Inesperada Pregunta
Era un día soleado en él santuario, la mayoria de los caballeros dorados habían ido al pueblo de Rodorio a divertirse en algún bar.
A excepción de dos caballeros que decidieron quedarse en el santuario, uno porque no le gustaba salir e ir a tomar cómo los demás y prefería leer un libro bebiendo café, el otro declinó la oferta porque no quería dejar solo a su amigo, aunque deseaba irse con los demás a tomar cerveza hasta quedar totalmente ebrios, pero prefirió hacerle compañia a su amigo y compañero de armas Camus De Acuario.
Se encontraban en el onceavo templo tomando un café sentados en el sofá de la sala conversando amenamente.
- En verdad Milo no tenías que quedarte a hacerme compañia, puedo cuidarme sólo ¿Sabías?
Además yo sé que te gusta divertirte con los demás, lamento ser un aburrido amigo. Decía el caballero de acuario con la mirada seria pero el tono de voz que usaba era triste, ya que era verdad a él no le gustaba ese tipo de cosas, sólo con el caballero de escorpio mostraba la parte sensible de él, porque con los demás su forma de ser era frívolo y reservado.
- Vamos Camie, sabes que lo hago con gusto, además me gusta tu compañia y estar a solas contigo. Lo último lo dijo en un susurro apenas audible y con un sonrojo en sus mejillas pero que logró escuchar el caballero de acuario dejándolo pasar ya que de seguro malinterpretó las palabras de Milo.
- Lo sé, pero es mejor que te vayas con ellos, aún es tiempo para que te diviertas. Te dejo libre, anda vete Milo. Lo dijo en con seguridad, dando un sorbo a su café aunque en el fondo de su corazón deseaba que su adorado escorpión se quedara.
Por su parte el peliceleste estaba sorprendido, no sabía que hacer.
Él deseaba irse pero por otra parte quería quedarse con su príncipe de los hielos, la decisión la tomó rápido sin pensar más.
- ¡No! No me iré Cam, aunque me lleves a rastras hasta el pueblo yo te seguiré de nuevo hasta tu templo. Además no hemos tenido tiempo para tener una tarde de amigos nosotros dos. Las reuniones que se hacen cada semana en el templo que sale sorteado conviviendo los doce caballeros y el patriarca admito que son geniales ya que todos nos podemos conocer mejor pero a veces es bueno que entre amigos convivamos también, anda Camus ¿Qué dices? Hazlo por los viejos tiempos. Decía el escorpión con una sonrisa y poniendo cara de cachorrito, sabia muy bien que esa técnica nunca fallaba con el peliagua.
- Está bien, además tienes razón desde que volvimos a la vida las guerras han parado y los dioses tienen un tratado de paz, pero no por eso dejamos nuestros deberes a un lado como caballeros de Atena y sólo una vez a la semana tenemos día libre para hacer lo que sea. El caballero de acuario odiaba admitirlo pero ese gesto que hacía Milo de cachorro abandonado era su punto débil, a ojos del francés le parecía hermoso y tierno a la vez.
- Lo vez Cam, siempre tengo la razón. Una sonrisa arrogante se formó en los labios de Milo, orgulloso de haberle ganado a Camus, pero se esfumó tan pronto cómo llegó ya que un cojín se estampó en el rostro del griego y un francés riendo a carcajadas.
- Jajaja no exageres Milo, que ni tú te la crees. El aguamarina no paraba de reír, si bien se sabía que era inexpresivo y malhumorado con sus demás compañeros, con el escorpión era diferente, podía reír y divertirse. Hubieras visto tu cara jajajaja.
Camus no paraba de reír y se llevó ambas manos al estómago ya que tanta risa ésta le dolía.
Milo por su parte pensaba como cobrarselas a Camus a modo de venganza hasta que una idea se le cruzó por la mente mientras veía a su amigo que aún continuaba riendo y secándose pequeñas lagrimitas que salian de sus ojos.
- Con que esas tenemos francesito, guerra quieres pues guerra tendrás. ¡¡¡Pelea de almohadas!!!. Tomó un cojín del sofá y entrecerró los ojos para atacar a su amigo que dejó de reírse al escuchar que le declaraban la guerra.
- No, espera bicho todo fue un accidente amigo. Decía riendo nerviosamente y tomando con caútela otro cojín del sofá, tan distraído es el peliazul que ni siquiera lo notó. Pero un caballero dorado nunca baja la guardia.
- ¿Eh?
El peliagua se abalanzó hacia Milo lanzándole varios golpes con el cojín, ni siquiera los pudo esquivar ya que lo tomó desprevenido y fue tan rápido, como pudo se levantó del sofá esquivando uno que otro golpe por todo su cuerpo que le daba Camus persiguiendo al escorpión, ambos caballeros parecían niños pequeños jugando por todo el templo.
Los gritos divertidos y risas se escuchaban si es posible hasta las demás casas zodiacales, por suerte nadie estaba como para que escuchara todo el escándalo que habia en el templo de acuario.
🦂
La diversión siguió 15 minutos más dónde ambos amigos no paraban de pegarse con el cojín y sus risas que inundaban todo el templo llenándolo de alegría persiguiendose hasta el cansancio y haciendo un desastre por todo el lugar, lo que le esperaba a Camus ya que a él le gusta tener todo en ordén y su templo no lo parecía.
Un tornado de cabellera azul arrasó con todo el lugar.
- Ya no puedo más, me rindo Milo. El caballero de acuario ya no soportaba el dolor en su estómago y se dejó caer en su cama ya que la persecusión terminó en la habitación del peliagua.
- Yo támpoco Cam, yo támpoco, me duele todo. Contigo si que me divierto en extremo jeje. El peliazul se tiró en la cama, a un lado de su amigo los dos mirando hacia el techo en un silencio cómodo.
Hasta que el escorpión decidió romperlo para hacerle una pregunta a Camus que tenía cerrado sus ojos.
- Oye Camus te puedo hacer una pregunta?. Milo no se atrevía a voltear a ver su amigo ya que su cara mostraba vergüenza por lo que iba a preguntar.
- Claro, pregunta lo que sea. Por su parte Camus aún tenía los ojos cerrados.
- A ti te gusta alguno de nuestros compañeros?.
La pregunta que le hizo Milo hizo que abriera muy grande sus ojos y quedarse mudo porque tenía dos opciones: responder con una mentira piadosa o la verdad.
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