por medio.

Bueno, aparentemente no aparente.

—Cree lo que quieras.

Y después no supo interpretar los movimientos en círculos que estaba dando Drake por la pequeña pieza. Juró quería reírse por su actitud infantil, pero también quería mantenerse al margen.

Aunque, era Drake, él la apreciaba tal cual era.

—¿Vas a dejarme aquí, sola, solín, solita y con frío? —indagó la pelirroja con burla al notar que el joven se retiraba en dirección a la habitación.

Este la ignoró olímpicamente, logrando enojarla un poco.

Supo que tenía que ponerse de pie cuando se iba alejando más de la sala, por lo que optó por, también, encaminarse a la cocina y encender una pequeña olla que contenía un líquido perfecto para aquella noche gélida de invierno.

—Apuesto a que te gusta el olor de este magnífico chocolate caliente.

—Igual no puedo olerlo y lo sabes. —se detuvo el chico justo en el marco de la puerta de la oficina del apartamento. El tono en que respondió era triste, por lo que, en ese momento, Shania notó que estaba por echarla a perder.

Si es que no lo había hecho ya.

—Oye —se giró hacia el de hebras negras, aún con la taza de chocolate en la mano. Quizás podría subirle un poco los ánimos—, mírale el lado bueno de estar muerto ¡Al menos no tienes que preocuparte por si tienes hambre o si el baño está ocupado!

Drake lo pensó un poco. Acabó asintiendo al comprender que la dueña de casa estaba esforzándose por remediar su error accidental de hace unos instantes. Solo por eso, supo que debía ser un poco más amable con la chica.

—Bueno, sí.

—¿Ves? Además...

—Pero no puedo hacer más cosas que actualmente me gustaría hacer.

Shania arrugó la frente.

—¿Y qué podrías hacer tú si te la vives aquí encerrado en estas cuatro paredes, fantasmita?

—Podría hacer mucho —suspiró con pesadez, como si estuviera realmente cansado de muchas cosas—, por si buscas oír esa respuesta.

—¿Enmendar tus errores que hiciste en vida?

Drake se encogió de hombros.

—Eso y más.

Y Shania Marks sintió una profunda angustia cuando supo que Drake Ryan, con aquella simple oración, había dejado cosas pendientes en el mundo terrenal y no supo qué hacer cuando notó que ya no poseía un cuerpo de carne y hueso cuando menos se dio cuenta.

Cuando perdió la vida.

Y la lengua le picaba por preguntar, pero tenía miedo de cómo podría tomarse el asunto aquel chico flacucho de cabello azabache y polarón negro con una cara blanca estampada en el medio.

No quería incomodarlo, pero ya era tanta la curiosidad que se guardaba que desconocía otro medio por el cual averiguar qué fue lo que sucedió antes. Era consciente que esa casa tenía una carga algo pesada, no una vibra precisamente maliciosa, pero sí algo triste, como frustrada.

Como si algo faltara, necesitara.

—Oye, Drake. —la chica se acomodó un mechón detrás de la oreja y sus ojitos azulinos se posaron en dirección a los de también azules de aquella alma residente en su hogar. Por mucho que estuviera lejos de su posición, juraba que la intriga que la invadía y el nerviosismo mismo le hacían temblar las piernas y le agitaba el corazón. No estaba segura de si era miedo o inquietud, pero cualquier palabra mal usada o interpretada, podría echar todo por el vacío.

—¿Sí?

—Una vez... Una vez dijiste que ibas a contarme cómo fue que terminaste en esta situación... —jugó con sus finos dedos, cubiertos por guantes grises decorados con detalles entre negros y blancos— ¿R-recuerdas?

—Ah, eso.

Shania tuvo el impulso de cerrar los ojos, pero fue lo que evitó a toda costa. Sabía que Drake no le haría daño, ella misma podía afirmarlo desde que llegó el primer día a casa y él la convenció de quedarse, prometiendo no hacerle nada bajo ningún motivo o circunstancia.

—¿Quieres que te lo cuente como una historia, acertijo, por partes o preguntas que se te vengan a la cabeza?

—Cualquiera, solo quiero que dejes salir todo eso y te haga sentir bien.

"Bien, por preguntas será". Pensó el chico para sí mismo. Realmente no tenía idea de cómo contar los hechos sin que sonara todo tan trágico.

O, por lo menos, para que la chica no se asustara.

—Cena con tranquilidad y lleva otra taza de chocolate porque esto estará algo extenso... —se revolvió aquella alma en pena aún en su lugar, como si sintiera un picor en la espalda— Y también quiero contarte unas cosas más... Personales.

Shania asintió. Ni bien el fantasma del chico había terminado de hablar, la estudiante universitaria optó por mover sus manos de un lado a otro lo más rápido posible para poder prestar atención a aquel que merodeaba por los pequeños rincones del —valga la redundancia— pequeño apartamento en donde se alojaba.

Sus delgadas manos temblaron cuando el frío de las mismas y el calor emitido por la taza rozaron por primera vez. Era un cambio brusco de temperatura agradable, aunque admitía que dolió un poco.

Ya no tenía hambre de repente, solo quería saber qué sucedía con Ryan de una buena vez. Ese semblante triste con el que, usualmente, le veía por las mañanas tenía, sin duda, muchas cosas qué decir.

Mas no a alguien, a quién.

Pero estaba ella ¿Por qué no?

Cuando se dio media vuelta con la tacita en la mano y no vio a nadie alrededor, supo que el chico había tomado un momento de privacidad para, quizá, procesar mejor las cosas, para buscar las palabras correctas de la situación y para poder explicarlo sonando lo más dócil y sutil posible. Se encaminó directo al pequeño sofá que daba la espalda a la cocina, sintiéndose cómoda.

Y, repentinamente, el ánima hizo acto de presencia. El chico ya ni se sorprendía de la tranquilidad de la pelirroja, puesto que ya eran tantas las veces que aparecía y desaparecía así, sin más, que ya estaba bastante claro que esta no le tenía miedo en absoluto.

El miedo en ella se había esfumado. Eso le alegraba un poco el fantasmagórico corazón que tenía.

—Entonces ¿Por dónde quieres empezar? —la pregunta se le hizo ridícula a Shania ¿Que no era evidente que toda buena historia se contaba...?

—Desde el inicio, duh.

El pelinegro revolvió los ojos.

—¿Cómo fue tu deceso? 

—Suicidio.

Aquella primera bala fue inesperada. No se suponía que recibiría aquella respuesta o, por lo menos, no esperaba que fuese tan directo como para decirlo sin sentir alguna especie de remordimiento como para contar aquello como si se tratara de tomar un vaso con agua.

El ver a la chica con la mirada más abierta de lo normal fue suficiente como para que se percatara que tal vez no debió utilizar aquella palabra tan de pronto.

—¿Qué?

Un suspiro cansado fue lo que salió del pecho del muchacho.

—Sí, futura periodista.  Me di un disparo en la cabeza antes de que la policía me arrestara, me encerré en donde es tu oficina y como no vi otra salida, el arma fue lo primero que encontré y listo, me... Uh... ¿Autoeliminé? —se cubrió la cara después de aquella explicación medio torpe— Dios, ni siquiera sé cómo hacer para que esto se vea gracioso.

Pero los oídos de Shania parecieron ser cubiertos por aquel sonido sordo y molesto que pitaba cuando estaba demasiado estresada. Muy apenas llegó a escuchar cuando dijo: "antes de que la policía me arrestara..."

—P-pero ¿Por qu-?

—Asesiné a alguien.

Eso tampoco lo había visto venir.

—¿Qué?

No había gritado, aquella palabra salió apenas en un chillido ahogado, como si la garganta se le hubiera sellado, como si sus cuerdas vocales se hubieran averiado.

—Dime que no fue intencional, por favor dime que fue...

—Demonios ¡Por supuesto que no fue intencional! Admito que me metí en problemas de pura idiotez, pero no iba a dejar que me arrebataran mi vida. —el pecho de Drake se hinchó tanto que parecía que podría explotar en cualquier segundo, hasta que exhaló y un susurro fue lo que se escapó de sus labios— Al menos, no ellos.

Se dejó caer en el sofá de dos personas que estaba en perpendicular al de uno, en el que se encontraba la dueña de casa, con el cuerpo aventado hacia el espaldar y con la cabeza en dirección al techo y con los ojos cerrados. Si bien la expresión en su rostro parecía imperturbable, la de la joven era todo lo contrario. Shania escuchó perfectamente lo último que había musitado y no desaprovechó la oportunidad para continuar con las preguntas.

—¿Ellos?

Uno de los ojos de aquel de piel lechosa se abrió, observándola.

—Una banda criminal a la que conocí, en fin.

—¿Ajuste de cuentas?

Se pasó una de sus manos por la cabeza.

—Bien... Ya no hace falta explicarlo. —finalizó, poniéndose de pie y dirigiéndose directo a la ventana de la salita.

Ella no lo creía, definitivamente no podía.

—P-pero... —se quedó mudo un par de segundos para luego sacudir su cabeza y decir— No... Yo no te creo. —ella también se puso de pie, enfrentando al espectro que se encontraba dándole la espalda— No creo que Drake Ryan sea capaz de quitarle la vida a alguien.

Él la vio de regreso por sobre sus hombros. Ella no supo interpretar la mueca que había hecho Drake después de aquel comentario.

—Pues créelo porque eso pasó. —le vio alzar sus manos para sí, observándolas, seguramente, todavía dándole la espalda y viendo hacia la ciudad— Estas manos estrangularon a alguien antes de que se diera cuenta.

Ella seguía sin aceptarlo.

Él se dio media vuelta y se encogió de hombros. No esperaba una réplica en concreto por parte de ella, no hacía falta, no tendría algo que decir.

—Pero descuida —minimizó el asunto con la mirada por alguna parte del suelo—, ya todo está bien. No pasó nada, y ahora estoy en paz.

—Si estuvieras en paz podrías descansar y no estar aquí, merodeando en tu antiguo apartamento y susurrando que el diablo me jalará de los pies a las tres de la mañana.

Drake se sonrojó de golpe cuando la chica había mencionado aquello de que alguien vendría y la asustaría. Por lo visto, a Shania parecía divertirle la situación, puesto que estaba riéndose de la cara avergonzada que había puesto el chico fantasma.

—¡Cállate, niña tonta!

—¡No soy una niña y sabes que es verdad!

Drake no podía refutar el pensamiento de la chica de largo cabello rojo, sabía que estaba en lo correcto, mas ¿Cómo podría explicar que quería dejar el mundo terrenal de una vez por todas sin tener que hacer que intervengan personas de por medio?

No era justo, era lo más molesto que el universo le estaba haciendo. No era justo que siguiera sufriendo aún de muerto lo que ya había sufrido en vida.

Nada más faltaba que incluso en su propia muerte tuviera que encontrarse a todas esas personas que alguna vez le hicieron daño.

Solo recordaba que el capitán también había pasado a otro plano existencial, mas su mano derecha parecía, aún, seguir con vida.

—Dios ¿Qué tengo qué hacer para que realmente estés en paz?

Si era honesto consigo mismo, realmente quería pedir ayuda.

Pero no a ella, no cuando apenas y ella podía cuidarse sola y dejaba que el agua del hervidor se le quemara.

—Te pediría que me ayudar-. —pero su boca fue más rápido ante lo que su cerebro quería callar y fue muy tarde para cuando había soltado aquellas cinco palabras.

Shania lo había oído.

—¡Por supuesto que lo haré!

—¡¡NO!!

Y las cosas retumbaron un poco al momento en que la voz de aquel ente se deformaba en una gruesa voz, una voz que ni la chica podía lograr reconocer.

Una voz que en serio logró aterrarla de cierta manera.

El chico fantasma al notar que la joven pelirroja se quedó helada de la sorpresa, decidió acercarse lentamente y respiró mientras daba pasos cortos y cansados en dirección a ella.

— Escúchame ¡Tú —la tomó por ambos hombros y le obligó a mirarla, sin siquiera pedírselo. A Shania se le iba a salir el corazón en cualquier momento de la ansiedad creciente en el pecho. No podía mirar mucho tiempo el rostro del pelinegro considerando que su semblante era completamente espeluznante ¿Así habría sido en vida?— no irás a ninguna jodida parte ¿Me oyes?! ¡No quiero que te metas en problemas, no tú! ¡No quiero eso para ti!

—¡Pero Drake! —intentó soltarse del agarre de los largos dedos del aludido, pero no pudo hacerlo al este notar su intención, acentuando más sus manos sobre el delgado cuerpo de ella.

—Que no lo harás y punto. Asunto cerrado y problema olvidado. —finalmente sus manos se deslizaron por los brazos ajenos, echando un suspiro por la boca y llevando una de sus palmas al rostro, frotándose los pómulos— Me iré a dormir a la oficina, buenas noches.

Acto seguido el fantasma hizo lo que dijo, se dio media vuelta y se marchó directo a su nueva habitación: Un escritorio de madera en medio de una pequeña habitación oscura amueblada con libreros y demás cajas de la señorita residente que no había terminado de desempacar.

Ni lo desempacaría. Era poco más de medio año que estaba ahí y todo seguía en desorden.

—¡Esto no se va a quedar así, Drake Ryan! ¡Voy a descubrirlo todo, ya verás, cabrón!

Las exclamaciones le habían salido completamente del alma, tanto así que el pelinegro comenzó a reír de la ternura y sorpresa.

Realmente debía dejar de ser mala influencia para ella. Ojalá y no dijera esas palabrotas en su escuela. No tendría otro modo de explicarlo considerando que, hasta donde la pelirroja le había comentado, nadie hablaba con lisuras fuertes y palabras como "desgraciado" o "tonto" eran subidas de tono.

Los universitarios se habían vuelto extraños.

[...]

Y es que Shania era realmente una persona testaruda en su máximo esplendor.

Al chico poco le importaba si ella realmente tenía la capacidad de poder desafiar, inclusive, las leyes de la física cuántica. Solo no quería que la fémina metiera sus narices en asuntos que no eran dirigidos hacia su persona, pero sabía que era imposible considerando la curiosidad que la caracterizaba, y peor aún si se trataba de alguien que a ella le importaba —aunque ya no existiera en el plano terrenal—.

—¿Qué ves?

Cuando la chica escuchó la gruesa voz de aquel que moraba en su hogar, su cerebro reaccionó de golpe y cerró el cajón de la mesa de su oficina en un abrir y cerrar de ojos. La verdad es que no esperaba que Drake estuviera "despierto" —aunque no estaba segura de si aquella figura fantasmagórica durmiera, partiendo de ahí— a esas horas de la madrugada.

—¿Yo? Nada —se excusó, irguiendo su delgada y dócil figura, sin moverse de su posición tras la mesa— Estaba sonámbula, eso es todo.

—Sonámbula y abriendo la puerta de tu estudio con las llaves de esa caja en la pared que claramente te pusiste a buscar durante toda esta semana en vez de irte a dormir y dejar el asunto en paz.

La chica echó un puchero y la luz de aquella parte de la casa fue encendida.

—Quiero ayudar.

—No es necesario, niña. Ya te lo he dicho.

Pero la de cabello rojo no se daría por vencida, tenía que hacer algo para poder ayudar al azabache de cabello negro malhumorado.

—Oye, estúpida, debes irte a dormir. —bufó y miró con cierto desdén hacia otra dirección diferente— Tu amigo "no novio" —hizo comillas con sus largos falanges, cosa que fastidió a la chica de gafas— se va a enfadar contigo si llegas tarde a la reunión de la-.

—No es mi novio y no me importa.

Pero el azabache de mirada, aparentemente escalofriante, no iba a dar el brazo a torcer. Se había quedado estancado en su lugar con los brazos cruzados y esa particular forma de ponerse de pie.

Shania estaba atónita.

—¡Vamos! Aunque sea puedo hacer algo, dime que puedo ayudarte al menos con alguna prueba, carta ¡Lo que sea!

Pero el pelinegro de lacio cabello le ignoró cuando dirigió su mirada directo a sus uñas, como si tuviesen algo de suciedad o estuvieran mal cortadas.

La chica suspiró.

—Por favor, Drake, debe haber algo que yo pueda hac-.

—Solo ve a dormir.

—Pero...

—Yo estoy bien, de verdad.

Sin poder soportarlo, Shania dio un golpe seco en la mesa con un puñetazo.

El contrario no esperaba aquello de su parte, sobre todo porque no podía ser que las cosas sobre el escritorio se movieran ¿Ese flacucho cuerpo tenía fuerza, siquiera?

—No te creo.

Drake bufó.

—No lo hagas, entonces. —y cuando, por fin, dio un paso directo hacia la puerta y abrirla sin mero esfuerzo, se giró una última vez hacia Shania quien no entendía por qué el chico le miró con algo de desafío— Y, por cierto, buenos días.

Hasta que entendió la luz detrás de sí y sobre su mano. Cuando alzó la mirada hacia la puerta, el fantasma ya no estaba.

—Oh, lo que faltaba. Maldita sea. —refunfuñó para sí.

Claro, hasta que recordó que ella era una destacada estudiante de periodismo en su escuela y actualmente una practicante en su carrera.

Por lo tanto, si esto funcionaba tal como ella estaba planeando...

—Eso es...

Podría descubrir y escarbar más sobre los hechos con tan solo revisar unos cuántos archivos en su oficina.

Dudaba que ningún despacho no tuviera aquella valiosa información.

Todo funcionaría si trabajaba con suficiente cautela.

—Ahora sí, no te salvarás de esta, Ryan.

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