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Capítulo 7: Permiso

—¡Elira! —dijo Elena abrazando a la joven en cuanto la tenía cerca.

—Buenos días, Elena. —responde con una sonrisa.

—Princesa. —Reidar se posó sobre ella rodeándola con el brazo usando una voz divertida.

—Buenos días, Reidar… Deja de llamarme así.

—Ja, ja, ja, lo siento.

—¿Y cómo estás?

—Bien, no fue nada grave, sólo estoy un poco adolorido, pero todo bien.

—Perdóname… —bajó la mirada y el chico le jaló las mejillas. —Ay…

—Estoy bien. Ahora, vamos a hablar de algo más importante. —Elena miraba divertida la escena.

—¿Algo más importante? –la chica se sobaba sus cachetes después de que el muchacho la soltara y se parara orgulloso— ¿Qué cosa?

—Pues dentro de poco es tu cumpleaños ¿no? –mencionó Elena— Y cae el mismo día que el festival. ¿Por qué no vienes esta vez?

—No creo que sea buena idea.

—Vamos Elira —el joven la miraba con una sonrisa amable—. No será divertido si tú no vienes.

—Lo pensaré. –Elira estaba apenada por esa forma tan amigable con la que no está acostumbrada a ser tratada.

×~×~×~×~×

Las horas pasaron y las clases aburridas dieron paso al almuerzo donde el trío de amigos se encontraban comiendo en la banca bajo el árbol detrás de la escuela, con la peliblanca sentada en el medio.

—Oigan, hoy saldremos tres horas antes —mencionó Elena—. ¿Por qué no vamos a algún lado?

—Sería genial. ¿Por qué no vamos a la plaza a comer algo? —agrega el chico— Elira ¿a dónde te gustaría ir?

—¿Eh? No, yo no puedo ir –responde la chica haciendo al par mirarla fijamente—. Yo… no sé a dónde ir.

—¿De qué hablas? Siempre vas de tu casa al instituto y viceversa —habla la contraria—. Deberías salir un poco más.

—Sí ¿o acaso no te gusta salir? —preguntó el muchacho picándole la mejilla a la joven quien le dio un manotazo.

—No es que no quiera, me encantaría salir —Elira bajó la mirada—. Pero no puedo, más bien, no me dejan. Víctor, mi tutor legal me ha prohibido ir a otros lugares… Por eso no creo que pueda venir al festival.

—Pero…

—Ya casi se termina la hora, vamos. —la joven guardó sus cosas y se retiró para que sus amigos no trataran de convencerla.

Las horas volvieron a pasar y el turno de salir llegó, justo como dijo Elena, tres horas antes. Elira sacó su teléfono y estaba escribiendo un mensaje para que Adrián la viniera a recoger, pero Reidar le arrebató su celular.

—¿Qué haces? —Elira preguntó confusa.

—No te vas a ir ahora, iremos de paseo, tú y yo —volteó su vista a Elena—. Lo siento, pero me la llevaré primero ¿sí? —Elena asintió sin problema alguno.

—¿Qué? No, no puedo, no tengo permiso y Víctor se enojará si lo sabe.

—Entonces será nuestro secreto —la tomó de la mano y la hizo levantarse—. Te regresaré tu teléfono después de las tres horas, y volveremos a la escuela para que tu chófer te recoja ¿vale?

—Pero…

—Pero nada. Elira, debes salir de vez en cuando.

Los tres salieron de la escuela y se dirigieron a la motocicleta del chico, quien colocó su casco a Elira y luego se sentó.

—Vamos.

—No, no debería…

—Anda Elira —su amiga la tomó de los hombros y la encaminó a la moto—. Te lo mereces.

Con duda se monta con el chico y lo abraza por el torso, Reidar se despidió de Elena y arrancó con Elira aferrándose a él, quien río por ello. Cruzando las calles llegaron a un parque donde cerca, había un arroyo. Ambos bajaron y el joven la guío hasta ese pequeño cruce de agua, se quitó los zapatos y le indicó a la chica hacer lo mismo.

—Anda, que el agua es genial.

—No.

—No nos vamos a mojar la ropa, sólo los pies. Así que hazlo o te hago entrar con todo y zapatos.

—Está bien… –dijo en voz baja y quitando sus zapatos para luego unirse al chico— Esta fría…

—Claro, pero eso se pasa cuando te acostumbras —se sentó en una roca e indicó a la chica hacer lo mismo en otra roca que quedaba frente a él, cosa que ella hizo—. Es un bonito lugar ¿no?

—¿Cómo sabías de este?

—Porque he estado aquí antes. Yo vivía en esta ciudad, pero mi familia y yo nos habíamos mudado hace algunos años.

—Oh, entonces conoces esta ciudad ¿no? O al menos del pasado.

—Sí, un poco, y me alegra haber vuelto, de hecho deseaba hacerlo.

—¿Por qué?

—Hay alguien importante para mí aquí.

—¿Una novia? —preguntó riendo bajo.

—Quizá la convierta en ella más adelante, porque ganas no me faltan.

—¡Oh! Lo tienes decidido ya ¿eh? Pues espero que seas correspondido.

—Yo también —tomó un poco de agua entre sus manos y la lanzó a la cara de la chica—. Ja, ja, ja, un poco de agua para que te refresques.

ella contestó regresando la acción con más agua de la que él usó.

—Estamos a mano. –cruzó los brazos.

El chico río y le arrojó más agua, ella respondía igual y prontamente ambos luchaban salpicándose agua mientras reían. Reidar la tomó de la cintura y con cuidado la hizo caer al agua, ella lo jaló y ambos ahora reían en el pequeño arroyo sentados en él.

—Me hiciste terminar mojada.

—Lo siento —los dos reían y estaban muy cerca—. Elira, me gusta verte así, sonriente, feliz y libre. —la chica estaba sorprendida y se sonrojó por como el chico le sonreía.

Ambos salieron del agua y esperaron a que su ropa se secara un poco mientras hablaban, pero el momento pacífico se vio interrumpido por el sonar del celular de la chica. Adrián le marcaba.
No se habían dado cuenta que las tres horas se convirtieron en cuatro. La joven se asustó por que Víctor la regañara. Con apuro volvieron a la escuela después de haber contestado la llamada del chófer, quien se sorprendió al verla llegar en moto junto al chico.

—Adrián, lo siento, no medí la hora.

Ese chico… Elira ¿dónde estabas? Me preocupaste mucho cuando no te localizaba. ¿Y qué le ocurrió a tu ropa?

—No se molesten con ella, yo me la llevé, es mi culpa, quise que se divirtiera un rato. —Reidar intentaba a ayudar a su amiga.

—Está bien —suspiró—. Elira, vamos, Víctor quiere hablar contigo.

—Ay no… —la chica frunció el ceño de preocupación.

—Yo puedo hablar con él —dijo el chico—. Le explicaré las cosas.

—No —Adrián negó con una sonrisa—. Te lo agradezco, pero será mejor que no vayas. Elira vamos. –abrió la puerta para que la chica entrara.

—Sí… Gracias Reidar. –la joven puso una sonrisa, pero al joven le entristeció, pues esa sonrisa le reflejaba tristeza.

La joven se fue, ella estaba en el auto con la mirada baja y apretando con sus puños la falda, el mayor la veía de vez en cuando. Al fin llegaron a la casa y Adrián le sonreía para mostrarle apoyo, pero en ese momento ambos vieron a la entrada del hogar, pues Víctor yacía parado viendo con enojo a la menor. Se retiró y allí sabían que significaba que él la esperaba en la oficina.

—¿Puedo pasar? —dijo tocando la puerta.

—Adelante —contestó a secas haciendo a la menor tragar nerviosa y entrar con temor, cerrar la puerta y acercarse a la mesa sentándose frente al mayor—. ¿Y bien? ¿Qué tienes que decir en tu defensa?

—Lo siento.

—¡Elira! –el mayor alzó la voz provocando un pequeño salto de la joven— ¿A dónde fuiste?

—De paseo con un amigo…

—¿De casualidad el mismo del hospital?

—Su nombre es Reidar.

—No me interesa como se llame, te ordené que no le siguieras hablando.

—Pero quiero seguir siendo su amiga.

—Elira, basta. Compórtate, tenías que haber regresado a casa y no irte por allí. Conoces las reglas.

—¡Siempre las sigo! ¡Sólo quería un respiro! ¡Por primera vez en casi 9 años me divertí de nuevo!

—Baja la voz —fulminó con la mirada a la chica—. ¿Qué sólo piensas en divertirte?

—¿Y tú sólo piensas en reglas?

—No me retes —suspiró pesado—. Adrián había pedido permiso para dejarte salir con él el próximo mes. Le dije que lo pensaría, estaba considerando que podrías ir.

—¿Me dejarás?

—Ya no. Tú misma arruinaste tu oportunidad. Ahora sal, estoy enojado contigo, hablaremos luego —el mayor se recostó en su sillón, pero la joven permanecía sentada—. Elira, retírate.

—El próximo mes habrá un festival en la escuela.

—¿Qué? ¿Y eso qué?

—Déjame ir… Quiero ir. —ella apretaba su falda.

—No. Ahora vete.

—¡Quiero ir!

—¡Basta! No eres una niña para que andes con estos berrinches.

—Quiero ir. Por favor…

—¿Por qué?

—¿Sabes que día es ese?

—Sábado.

—Me refiero a la fecha.

—¿La fecha? No hay nada importante que yo recuerde a excepción de la muerte de tus padres.

—Por supuesto que no, a parte del aniversario de sus muertes, para ti jamás ha sido una prioridad o algo de importancia.

—Habla claro. ¿Qué tontería pasa en ese día? —se levantó con el entrecejo fruncido.

—Mi cumpleaños –Elira soltaba lágrimas, y el mayor abrió sus ojos con sorpresa—. Víctor, el único que me ha felicitado desde ese día ha sido Adrián. Cada año me trae un pastelillo con una vela encendida y me canta el Feliz Cumpleaños, pero jamás te das cuenta porque estás todo el día trabajando.

—Elira…

—Por primera vez he hecho lazos que quiero mantener, el chico del que me pides que me aparte, quiero mantenerlo conmigo. Aparte de Adrián, tú eres lo único que tengo… pero ¿de qué me sirve que estés presente si a la vez estás ausente? Mis amigos quieren celebrar mi cumpleaños ese día, ¡quiero ir!

—Deja de llorar —la joven apretaba su mandíbula y se limpiaba la cara, pero sus lágrimas no se detenían—. Tienes permiso para ir —con asombro la chica levantó su vista—. Y ese día eres libre de hacer lo que quieras, pero… ¿Elira?

—Gracias. –el mayor estaba sorprendido porque la menor lo abrazó con fuerza.

—Aún no termino —la apartó y se dio media vuelta—. Dije que eres libre de hacer lo que quieras, pero nada de vandalismo ni cosas de esas. ¿De acuerdo?

—¡Sí!

—Ahora ve arriba, la cena estará lista pronto.

Con entusiasmo la joven se retiró, el mayor seguía sorprendido por la reacción de la menor. Tomó su teléfono y hizo una llamada a su secretaria diciéndole que cancelara todas las clases programadas de Elira para ese día. Por otra parte, la chica confirmó a sus amigos que tenía permiso especial para su cumpleaños. No podía dejar de sonreír con inmensa alegría, por un día sería libre.

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