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Capítulo dieciocho: no se a donde voy.

Tuve que sostenerme de la pared al escuchar a Isabelle decir aquello.

-¿Qu-qué estas diciendo?- pregunté y estaba segura que me había puesto completamente pálida.

-Vamos a venderte- repitió emocionada y comenzó a caminar hacia afuera.
Hizo que la siguiera.

Seguía sin saber por que sólo me habían secuestrado a mi ¿por qué no a mi hermano? Y ahora iba a hacer vendida a un hombre que no conocía, era imposible no llorar.

-No quiero que derrames ninguna lágrima- me amenazó- por que te aparecerán muchos más hematomas de los que te maquillaron.
La asesiné con la mirada y ella sólo me sonrió mostrado sus perfectos dientes blancos.

Bajamos las escaleras con cuidado y me di cuenta de que era una gran fiesta, pero sólo se encontraban hombres bebiendo vino en una copa y platicando entre ellos.
Muchos se me quedaron viendo, me comían con la mirada y yo me sentía sucia, trataba de esconderme con algo, pero seguíamos caminando.

Me guió hacia una gran habitación, en ella no se encontraba nada más que unas veinte chicas más asustada que yo.

-¡Su nueva compañera!- gritó Isabelle y cerró la puerta con llave detrás de mi.

Observé a cada una de las chicas, eran de once a veinte años y todas estaban vestidas muy elegantes y maquilladas.

-¿Eres Megan Stone? ¿Hija del presidente?- preguntó una de las chicas más grandes de ahí.
Traía su cabellera castaña clara completamente lacia y un vestido negro, sus ojos color verdes me miraban con curiosidad y asombro.
Asentí con la cabeza.

No supe que decir, tenía tantas preguntas en mi cabeza que quería que salieran todas y me fueran respondidas con la verdad. Caminé para sentarme en el suelo en una esquina de la pared, mientras que las miradas de todas las chicas me seguían.
Pegué mis piernas a mi pecho y mi cabeza la escondí entre mis piernas, unas lágrimas comenzaron a resbalarse de mis mejillas.

-Tranquila, llorar no arreglara nada.
Pensé que la que me había dicho eso era una de las chicas más grandes, pero no fue así. Era la muchacha más pequeña de ahí, qué tenía su mano en mi hombro.

Verla me recordaba cuando yo tenía su edad (entre unos once o trece años) era rubia, con unos grandes ojos color cafés oscuro que me miraban con ganas de ayudarme.
Le di una pequeña sonrisa y limpié algunas lágrimas que había en mis mejillas.
Ella me la respondió y me ayudó a levantarme del suelo, todas sólo nos miraban.

-Soy Lyndsy.

-Megan.

Comenzamos a charlar acerca de nuestras vidas, tratando de olvidar lo que sucedería cuando fuéramos haya afuera con tantos hombres.

La puerta de volvió a abrir y mostró a una mujer con un gran cuerpo, su cabello era negro y sus ojos color miel buscaban a alguien en la habitación, su mirada se posó en mi y Lyndsy.

-Tú- apuntó a mi nueva amiga- ven aquí.
Ella asustada caminó hacia la mujer y salió de la habitación. Volví a quedarme sola y más preocupada con saber que le harían.

Afuera se escucharon gritos, chiflidos y al final muchos aplausos. Poco a poco fueron sacando a las muchachas, hasta que sólo quedamos tres chicas y yo.
Sabía que era la siguiente, la tensión se podía cortar con unas tijeras y lograba escuchar como latía rápido mi corazón.

-Stone eres la siguiente.
La misma mujer que se había llevado a todas fue por mi. Caminé hacia ella y antes de salir voltee a ver a las tres muchachas que me miraban asustadas.

Llegamos al lugar donde estaban todos los hombres reunidos y Fuhrman estaba arriba de una tarima con un micrófono. Volteo a verme y todos hicieron lo mismo.

-Sonríe.
Ordenó en mi oído cuando íbamos caminando juntas para subir a la tarima.

-Ni lo sueñes- susurré y sentí como sus largas uñas postizas se encajaban en mi brazo derecho. Tuve que hacerlo porque sentí como una gota de sangre se resbalaba por mi brazo.

Subimos y me encontré a un lado del hombre que más odiaba en mi vida.
Me sentí como un objeto cuando estaba arriba, estaban subastándome.
No tenía idea de cuanto ofrecían por mi ya que estaba paralizada del miedo, sabía que era bastante dinero ya que Fuhrman no dejaba de sonreír.

-Vendida...
Esa sencilla palabra hizo que saliera de mi estado de shock. ¿A quien me habían vendido?
Miré por todos lados hasta que vi a un hombre joven caminando hacia nosotros.

Estaba vestido muy elegante, sus ojos color azules me miraban con deseo eh hizo que me alarmara aún más. Me entregaron a él y me tomó por la cintura pegándome hacia su cuerpo.

No sabía que hacer, miré por todos lados y en cada puerta había dos grandes hombres robustos vestidos de negros con pistolas, no había forma de escapar de ahí.

Me tomó de la mano a la fuerza y caminamos hacia la puerta principal.
Salimos y el aire frío de la noche azotó mi piel descubierta, él no hizo nada al ver mi reacción.
Una gran limusina se detuvo frente a nosotros y obligada por pistolas en mi cabeza tuve que subir.

-Estas más linda de lo que imaginé- dijo bebiendo algo en una copa, su mano se movía de arriba a bajó en mi pierna izquierda. Sólo cerraba los ojos, tratando de no llorar en ese instante.
Llegó a mi parte íntima y me alejé rápidamente.

-No será fácil contigo- me sonrió desde una esquina- Ya me lo habían advertido.
Volvió a acercarse hacia mi, pero ahora con una jeringa. Mi cuerpo comenzó a moverse tratando de evitar que me inyectarán, fue imposible hacerlo.

Lentamente mi cuerpo se debilitó y mis párpados se cerraron.

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