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2. Hora de jugar


"Yo gano. Ellos se enojan.
Me matan. Es seguro.
Aquí vienen.
¿Corro? No lo sé.
Atacarán mi cuello, eso lo sé.
¿Moriré? Tal vez."

"Analizando lo que deseo más, a comparación de toda la gente que sueña con tener una buena vida...con una gran familia, dinero y buena prosperidad... creo que el mío sería el poder dormir tranquila sólo una noche. Quisiera matarlos, no tienen suficiente con fregarme todo el día sino que ahora se meten hasta en mis sueños despertándome todos los días, todo esto a tal punto que evito arreglar mi cama porque sé que intentar dormir no es más que una pérdida de tiempo, y si llego a cubrirme con una manta es sólo porque me da mucho frío, no hay día en que ellos no estén ahí platicándome de temas sin sentido haciendo que me invada la desesperación por dentro hasta enloquecer."

El sonido del silencio que emana de mi habitación me calma un poco, la suave brisa chocando con mi ventana es el único sonido que me acompaña en esta dura noche tan fría, estoy un poco más tranquila, y eso porque finalmente el psiquiatra logró anestesiarme, y gracias a ello no pude descubrir si esa voz fue una más de tantas o la voz de quien me imagino que escuché, pero a fin de cuentas no creo que sea la gran cosa tener una más atormentándome, debería acostumbrarme a vivir de esta manera de por vida, queriendo descansar un poco.

Tampoco recuerdo cómo llegué a casa, al parecer esa inyección fue fuerte porque me inmovilizó por completo, no sé qué pasó después de haber perdido el conocimiento, pero temo que me hayan recetado, y si lo hicieron espero que mi madre no se haga ilusiones, no tomaré nada de eso, no confío en ningún hombre con bata que dice querer ayudarme, no confío ni en mi propia sombra, aunque eso se lo debo a "ellos".

Suelo pedir todas las noches a Dios que me lleve con él, y si eso es mucho pedir me conformaría con que me diera paciencia para soportarlos, en cierta parte toleraría vivir así pero quiero que acabe porque estoy involucrando a más personas con este problema, como mis padres, descarto a los amigos porque ellos creen que merezco ir al manicomio, pero está bien, ellos creen que soy la típica chica loca a la que le pueden tener lastima, escuché una vez cuando lo decían,en realidad no me importa, de cualquier forma no tolero estar con otras personas, y a donde quiera que mire veo a personas con la mirada sobre mi queriéndome hacer daño, es un presentimiento, en cualquier momento pueden atacarme y no quiero eso.

Anteriormente me decían que sufría de paranoia, pero lo siento tan real que me rehúso a aceptarlo, quiero hacerme a la idea de que las personas no me harán nada pero no puedo, la sensación sigue estando presente a cada momento, sólo en casa puedo sentirme segura, sin nadie mirándome y susurrando a mis espaldas, mis demonios por lo menos lo hacen de frente.

Todavía recuerdo cuando era pequeña, cuando la vida era mucho más fácil, no me preocupaba nada, la infancia es la mejor etapa de la vida, no hay problemas, no hay preocupaciones, no nos preocupamos por el mañana...sólo vivíamos el aquí y el ahora.
En esa etapa jugábamos hasta mas no poder, y si algo nos pasaba no duraba mucho el dolor, porque teníamos a alguien que siempre nos protegían, pensábamos que no habían problemas cuando en realidad siempre habían estado ahí, siempre había alguien que los ocultaban y se hacían cargo de ellos por nosotros, porque querían nuestra felicidad, y ahora...tenemos que hacernos cargo nosotros mismos, o como muchos dicen : ‹‹rascarnos con nuestras propias uñas››

Aveces suelo pensar en Michael Jackson, una persona digna de admirar, vivió como niño pero sufrió como adulto, claro que nada de eso hubiera pasado si no hubiera sido por las personas que se empeñan por hacer la vida de otros miserables, me hubiera gustado conocerlo, y darle un gran abrazo.

"Oye Lía, ¿Quieres jugar?"

— No — me escondí entre mis cobijas

"Eres mala Lía"

Ignoré por completo su comentario, sus pasos comenzaron a sonar por todo el cuarto sabiendo que odiaba rotundamente eso, están comenzando a desesperarse, comenzarán a jugar, y siempre que se ponen a jugar terminan lastimándome, podría tener mucho miedo en estos momentos pero mi experiencia con demonios que no existen me prohíbe tener ese tipo de sentimiento, lo único que me queda es aguantar las próximas horas en lo que terminan

"¿Derecha o izquierda?"

— No quiero jugar — respondí fastidiada nuevamente —. Aún me duelen las heridas

"¿Mamá o papá?"

— No quiero jugar — repetí enojada

"¿Cuello o manos?"

— ¡Basta!

Grité quitándome las cobijas que me cubrían, los miré enojada haciendo que se acercaran y se sentaran frente a mi, nuestras miradas estaban peleando, luchando por salir vencedoras, queriendo ganar el reto terminaron por sonreír, cuya sonrisa se extendió hasta la altura de la oreja causando que me temblara la mandíbula, no tanto por miedo, sino por enojo, esta es la parte donde digo "Quiero jugar"

"¿Quieres jugar?" — preguntaron nuevamente

—...Si — respondí rendida, no me quedaba de otra

La temática es simple, comienzan con un "¿Quieres jugar?", al no responder ellos irán a jugar con alguno de mis padres, lo que tengan en la mano derecha o izquierda es con lo que ellos jugarán, y cuello o manos es donde marcarán si pierdes o ganas, ¿buen juego verdad? Siempre pierdo, y no parece gustarles otra cosa mas que ver cómo la sangre sale de mi empezando a recorrer mi piel, un rojo carmesí que veo con mucha atención, tan intenso como las ganas que salen de mi queriendo que se acabe, no sé qué es lo que sale más rápido, si la sangre cada vez que me lastiman, o las lágrimas invadiéndome cada vez que siento el daño que me hacen.

— Juguemos en silencio — dije seca

"¡Si!"

Gritaron muy emocionados aplaudiendo de una manera un tanto tenebrosa, se apartaron de mi cara recargándose en la pared, apagaron la poca luz que daba la lámpara de mi pequeño buró y comenzaron, era como tener a pequeños niños dentro de la casa ansiosos por jugar, sólo que sin la ternura

"¿Derecha o izquierda?"

— Izquierda — hablé con voz temblorosa sintiendo cómo mi cuerpo comenzaba a temblar, cuando amanezca tendré mucho dolor con esas cortadas y moretones

"Cuerda"

— ‹‹Demonios›› — pensé

"¿Cuello o manos?"

— Manos — hablé decidida levantándome de la cama

"Una...dos...¡tres!"

Desaparecieron dejándome sola en el cuarto, tenía toda la casa para encontrarlos, si no los encuentro sujetarán fuertemente mis muñecas con una cuerda, terminarán completamente rojas, en algunas ocasiones llegan a sangrar y siempre tengo que encontrar una buena forma de cubrirlas, si tan sólo mi madre me prestara un poco de atención se daría cuenta que todo mi cuerpo está lleno de moretones por todas esas batallas que tengo contra mis demonios.

No quiero decir que no se preocupa por mi, claro que lo hace, pero me muestra su amor y su apoyo cuando se me hace completamente innecesario, ahí está en mis días felices pero no en mis días difíciles, siempre me encuentro sola en casa sin saber que yo misma soy mi propio peligro.

No hay día en que no llore, ni tampoco día en que llegue a quererme a mi misma, la esquizofrenia no es el único problema en mi vida. Mi madre me ha dejado muy en claro que no tengo derecho a sentirme mal, ayuda mucho a sentirme miserable cada día, y si llego a olvidarlo ella se encarga de recordármelo. Lo único que puedo decir contra eso es "perdón por no ser la hija que quisieras que fuera".

Me he llegado a preguntar muchas veces, ¿Por qué sigo estando aquí? Realmente, sólo necesito un motivo, SÓLO UNO, para poder seguir con vida, me sorprendo a mi misma por no tomar cualquier arma y matarme de una vez

«Soy lo suficientemente cobarde como para seguir viva»

Sólo puedo atreverme a decir que soy un objeto vacío del mundo, esperando pudrirse con el paso del tiempo, un objeto que todos miran e ignoran para no contagiarse de sentimientos muertos y absurdos.

— ¿Pueden darme una pista? — preguntaba en voz baja saliendo del cuarto

Sus risas y murmullos comenzaban a sonar un poco alejadas, caminé por los pasillos fuera de mi cuarto, esto es lo que más odiaba en el mundo, tener que buscar mi propio tormento en la oscuridad. Mientras mis padres duermen plácidamente yo me encuentro aquí complaciendo a personas que no existen sin poder saber el porqué lo hago, tarde o temprano me toca encontrarlos, ¿A cuantas personas les gusta el juego de las escondidas? Seguramente a casi todos, bueno...sería bueno mientras estuvieras buscando a personas que si existen.

—"Lía"

Logré escucharlos en el piso de abajo, me acerqué a las escaleras, bajaba cada escalón con cuidado volteando repetidas veces hacia atrás cerciorándome de que no estuvieran a punto de empujarme como tantas veces lo han echo, pero por fortuna no estaban.

Bajé las escaleras y seguí escuchando esas voces en la cocina, aunque es un poco ilógico, buscar voces en la casa cuando realmente están en mi cabeza

— Las traen — dije feliz al verlos salir del techo de la cocina

Mostraron mucho enojo, sus ojos comenzaron a brillar intensamente bajando hasta mi, traían consigo la cuerda sujetándola con mucha fuerza, aquí vienen, ellos odian perder, ¿Escogí manos? Debí pensar detenidamente las cosas pues ellos atacarán a mi cuello.

Mis ojos se abrían con mucho miedo, podía ver la cara de la muerte reflejada en ellos, tratar de retroceder me parecía imposible, ningún músculo de mi cuerpo reaccionaba, sabía que no podía huir de ellos, a donde quiera que valla tarde o temprano acabarían conmigo

"Ya nos cansamos de jugar"

Hablaron con voces distorsionadas, estiraron fuertemente la cuerda por última vez y violentamente se lanzaron contra mi, cerré mis ojos para no ver cómo comenzarían a torturarme pero no pasó nada, sólo pude sentir una brisa empujándome por la presión hacia delante, escuchaba quejidos pero mis ojos se resistían a abrirse

¿Por qué no pasaba nada?

"¡¿A quién demonios trajiste Lía?!" — gritaron de una manera indescriptible, su voz mostraba inconformidad más allá de un simple enojo

Abrí poco a poco mis ojos sin creerme lo que estaba pasando, ¡¿Qué clase de escena era esta?!

— ¿Qué...?

Era...

¿Michael Jackson?...

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