20. Fin de un capítulo. Mi psicótico amor
La música es la mitad de vida de muchos, ¿Te gustaría escuchar Kindly Calm Me Down–Meghan Trainor y One Call Away–Fireside Chat para el siguiente capítulo que estás apunto de leer?
No podía reaccionar al terminar de leer la carta, una maldita hoja de papel con escritos que destrozaron mi corazón con cada palabra. Mi cama y mi ropa eran testigos de todo el dolor que salia de mi al rasgarlas por completo, estaba enojada, muy enojada.
No lastimaba, quemaba por dentro, ¿por qué lo hizo?
Se suponía que se quedaría conmigo para cuidarme, sabía que iría al psiquiátrico y me dejó sola, no quería esa clase de persona conmigo, ya ni siquiera sabía en quién confiar, ¿para eso nos casamos? Sólo me quería para poder cumplir una promesa absurda, aunque si es momento de hacerse cuestiones debería empezar a reflexionar si realmente fue real.
—Ya casi llegamos Ariz —decía mi madre a mi lado —¿Cómo te sientes?
—Como siempre —le respondí cortante, con esa carta arrugada de él —No me gusta ese nombre, Ariz —reclamé
—Así te llamas y te aguantas —intervino mi padre que estaba en la parte delantera del auto con mi hermano
—Lía Arizbel —repitió mi hermano —, un nombre poco inusual, sobre todo por el segundo
—Gracias hermanito —dije irritada
A tan solo unos minutos estábamos de llegar para mi último examen, estaba un poco preparada para lo que estaba apunto de pasar, pero mientras eso pasaba, sabía que me quitarían mi música, así que mis auriculares me acompañaban en estos momentos, una de mis canciones favoritas de Melanie Martinez, Mad Hatter.
Creo que a estas alturas ya no me importaba casi nada, al cruzar aquella puerta diría toda la verdad, ya no me interesaba si me internaban o no, ya no estaba Michael para ayudarme en nada.
(...)
—¡Bienvenida de nuevo! —anunciaba el doctor Lovato —, siéntate Lía. ¿Cómo has...
—Bien —completé
—Que bueno, por favor salgan —les dijo a mis padres para que nuevamente nos dejaran solos
Me senté algo incómoda, apretando ese papel, no quería despegarme de él por alguna razón.
—Cuéntame —se sentó con pesadez —, ¿cómo te has sentido estos días? —me miró sonriendo, apoyando como siempre sus manos en el escritorio —¿Qué traes ahí? —dijo una vez viendo lo que traía en la mano —¿puedo verlo?
—...No, en realidad...quisiera sólo poder decir realmente lo que siento —bajé la mirada temiendo a caer en llanto
Clavó su mirada en mi, toda su atención estaba puesta en mi, no mostraba señales de que se daría la vuelta mirando cualquier cosa que no fuera yo.
Tal vez...él siga aquí aunque no pueda verlo
—Yo...efectivamente escucho cosas que no debería —comencé a confesar llena de temor —, veo cosas que no me explico qué sean, y me dan miedo.
—¿Qué te dicen esas voces?
—Verdades.
—¿Qué clase de verdades?
—Las del mundo, me muestran quiénes son los que me rodean, la verdadera cara de la gente, y por ello los odio. Odio a todas las personas en general.
—¿Por qué las odias?
—No lo sé.
—¿Por qué no lo sabes?
—No lo sé.
—¿Qué te dicen que hagas?
—Debo lastimarme, y lastimar.
—¿Lo quieres?
—Tal vez...
—¿Te están hablando ahora?
—No.
—¿Hay alguien más aquí aparte de nosotros dos?
—No lo sé.
—¿Por qué?
—Ya no los puedo ver.
—¿A quiénes? ¿Tienen nombre?
—Si.
—¿Puedes decirme un nombre? El que tu quieras
—Michael.
—¿Quién es Michael?
—...
—¿Lía, quién es Michael?
—...mi esposo.
—¿Tu esposo?
—Si.
—Te casaste con él, ¿Por qué?
—...lo amaba.
—¿Y ya no?
—Si —dije esto último con una lágrima cayendo por mi mejilla —. Me abandonó.
—Cuéntame un poco de él.
—Él...es una persona maravillosa, pero murió hace mucho, regresó y se paró frente a mi, diciéndome que me protegería de mi misma.
—¿Fue quien nos atacó la otra vez?
—Lo hizo enojar.
—Sígueme contando
—Es mi más grande inspiración, estaba a mi lado cuando menos lo esperaba, me gustaba las bromas que hacía, sentía sus abrazos tan cálidos y sinceros, y conforme pasó más el tiempo, terminé enamorándome de él. —sonreí
—¿Te enamoraste, de quién?
—Michael.
—¿Te propuso matrimonio?
—Si.
—¿Cómo lo tomaste?
—Me sentía en el paraíso —sonreí llena de dolor
—¿Puedes mostrarme ese papel que traes en las manos?
—Si.
Por unos segundos, clavó su mirada en la carta, y una mueca de decepción y lástima fueron directamente a mi cara.
—¿Puedes decirme lo que es?
—Una carta, de Michael
—Lía, ¿has tomado tus medicamentos? —lo miré confundida
—Si.
—Te mostraré la carta, no te la daré, pero quiero que me digas lo que hay aquí, ¿de acuerdo? —cuestionó a lo que yo sólo asentí
Volteó la hoja de papel hacia mi y como si de un cuchillo se tratase me tiré a llorar.
—Les diré a tus padres que entren —se levantó tirando la carta
Mis lágrimas secas, sin llanto salían como si fueran un inmenso lago. Escuchaba los susurros de mis padres entrando, y el grito de mi hermano yendo hasta mi para rodearme con sus brazos
No me lo podía explicar...
—Será necesario su ingreso al psiquiátrico, me preocupa su estabilidad mental
No había nada...
—¿Por cuánto tiempo doctor?
Nada escrito en ese papel...
—...Depende su avance
No existía la carta...
—Lía...¿Estás dispuesta a internarte?
Sabía que algo estaba mal, pero supongo que no lo quería aceptar, quería seguir estando con él, no quería que se fuera, de todos los demonios que me aturdían día y noche, revolviendo mi cabeza con esos gritos y susurros unos a otros, él era al único al que quería conmigo.
—Soy esquizofrénica —acepté sollozando
Quisiera poder decir que quiero que esas voces cesaran, pero han estado conmigo tanto tiempo que ya no sé lo que quiero, no escucharlas significaría estar tranquila pero a la vez sola, y escucharlas significa aturdimiento y confusión, pero a pesar de todo...estarían ahí, haciéndome sentir que realmente existo.
En mi vida...son las únicas voces que están ahí siempre, las únicas que me hablan aunque no de la mejor manera posible
—¿No veré más a Michael?
Yo gano. Ellos se enojan.
Me matan. Es seguro.
Aquí vienen.
¿Corro? No lo sé.
Atacarán mi cuello, eso lo sé.
¿Moriré? Tal vez.
—Lía, ¡Michael no existe! Jamás existió —aseguraba mientras me tomaba por los hombros
A ellos les gusta disfrazarse de muchas personas, así eran siempre, pero esta vez no les voy a perdonar que se hayan echo pasar por una persona tan especial para mi, profanaron su imagen y lo pagarán caro, yo también puedo jugar y ganar.
—¡Es real! —contradecía mientras trataba de alejarme de él
Alguien que ni siquiera conoces se vuelve tu salvación.
—Estás enferma
Y de repente llega ese sentimiento. Mientras te vez en el espejo mirando lo que realmente eres. La misma pregunta se apodera de mis pensamientos cada vez que me paro frente a uno, ¿Por qué será que cada vez que me veo en el espejo ellos aparecen a mi lado? ¿Acaso nos muestra quiénes somos realmente?
—¡Michael!
—¡Doctor es suficiente, la está lastimando! —gritó de pronto mi mano
Me aferraba a los brazos de mi hermano, tratando de evitar al doctor.
Mis voces...
—Haga algo doctor, se está descontrolando —sugería mi padre
—Lía...¿me escuchas? Soy Michael, soy real Lía. No me fui, no me he ido, te dejé muy en claro dónde estaría
—Se está calmando...
—Lía, ¿puedes escucharme?
Día tras día, noche tras noche, ahí estaban ellos, rodeándome como buitres, eso sin contar que viera las cosas de otra manera; me lastimaban, me torturaban, y los consejos que me daban no eran exactamente dignos de seguir al pie de la letra. Nada de eso ayudaba en lo absoluto, mucho menos el medicamento que me drogaba haciendo que no sintiera ninguno de mis músculos me favorecía, siempre conseguían hacerme más estúpida, ¿a quién engañamos? Las personas que te dan medicamento no quieren verte bien, sólo quieren que te lo trages para que te quedes quieta y dejes de dar problemas, lo menos que quieren es un problema más en sus vidas.
—Doctor —dije muy apenas —, iré al psiquiátrico. Usted tiene razón...al decir que estoy enferma, pero hay algo en lo que usted está equivocado
—¿Eh?
—Él es real, por lo menos para mi, y aunque muchos me digan loca, yo lo amo, ¡Nos amamos! Ni usted ni sus malditos medicamentos podrán cambiar eso. —sentencié —¿sabe por qué? —hice una pausa —. Porque nos amamos, « De todos mis demonios...él era el único que me sonrió »
Nadie podría cambiarlo, me rindo al pasar por este escalón, ahora mis padres estaban llorando junto con mi hermano, unos doctores entraron preparados para llevarme, ya no pondría resistencia, se había acabado, pero sólo por un tiempo, sujetaré su mano aunque no la vea.
Hay una promesa qué cumplir.
Sueños por realizar.
Amigos a los cuales ver.
Michael, eres un idiota al irte, y la próxima vez que llegue a verte, te golpearé hasta el cansancio...
Michael,
Te amo.
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