Aún recuerdo nuestras risas, esas peleas en las que siempre me dejaba ganar aunque no tuvieras la razón, solamente por el hecho de ver tu cara de ganadora burlándote de mí, y es que juro que no había nada más lindo que eso, lo juro.

Recuerdo que nos revolcábamos en la cama, que corríamos a la cocina y el último en llegar preparaba la comida, que caminábamos siempre de la mano y hacíamos que las personas se bajaran de la banqueta con tal de no soltarnos, tremendos mal intencionados que éramos.

Recuerdo también que te parabas en la ventana apenas comenzaba la lluvia, y al verte ahí de espaldas, en mi cabeza sonaba una orquesta de pensamientos de dos piezas, que concluían en que no había paisaje más lindo que tú en este jodido  planeta.

Recuerdo que comenzó la distancia, que empezamos a luchar por ver quién carajos mandaba el mensaje primero después de los pleitos, como si importara más ganar una guerra estúpida, hacernos los fuertes y regar nuestros egos con alcohol.

Recuerdo que ya no te encontraba tan brillante, y quizá te pasó lo mismo, poco a poco nos íbamos destejiendo y borrando de los planes uno del otro, ese futuro juntos se iba desvaneciendo y en lugar de tomar el pincel, nos sentamos en primera fila a verlo.

Recuerdo nuestras promesas, esa felicidad cada mes al ir por ese helado, tus bailes ridículos y mis toneladas de tonterías para que nunca parara tu risa, los viajes que hicimos, los besos, los polvos, y aquella vez, donde dijimos nos vemos pronto y ya no nos vimos.

Recuerdo que ese amor bonito nos duró hasta que lo descuidamos, hasta que olvidamos los pequeños detalles, hasta que dejamos de necesitarnos, de valorarnos, de presumirnos y de apapacharnos, y de vez en cuando me pregunto, qué sería de nosotros si aún tomáramos juntos el desayuno”.

Que sería de nosotros Fernanda???

7 años después.
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