Epílogo
—Sí, sí. Muy lindo y todo ¿Sí? Pero... ¿No podías cambiar nuestros nombres a unos ficticios que no tengan relación con nosotros, los reales?
Shania rio después de escuchar a Arthur vocalizar con bastante prisa.
—Admite que tú también disfrutaste de la historia, Arthur Conan Doyle.
—Además —interrumpió antes de que este se diera cuenta que le había vuelto a cambiar el nombre, otra vez—, pusiste que tú y yo nos conocemos tiempo después del fantasma ese, y yo te conozco mucho más tiempo que el bueno para nada de Drake.
—Oye. —se quejó el azabache al lado de la pelirroja.
—Y para variar, lo prefieres a él antes que a mí: —abrió la palma de su mano para contar con sus dedos y el índice de su otra mano— tu mejor amigo, tu hermano, tu otra mitad en amistad, tu cincuenta por ciento.
Shania rio.
—Para empezar, tú me presentaste a Drake, bobo. —se llevó las manos a la cintura y aquella postura lo puso en jaque mate al recordar que, en efecto, había sido él mismo quien presentó a Drake aunque no fue de una forma muy... casual, que se pudiera decir.
—Porque quería que conocieras más personas ¡No que tuvieras novio!
—Pues qué mala suerte, ya tenemos un año y medio juntos.—recalcó el moreno para luego tomar de los hombros a la chica, haciendo que se recostara en su regazo.
—¿Crees que sigamos muchos años más?
—Por mí, puedo pasarme la vida entera a tu lado. —sonrió dándole un beso en la frente, siendo respondido por una sonrisa de la chica y un sonrojo leve en las mejillas de la misma.
El chico de periodismo revolvió los ojos, con fastidio.
—Basta, me enferman. —acto seguido, se cruzó de brazos, fingiendo asco y viendo a cualquier lado menos hacia el frente, en donde ellos se hallaban sentados.
—No te hagas. —se burló la chica tanto con sus gestos, como con la modulación de su voz— Tú también sueñas con que Barnett te dé una oportunidad.
—Ay, claro que no. —era demasiado orgulloso como para admitir que era lo que quería desde poco después de haberse conocido en la preparatoria.
—Ya llegué —y como si lo hubieran invocado, aquel muchacho de hombros anchos invadió la mesa, colocándose al lado del flacucho chico— ¿Me perdí de algo?
Cuando la pareja había visto al pobre larguirucho muchacho quedarse rígido de la sorpresa, la chica se cubrió la boca para disimular la risa y el moreno miró hacia el gran ventanal al lado de su novia. Arthur poco o nada quería propinarle a ambos una patada para que dejaran de hacerse los tontos, para él era demasiado obvio mientras que, por el contrario, Barnett no entendía qué estaba pasando ni por qué Shania tenía cara de asustada.
Quizá era por algo que Drake estaba viendo afuera.
—N-nada en particular, Barns... —dijo casi tartamudeando hasta que vio hacia el centro del pequeño local, reconociendo a alguien de manera instantánea— ¡Oye, Penny!
La chica camarera se dio media vuelta al oír su nombre proviniendo detrás de ella.
—¡Hola, Arthur, chicos! —contestó la pecosa de cabellera castaña ondulada, pecas pintando sus mejillas y puente de la nariz y un cerquillo adornando su cara. La chica fue acercándose con tranquilidad hacia la mesa del grupo de jóvenes.
Barnett tan solo se quedó observándola con cierto recelo. De repente, le había surgido una duda, se podría decir, un poco existencial, tal vez ¿De dónde la conocía y por qué él nunca había hablado sobre ella? ¿Sería alguna chica que le gustaba y no tenía la confianza suficiente como para contarle sobre ella?
No quería pensar de más, pero le era casi imposible considerando la confianza con la que ella le sonrió a él, mientras se aproximaba, y este le devolvió el mismo gesto, de regreso. Observó el comportamiento de la parejita y notó que estos no la conocían, por lo menos, no tanto como Arthur lo hacía; aunque si era honesto consigo mismo, parecía no importarles la presencia de la pecosa chica.
—¿La conoces? —musitó hacia Arthur. Este asintió la cabeza, con inocencia.
—Trabaja en la biblioteca de la Universidad.
Barnett entrecerró los ojos, brindando una mirada acusatoria.
—Nunca la he visto... ¿Por qué trabaja aquí, entonces?
—No es que trabaje aquí —explicó, encogiéndose de hombros—, solo apoya los fines de semana aunque ahora la veo más seguido por acá. Seguramente, como ya se acerca el verano, está juntando dinero para ir a otro estado.
—¿Adónde? —indagó Shania, mostrando interés.
—A California.
—¿Tiene familia allá?
—Sus hermanos, hasta donde me comentó.
—¿No tiene padres? —cuestionó Drake, esta vez.
—Viven en México.
—¿Tu amiga tiene novio? —y el tono que había utilizado Barnett en su voz era un claro indicio —o al menos para la pelirroja y el moreno a su lado— de que estaba incómodo por la repentina situación.
Barnett no era, precisamente, de las personas más sociables que ellos hayan conocido. Hasta bromeaban sobre que era un milagro que este les hablara, considerando que solo se la pasaba en soledad o con Arthur.
—Nah, solo sé que está enamorada de alguien de su facultad. —alegó el mencionado, como si nada— O sea, la de ciencias.
Pero Barnett aún tenía sus dudas.
—¿Cómo sabes todo eso, Arthur?
—Cuando quieres ser amigo de la chica de la biblioteca para que no te sancionen las tardanzas de entregas de libros, tienes que ingeniártelas, Barns.
Barnett revolvió sus ojos.
—Será, pues. —dejó de hacer preguntas para luego tomar una hoja del porta-servilletas de la mesa, enrollándolo en su palma para generar una bolilla y jugar con aquello entre sus dedos, como si de pronto aquello fuera más importante o interesante que lo que su amigo acababa de decir.
—¿Te pasa algo, Barnett?
El aludido alzó la mirada y vio a Shania de regreso.
—Nada, solo estoy pensando en que no la había visto nunca por ahí. —suspiró.
—Ya... —Shania ya estaba comprendiendo a medias la situación. Barnett, al parecer, era un libro abierto o, por lo menos, para ella sí que lo era.
Barnett actuaba de la misma forma que Drake cuando se estaban conociendo, con la diferencia de que su novio estaba celoso de uno de sus compañeros de su clase de producción publicitaria.
—Creo que pediré un emparedado de... —estaba por decirle a Arthur sobre su pedido hasta que vio el sitio vacío— ¿A dónde se fue...?
Y antes de que pudiera terminar, la pelirroja señaló con el labio inferior en donde se hallaba.
Va, ya estuvo bueno eso de ser cortés y todo el rollo con aquella muchacha que trabajaba los fines de semana en el pequeño café al que ellos solían ir y que él nunca la había visto merodear por ahí; pero, aún así, era demasiado sospechoso que Arthur estuviera siguiendo demasiado a la fémina siendo que este había terminado con una novia no menos de medio año.
—¿Celoso, Barnett? —preguntó Shania con socarronería, recibiendo un "ya, cielito, no seas tan burlona" por parte de Drake.
El muchacho frente a ellos echó un suspiro.
—Ni siquiera yo lo sé. —y cuando se dio cuenta que esas palabras había salido de su propia boca, abrió tanto los ojos que, cuando menos se había dado cuenta, la pareja le estaba viendo de regreso. No supo interpretar la mirada de Shania, pero, en el caso de Drake, sonrió de lado, como si ellos supieran mucho antes qué era lo que estaba pasándole.
Eran celos de amistad, eso era normal.
¿Verdad? Eso quería creer.
—Ni se les ocurra decir alguna palabra, es asunto mío.
Shania negó con la cabeza y un "bueno, como digas" fue todo lo que dijo antes de ver a Arthur aproximarse con la chica a su mesa.
—Qué tal, muchachos. —sonrió amablemente con una bandeja entre sus brazos. Al parecer ya había terminado de repartir por las mesas.
—Esta es la novela de Shania. —Penny rio cuando interpretó que Arthur sentía demasiado orgullo por su amiga de cabellos rojos con aquellas hojas impresas entre sus manos— Échale un vistazo si quieres.
Y para comprender un poco lo que estaba escrito en esas hojas, leyó rápidamente la primera parte, saltándose a la mitad y acabar en la última hoja.
Sonrió para sí.
—Hasta donde veo, no es tan sangriento como la historia que mi hermano tiene escrita.
Arthur ladeó la cabeza.
—¿Tu hermano escribe, también?
—Algo así. —siguió examinando entre las hojas de aquel cuadernillo— El tuyo es mucho más realista que lo que él ha hecho —se dirigió hacia Shania—, pero no es que invalide lo que él tiene escrito. De todos modos, es interesante... Aunque a mí sí me hizo llorar de tantas muertes que tiene ese libro.
—¿Sobre qué trata? —cuestionó la aludida, de regreso.
—Pues... —sus cejas formaron un entrecejo, de repente. Nada más para alzar la cabeza y ver a Marks con una pizca de confusión— Eh, pregunta ¿Por qué los personajes tienen los nombres de pila de ustedes?
—Para más realismo. —sonrió, con algo de vergüenza. La verdad era que se le había ocurrido porque había sido, para ella, como una realidad alternativa de sus vidas. Como un "qué hubiera pasado si...".
Pero no iba a decir aquello en voz alta.
—¿Cuándo irás a California? —cuestionó Arthur, cortando la amena conversación que tenía con su amiga.
—Dentro de unos días estaré viajando para allá.
—Supongo que te quedarás un par de días, nada más.
—La verdad —respondió en lo que cerraba el cuaderno de Shania, dejándolo sobre la mesa—, pienso quedarme todo el verano allá. No veo a mi hermano mayor cerca de dos años y ya lo ando echando de menos. Las llamadas tampoco reemplazan su ausencia, pero me hacen sentir mejor, de cierta forma.
—¿Que no lo viste hace unos meses atrás? Cuando vino junto a una chica.
—Ese es mi segundo hermano mayor. Jeje.
—Eso quiere decir que estás sola en esta parte del país.
—Se puede decir que sí —comenzó a balancearse sobre su cuerpo—, pero un amigo de ellos dos también estudia aquí. Por ese lado, al menos, no me siento tan sola.
Arthur quiso reírse ante lo obvio.
—¿El de ciencias?
—Sí, ese mismo. —dijo Penélope llevándose un índice hacia la cara. De pronto, la piel de su mejilla comenzaba a picar.
Pero no podía ignorar aquel sentimiento de hostilidad que era dirigido hacia ella, claro que no. Había alguien que no había dicho ni "pío" desde su llegaba a esa mesa de madera cubierto con un mantel blanco.
Ese era Barnett, quien se hallaba mirando a cualquier parte de la mesa menos hacia ella.
Se quedó observando al muchacho de hombros anchos con cierta incomodidad ¿Hizo algo mal como para que este se comportara de esa manera?
Cinco segundos después, su instinto emocional comprendió la razón.
—Uy, Dios. —hizo un ademán de ventilarse el rostro con la libreta que tenía en la mano— Por alguna razón huelo a amor y celos por aquí.
Quiso echarse una risita cuando notó el cuerpo del que había estado callado todo ese tiempo dar un brinco en su asiento.
—Sé que por "amor" lo dices por estos dos —alegó Arthur señalando a sus dos amigos frente a Barnett—, pero ¿A qué te refieres por "celos"?
Penny suspiró.
—Oh, por nada. —se vio hacia los pies y, con aquella excusa tonta, dejó sus pertenencias sobre la mesa— Denme un momento, se me desataron las agujetas.
Tenía un plan para poder explicarle a aquel desconocido que no tenía que estar incómodo con su presencia.
—Bueno, muchachos —se incorporó y tomó los objetos sobre la mesa—, espero verlos el próximo semestre.
—A quien espero ver es a ti, niña genio.
—Mientras no pierda la beca, por supuesto que me verás por aquí, Schopenhauer.
Arthur gesticuló un puchero.
—Por qué siempre tienen que ponerme apellidos de personajes históricos.
—Pues porque tienes nombre de varios de ellos, amigo.
El grupo se despidió de la muchacha y, antes de que se marchara, Barnett sintió que esta le había dado unos toques en la rodilla, mientras esta se estaba poniendo de pie después de "atarse" las agujetas.
Había una nota justo al lado de él.
Le dio la vuelta al papel periódico y con una muy bonita letra corrida y una carita feliz dibujada al final de la hoja, observó la nota, quedando perplejo ante esta, la cual decía:
"No tienes por qué estar celoso, su interés romántico no soy yo."
El chico de medicina elevó la cabeza en dirección a donde ella estaba. Por un momento, debía admitir, sintió cierto pánico al darse cuenta que ella descifró lo que estaba pasándole, independientemente de que él mismo desconociera lo que sentía en ese momento. Lo había hecho sin siquiera haber dicho una sola palabra ¿Es que ella tenía poderes telepáticos o algo así?
Para su sorpresa, la chica pecosa sonrió desde el otro extremo de la cafetería. Por muy loco que pareciese, ese cálido gesto le dejó una tranquilidad enorme en su cuerpo. Al fin podía respirar sin tapujos.
Qué horrible sensación la que había tenido.
—¿Qué es eso?
El cenizo de contextura corpulenta cubrió la nota con toda la palma de su mano.
—¿Podrías, por favor, dejar de meterme en mis asuntos, Arthur? —le dio una mirada agresiva, pidiendo que se alejara.
—Pero solo quiero ver.
—No es necesario. —arrugó la hoja en lo que intentaba esconder su sonrojo del chico que estaba a su lado.
Otra historia era con la chica de pecas en sus mejillas.
Cuando presintió que el chico estaba a punto de ver hacia ella, se aseguró de que este notara que ella había notado su malestar. No debía preocuparse por ella, pero vaya que si era lento para entender el comportamiento del chico flacucho a su lado.
—¿Por qué sonríes, Penny? —preguntó su cliente estrella, quien mostró interés cuando la vio dibujar una sonrisa traviesa cuando giró a recoger los platos de la mesa detrás de él.
—No es nada —se encogió de hombros en lo que colocaba un plato vacío sobre la bandeja metálica—, solo tengo un vago presentimiento de que una nueva pareja se acerca para el siguiente semestre, si es que le rezo al de arriba.
Se dio vuelta en su asiento hacia donde la vista de la chica había estado unos segundos antes.
—¿Te refieres a...? —Penélope asintió.
—A esos dos chicos.
Juan Pablo rio ante lo mencionado por la chica.
—Por alguna razón tengo una fe ciega en ti que estoy seguro y tendrás toda la razón en un par de meses.
—Quizá porque soy una bruja en cubierto. —aludió.
—O solo tienes suerte al acertar. —Penélope revolvió los ojos. No era necesario que el chico le diera la contra, aunque reconocía que le gustaba que este se pusiera algo juguetón cuando cada que se veían o se encontraban por pura casualidad —aunque ella reconocía que a veces no fuese tan casual como aparentaba ser—.
Solo que ella no tenía idea de cómo seguirle el juego, casi nunca se le ocurría algo con qué continuar sus charlas. Era como si su coquetería se perdiera por alguna parte de su cuerpo y su voz tuviera vergüenza de decir algo que fuese incorrecto. Se sentía hasta torpe con tan solo de estar cerca a él.
—Vamos, Moccia, no tienes que arruinarme la ilusión. Déjame soñar. —protestó, cruzándose de brazos. El moreno enarcó una ceja.
—¿Desde cuándo me llamas por mi apellido? —arqueó una ceja, mostrándose honestamente curioso. Nunca, en el tiempo que llevaban conociéndose, ella se había dirigido hacia su persona por medio de su apellido.
—Tu apellido es bonito.
Y aquella pequeña oración fue suficiente para que el cerebro de Juan Pablo Moccia se desconectara de su cuerpo, sobre todo de su rostro. No tenía ni idea de qué expresión habría puesto en ese instante, pero eso no importaba mientras viera el rostro de la chica colorearse de un suave color rosa, producto del pequeño halago hacia sí.
Penny giró la cabeza hacia otra dirección. No quería seguir viendo el rostro del chico de gafas negras con su mandíbula yéndose hacia el suelo.
—¿Qué? Las chicas que se cuelgan de ti tienen razón, sus hijos tendrían un lindo apellido. —dijo recogiendo las tazas de la mesa y colocándolas en una bandeja. No quería seguir viendo al muchacho.
La vergüenza le podía más que cualquier otra cosa en ese preciso instante.
—Ya te dije que yo no quiero tener hijos. —le oyó decir.
Pablo agradeció haber murmurado lo suficientemente bajo como para que ella no le haya oído decir: "al menos, no con cualquier chica".
—Eso ya lo veremos. —contestó con sorna, para después tomar la bandeja de la otra mesa y alejarse directo hacia el mostrador.
La observó alejarse con cierto recelo. No había ido muy lejos con sus palabras, no había dicho nada malo...
Pero, de la nada, ella parecía actuar de una manera algo extraña.
Su entrecejo se dibujó en la frente y vio directo a su taza de café. A veces, la chica de pecas era algo difícil de descifrar, otras veces era tan sencillo que tan solo tomarla desprevenida en alguno de los pasillos, la biblioteca o, por último, el comedor; terminaba por crear una conversación amena y, varias veces, le hacía reír.
Volviendo a la mesa del grupo de cuatro personas, el primero en averiguar en echar ojo al chisme fue el pelinegro de periodismo. Lo último que vio fue al otro muchacho dar un último sorbo a su taza de lo que sea que fuese y se puso de pie, para luego marcharse.
—Ugh, yo quería más acción. —anunció Arthur con un puchero en la cara.
—Pero, a simple vista, el chico sí parece interesado en ella. —declaró la pelirroja. Ella lo notaba a pesar de no conocer la historia, se preguntó a sí misma si la chica no era consciente de eso.
—¿No es cierto? —respondió Arthur, casi al instante— No sé cuántas veces le dije que se lance y lo invite a una cita y no se atreve.
—¿Cómo se le pide a alguien para salir en una cita? —cuestionó Barnett, de repente.
Los tres chicos le vieron de regreso ni bien había hecho aquella pregunta. Un "¿Qué?" y un ademán de encoger los hombros fue todo lo que obtuvieron de respuesta.
"Lo que tiene de alto también lo tiene de inocente" pensó la única fémina del cuarteto.
—Simple —dijo Arthur con los hombros elevados—, le das un detalle sobre algo que le guste y dices "Oye, linda ¿Quieres tener una cita conmigo?" —luego de eso, su mente se quedó en blanco y se llevó una mano al mentón, como pensando si aquello era, o bien un absurdo, o bien una buena estrategia— Bueno, lógicamente no vas a decir como te acabo de decir —agitó las manos al notar que la mirada que obtuvo por parte del más alto era un gran signo de interrogación pintado en la cara—. Saben, mejor iré al baño. Ya vuelvo. —anunció finalmente para, torpemente, ponerse de pie y desaparecer hacia alguna parte del local.
El chico médico parpadeó un par de veces y luego fijó su vista hacia un punto suelto en la mesa.
—Bueno, Barnett.
El aludido elevó la cabeza, nada más para encontrarse con una Shania con su cabeza recostada sobre su mano, siendo apoyada con ayuda de su brazo sobre la mesa y un Drake queriendo aguantarse la risa.
—¿Qué?
—Literalmente, te acaba de decir cómo deberías pedirle una cita. —sonrió, elevando los hombros.
—No se refería a mí.
—Cree lo que quieras, entonces. —dijo para ponerse de pie y, casi al instante, Drake hizo lo mismo, sin comprender qué estaba planeando aquella inquieta muchacha.
—Esperen ¿Ya se van?
—Estaremos afuera, por si nos necesitas. —alegó Shania, para después desaparecer ambos por la entrada principal.
El más alto de todo el grupo se quedó viendo hacia el frente de donde estaba sentado, observando que sí había un pequeño desorden de lo que había comido la pareja. Se extrañó un momento, ya que no se había percatado de que aquel monte pequeño de basura estaba ahí. Aparte de cuestionarse de por qué no pudieron ordenar antes de marcharse del local, se dijo a sí mismo que...
—Y yo pensando que no compraron nada... —miró hacia el techo como si aquello fuese a responderle de alguna manera.
—¿Tan pronto se fueron? —oyó una voz detrás de sí.
Quedó petrificado al pensar que pudo haber pensado en voz alta. Era pura suerte, si era sincero consigo mismo, que no haya pensado cosas de más.
—A qué hora volviste... —se giró para verlo, de regreso, con un claro gesto de confusión impregnado en su rostro. Arthur apenas inclinó la cabeza.
—Recién ¿Por? —con esa respuesta, procedió a sentarse a su lado. Barnett se hizo a un lado con cierto nerviosismo debido a la situación. Juraba estar seguro de que el pelinegro no había oído nada de lo que estuvieron charlando la feliz pareja universitaria y él.
—Por nada.
—¿Pediste algo para llevar?
—De pronto, se me fue el hambre.
—Um —volteó viendo hacia las mesas, buscando a alguna camarera o, con algo de suerte, encontrar a la castaña de pecas en sus mejillas—, yo pediré algo por ti, entonces.
A duras penas había escuchado lo que el pelinegro de periodismo había dicho.
Estaba más concentrado en lo último que había dicho Shania antes de salir del restaurante. No quería hacerse un lío en la cabeza, pero apenas se había dado cuenta que tal vez, solo tal vez, existiera una posibilidad de...
"Literalmente, te acaba de decir cómo deberías pedirle una cita".
Sí, podría intentarlo.
—Oye, Arthur. —Su ensoñamiento se vio interrumpido gracias al olor del plato de huevos con tocino. No perdía nada con probar si lo que decía Shania era verdad.
Muy en el fondo, sabía que podría serlo.
—Dime.
Barnett se puso a jugar con sus dedos, sintiendo la curiosa mirada de Arthur, examinando su comportamiento y esperando aquello que le quería decir el muchacho de medicina. El pecho le latía tan fuerte como si la situación se tratara de los exámenes de algún curso de fin de semestre. Quizá ni a ese extremo llegaba ese sentimiento, no recordaba haberse puesto tan nervioso por algo con relación al tema académico.
—¿Te parece si vamos al cine por alguna película el fin de semana?
—Depende —dijo dando una mordida a su pastel de zanahoria, viéndole de regreso— ¿Cuál proponen?
Lo último no se lo esperaba.
—¿Proponen?
—Sí —se encogió de hombros—, imagino que también les dijiste a Shania y Drake.
—Lo haré luego. —sacudió su cabeza de un lado a otro— ¿Qué película quieres ver tú?
El pelinegro se llevó un índice cerca a la comisura de su boca. Había visto la cartelera pero ni una sola de las películas que estaban disponibles le parecían interesantes... Salvo una.
—¿Si vemos Tarzán?
—Tarzán será, entonces. —rio el más alto.
Arthur sintió un genuino interés del chico de cabello rubio cenizo. Era algo lindo de su parte que tomara algo de consideración a sus propios gustos —cosa que nunca antes había hecho, en lo absoluto—, así que no iba a desaprovecharla.
Claro, hablaría con Shania más tarde, a ver si podría echarle una mano con respecto a ese tema.
Y hablando de la muchacha de cabellera roja, esta, de igual forma, se hallaba ocupada viendo aquel escenario, escondiéndose un poco con ayuda de la fachada de cemento y observando desde la gran mampara que protegía el local.
A Drake, esto le parecía divertido. Shania resultaba ser algo impredecible, de vez en cuando.
—¿Crees que estarán bien?
—Yo creo que sí. —se alejó del cristal y posó su mirada hacia los ojos azules del chico azabache— ¿Vamos a otra parte, mi querido fantasma?
—De veras no dejarás de llamarme de esa manera ¿Cierto?
—Si sonríes, es por una razón ¿No?
Él revolvió los ojos con diversión.
Ella hizo un arco con ayuda de su brazo, siendo Ryan quien se unía a ella, brindándole un casto beso en los labios y esta, en respuesta física, se acurrucó en el regazo de su novio, sintiendo cómo la sangre de sus pómulos se alojaba en sus mejillas, gracias a ese contacto.
No podía creer que, a pesar de estar un año y medio —y un poco más— juntos, se pusiera nerviosa como cuando comenzaron a salir.
—Vamos a casa, nena. —anunció Drake para emprender camino a su hogar.
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¡Hola, espero que les haya gustado esta historia corta!
No soy muy nueva aquí en Wattpad, de hecho, tuve un historia hace varios años en la plataforma (con otro nombre de usuario). Debido a la mala redacción de la historia y partes a las que les tuve bastante cringe al volverlo a leer, la saqué jeje. 😅
Tal vez estuvo algo predecible pero, al menos, me gustó cómo ha quedado (a pesar de que he perdido un poco la costumbre de escribir).
¡Muchas gracias por leer! Espero volver a leernos en otra oportunidad.
Nos vemos.✨
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