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LXV

Un nuevo día de Universidad se presentaba y Miguel tenía que asistir, aunque ya no tuviera a nadie con quien juntarse.

Al llegar, llamó mucho la atención de Daniela, pues se le veía con ojeras, somnoliento¹ y bastante cansado. También mostraba vendajes en los brazos, así que ella pensó lo peor.

Debido a que compartían salón, el de ojos grises no podía ver a Trollino a la cara, ni mucho menos hablarle, pues la imagen de que se había acostado con Andrés le invadía la mente, odiándolo más. El pelinegro no perdía esperanzas en que conversaran, pero sus intentos eran inútiles.

A la hora del descanso, Mike se desvío de la cafetería y los patios hacia uno de los talleres que tenía su Institución por el motivo de que estos parecían "abandonados". Ahí dentro se sacó sus vendas, viendo que sus cortes aún sangraban y no contaba con materiales para curarlos. Se resignó a volver a cubrirlos y dejar el lugar.

Casi por salir, una figura bastante familiar se le cruzó por enfrente, haciéndole frenar su paso; se trataba de Ela. El rubio intentó poner sus brazos detrás de su espalda para disimular, sin embargo no funcionó.

—Ya sé qué escondes, Mike —habló ella algo desanimada.

—¿A sí? ¿Y luego? —inquirió indiferente—. ¿A qué vienes, Daniela? —cambió la conversación.

—A... Disculparme, t-tal vez —titubeó nerviosa.

—Antes de hacerlo, tengo que perdonarme a mí, ¿Lo olvidas?

—N-no. Sé perfectamente lo que dijo Lillian, pero... No puedo dormir sabiendo que estás enojado conmigo.

—Pff, por favor —cruzó los brazos y giró los ojos—, eso no debería ser impedimento, Daniela. Me dejaste muy en claro la persona tan horrible que soy.

La de ojos verdes prestó atención a las extremidades superiores del otro.

—¿Por qué fue?

—¿Qué?

—¿Por qué te volviste a herir? —le cuestionó.

—No te importa —respondió serio—. Son mis problemas y yo me ocupo de ellos.

—Pero no puedes hacerlo solo.

—Claro que sí. Gracias a que Ari sigue en coma, mi única opción es ayudarme —comentó él—. Ahora si me disculpas, tengo que irme.

Miguel retomó su rumbo y al pasar por el lado de la castaña, esta la detuvo colocando su mano en pecho ajeno.

—Quiero hablar contigo, Flex y Silvio en el parque a las 5 de la tarde, ¿Estarás ahí?

Mike se encogió de hombros, dando a entender que dudaba aún de Daniela. Finalmente se retiró, dejando sola a su compañera.

[...]

En casa, la comunicación entre el de ojos grises y Andrés era limitada; bastante obvia la razón. Esa tarde, Miguel decidió platicar un poco con su amigo porque buscaba un consejo.

Los dos se encontraban reunidos en la sala. Mientras el rubio completaba tareas de su escuela, el extranjero veía una película.
Casi de la nada, el más chico habló hacia el otro:

—Oye, ¿Puedo preguntarte algo?

—What do you want? —dudó un poco enfadado y pausó el filme.
"¿Qué quieres?"

—Uy, qué carácter —enunció medianamente sarcástico.

El mayor suspiró y volvió a emitir palabra.

Sorry. ¿Qué pasa, Miguel?
"Perdón."

—Es solo que... En una hora me citaron para platicar sobre un asunto del que no quiero decir nada. ¿Me recomiendas ir?

—Ehh, ¿No? No tienes que hacer nada que no quieras —le aconsejó—. Aunque, por otra parte, podrías solo ir para avisar que no dirás nada y así dejen de... Insistir. I think that's the word.
"Creo que esa es la palabra."

—Oh, no había pensado en eso —vió al de ojos cafés—. Gracias, Andrés.

—You're welcome —sonrió.
"De nada."

Existió un silencio un tanto incómodo y el castaño lo rompió.

—Por cierto, puedes decirme Andy o Sparta, lo que sea mejor para ti —dijo para poner de nuevo la película.

—Gracias, otra vez.

—You're welcome, again.
"De nada, otra vez."

—Y sobre lo de tu relación con Javier, yo...

—No tienes decir nada, Miguel. Entiendo que no era un buen momento.

Mike igual sonrió y fue a alistarse ligeramente para llegar al parque con sus amigos.

[...]

—¿Cómo estás tan segura de que va a venir? —cuestionó Silvio a Ela.

—No lo estoy, pero siento que sí lo hará —contestó.

—Después de lo que pasó en su última terapia con Lillian y de cómo lo trataste, lo dudo bastante.

Carlos no le dirigía ni la palabra ni la mirada a la de ojos verdes, pues la última vez que estuvieron juntos, esta le gritó y jamás pidió perdón. El mexicano olvidó la situación, ya que debería ser uno de los que actúe con madurez, puesto que es el mayor de su grupo.

A los minutos, llegó su amigo rubio, más no tomó asiento a su lado. Únicamente recargó sus manos sobre la mesa.

—¡Mike! —nombró Daniela—. P-pensé que no vendrías.

—Solo acudí a decirte que no voy a hablar de mis heridas. No mereces saber el porqué me las hice —mencionó firme.

Al decir "heridas", la pareja de inmediato se vió entre sí y luego al de ojos grises, poniendo una expresión preocupada.

—¿Volviste a cortarte? —preguntó el peliazul.

—Sí, ¿Por qué? —mantuvo su seriedad—. ¿Quieres ver? —subió su manga.

—Claro que no —negó—. Dijiste que no lo harías otra vez.

—Lo sé y es algo de lo que no me enorgullece, pero también me sentía muy mal conmigo mismo.

—¿Qué pasó, Mike? —le inquirió el castaño.

—No lo voy a contar hasta que no me sienta listo. Permiso.

De esa forma, Miguel se fue del lugar rumbo al hospital donde estaba internado su psicólogo y dejó confundidas a esas tres personas.

—Se nota que Ari le hace mucha falta —comentó la pelicastaña.

—¿Ves? —replicó Flex por fin—. ¿Tú crees que lo hizo a propósito? Mike nada más necesita ser guiado. No requiere que le demos más problemas.

Este mismo se levantó y también se marchó, siendo seguido por Silvio.

Ela se quedó reflexionado todo lo que había pasado en tan poco tiempo.

[...]

Un dato que el rubio no sabía, era que Elizabeth, madre de su pareja, estaba en la clínica junto con Lillian. De vez en cuando ella era "buena" progenitora e iba a visitar a su hijo.

Había un trato que tenían entre ellas y consistía en que la pelirroja debe acompañar a la Sra. Vera cada que esta quiera ir con Ari, debido a que no existe la confianza hacia la mayor.

Ambas entraron a la habitación del internado y tomaron asiento en dos sillas delante de la cama.

—¿Sabes cuándo despertará Gonzalo, Lillian? —consultó a la especialista.

—No, señora Vera —contestó y liberó un suspiro—. Los doctores no han contemplado una fecha específica. De hecho, no tienen esperanzas de que lo haga.

—Si él es tan terco como su padre, seguro que sí sucederá.

—Supongo.

A la de ojos negros no le gustaba la manera en la que la castaña se refería a su marido, porque aunque pareciera un cumplido, claramente no lo era.

En su época, Elizabeth sí amó a Rafael, pero luego de tener a su primer y único hijo, las cosas fueron tornándose cada vez más oscuras. Eran considerados un matrimonio perfecto, hasta que sus amigos y familiares se enteraron de los golpes que ella le daba a su primogénito.

Lo último que se supo es que su esposo le había pedido el divorcio. Luego de eso, él falleció.

Volviendo a la actualidad, la Sra. Vera se dió cuenta del anillo plateado que portaba Ari en uno de sus dedos. Retiró la joya y la analizó.

—¿Qué hace esto aquí y cómo llegó? —anunció las cuestiones.

Lillian apartó la vista de su amigo y pasó a observar lo que sostenía la de ojos verdes en su mano.

—No lo sé —encogió sus hombros—. Quizá fue Miguel.

—¿El niño fastidioso que anda tras Gonzalo?

—Sí. Después de todo es su pareja.

—Tonterías —dijo y lanzó el aro de plata al bote de basura—. Cada vez, su amor me asquea más. Seguramente lo quiere solo por dinero.

—Con todo respeto a nuestra profesión, pero tampoco es que ganemos millones ejerciendo como psicólogos —avisó—. Además, Miguel viene de una familia adinerada. Su madre es diseñadora y su padre es economista en una buena empresa, así que dinero no les falta, al parecer.

La mayor rodó los ojos y en ese instante hizo presencia su dolor de cabeza.

—¡Hola...! —saludó y miró al frente—. ¿Ari?

—Genial, con lo bien que estaba yendo mi tarde —se quejó Elizabeth y cruzó los brazos.

—Agh, para mi fortuna, no vengo a verla a usted, vieja aguada —le insultó—. Vengo a ver a mi terapeuta; Lillian.

—¿Qué pasa, Miguel? —se levantó la pelirroja y salió del dormitorio junto con el menor.

—Quería darle una visita a Ari, pero ya que estás aquí... T-tengo que confesarte algo muy fuerte que hice —mencionó tembloroso Mike.

La psicóloga agendó una cita para el día siguiente y el de ojos grises regresó a su hogar con mucho más miedo del que ya traía.

_________________________________

[N/A]

-Vocabulario-

¹ Refiere a aquel que tiene sueño o a aquello que genera ganas de dormir.

[...]

[🖤🥀] Últimos capítulos del sufrimiento :3
Sí, sí, ya va a despertar Ari u.u

¡¡¡Bye!!!

-AshleyHgoRdz

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