LX
Era un fin de semana como cualquier otro y como Mike necesitaba terapia adicional, este se encontraba con Lillian en un museo, porque era un lugar muy tranquilo para platicar.
—Entonces, Miguel, ¿Cómo te has sentido en los últimos días? —inquirió la mayor caminando al lado de su paciente.
—Mal, Lillian; realmente muy mal —respondió deprimido, con la mirada en el suelo.
—¿Por qué? Íbamos bien.
—Pues sí, solo que mis amigos me bajaron mucho el ánimo de un momento a otro —se abrazó.
—¿Por qué? —realizó la pregunta nuevamente.
—Porque me compararon con Jayden.
—¿Jayden? Miguel, te va a molestar mi pregunta, ¿Pero por qué lo hicieron? Y mírame —se detuvo para luego cruzar los brazos.
El menor también se detuvo frente a ella y alzó su vista.
—Porque... Dijeron que también me volví obsesivo con Ari y que prácticamente le causé varias consecuencias, incluso con su familia; mi amor era enfermizo —le explicó.
—Por eso estás tomando terapia, Miguel. Aunque sean tus amigos, a veces pueden ser algo crueles con la verdad —trató de calmar la de ojos negros.
—Siento que no es suficiente, Lillian —habló rendido el de ojos grises—. S-siento que tengo que hacer algo más para estar satisfecho conmigo mismo.
—No —lo tomó de los hombros—, ya estás dando todo de ti, Miguel. No permitas que otras personas, incluyendo tus amigos, te rebajen así.
»Sabes que eres alguien especial, ¿No? Por algo Ari se hizo tu pareja.
—Porque lo presioné mucho con el tema —se alejó—. Literalmente lo forcé a besarme.
—¿En serio?
El menor asintió.
Lillian suspiró y se acercó otra vez al otro.
—Tranquilo, ¿De acuerdo? Yo sé que vas a poder con esta terapia y podrás ser mejor que Jayden —animó ella.
—N-no lo sé... Creo que Jayden era mejor que yo, ¿Cómo superaré eso?
—Porque Jayden tampoco era perfecto, obviamente.
Mike se sintió un poco más aliviado tras las palabras de su psicóloga, entonces la abrazó y soltó algunas lágrimas después.
—G-gracias, Lillian. No sé que haría sin ti.
La pelirroja correspondió esa muestra de afecto, para luego separarse y continuar con el recorrido del museo mientras retomaban su plática.
[...]
Por la tarde, Trollino acompañó a su amigo al hospital para hacerle otra visita a Ari. En esta ocasión, pasarían ambos a la habitación porque en recepción lo habían autorizado.
Aquel par ya estaba dentro y sentados frente a la camilla del paciente en unas sillas; el rubio mantenía su cabeza recostada en el pecho del castaño oscuro.
—Oye, Mike, disculpa la pregunta pero, ¿Por qué fue el accidente?
—No sé si contarte, Trolli —dudó el rubio—. E-es algo que sinceramente prefiero guardarme para mí mismo.
—Oh, está bien, no te preocupes —sonrió.
—Aunque también necesito desahogarme —cerró sus ojos, aguantando llorar.
—Mike... Si no me quieres decir eso, no hay problema. Entiendo por lo que estás pasando, entonces lo menos que quiero es que te incomodes —ayudó el pelinegro al otro.
Miguel suspiró profundamente y decidió confiar en ese ser de ojos azules.
—Yo provoqué el accidente —confesó.
—¿Cómo? —cuestionó nervioso.
—Dañé los frenos del auto de mi padre y poco a poco fueron fallando, hasta que terminaron en un horrible incidente —comenzó a sollozar.
—¿Por qué lo hiciste?
—P-porque yo sentía q-que me querían separar de Ari p-para siempre, ya que m-mi papá nunca estuvo de acuerdo e-en mi relación —lloró más fuerte—. Y-yo creía que había roto o-otra cosa... N-no los frenos.
Mike terminó por esconder su rostro en el pecho de su pareja, lo que provocó que Javier se le acercara a acariciar su espalda.
—Tranquilo, Mike —brindó también unas palmaditas—. Seguramente a Ari no le gustaría verte así.
—Deja de chantajearme con él —solicitó aún sin verlo.
—Bueno, entonces hazlo por ti; cálmate.
—Es un secreto que guardé y eres a la primera persona que se lo digo, ¿¡Cómo quieres que esté!? —regañó—. Aparte, ¿Cómo es que no piensas que estoy loco? ¡Casi lo mato! —giró la cabeza para mirar a su acompañante.
El de ojos azules se quedó callado y solo se limitó a alejarse un poco del de ojos grises.
—Porque te dije en una ocasión que yo igual pasé lo mismo que tú, al mandarte al hospital y romperte las dos piernas —le recordó.
—Somos un par de dementes.
—Seh, concuerdo contigo, Mike —rió un poco y recargó su espalda en el respaldo de la silla.
—Hola —habló Lillian entrando al dormitorio—, ¿Cómo está Ari?
—Pues... Yo supongo que bien —contestó Mike—; sigue dormido.
—Es lo que veo —también tomó asiento—. Me dicen los doctores que ha estado muy estable; mínimas son las veces en las que le falla el ritmo cardíaco.
—Eso es buena noticia, ¿No? —inquirió el pelinegro.
Ambos asintieron y una visita, muy inesperada por cierto, ingresó a la habitación, llamando la atención de todos los presentes.
—¿S-señora Vera? —reconoció la especialista.
—¿Qué hacen estos niños en el cuarto de mi hijo? —preguntó molesta la mayor.
—Señora Vera, n-no sabía que vendría.
—Antes de hablar contigo, Lili, quiero que este par se largue de aquí —señaló a los dos estudiantes.
—¡Oiga! —reclamó el de ojos grises levantándose de la silla y viendo a la otra—. Le pido más respeto en cuanto a mi persona, porque yo no la estoy insultando a usted.
—Mike, cálmate —igual se levantó Trollino para calmar al otro—, sabes que no vale la pena pelear.
—Tal vez para ti no, Trolli, pero es que esta señora ya me tiene harto —comentó en un tono de voz bastante serio.
—Váyanse y no peleen, por favor —pidió Lillian.
Los dos más chicos accedieron, solo que antes de que salieran, Miguel gritó a la madre de su pareja:
—¡Vieja zorra!
La de ojos negros y la Sra. Vera se quedaron sin palabras por eso; lo bueno fue que Mike y Javier se fueron del dormitorio.
—Me disculpo en nombre de Miguel, señora Vera —intervino la pelirroja—, p-pero tome asiento —le ofreció.
—Gracias, Lili —agradeció la de ojos verdes y se sentó donde estaba el rubio—. ¿Por qué Gonzalo quedó en coma?
—Un accidente automovilístico —respondió la otra—. Tu hijo fue uno de los pocos sobrevivientes de ese problema.
—Mínimo eso —cruzó los brazos—. ¿Y qué hacía aquí ese niño?
—Sigue siendo la pareja de Ari, señora Vera y tiene derecho de estar aquí —defendió.
—Sabes que no estoy de acuerdo con esta relación tan extraña, porque se llevan mucho de edad... Y además son hombres —obtuvo un sentimiento de repulsión por eso.
—Ehh, señora Vera, y-ya habíamos tenido esta plática y no pienso repetirla.
—Entiendo que no seas tan buena psicóloga como para sanar todas las mentes. La que puede, puede, y parece que tú no puedes —subestimó la pelicastaña a la especialista.
La ética de Lillian y el poco respeto que le tenía a Elizabeth, le impedía contestarle de una manera indebida, así que simplemente respiró profundo, sacando el aire lo más lento que se permitió.
—Por cierto, ¿Quiénes más estuvieron involucrados en el accidente?
—Miguel y sus padres.
—¿Y por qué ese niño no está en el hospital?
—Porque, de alguna manera, fue el que salió más ileso.
—Tsk —chistó con la boca—, ¿Sus padres siguen aquí? —cuestionó bastante interesada.
—Sí —Lillian asintió también con su cabeza.
La Sra. Vera dejó la conversación hasta ahí, se levantó de su asiento y se marchó, encontrándose a Mike en su camino. Para ella fue más fácil ignorarlo, porque como ex profesionista, sabía que tenía que arrancar un problema de raíz.
[...]
Mientras tanto, en la habitación de los señores Bernal, estos se entretenían con un juego de adivinanzas entre sí. En los últimos días antes del accidente, su matrimonio se vió en riesgo debido a la revelación de su hijo.
Paula había propuesto que dejaran las diferencias un poco de lado, porque ahora lo único que les quedaba era salir de ahí, como una pareja.
Seguían en su actividad cuando Elizabeth ingresó en su cuarto, sin autorización de nadie y solo escabulléndose entre los pasillos.
Ambos rubios se sorprendieron por la presencia de la otra, entonces Esteban preguntó:
—¿Hola? ¿Podemos ayudarle en algo, señora?
—Supongo que ustedes son los padres de mi calam- Digo, de Miguel; niño rubio de ojos grises y actitud estresante —intuyó la de ojos verdes.
—¿Disculpe? ¿Cómo es que usted conoce a mi hijo? —inquirió la Sra. Montes, algo seria.
—Soy la madre de Ari —informó.
—¿Ari?
—El inútil psicólogo que se hizo pareja de su hijo. De cabello castaño oscuro y ojos heterocromáticos.
Los pacientes reconocieron de quien les hablaban, así que se interesaron en saber más de lo que podría ser.
—¿Entonces en qué le puedo ayudar? Si es eso lo que busca —volvió consultar el mayor.
—Quiero que alejen a su hijo del mío —solicitó en un tono muy demandante—. Váyanse de la ciudad, del país, del continente si es necesario, pero no los quiero juntos otra vez.
—¿Por qué?
—Porque la presencia de Miguel le impide a mi hijo desarrollarse sanamente.
Los tres tutores se quedaron viendo fijamente; una batalla que obviamente no perderían los señores Bernal.
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[N/A]
[🖤🥀] Hubo una actualización errónea de este capítulo :'] Lamento la confusión, pero ya está bien :D
Capítulo dedicado a la Sra. Vera u-u
¡¡¡Bye!!!
-AshleyHgoRdz
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