Capítulo diecisiete: cambio de lugar.
Escuché ruido y poco a poco comencé a abrir los ojos, pero al hacerlo por completo me arrepentí, habían arreglado la luz después de tantos días de oscuridad.
Seguía tratando de escapar de ese lugar, así que me movía en la silla y provocaba caerme al suelo y aunque me levantaban casi siempre, yo seguía cayéndome, días después se rindieron y me pegaron a la pared para amarrarme a ella con una cadena, sí, más protección.
Volví a abrir los ojos con delicadeza y vi a la chica castaña sonriéndome desde él interruptor de la luz, le correspondí el gesto y volví a pegar mi cabeza en la pared cerrando los ojos.
Cada día en una hora en específico me traían un pequeño sándwich con agua, para no morirme de hambre, pero eso sólo era una vez y ya había adelgazado demasiado.
Mis manos estaban llenas de tierra, sudor y hasta sangre al igual que mis piernas y brazos, a causa de golpes que me daban en algunas ocasiones. Tomé un puñado de tierra con mi mano derecha y comencé a jugar con ella, tratando de no pensar en nada malo y no volver a llorar como cada noche lo hacia cuando todos se iban y me dejaban sola en la oscuridad.
-Tranquila, pronto estarás con alguien que te quiere-dijo Isabelle y voltee a mirarla sorprendida, pidiendo más información.
-¿Qué?
Dije con mi boca seca.
-No, no es nadie tu familia, ya olvídate de ellos- habló e hizo su sonrisa más grande al ver mi rostro lleno de tristeza y a punto de llorar- Te quiere otra persona que te cuidara mejor...
-Isabelle no le estés dando información a Megan- la reprendió Fuhrman entrando por la puerta y ella rápido guardó silencio.
Él observó mi aspecto eh hizo una mueca, para luego salir de ahí.
Me quedé confundida por lo que acababa de pasar ¿qué harían conmigo?
El hombre que estaba arreglando el interruptor salió al igual que la chica y volví a quedarme a solas. No lo soporté y comencé a llorar, tratando de liberarme de esas cadenas que tenía atadas a mis manos.
La puerta se abrió y detuve mi llanto.
-¿Llorando de nuevo? ¿A caso no te cansas o se te acaban las lágrimas?- preguntó Gustavo caminando hacia mi con una pequeña llave en su mano.
-¿Para qué es esa llave?
No respondió y se arrodilló para estar a mi alcance y me libero la mano derecha, después siguió con la izquierda, deje de sentir el pequeño dolor en cada mano, las observé y las tenía muy rojas.
Era mi momento de escapar, arriesgarme o morir en el intento.
-Ni se te ocurra escapar, que el señor Fuhrman no se lo pensara ningún minuto para matarte- me avisó como si estuviera leyendo mis pensamientos.
Me levantó y por primera vez, después de aproximadamente tres semanas me puse de pie con ayuda de él, acomodo mis brazos atrás de mi espalda y me guió hacia la salida.
-¿A dónde vamos?- pregunté asustada.
Siguió caminando hasta que salí de esa oscura bodega y vi el gran sol, todos me miraban cuidando cualquier movimiento que hacía.
Había hombres por todos lados y cada uno de ellos traían grandes pistolas colgando de sus pechos u otros las traían en las manos.
Subimos a una camioneta negra en la parte trasera, ahí estaba Isabelle que me vio con asco y Fuhrman de copiloto.
Gustavo saco un pañuelo color rojo y me lo puso en los ojos para que no pudiera ver a donde me llevaban.
Mi pulso se aceleró y comencé a batallar al momento de respirar, estaba muy asustada, no tenía la menor idea de a donde iría.
El auto se detuvo y yo me asusté aún más. Me quitaron la venda y vi que estábamos en una gran mansión (no igual a donde yo vivía, pero era grande) comenzamos a caminar hacia adentro y los trabajadores de ahí me miraban con lástima, como si supieran lo que me harían.
Los observé pidiendo ayuda, pero en el mismo instante en que posee mi mirada en ellos, él o ella la retiraban.
Subimos hasta el segundo piso y me metieron a una gran habitación.
Sólo estábamos Isabelle, Gustavo y yo. La chica caminó hacia el ropero y cogió un lindo vestido color rojo, era largo y escotado.
-Entra a la ducha- ordenó apuntado a una puerta que había en la recámara.
Obedecí y comencé a bañarme. Todo hubiera sido perfecto si estuviera con mi familia.
Al terminar de bañarme tome una toalla y la coloqué en todo mi cuerpo y salí del baño.
El vestido que había agarrado Isabelle, unos tacones altos negros, ropa interior y una nota estaban arriba de la cama, caminé hacia ahí y la agarré para leerla.
Vístete con lo que te puse, no pienses hacer nada malo, por que ten por seguro que te arrepentirás.
Isabelle.
Hice caso a lo que me dijo, me puse todo a excepción de los tacones y me acosté en la cama, para al menos descansar un poco. No dormí por el miedo a lo que iba a suceder, pero logré hacer que mi cuerpo descansara.
Escuche que alguien insertó la llave para abrir la puerta y rápido me senté en la cama.
Isabelle entró con un hombre y dos chicas caminando atrás de él.
Comenzaron a arreglar mi rostro. A peinarme y maquillarme, todo eso no era algo bueno.
Decidieron que mantuviera mi cabellera rubia suelta y las puntas estuvieran un poco rizadas, mientras que el maquillaje fue algo natural con un colorete rojo intenso.
-¿Para qué es todo esto?- pregunté caminado hacia la salida.
No sabía si seguía siendo de día o de noche ya que la recámara no tenia ventanas.
-Vamos a venderte- respondió emocionada Isabelle.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro