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1. Ellos

‹‹Quisiera poder decir que quiero que esas voces cesaran, pero han estado conmigo tanto tiempo que ya no lo que quiero, no escucharlas significaría estar tranquila pero a la vez sola, y escucharlas significa aturdimiento y confusión, pero a pesar de todo...estarían ahí, haciéndome sentir que realmente existo.
En mi vida...son las únicas voces que están ahí siempre, las únicas que me hablan aunque no de la mejor manera posible››

Los ojos del psiquiatra se encontraban inmersos en la pantalla del computador mientras que sus manos tecleaban rápidamente todo lo que había estudiado de mi en esta primer sesión.
Al parecer no decir nada, mas que saludar cuando entré le bastó para ponerse a escribir.

Por milésimas de segundo el hombre de entradas notorias en su cabeza y barba moderadamente corta, apartaba la vista de la pantalla para mirarme, no creo que sea tan idiota como para pensar que no noto sus miradas "disimuladas", analizaba cada gesto mío, cada expresión, cada movimiento, esperando cada uno de mis movimientos para poder plasmarlo en esa maldita computadora. Necesitaba afirmar su hipótesis sobre mi y yo necesitaba salir.

Miré por unos segundos el teclado de ese computador, ahí estaba, lo que al parecer me describe como persona, mis anteriores exámenes me habían dicho que existía la posibilidad de que padeciera de esquizofrenia, pero...¿qué tanta certeza pueden tener los psicólogos? Es mi primera cita con un psiquiatra.
Lo admito, el sonido de las teclas me estaban poniendo nerviosa, entran esas ganas de ponerse a rasgar tus manos sin querer porque ayuda a calmar las ansias de dañar a los demás, es una buena terapia desde el punto de vista de una persona que padece de ansiedad.

Dejó lo que estaba haciendo, entrelazó sus manos apoyándolas en el escritorio algo desgastado y un poco viejo, clavó su mirada en mi dándome a entender que tenía totalmente su atención, como era de esperarse quiere que hable para que comience a utilizar todo lo que diga en mi contra.

— Dime, Lía ¿sabes por qué estás aquí? — preguntó a lo que yo sólo me limité a contestar con una sonrisa socarrona

Tenía que estar alerta, en cualquier momento podrían aparecer ellos, y cuando aparecen o se ponen a platicar con ellos mismos me es imposible pensar con claridad

— Porque mis psicólogos se hartaron de mi — respondí con cierta duda —,y decidieron mandarme con usted

Asintió varias veces para soltar ese suspiro de fastidio, aclaró su garganta recorriendo la mirada por todo su escritorio, fue en ese instante donde comencé a sentir esa desesperación en el pecho, me estaba comenzando a faltar el aire seguido de unos escalofríos. «Están detrás de mi» .

— ¿Puedo ir al baño? — pregunté ansiosa

Me miró atento, sonrió satisfactoriamente y se levantó de la silla, se colocó detrás de mi sabiendo lo que me estaba ocurriendo

— Tienes cinco minutos

Empuñé mis manos con furia, está más que claro que si reacciono como él quiere le bastará para medicarme y hasta poder encerrarme en un manicomio.

— ¿Por qué?

— Si te doy más, hay un 95% de que escapes, pero no te serviría de nada, hay guardias aquí

"Hola, Lía"

Me dijeron finalmente, me levanté decidida, pues aunque les tenga miedo, son los únicos que siempre están ahí conmigo.
Me levanté y al darme la vuelta hacia el doctor me encontré con todos ellos, a pesar de que trataba de no mirarlos era inevitable, exactamente no sé cuántas alucinaciones estaban frente a mi, siempre aparecen más y otras veces menos, ¿Quién dice que mi psiquiatra no es uno de ellos? Aveces se hacen pasar por otras personas

— ¿Cuántos son? — preguntó el psiquiatra adivinando la situación

Le dediqué una cara de confusión haciéndome la desentendida pero no funcionaba

"Te descubrió" volvían a decir con sus risas —"Eres una mala actriz"

— Sé que ves cosas Lía, que oyes cosas...y que sientes cosas — dijo comenzando a caminar hacia la puerta — también sé que ellos están aquí — le puso seguro a la puerta a lo que yo comencé a sentirme demasiado insegura —. No saldrás, a menos que contestes a mis preguntas — añadió con autoritarismo

— Bien — respondí desafiante

Tomó asiento en la otra silla que estaba a mi lado frente a su escritorio, evitó mirarme y concentró su vista al techo

— Te diré el porqué estás aquí, Lía — comenzó jugando con un lápiz mientras que yo me limitaba a analizar sus zapatos, podría parecer lo más estúpido, pero si levantaba la mirada los vería de frente, prefiero verlos lo menos posible que se pueda — tus psicólogos te mandaron conmigo porque tu problema va más allá de problemas emocionales — indicó despacio, con calma y con mucha serenidad — ¿Escuchas voces? — preguntó más que obvio

— No entiendo, lo único que estoy entendiendo es que cree que estoy loca

— No — contradijo al instante —. "Loca" es un término muy estúpido que han inventado las personas que no son como usted señorita, el hecho de que nosotros no podamos escuchar ni ver lo que usted puede la hace una persona "loca" —hizo una breve pausa —...No quiero decir que ve y escucha cosas que no existen, ¿sabe por qué? — me miró esperando mi respuesta —. Es simple — se levantó con mucha pesadez —. El término "real" es subjetivo, no podemos decir que lo que ve no existe, porque para usted, si lo es. Para ti, todo ello es real, puedes escuchar y puedes ver, y para nosotros no, puesto que no podemos ver lo que tu, pero si nos dejas, podemos ayudarte a estar más tranquila, ¿no te gustaría?

— No entiendo nada de lo que dice, yo no veo ni escucho nada, no sé qué le contaron sobre mi pero sus hipótesis son falsas

Sonrió de lado ante mi comentario

— Perdone pero...si no nos deja ayudarla por las buenas será mejor que lo hagamos por las malas

"Te hará daño Lía, ¡corre!"

— Quiero que me deje salir — hablé bastante molesta —, ahora — ordené

Me miró con cierta duda, podía sentir esa forma de reto en sus ojos

— Te dejaré sola un momento, ¿No te importa, verdad?, de cualquier forma...nadie está aquí, ¿o si? — dijo burlón para después salir

Corrí hacia la puerta pero escuché el ruido del seguro de ésta, comenzaba a asustarme, ellos estaban aquí y me daban mucho miedo, le daba patadas a la puerta sin dejar de tratar abrirla

— ¡Déjeme salir! — golpeaba la puerta

Gritaba tan fuerte que juraría que me quedaría afónica, volteaba repetidas veces atrás de mi, viendo cómo se acercaban con sus sonrisas que tanto odiaba, estaban enojados y querían hacerme daño, mi corazón comenzaba a latir desenfrenadamente, no pude hacer otra cosa más que esconderme entre mis rodillas ocultando mi cara para evitar verlas

"Lía, ¿nos tienes miedo? Somos tus amigos"

Hablaban miles de voces en tono tétrico, sentí cómo me acariciaban mi cabello, lo único que podía hacer en ese momento fue salir de control, me levanté enojada y corrí del otro lado del escritorio para poner algo de distancia aunque sabía que no serviría de nada, y fue entonces cuando uno de ellos señaló a una cámara escondida que se encontraba en la esquina del cuarto.

"Si nos descubren te mataremos, y si dices algo ellos lo harán por nosotros"

Fue en ese instante donde comencé a calmarme, solían hablar en serio, ahí estaba la causa de que me dejara aquí encerrada, quiere ver mi reacción y con eso acabaría con su diagnóstico

— No quiero — susurré entre sollozos negando con la cabeza algo aturdida — ¡No quiero!

Solté en desesperación, sintiendo como mis manos empuñadas comenzaban a golpear repetidas veces mi cabeza mientras escuchaba sus risas insoportables, apenas y podía abrir los ojos para ver que no estuvieran tan cerca de mi, y finalmente mi vista fue a parar a un pequeño bolígrafo con punta algo afilada sobre el escritorio

"Hazlo y nos iremos"

Los objetos punzantes y con filo fueron escondidos por mi madre en toda la casa, en ese pequeño objeto me veía a mi reflejada, lo tomé viéndome ahí y a mi lado mis demonios, un reflejo que mostraba mi realidad, viviendo día a día sin estar segura de quién lleva las riendas de mi vida, las veces en que me pongo a pensar que existe la posibilidad de que sólo soy una ilusión de alguien llegan a convencerme

— ¡No lo hagas!

Entró el psiquiatra con mi madre por la puerta muy asustados, cuando finalmente reaccioné me di cuenta que tenía el bolígrafo haciendo presión en mi garganta.

Con miedo la arrojé lo más lejos que pude, específicamente a uno de ellos, el que más me da miedo, ¿Puedo decir su nombre? Tal vez, pero no sé exactamente qué significa y no quiero que me mate por decirlo

— Quiero irme — caí de rodillas rendida del cansancio —. Por favor — supliqué

Los pasos de mi madre se acercaron con rapidez, me rodeó con sus brazos y me escondí en su pecho, mi respiración se estaba entre cortando de nuevo, y mis párpados se cerraban con mucha fuerza, fue en ese momento cuando escuché al psiquiatra hablar por teléfono

— ¿Lo tiene? — preguntó en la línea —. De acuerdo, gracias

"Puedes matarlo si quieres"

— ¿Estás bien, Lía?

Se acercó poniendo una de sus manos en mi hombro, el sonido del cajón del escritorio hizo que dirigiera mi mirada y me encontré con una jeringa sostenida por el doctor.

De inmediato me alejé de ellos arrastrándome por el piso, los ojos de mi madre comenzaban a llorar, mi mandíbula comenzaba a tensarse por el miedo que sentía y por ver la cara de mi madre con mucho dolor

— Lía déjame ponerte este calmante — se acercaba con ese miedo que reflejaban sus ojos

Entre más se acercaba más me alejaba, ellos estaban detrás de él, pero ya no sonreían, sus caras mostraban seriedad, querían hacer algo, y lo sé porque siempre que ponían esa cara era porque estaban apunto de reaccionar violentamente

"Lía, no quieres esa inyección"

— Quiero esa inyección — los contradije con un tono de voz apenas audible, llamando la atención de todos, y con todos me refiero a mi madre, a mi psiquiatra y mis demonios

No Lía!"

Gritaron tan fuerte que hicieron que tapara mis oídos lo más fuerte que podía

— ¡Basta! — grité desesperada sin poder escuchar mis propios gritos — ¡Cállense!

Golpeaba nuevamente mi cabeza con mucha fuerza, y de alguna manera siempre me hacía sentir bien hacerlo, sólo así llego a tranquilizarme pensando en que de esta manera podrían salir de mi cabeza.
Siempre que me golpeaba terminaba tan exhausta que no tenía fuerzas para nada, y me quedaba quieta, hasta que todo mi cuerpo me hormigueaba me calmaba, ¿Por qué? Porque haciéndome daño era la única manera de evitar que yo lo hiciera con los demás.

— «Quiero esa inyección» — pensé para mi misma

No quieres! ¡No quieres! ¡No quieres! ¡No quieres! ¡No quieres!"

— ¡Por favor! ¡Ya! ¡Paren! — grité mucho más fuerte cuando los vi a ellos apuntar con un cuchillo al doctor — ¡No!

"...Lía..."

Habló una voz haciendo que abriera mis ojos sorprendida, de entre muchas pude escucharla con claridad.

«Logré distinguir esa voz de tantas»

Pero la persona dueña de esa voz no estaba en esta habitación, era una distinta, dulce, tranquila, como la voz de un hermoso ángel entre tantos demonios, ¿La había escuchado antes? Estoy segura, la reconocía muy en el fondo, en alguna parte, tenía esa voz guardada dentro de mi.

Y de hecho si, lo recuerdo, es esa voz que siempre me gustaba escuchar cuando ya no podía más, era...él.

¿O no?

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Créditos a la imagen: AgosMoon2002

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