Capítulo 8: Te creo
Misma rutina, aunque no tan igual, pues habían diferentes emociones y algo nuevo se aconteció en esa mañana, pues Víctor se sentó en la mesa a desayunar con Elira quien lo vio sorprendida, ya que él no acostumbra desayunar con ella y lo que más le asombraba era que no traía consigo su tablet.
—¿Estás enfermo? —preguntó la menor mirándolo fijamente.
—No. ¿Acaso no puedo desayunar contigo?
—Eso es raro, jamás lo has hecho, sólo la cena. Y aún así estás ocupado.
—Pues hoy quise hacer algo diferente, de hecho, a partir de hoy, cada vez que vayamos a comer en esta mesa, lo haré sin trabajar.
—¿Por qué?
—¿Te molesta?
—¡No! –la joven tapó su boca, pues subió la voz con emoción y pensaba que el mayor se enfadaría—. Lo siento.
—Esta bien. —dijo acomodando su servilleta para empezar a comer.
—Dijo que… ¿Está bien? —la joven miró el reloj de pared y se levantó de golpe— Se me hace tarde —tomó su vaso de jugo de naranja rápido y recogió su mochila que estaba al lado de la mesa—. Tengo que irme —ella se acercó a él y le despidió dándole un fuerte abrazo, cosa que al contrario le sorprendió—. Gracias.
—Sí…
La chica subió al auto con una gran sonrisa que a Adrián le encantó, pues ahora ella estaba volviendo a ser aquella niña alegre que tanto recordaba.
—Adrián, Víctor me dejó ir festival de la escuela, y dijo que podía hacer lo que sea. Claro que me pidió mantenerle informado.
—¿En verdad? Felicidades mi niña. ¿Y que harás?
—Eso quería preguntarte. No tengo idea.
—¿Y en tu escuela van a ir con uniforme?
—No, Elena me dijo que podemos ir con ropa casual.
—Bien, y supongo que ese chico con quien te vi ayer te va a llevar ¿no?
—¿Eh? No…
—Pero te gustaría, por lo que veo.
—¡Cla-Claro que no! —formó un puchero que hizo reír al contrario.
—Se te nota mucho. Oye Elira ¿ese joven no se te hace conocido?
—¿Conocido? Pues no. ¿Por qué?
—No, por nada. ¿Aún recuerdas a la señora Angélica?
—¿Cómo olvidarla? Su comida era la mejor y ella me consentía mucho. —Elira resplandecía de alegría.
—¿También lo extrañas a él?
—Sí —no retiraba su sonrisa, y tenía una mirada de nostalgia—. Ya no recuerdo su cara ni su nombre, pero no me olvidó de su esencia. Era mi mejor amigo…
—Y tu caballero —río fuerte—. Recuerdo muy bien cuando jugaban en el jardín, él siempre decía que tú eras su princesa y que te protegería de cualquiera que te tratara de hacer daño.
—¿Mi caballero? —algo en ello le causaba intriga, como si fuera un recuerdo efímero.
Prontamente llegó a la escuela, se despidió de Adrián y miró alrededor para ver si su amigo había llegado, pero no encontraba su moto, así que decidió ir al salón.
Recorría los pasillos con tranquilidad buscando su teléfono en su mochila, pero algo la detuvo en su caminar empujándola hacia un salón vacío donde cayó de espaldas.
—Buenos días —Evelyn se avistaba burlona junto a su novio—. ¿Qué haces tan sola? ¿Tus perros se han cansado de ti?
—Déjame en paz.
—Sabes lo que pasará si hago eso. En vez de ti, serán tus esclavos.
—Ellos son mis amigos, no mis esclavos.
—Eh. ¿Y desde cuándo tienes amigos? Después de todo los golpeas a la primera que te ofenden ¿no?
—¿Qué? —Elira tenía una cara de desafío que fue cambiada por ese comentario de la mayor.
—Hace poco me enteré que en tu anterior escuela, golpeaste a tu “amiga” —dijo simulando las comillas— por ese tonto anillo de fantasía. ¿Y sabes qué más? Esa supuesta amiga tuya es mi prima.
—No es cierto, yo no la golpeé…
—Lo hiciste, te vieron. Y ya que estás aquí, me voy a encargar de que pagues por ello. Esos amigos tuyos deben saber la clase de maniática que eres.
—¡No hice nada!
—¡¿Qué le están haciendo a Elira?! —Reidar entró de golpe al salón después de haberla escuchado, apartó a los que estaban frente a ella y él se plantó delante con los puños apretados y una mirada de enfado.
—Oh, ¿muy valiente, chico? —dijo el novio de Evelyn.
—Ian, cálmate, no podemos pelear aquí, además ese chico no sabe nada de esta idiota —mencionó dirigiéndose al muchacho—. Escucha, esa tonta sólo busca divertirse contigo, no le importas. Por tener dinero se cree mejor que los demás y si estás en desacuerdo con ella, simplemente te vota e incluso te golpea.
—¿De qué demonios hablas? Elira no es así.
—Sí lo es. Cuéntale Elira, sobre aquella chica que supuestamente era tu amiga y que golpeaste porque insultó tu baratija de anillo de juguete.
—¿Elira? ¿Eso es verdad?
—Nadie nunca me cree de cualquier modo. Si sabes cómo soy ¿por qué te metes conmigo, Evelyn? —respondió con notorio enfado.
—¿Qué te dije? Si no quieres que te vaya mal, deberías alejarte de ella. —atina a decir guasona la pelirroja, a lo que la chica se levanta y se va deprisa del salón hacia el suyo.
—Elira, espera. ¿Qué pasó? ¿A qué se refería esa chica? –preguntó el joven una vez llegaron a su aula.
—Ya la escuchaste ¿no?
—¿En verdad hiciste eso? ¿Por un simple juguete?
—¡No es un simple juguete! No para mí.
—Pero golpear a alguien por eso...
—No lo hice, pero igual nadie me ha creído nunca a excepción de Adrián, mi chófer, ha sido el único quien me cree.
—Entonces yo también.
—¿Qué?
—Elira, si dices que no lo hiciste, entonces te creo. Y además, estoy seguro que Elena también te va a creer.
—¿Por qué?
—Porque somos amigos. Ahora, con su permiso, mi princesa —el joven la rodeó con sus brazos dejando a la chica sin habla—. La voy a abrazar mucho.
—No entiendo a Reidar… pero… me hace sentir tranquila. –dijo en sus adentros mientras corresponde el gesto.
×~×~×~×~×
Una semana tranquila pasó, días en las que Reidar apenas y se despegaba de Elira y en los cuales era muy atento con ella, hasta en los detalles más mínimos, algo que causaba en Elena brincos de felicidad.
—¿Y bien? —preguntaba la castaña con tono divertido— ¿Cuándo formalizan su noviazgo?
—¡E-Elena! —mencionó su amiga sonrojada.
—Uhm —Reidar seguía el juego de su compañera y puso un brazo encima de Elira—. Muy pronto, ten paciencia.
—Reidar… —la peliblanca se encogía de hombros de la pena que sentía.
Después del almuerzo, las chicas regresaban del baño a su salón de clases.
—No deberías decir esas cosas, Elena. Reidar ya tiene a alguien que le gusta.
—Y eres tú.
—No, no soy yo. Es una vieja amiga que tenía aquí antes de volver.
—¿En serio? Pero si es muy caballeroso contigo.
—Él lo es con todos.
—No es cierto, tiene un trato muy diferente hacia a ti. Contigo no para de reír como bobo. Ja, ja, ja, además de que bueno, anda todo el día siguiéndote, básicamente.
—Yo no lo creo.
—¡Elira! –el muchacho esperaba al par frente a la entrada del baño—. Elena. —saludó risueño mientras que la castaña miraba guasona a su amiga.
×~×~×~×~×
En la casa de Elira, ella se hallaba cenando con Víctor, quien mantenía su promesa de nada de trabajo en la mesa, aunque no tuviera algún tema de conversación con su tutorada y se dedicara a mirarla con esa sonrisa que ahora veía más seguida.
—Víctor… ¿Puedo regresar más tarde mañana? Solo un par de horas.
—¿Por qué?
—Mis amigos me invitaron a ir por un helado.
—Quiero que te reportes tomando un foto donde te vea con ellos.
—¡Gracias!
El mayor sonrió levemente por su entusiasmo y volvió a su comida al igual que ella.
El día siguiente llegó donde el trío fue en moto hasta la nevería en el que pasaron el rato riendo y tomando fotos. Elira mandaba algunas cada cierto tiempo a Víctor que las recibía y revisaba mientras estaba en una junta.
—¿Y quién es la afortunada? —preguntó uno de sus ejecutivos y amigo en la empresa— Has estado muy sonriente.
—Elira. —respondió a secas sin sonreír ahora.
—¿Qué? ¿La afortunada es tu… tutorada? Amigo, ella es menor de edad.
—¿Qué? ¿De qué hablas? Ella ahora está divirtiéndose con amigos —mostró su teléfono con una foto en la que aparecía con sus amigos—. Me alegra que ahora salga y se vea feliz.
—Uff, era eso, pensé que era otra cosa.
—Como sea, necesito que llames a Mónica.
—¿Para qué?
—Necesito sus consejos femeninos.
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