LIII
—Regresé —anunció el rubio menor, entrando y cerrando la puerta principal de la casa.
—Muy bien, Miguel. Ve a empacar; es hora de irnos —mandó su padre cruzado de brazos.
—¿Tan pronto? —inquirió desanimado.
—Sí, Miguel, entre más pronto, mejor —habló nuevamente su progenitor.
Sin mencionar una palabra más, Mike fue a la habitación que compartía con el psicólogo, tomó una maleta y comenzó a vaciar el armario, metiendo sus pertenencias en aquel compartimiento.
Luego de un rato desalojando, el de ojos grises bajó otra vez a la sala con sus cosas y limpiaba sus mejillas con lágrimas que salían por el momento. A pesar de que él sabía que no llegarían a ningún lado con el automóvil descompuesto, le dolía el pensar en eso.
—¿Listo, hijo? —inquirió Paula acercándose al otro.
—S-sí... Creo que sí, mamá —se afirmó.
—Vámonos entonces —tomó el padre la maleta de su primogénito y salió de casa.
Los demás dentro del hogar fueron tras Esteban también y Ari abrazando a su pareja para consolarlo.
—Tranquilo, Mike —calmaba el mayor al menor.
—Estoy tranquilo, pero triste porque no te veré en un tiempo.
—No creas que yo no lo estoy...
—Sabemos que es por el bien de los dos, ¿No? —interrumpió.
—Exactamente —sonrió.
Los dos continuaron caminando hasta llegar al vehículo que lo transportaría, pero claro, necesitaba poner una excusa más.
Las actuaciones le salían realmente bien.
—O-oigan, ¿P-puedo pedir un último favor? —solicitó el rubio más chico a los mayores.
—¿Cuál es ese favor? —preguntó el mayor de ahí.
—Si Ari puede venir conmigo —declaró—. "De todas maneras no nos moveremos tan lejos" —pensó.
—No, Mike.
—¡Por favor! E-es la última vez que lo voy a ver, ¿En serio me lo van a negar? —se quejó.
—No creo que estemos en posición de hacerlo, señores Bernal —defendió Lillian.
—Tampoco lo veo muy correcto, pero creo que la psicóloga tiene razón, amor —siguió la Sra. Montes.
Algo enfadado y en desacuerdo, Esteban dejó que el especialista subiera al auto junto con su hijo; al fin y al cabo, como se dijo, sería la última vez que lo vería en mucho tiempo... Quien sabe cuanto.
—Si ya vas a regresar, avísame, Ari —dijo la pelirroja a su amigo—. Iré por ti en mi coche.
—Claro, Lili. Gracias —contestó el pelicastaño.
—Hora de irnos —mencionó el mayor de ojos grises.
Los que partían ingresaron en su medio de transporte y la de ojos negros se despidió mientras veía ese auto avanzar, perdiéndose a la distancia.
[...]
Habían pasado unos minutos desde que salieron del hogar de su pareja y Miguel se preocupaba y enojaba por el hecho de que el carro no presentaba ninguna falla; continuaba marchando a la perfección.
Él perjuraba¹ que rompió algo, pero en realidad no supo que y a lo mejor, aquello que dañó, no tenía importancia realmente.
Se decepcionó de sí mismo... Y más lo iba a hacer.
—¿Qué pasa, Mike? Te veo, ¿Distraído? Quizá es la palabra —irrumpió el de ojos bicolor en los pensamientos del otro.
—¿Eh? —reaccionó y lo miró—. Oh, n-nada, nada. Sigo pensando en esto.
—Sé que es difícil, pero hay que aprender a seguir, ¿Lo olvidas?
—Para nada —sonrió—. Sería una de las cosas que menos olvidaría y más si viene de ti —alentó.
—Aw, de verdad son una pareja linda, a pesar de la diferencia de edad —intervino Paula en la conversación.
—Gracias, mamá —exclamó el menor—. Al menos tú sabes apreciar que soy feliz —respondió dando una indirecta a su padre.
Este, sin en cambio, no dijo nada y continuó por el camino.
Cada kilómetro, Mike se enojaba más porque no pasaba nada con el vehículo, hasta que su progenitor tuvo que frenar.
Cuando lo hizo, los frenos fallaron un poco e incluso el coche se "jaló" por ese hecho, provocando que los pasajeros se hicieran para adelante.
—Agh, ¿Qué pasó? —cuestionó la rubia a su marido.
—No lo sé. A-apenas revisé el auto y n-no tenía nada fuera de lo normal. N-no sé que esté pasando —titubeó él.
—Espero solo haya sido un fallo menor.
—Sí... Yo también espero.
Por otro lado, el menor de ojos grises se quedó confundido con lo que había pasado. Según él, rompió el envase correcto.
La vía quedó libre, es decir, casi no había automóviles alrededor en los caminos, así que se podía avanzar con algo de libertad.
Al sentir muy rápido el transporte, el Sr. Bernal quiso frenar, pero estos le fallaron y simplemente la velocidad no bajaba, es más, parecía aumentar de pronto.
La Sra. Montes también sintió el carro muy rápido, así que intentó avisar.
—Esteban, ¿No te parece que vamos muy rápido? C-creo que sería mejor bajar la velocidad.
—Ya sé, amor y eso estoy intentando, pero no puedo.
—¿Cómo que no puedes? —nerviosa.
—¡Los frenos no están respondiendo!
Ahí se aclaró la duda del primogénito; había roto el envase de los frenos y el líquido que se derramó era de los mismos.
—¿¡Cómo que no responden, Esteban!?
—¡Te juro que no lo hacen! ¡Lo sigo intentando y parece que vamos más rápido, en vez de más lento! —gritó ya desesperado.
Ari se asomó a la ventana y analizó que a la velocidad a la que iban, no era una opción arrojarse del auto.
No se rindió y siguió observando si existía alguna solución, pero se estaba quedando sin ideas.
Su pareja lo vió desesperado, entonces preguntó:
—¿Q-qué haces, Ari? —temblaba por la situación.
—¡Buscando una manera de ayudar a tus padres! —explicó.
—P-pero no podemos hacer mucho, ¡E-es complicado pensar!
En un intento de frenar, por accidente, el rubio mayor terminó por entrar en sentido contrario y evitando carros que le venían de frente.
—¡ESTEBAN! ¿QUÉ INTENTAS? ¿MATARNOS?
—QUERIDA, TE JURO QUE NO ES ASÍ... SIMPLEMENTE NO PUEDO.
Ellos se reclamaban y Miguel comenzaba a arrepentirse de su plan.
Unos kilómetros más adelante, Paula visualizó un camión (tráiler) que se aproximaba y ya no tenían muchas salidas.
—E-Esteban —llamaba ella, sacudiendo el brazo del otro—. E-Esteban...
—Cariño, espera... —él pensaba en la alternativa del freno de mano.
—¡ESTEBAN! —gritó con todas sus fuerzas para que la oyera.
El mayor decidió levantar la cabeza y encontrarse de frente con el transporte tan grande que los amenazaba.
No hubo tiempo de reaccionar para el piloto y el copiloto, pero un pasajero de la parte de atrás abrazó al otro, protegiendo su cabeza con sus brazos, apretando levemente.
En un corto lapso de tiempo, se escuchó una frase:
—Te amo.
El impacto llegó, arrastrando el auto de la familia junto con otros tres en el camino. Un vehículo así de grande y pesado, no era tan fácil que frenara rápido.
Un accidente vial cobró la vida de varios.
[...]
Mike iba despertando y pudo reconocer que estaba en una camilla, junto a una ambulancia y varios paramédicos. Ellos buscaban, auxiliando en el proceso, a personas con heridas que no fueran de gravedad.
Los más afectados ya habían sido enviados al hospital.
Una auxiliar se le acercó al menor y empezó a interrogarlo.
—Hola, buenas tardes, mi nombre es Zoe. ¿Te encuentras bien? —también inició a tomarle los signos vitales y ver la dilatación de sus pupilas.
—Mmm —comenzaba a reaccionar mejor y posó una de sus manos en su cabeza—, c-creo que no. T-todo me da vueltas.
—Es normal que sientas eso, ¿Cuál es tu nombre?
—M-Miguel.
—Muy bien, Miguel.
Ella se apartó y llamó a una unidad para que lo llevaran e internaran en el hospital. Luego regresó al lado del otro.
—Tranquilo, ya viene una ambulancia por ti.
—Agh, ¿Y m-mi familia? ¿Y Ari? —preguntó.
—Te darán información en el hospital, no te preocupes.
El rubio ya no usó más sus fuerzas y se relajó en la camilla, esperando que el transporte fuera por él.
[...]
Pasaron unos 5 días y el de ojos grises casi se recuperó completamente, entonces recibió la visita de alguien; Lillian.
Ella entró a la habitación en la que estaba e inmediatamente también lo interrogó.
—¡Miguel! ¿¡Qué pasó!? —se sentó a su lado y lo agarró del brazo.
—¿L-Lillian? —la miró—. ¿Q-qué haces aquí?
—Pues me enteré que hubo un accidente y quise venir a verlos, pero solo me dejaron pasar a verte a ti —relató ella—. ¿Qué pasó en el accidente, Miguel?
—Mmm, n-no recuerdo mucho, s-solo que al coche le fallaron los frenos y después de ahí, t-todo es borroso, Lillian.
—Ow, no te preocupes —sonrió, lo calmó y acarició su cabeza—. Descansa, niño.
—¿Y Ari? ¿Y mis padres? —consultó subiendo su presión.
—No, no, ellos están bien —buscaba relajarlo—. Cálmate.
—Es que no he recibido noticias de ellos desde que llegue aquí. Estoy preocupado —reclamó levemente.
—A mí tampoco me han dicho nada, Miguel. Debemos ser pacientes, fue lo único que me aconsejaron.
—¡No quiero ser paciente! ¡Quiero verlos!
Un enfermero entró a la habitación y llamó de inmediato la atención de los dos.
—Mmm, ¿Señora Jiménez? —hablando a la psicóloga.
—¿Sí? —se levantó ella y se puso frente al otro—. ¿Qué sucede?
—Le tenemos el informe de los pacientes que nos pidió, ¿Podría seguirme? —solicitó.
—¡Y-yo también quiero ir! P-por favor —replicó el rubio desde la cama.
—Lo siento, Miguel, pero tú estás en una condición delicada y no puedes levantarte —explicó el enfermero.
—¿¡Quiere apostar!?
Molesto, el de ojos grises se arrancó la administración del suero que a su brazo estaba conectado, junto con otros cables más. Después se levantó, caminó unos pasos y se detuvo al lado de la especialista.
—¿Ve? E-estoy en perfectas condiciones. Ahora lléveme a donde está mi familia, incluído Ari Coronel —exigió.
El trabajador suspiró.
—De acuerdo. Por aquí —salió por la puerta y los guió a otras habitaciones.
Lillian ayudó al menor a caminar y lentamente fueron tras el auxiliar.
Un par de minutos después, los tres llegaron a una habitación que tenía tres camas y se oía el sonido de la máquina de pulsos.
—Aquí está Paula Montes —informó el enfermero—. Está estable y quedó inconsciente por el impacto de la bolsa de aire, al igual que el golpe en la cabeza cuando el vehículo se volteó.
—¿Despertará? —inquirió la mujer.
—Sí. Los doctores tienes previsto que sí.
El auxiliar avanzó a la otra camilla.
—Él es el Esteban Bernal y está en el mismo estado que su esposa; inconsciente por un golpe en la cabeza.
—También despertará, ¿No?
—Claro, así lo diagnostican.
La última camilla.
—El Señor Coronel... Es el más lesionado de los tres.
—¿Qué tanto? —vocalizó el rubio, jugando con sus manos.
—Fuertes contusiones en la cabeza, golpes por todos los brazos y las piernas, una pierna y un brazo casi fracturados...
—A ver, ¿Contusiones en la cabeza? —interrumpió nuevamente Miguel.
—Sí, ¿Por qué?
—¿Por qué? ¡Porque eso tiene severas consecuencias!
—Oh, de hecho, esa es la noticia trágica —se avisó—. Probablemente el Señor Coronel quede en coma por un tiempo extenso o fallezca en el intento.
La noticia cayó como balde de agua fría a los dos, principalmente a Mike.
Era cierto eso de que no vería a su pareja durante mucho, mucho tiempo... O quizá para siempre.
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[N/A]
-Vocabulario-
¹ Jurar con insistencia o añadir fuerza al juramento.
[...]
[🖤🥀] La palabra que puse antes tiene unos tres significados, pero ese es el que sirve en este contexto.
En fin, watch this! :D
No creí que llegaría a un número tan grande pa' mí :'3 ¡Muchas gracias a todos por el apoyo recibido! 🥰✨
¡¡¡Bye!!!
-AshleyHgoRdz
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