Capítulo seis: es complicado decir la verdad
En cuanto desperté las imágenes de la noche anterior llegaron a mi mente, haciendo que no quisiera despertar y seguir durmiendo para siempre.
No lograba comprender cómo había sido posible pedirle a Liam que se quedara conmigo, lo odiaba, pero sabía que él era mi salvaguardia y el único que podía "protegerme" o al menos eso era lo que pensaba mi padre y en lo que para mí no tenía nada de lógica.
Comencé a parpadear poco a poco y vi mi pared de la habitación celeste, con lentitud me volteé hacía el otro lado temiendo ver al chico allí y para mi gran sorpresa no se encontraba.
Volví a respirar con normalidad.
Al parecer se había ido en cuanto me quede dormida, tenía un enorme agradecimiento que haya actuado de esa manera. No quería despertar y verlo a mi lado.
Mis pies tocaron la alfombra blanca del suelo en cuanto me senté en la cama adormilada.
Las imágenes seguían llegando a mí, recordando el miedo que pasé y que nadie se dignó a decirme la verdad, eso era demasiado molesto ya que estaba involucrada.
Caminé hacia la puerta descalza, mucha flojera estaba en mi haciendo que tuviera un pésimo carácter.
En cuanto la abrí me llevé una gran sorpresa al ver a la persona que me cuida casi quedarse dormida, sentí un poco de lastima.
—Hunter no te pagan para dormir—dije olvidándome de los sentimientos reales. Abrió los ojos de inmediato y lo primero que pudo ver fue una sonrisa hipócrita de mi parte.
Salí directa al comedor donde estaba segura que se encontraba toda la familia esperándome, aunque me lo negara a mí misma incontables veces era demasiado agradable estar todos reunidos.
Al llegar me detuve en seco, mi rostro cambió mostrándose confuso y triste. Solo mi madre se encontraba presente, levantó el rostro de su plato y sonrío del mismo modo que su hija, con preocupación.
Tomé asiento frente suyo esperando a que trajeran mi comida, no tardaron en hacerlo. La incomodidad se apreciaba con mucha claridad.
—Mamá—La llamé y se giró a verme—, ¿puedo hacerte una pregunta?
—Claro Megan, dime—respondió aún más preocupada que cuando llegué al comedor. Ella sabía que le quería preguntar y esperaba, deseaba que me dijera la verdad.
—¿Qué fue lo que sucedió ayer en la noche? ¿Por qué casi todos los guardaespaldas me "encerraron"?—dije tratando de no parecer nada interesada cuando era todo lo contrario. Saber que me ocultaban era uno de los más grandes deseos que tenía.
Mi mamá dejo de comer para mirarme sería, después lo hizo con Liam pidiendo ayuda. La tensión se elevó al máximo, el apetito se me quito y a la señora le temblaba el labio del nerviosismo que sentía en ese momento.
El sonido de su pie golpeó al suelo con rapidez, intentando salir de ese apuro aquello indicó que nada andaba bien.
Palideció haciendo que me asustara y corriera a ponerme a su lado, Hunter hizo lo mismo, algunas personas trajeron agua para ayudarla pero ella no parecía mejorar haciendo que mis nervios aumentarán.
De un momento a otro se levantó de la mesa para salir de ahí, dejándome sorprendida y con un vaso de agua en las manos.
Volví a sentarme en mi lugar aún con el vaso junto a mí. No comprendía que le había sucedido, pareció como si hubiera recordado algo malo en cuanto hice las preguntas.
Miré hacia mi pie descalzo preocupada he hice el mismo acto que ni madre, moverlo de arriba hacia abajo provocando que fuera el único ruido de esa habitación y que la mirada de Liam fuera más penetrante.
No pude seguir comiendo y salí de ese lugar asfixiante, sentía que me quitaba toda la libertad y el oxígeno para respirar. En cuanto abrí la puerta que da directo al jardín una brisa acaricio tomo mi cuerpo haciendo que cerrara los ojos. Caminé hacia la fuente para sentarme bajo de ella, pensar toda mi vida, desde que puse un pie en este mundo hasta ese día.
Estaba tan concentrada que no me di cuenta cuando mi hermano llegó y se sentó a mi lado. Abrí los ojos despacio y sonreí al verlo.
No existían palabras para explicar cómo me sentía cuando estaba con Christopher, era una felicidad que invadía todo mi cuerpo, era algo que no se podía explicar.
—Aún te sigue gustando venir aquí ¿verdad?—habló mirándome a lo ojos, tratando de averiguar qué pensaba.
—Siempre me gustará, el lugar me tranquiliza y hace que piense mejor las cosas—respondí guiando la cabeza hacia el inmenso árbol que trepábamos juntos— Es complicado vivir en una casa donde te mienten ¿lo sabías?
Se sorprendió al escuchar mis palabras, él sabía a qué me refería y por eso no habló. Estaba pensando sus palabras tratando de entrar a mi mente y poder lograr que les creyera sus mentiras, había madurado, conocía como era el mundo y no caería como tantas veces lo hice.
—Megan, no entiendo a qué te refieres—dijo haciendo que humo saliera de mis oídos. Eso, eso era lo que más me molestaba de él, se hacía el que nunca se enteraba de algo y era todo lo contrario. Ese chico entendía a la perfección a lo que me refería y no iba a gastar mi tiempo explicándoselo.
Lo miré con burla haciendo que se enojara.
—Chris has mejorado en mentir, felicidades—sonreí sarcástica.
Se encontraba molesto, pero no dijo nada sabiendo que estaba en todo mi derecho de ponerme de esa manera y hasta peor. Solo agarró mi mano dándole un apretón.
Mi cuerpo estaba empapado, chorreaba agua de el, al igual que el de mi hermano, lo miré sonriente y le lancé más agua desde la pistola.
—¡Ya rindete!—Le grité corriendo hacia atrás del nuestro árbol favorito.
Saqué mi rostro del árbol buscando a Chris, pero me lleve una gran sorpresa al no encontrarlo y preocuparme. Alguien tocó mi hombro haciendo que brincara un poco del susto para después recibir un montón de agua en todo el cuerpo.
—¡Muere!—gritó burlándose de que mi pistola se haya caído y no pudiera levantarla, él seguía mojándome sin piedad.
Se le acabó el agua y aproveché para salir corriendo de ahí, él traía mi arma.
—¡Christopher!—Le grité por su nombre completo, me encontraba enojada—¡Dame mi pistola!
No hizo nada más que seguir persiguiéndome con dos juguetes en su mano riendo a carcajadas, mientras que corría sin intenciones de parar. No vi la piedra que estaba en mi camino y que provocó hacer que me cayera y raspara toda la pierna.
El llanto mío y preocupación de mi hermano al verme así no tardaron en llegar.
—¿Megan estas bien?—preguntó tirando las pistolas al suelo y acercándose a mí corriendo.
—Me duele—susurré entre el llanto y cuando ya es encontraba a mi lado.
Christopher no sabía que hacer, tenía miedo que mi padre lo regañara y lo único que pudo hacer fue acercar su rostro a mi pierna y darle un delicado beso.
Quede perdida en mi mundo recordando ese momento y haciendo que algunas pequeñas lágrimas se escaparan, Chris se sorprendió al ver eso y trató de quitarlas lo cual lo impedí.
—¿Qué sucedió ayer en la noche? ¿Tú si podrás responder mis preguntas o te irás sin decir nada?—hablé tratando de no mostrar la desesperación que sentía al saber la verdad.
—Lo lamento Megan...
No quise escuchar más, esas tres palabras hicieron darme cuenta que si quería saber la verdad tendría que averiguarla por mi cuenta y es lo que haría. Rompería las reglas que teníamos.
No dije nada y entré a la casa, con la mirada de mi hermano en la espalda y un inmenso dolor en el pecho al darme cuenta que hasta la persona que más amas y en la cual más has confiado siempre terminara traicionándote.
Necesitaba ir al boxeo y golpear cualquier cosa, no importaba que fuera, tenía que desahogar la furia o sino explotaría en cualquier momento.
Subí corriendo a mi habitación con un Liam asustado de lo que iba a hacer, nadie me prestó atención, parecía como si no existiera.
Damien pasó frente a mí y me detuve.
—¿Sabes dónde están mis guantes de boxeo?—pregunté. Hace mucho tiempo no los usaba, desde que tenía el problema de las drogas y el doctor me lo recomendó. Ayudó demasiado y lo quería devuelta.
El mayordomo se sorprendió ante mi pregunta.
—Megan hace mucho no los utilizas así que han de estar en el sótano—Me desesperé, los necesitaba ya—, le diré a Guadalupe que los busqué y en cuanto los encuentre te los entregue.
Agradecí y seguí corriendo a mi habitación, necesitaba cambiarme si quería ir al gimnasio de la mansión.
Busqué sin mucha importancia la ropa junto con los tennis y al hacerlo tomé las vendas que tenía guardadas sin que nadie supiera, con bastante dificultad (ya que hace mucho tiempo no lo hacía) logré ponérmelas.
Los guantes aún no llegaban haciendo que quisiera golpear mi cabeza contra la pared.
Abrí la puerta del balcón para que ventilara el aire en la recámara y en cuanto lo hice vi a Christopher entrar a la casa junto con mi padre, ambos llevaban el rostro muy serio. Esa era una de las oportunidades para saber qué sucedía en mi casa.
Respiré hondo y comencé a bajar por las rejas que había pegadas a la pared tratando de hacer el mínimo ruido y que Liam no se diera cuenta que me estaba saliendo de mi pieza. El miedo comenzaba a llegar junto con el arrepentimiento, pero al saber que de esa manera podría enterarme de lo que sucedía nada me importó.
Mi pie izquierdo se resbaló a causa de que se encontraban aún un poco mojadas porque las habían acabado de limpiar, casi me caía, pero logré agarrarme de una mano. Miré hacia abajo y aún me faltaba por llegar.
"Me arrepentiré por esto" murmuré para mí misma y me solté de la única mano que me sostenía de tener una gran caída y si fue lo que obtuve al llegar al suelo.
Todo mi tobillo se dobló haciendo que quedará ahí tirada inmóvil por unos segundos y que no pudiera levantarme por el dolor.
Me armé de valor y empecé a caminar cojeando con el pie izquierdo.
El despacho de mi padre no se encontraba muy lejos de mi habitación y gracias a eso no tarde en llegar sin que nadie logrará verme.
El pie me pulsaba y el dolor iba aumentando.
Mi ropa estaba llena de tierra, pero sin importante el aspecto que tenía pegué el oído a la puerta tratando de escuchar.
—Megan me odia y todo es gracias a ti, dile la verdad y comprenderá—exigió mi hermano con un tono de voz molesto.
—No lo hace, solo se siente decepcionada...
—¡Eso es mucho peor!—gritó con tristeza y rabia en él—Si vuelve a preguntar le diré la verdad...
Me moví de lugar para poder escuchar mejor, pero no vi la maceta que se encontraba fuera del despacho, mi tobillo lastimado se golpeo ahí haciendo que gritara con demasiada fuerza y volviera a caer al suelo del dolor.
Mi padre abrió la puerta son preocupación y se encontró con su hija tirada en el suelo llorando y con un tobillo demasiado hinchado.
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