Capítulo cinco: la confusión no se va
Mis tacones y los zapatos de Hunter era lo único que se escuchaba en el centro comercial, los vendedores estaban en silencio mirándonos con temor y que la hija del presidente les comprara, sería un éxito para ellos, presumirían a todo el mundo y no, no lo lograrían, ya que nada me gustaba, nada alcanzaba mis grandes expectativas.
Bufé cansada y me senté en una banca un poco alejada de las tiendas, mis pies me dolían de tanto caminar, así que me quede ahí durante bastante tiempo, descansando.
Liam me miraba curioso de lo que había echo, ignoré su mirada penetrante que al parecer solo la usaba conmigo, era demasiado molesto.
—Aún falta ir a una tienda, aunque es la más pequeña que hay aquí— dijo después de un tiempo que estuvimos en silencio.
Me quede pensando, no creía que ahí encontraría nada que me gustara.
—¿Cuál es la tienda?— Me levanté del asiento y seguí a Hunter, hasta encontrarnos en una pequeña tienda, donde solo había una chica mirándonos con curiosidad, sorprendida de verme ahí.
—En que... ¿En qué puedo ayudarla señorita?— pregunto nerviosa acercándose a nosotros, veía como su cuerpo entero temblaba, no lo entendía.
Comencé a observar todo con cuidado.
Busqué a Liam con la mirada, pero se desapareció por un momento, hasta que regresó con un hermoso vestido color azul, mis ojos brillaron de felicidad al verlo en sus manos.
Lo tomé emocionada y me miré en el espejo cerca de nosotros, lo acerqué a mi cuerpo y al parecer quedaba perfecto.
—¿Qué le pareció?— Liam preguntó. No respondí y la chica me guío hacia el vestidor para poder medírmelo, estaba segura que era el indicado.
El vestido tenía algunas pequeñas piedras en todo el torso y era de color azul, me quedaba perfecto, salí y fui a pagarlo. Entregué la tarjeta de crédito y cuando estaba por salir la chica me llamó.
—Señorita, perdón por molestarla, pero ¿podría tomarme una foto con usted?
Me giré y la mire completamente sorprendida por lo que me acababa de decir. Sonreí, no fue de esas sonrisas hipócritas o burlándome de ella, solo fue eso, una simple y sencilla sonrisa.
—Claro, ¿tienes celular o una cámara?— pregunté acercándome a ella.
Negó con la cabeza avergonzada.
—No, ese es el problema— susurró.
—La tomaré con mi celular— Se asombró— Te la podré enviar por algún correo o en Facebook o puedo mandar a alguien a que te la traiga ya impresa.
Se acercó corriendo a mi, sabía que ella quería abrazarme, así que yo lo hice y Liam tomó la foto sorprendido igual que la chica.
—Me llamó Mckenzie, muchas gracias por la foto— dijo feliz y sin pedir autorización se acercó a mí para darme un fuerte abrazo, mientras unas lágrimas se derramaban de sus ojos.
—Un placer Mckenzie.
• • • • •
Llegué a mi casa y como era costumbre nadie me recibió, subí hacia mi recámara para comenzar a arreglarme. Al entrar vi una pequeña nota en mi cama.
"Megan, vendrá un estilista profesional a arreglarte, no te hagas nada, solo ponte el vestido que compraste y espero sea el adecuado para la ocasión"
Con cariño mamá.
Enrollé el papel y lo lance con furia al suelo, sabía que ella no había escrito aquello, esa no era su caligrafía, pero estaba segura que le había pedido a alguien que lo hiciera, ni si quiera tenía tiempo para su hija. Caminé con paso decidí hacia la salida, mientras el papel lo iba arrugando con la mano, apretándolo con demasiada fuerza. Iba a ir con mi madre a reclamarle, nadie vendría a hacerme nada.
—¿Claudia sabes dónde está mi mamá?— pregunté a una de las sirvientas que iban pasando frente a mi.
—Lo lamento señorita, no la he visto—dijo y siguió su camino.
Me enoje aún más, no podría reclamarle nada, pero nadie entraría a mi recámara.
La noche había llegado y lo que me prometí se cumplió. Mi cabellera la llevaba suelta y mi maquillaje era lo adecuado.
Abrí la puerta de la habitación y sonreí, no había nadie ahí, Liam no se encontraría ya que la casa estaría mucho más llena de guardaespaldas por qué vendría gente demasiado importante.
Era algo absurdo que se realizará una fiesta en mi hogar y ni si quiera supiera el por qué, así era mi vida, nunca me notificaban nada y ya estaba cansada de eso, algún día tendría que cambiar aquello.
Las cámaras se encontraban ahí, saludaba a todos tratando de ser lo más educada posible, que era lo mismo a ser una total hipócrita, tenía que saludar a gente que no conocía y también a gente que odiaba, era algo desesperante, lo único que me ayudaba a seguir adelante era Christopher que siempre estaba a un lado mío.
—Megan— susurró mi hermano a mi oído, tratando de hacer que nadie se diera cuenta— ¿Y si ponemos algo de música más divertida?
Lo miré asombrada, pensé que ya había madurado, pero seguía siendo el mismo chico y lo amaba más por eso.
Fuimos hacia donde se encontraba la música y ahí estaba un señor, no fue complicado convencerlo para que nos diera el poder de la música. El dinero lo puede todo.
Al principio todos quedaron sorprendidos al escuchar lo que habíamos puesto, pero los pocos jóvenes que habían ahí, comenzaron a bailar y también algunos adultos se animaron a hacerlo. Me uní a ellos junto con Chris.
La música dejo de escucharse, todos guardaban silencio para saber qué sucedía y esperando a que no fuera nada grave. Escuché personas corriendo y antes de que me diera cuenta estaba en medio de un círculo, echo por los guardias de seguridad. Me moví de un lugar a otro asustada, sin comprender que era lo que sucedía, intente empujar a un hombre, pero era imposible salir de ahí. Estaba rodeada y a oscuras sin tener la menor idea de que sucedía.
—¡Chris!— grité alterada y con dificultad al respirar, el miedo se estaba apoderando de mi cuerpo. No recibí respuesta alguna, seguí empujando a los hombres tratando de escapar y correr de ahí, iba a gritar de nuevo, pero sentí como una mano cubrió mi boca y sujeto con fuerza todo mi cuerpo, impidiendo poder moverme.
No duré mucho en esa posición, cuando las luces volvieron a encenderse, me soltaron y miré hacia todos lados. Liam se encontraba detrás de mí y había impedido que gritara.
Salí corriendo de ahí en busca de mi familia.
Corrí por todos lados mientras que Liam lo hacia detrás de mí, queriendo que me detuviera, no lo haría, el miedo que tenía era inmenso.
Me volteé para ver si iba a lograr atraparme, pero al distraerme hizo que chocará con alguien y cayera al suelo.
—¡Megan!— Se escuchó el gritó.
Giré el rostro y aún en el suelo comencé a llorar, mi hermano se agachó para abrazarme con fuerza.
—¿Qué sucedió?— susurré cuando logré tranquilizarme.
Me ignoró y ayudó a levantarme del frío suelo.
Liam caminaba detrás de nosotros.
Transcurrieron las horas, todos los invitados se habían ido y mis padres, Christopher y yo nos encontrábamos reunidos en el despacho de papá.
—¿No podemos hablar en alguna habitación?— pedí fastidiada de siempre tener que platicar en ese lugar. El peor de toda la casa.
—No Megan, lo lamento...
—Tú no lamentas nada— Lo interrumpí groseramente y recibí una mirada de regaño— ¿Podrían decirme qué sucedió? ¿Dónde estaban ustedes? ¿Por qué me encerraron los guardias?— guardé silencio esperando una respuesta— Tengo muchas preguntas.
—Solo fue un fallo técnico...
—No, no lo fue.
Nadie quiso responder nada.
Lo único que pudieron hacer fue enviarme a mi habitación y evitar que siguiera preguntando.
Al llegar a mi destino vi que la ventana de mi balcón se encontraba abierta, siempre la cerraba. Un poco asustada caminé hacia la puerta y la abrí.
—Hunter ¿Quién entró a mi cuarto? La puerta del balcón está abierto y yo siempre la cierro— dije.
Sin responder entró a mi habitación, sin permitirme entrar con él.
—¡Idiota abre la estúpida puerta!—grité golpeándola, pero él no hizo caso, así que me rendí y me senté en el suelo a esperar a que la abriera.
—Puede entrar señorita Stone— avisó saliendo de la recámara. Lo miré con odio y cerré la puerta de un portazo detrás de mi.
¿Qué le sucedía a todos ese día?
• • • • • •
Estaba corriendo, no entendía lo que sucedía.
Mi cuerpo estaba lleno de sudor y estaba muy cansada, pero no podía parar, no sabía la razón, pero si lo hacia algo malo me sucedería.
Corrí por un gran pasillo oscuro y no encontraba la salida, cada vez que pensaba llegar a ella, el camino se hacía más largo.
Alguien venía detrás de mi, no reconocía su rostro ya que traía algo negro que lo cubría, estaba por alcanzarme.
Mi corazón latía demasiado rápido, estaba muy asustada, sólo quería escapar de ese lugar, donde no veía a a nadie y no me sentía protegida.
Me senté de un salto en la cama y observé hacía la ventana.
Estaba llena de sudor, mi boca se encontraba seca y tenía un gran miedo.
El sueño que había tenido fue como si en verdad me hubiera sucedido, no podía hablar.
Dirigí mi mirada hacia el baño y vi una sombra, no pude más y grité.
Liam entró sin pedir permiso asustado.
—¿Qué sucede?
No podía hablar, el sueño que había tenido me seguía provocando miedo.
Apunte hacia el baño y él se dirigió hacia ahí, pasaron algunos minutos y no había nadie, todo fue parte de mi imaginación.
—Es hora de que siga durmiendo— dijo y fue a caminar hacia la salida.
—Por favor no salgas de aquí, no me dejes sola— murmuré.
Caminó de regreso conmigo y se sentó a un lado mío. Volví a acostarme para dormir.
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