Capítulo 3: El caballero
El nuevo se sentó hasta atrás, las clases eran de lo más normales y aburridas para Elira, de vez en cuando volteaba su vista atrás para ver al muchacho que le intrigaba y le daba la impresión de que lo conocía de algún lado.
El almuerzo llegó y estudiantes se abarrotaban ante el nuevo para conocerlo mejor, por supuesto la peliblanca sólo salió del salón para comer, la presidenta tenía junta con los otros presidentes de las otras clases para ponerse de acuerdo para el próximo festival escolar, así que durante esa temporada, Elena no acompañaba a quien ella considera como su amiga, aunque Elira a ella no.
La joven estaba en su siempre lugar bajo el árbol terminando de almorzar, fue entonces que un grupo de cuatro de estudiantes se acercaron: dos mujeres y dos hombres y quien uno de ellos era Evelyn.
—¿Creías que esto iba a quedarse así?
—Era obvio que no. Reno Rodolfo. –Elira dijo eso con un tono burlón que provocó unas cuantas risillas de los amigos de la mayor.
—¿Te crees muy graciosa?
La joven sonreía forzadamente, pues aunque podía defenderse, sólo era si venía una persona, no ante un grupo de cuatro. Ellos tomaron a la joven y la arrastraron atrás de los arbustos, ahí tenían un bote de basura que le vaciaron el contenido encima, quedando embarrada de comida.
Los chicos la sujetaron de los pies y las manos a la vez que Evelyn tomaba una hamburguesa a medio comer y se puso a un lado de Elira mientas que la otra chica estaba tomando fotos con su teléfono.
—Discúlpate, y di que eres una zorra.
—¿Qué clase de pandillera te crees? Es la forma de venganza más patética que he visto. —atina a decir sonriendo y haciendo enojar a la mayor quien arremete con una bofetada, embarrando la hamburguesa en la cara de la menor mientras ella mantenía la boca cerrada con fuerza.
—¡Vete al infierno!
Después de embarrar más comida, vaciarle bebidas y haber tomado fotos, los cuatro chicos se fueron riendo de lo que habían hecho.
Elira se quedó un rato en el suelo con la mirada al cielo. Algunas lágrimas salían, pero se las quitó con enojo, pues odiaba tener que sacar ese lado débil, así que se levantó para ir a cambiarse, y al salir de entre los arbustos encontró al chico nuevo pasar por ahí.
—Tú…
—¿Qué te ha pasado? —pregunta preocupado acercándose para ayudarla. —¿Estás llorando?
—¿Qué? Maldición. No, estoy bien —responde tratando de marcharse, pero el joven la tomó del brazo—. ¿Qué crees que haces? Suéltame.
—No estás bien, se nota. Déjame ayudarte.
—¿Ayudarme? No necesito de tu ayuda, y estoy perfectamente bien. —la joven arrebató su brazo y se marchó con mucha cautela para no ser vista.
Una vez llegó a los vestidores procedió a ir a su casillero para ducharse y tomar su cambio de ropa. Una vez salió de allí, el joven transferido estaba fuera esperando, dándole una sonrisa de empatía a Elira, algo que la confundía.
—¿Qué haces aquí?
—Estoy preocupado por ti. ¿Por qué estabas cubierta de basura? ¿Quiénes te hicieron eso?
—No es asunto tuyo.
—Oh vamos, no puedes actuar así ante alguien que quiere ayudarte.
—No estoy pidiendo tu ayuda. Déjame en paz.
—Uhm, ahora veo el porqué de esos comentarios.
—¿Comentarios?
—Dicen que eres una estirada, no permites que nadie se te acerque, especialmente los hombres. Que te crees mejor que los demás.
—¿Ah si? Pues que bueno que lo sepas.
—No te equivoques. Yo no me guío por lo que la gente dice, sino por lo que veo.
—¿Qué? ¿Y a mí que me importa lo que creas o no? –el tono de su voz iba subiendo, normalmente una actitud de reproche hacia a los demás alejarse y que no volvieran a hablarle, sin embargo, sólo una persona había podido soportarla, y esa era Elena, pero ahora una persona más lo hacía y eso le molestaba.
—Bien, a partir de hoy seré tu fiel caballero.
—¿Mi caballero? ¿De qué demonios estás hablando?
—Voy a protegerla, mi princesa. –dice mostrando una sonrisa alegre, algo que a la joven le sorprendió y la irritaba.
×~×~×~×~×
Era otro día como cualquier otro, al menos hasta que bajó del auto, pues el chico estaba llegando también en su motocicleta, fue ahí que la joven recordó ese vehículo de dos ruedas de aquel día de mudanza.
—Hola, princesa —menciona sonriente y moviendo la mano saludando mientras se quita el casco y acomoda su motocicleta.
El joven ya traía puesto su uniforme, pantalón azul marino y camisa blanca de mangas largas, y encima el saco de igual color que el pantalón. Las chicas también tienen saco, sin embargo, Elira lo carga en la mochila y no le gusta usarlo a no ser haya un acto que requiera que lo lleve puesto.
—No me llames así, es vergonzoso. Mi nombre es Elira, recuérdalo.
—Bien, Elira, entonces no olvides el mío —ambos se encaminaron al salón, en el camino había murmullos y miradas postrándose sobre la chica que, aunque no eran nada inusual, esta vez eran extrañas, pues algunos reían—. ¿Qué ocurre?
La joven tenía una idea del porqué de esa actitud. Al entrar al aula encontraron a Elena quitando papeles que estaban pegadas a las paredes. Todas eran fotos de Elira en el suelo siendo sujetada y estando sucia con basura encima, por supuesto, la cara de sus agresores estaban tapadas.
—E-Elira… —menciona la presidenta sintiéndose mal porque no logró quitarlas a tiempo.
—Uhm… –ella se acercó a Elena quedando frente a las fotografías que estaban en la pared, puso una mano en su cintura y llevó la otra a su mentón tomándolo con el pulgar y el nudillo de su dedo índice— Mi cabello luce espectacular incluso así, no cabe duda que mi belleza ilumina hasta a la basura —añade alzando las manos como restando importancia—. Déjalas, no importa, es una buena decoración para estas paredes tan tristes. –atina a decir con una sonrisa a la vez que pone su mano en el hombro de Elena.
—No lo demuestra, pero le duele. –dice en sus adentros la chica mirando triste a su amiga dirigiéndose a su asiento a leer como siempre.
Elena continuó quitando las fotografías con la ayuda de Reidar, logrando quitarlas hasta que iniciaran las clases y con ella, la misma rutina otra vez. En la hora del almuerzo, Elena se sentó frente a Elira.
—¿No tienes junta con los otros jefes de grupo?
—Hoy no. Así que vamos a comer.
—No vayas con el director.
—Pero te están acosando, eso no está bien, y como presidenta y amiga no puedo permitir eso.
—O eres la presidenta o eres mi amiga, pero no las dos. —dice desviando la mirada.
—Es la primera vez que mencionas la amistad. —Elira permaneció en silencio ignorando eso.
—Sólo no lo hagas. Déjalo pasar.
—Pero…
—Princesa Elira —el joven se acercó poniéndose en cuclillas a la vez que se recuesta con sus brazos sobre la mesa de la peliblanca—. Voy a la cafetería, no quieres acompañarme, claro que tu amiga también está invitada.
—¿Qué te he dicho sobre eso de decirme princesa? No lo hagas. —replica frunciendo el ceño.
—Lo siento, pero me gusta como suena. ¿Y vienes?
—No. Traigo mi propio almuerzo.
—Oh… ¿Y no quieres que traiga algo para ti?
—No.
—¿Segura?
—Sí.
—¿Muuuuy segura? –dice extendiendo esa U exageradamente.
—¿Si digo que un jugo de naranja dejarás de molestarme?
—Enseguida te lo traigo. –menciona levantándose y acompañado de otros chicos del salón de los que ya se hizo amigos.
—¿Qué fue eso? —pregunta burlona Elena— ¿Quién lo diría? Apenas llegó el nuevo y ya lo tienes a tus pies, princesa Elira.
—¿Y esa confianza? No sé de qué hablas, es molesto e irritante. —desvió la mirada.
—Vaya, pero si ya hasta lo conoces bien para decir eso. —dice soltando una pequeña risa.
×~×~×~×~×
Elira se encontraba sola en el salón, pues Elena había sido llamada para debatir unos detalles sobre el festival próximo, mientras tanto, la joven se encontraba leyendo su libro, como siempre sumergida en el mundo de tinta escrito a mano sin dejar ver la tapa del libro, con los audífonos puestos que la hacían estar más inmersa en la historia.
—¿De qué va? —pregunta el chico habiéndose puesto atrás de Elira. Regresado de almorzar puso la caja fría de jugo de naranja en la mejilla derecha de la chica y hablándole en el oído izquierdo, haciéndola cerrar su libro abruptamente y dando un pequeño salto por la impresión.
—¡No aparezcas así de repente! —menciona sonrojada volteándose y quedando cerca de la cara del chico.
—Wow, te ves linda. –dice poniendo el jugo en la mesa.
—¿Qué? —la chica estaba confundida.
—Que te ves linda. —repite sonriendo con amabilidad.
El joven puso sus manos en la mesa, arrinconando a Elira, que en cuyo rostro se plasmaba un rubor haciendo notar su vergüenza. «¿Quién es este chico? ¿Qué quiere?»
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