Capítulo 2: Nuevo estudiante
Elira regresaba a su salón, estudiantes la vieron salir de los vestidores con su típica actitud firme y desafiante, ella tiene una reputación algo rara, pues, aunque no es una buscapleitos, tampoco es una princesa indefensa que espera a su príncipe azul, ni siquiera parece que le importe cosas como el amor.
—¡Elira! ¿Qué ha pasado? —preguntó una joven de cabello castaño medio largo amarrado con una dona formando una coleta—. Tienes sangre en el codo.
—Genial, que asco. No es nada, presidenta. –dice restando importancia, Evelyn salió corriendo en dirección a la enfermería, pasando a un lado de las chicas mientras cubría su nariz y podía notarse sangre en su ropa.
—Elira... —menciona soltando un suspiró de desgano— ¿Tienes con que cambiarte la camisa?
—Sí —la joven fue de nuevo a los vestidores a sustituir su ropa, la chica la acompañó para evitar que alguien más tratara de tomar venganza—. No sé por qué insistes en tratar de llevarte bien conmigo.
—No tienes ni una sola amistad. Me preocupo por ti.
—Te han estado molestando también. Y no necesito esas tontas relaciones sin sentido. Estoy bien sola.
—Nadie está bien solo. Por eso soy tu amiga.
—¿Mi amiga? —miraba al suelo después de estar lista.
Elena Jasper es la compañera de Elira y la presidenta de su clase, trata de mantener un ambiente de paz entre los demás compañeros, y se empeña en no apartarse de la peliblanca siendo muy amistosa.
«Aun no descubro que quiere esta chica, siempre me trata bien... Demasiado bien». Piensa mientras ve por la ventana del segundo piso a los pájaros en el árbol que queda al lado.
El día había terminado, la joven regresaba a casa, que más que verlo como un hogar, lo sentía como una prisión, una jaula. Veía el mismo paisaje que conocía perfectamente y podía recordar sólo con cerrar los ojos. Si ella tuviera el don del dibujo podría plasmar dicho paisaje a la perfección, sin embargo, algo captó su atención, algo había cambiado en un fragmento por el que pasó.
Un camión de mudanza estaba siendo descargado en una casa pequeña, viendo fugazmente a un chico de espaldas de cabello de melena corto y muy oscuro, quien empujaba una motocicleta al modesto garaje con una puerta corrediza hacia arriba color rojo.
Finalmente, llegaron a la mansión, con la puerta eléctrica siendo abierta por el guardia de seguridad que estaba dentro del perímetro mientras que otros dos estaban fuera. El auto paró en la entrada y la chica salió con su mochila subiendo hacia su habitación decorada de un color lila en las paredes, con un dibujo de un árbol y mariposas en color blanco, en el techo figuras luminiscentes de estrellas, lunas y soles, una cama grande de madera con un colchón suave y esponjoso con sábanas blancas, al lado un escritorio espacioso y confortable ordenado perfectamente en donde había una foto familiar.
Ella tomó la silla y se sentó agarrando el recuerdo capturado. Un hombre de buen porte e imponente, y una mujer hermosa, ambos de cabello negro, ambos cargando felizmente a una pequeña de 7 años el día de su cumpleaños.
×~×~×~×~×
—Señorita Elira —habla una de las sirvientas—. La cena pronto estará lista.
—Gracias, bajaré enseguida. —dice después de haberse despertado, pues se había quedado dormida sobre la mesa con la fotografía en manos y estando aún con el uniforme puesto.
La joven se dirigió al baño, se dio una ducha caliente y se puso ropa holgada: una camisa que le quedaba algo grande y un short que le llegaba arriba de las rodillas.
Bajó al comedor donde Víctor le esperaba en la larga mesa de madera sentándose frente a él, ni siquiera en casa o para comer se dejaba ver sin traje, sólo se quitaba el saco y la corbata, y eso era todo, tampoco dejaba de lado su tableta digital en la que apenas despegaba su mirada.
—¿Alguna novedad en tu escuela?
—Nada nuevo, lo usual, clases aburridas. —responde mientras las sirvientas proporcionaban los alimentos.
—Bien.
—Y le rompí la nariz a una chica que buscó agredirme. —añade haciendo a las muchachas voltearlas a ver, aunque sin sorpresa, ya que sabían que ella podía hacer esas cosas, después de todo la habían transferido por haber peleado en otra escuela.
—Elira, crees que no te escucho, pero lo hago —menciona ordenando a la servidumbre retirarse—. Tus padres me dejaron tu custodia como tu guardián. Ya te cambié de instituto por aquel incidente y me encargué de que la verdad no saliera a la luz. Así que no vayas a ocasionar otro problema en este.
—Si tanto te estorbo, déjame en paz. De cualquier forma no somos nada.
—No empieces con ese asunto de nuevo. Sabes cuáles son tus obligaciones, sólo enfócate en cumplir con ellos.
—¡Ni siquiera puedo ir a un parque! ¡Estoy harta de estar dentro de estas paredes! —se levantó abruptamente golpeando la mesa con las palmas— ¡Todo el día estudiando, practicando y aprendiendo las reglas para ser una señorita! ¡Quiero respirar!
—Compórtate. Baja la voz, quita las manos de la mesa y siéntate. –replica el mayor mirando con desaprobación a la joven afligida haciéndola obedecer.
—Por favor, déjame salir.
—¿Y a dónde irías? ¿Con quién? No tienes ni un solo amigo por la reputación que te creas, tú misma apartas a todos los que te rodean, incluyendo a los buenos prospectos que elijo para ti como futuros esposos.
—No quiero que elijas a mi pareja. No quiero ser reconocida como una dama ejemplar de sociedad. Pronto cumpliré 16 y ni siquiera puedo hacer cosas de una chica normal de mi edad.
—He ahí el punto, Elira, tú no eres una chica normal. Eres la heredera de la fortuna de tus padres, una de las más prestigiosas y acaudaladas familias. Vives como una princesa, no hay nada material que no puedas conseguir, y por ello, necesitas aprender a gestionarlo. Así que entiéndelo. No eres normal.
El resto de la cena fue en silencio, nada más se habló dado que Víctor estaba concentrado en su trabajo, él se había convertido en el nuevo dueño y presidente de la empresa del padre de Elira. Ella se retiró a su habitación de nuevo, cerrando la puerta y acostándose en la cama abrazando a un peluche de oveja negra, uno de los últimos obsequios que tuvo por parte de sus padres.
Su padre aceptó comprarle ese peluche porque era diferente, todos en la tienda se llevaban una oveja blanca, sin embargo, sólo había una negra, así que pidió ese porque era diferente, como ella con su color de cabello y ojos.
Sus padres la dejaban ser ella misma, correr por cualquier parte del amplio jardín, trepar los árboles, jugar en el lodo, hacer cosas que cualquier niño haría, sin embargo, todo cambió cuando ellos murieron, el jardín se convirtió en un espacio sólo para estudiar, una niña de buen linaje no se debía permitirse manchar su ropa, sólo debía seguir las órdenes y nada más.
×~×~×~×~×
Un día más llegó, la misma rutina de siempre, la misma ruta de siempre, el mismo trato de siempre, nada cambiaba, todo era siempre igual, con miradas de admiración y odio, siempre con mensajes anónimos de desprecio, a veces añadían basura, algo que no era muy divertido a quienes habían cometido la broma, pues la profesora siempre ordenaba a alguien del aseo que lo limpiara, pues no querían hacer enojar a la joven de muy buena familia.
Una vez limpio el lugar, la maestra comenzaría a dar su clase, pero la puerta del salón fue tocada y luego abierta, llamando la atención de todos, incluyendo la de Elira, quien estaba haciendo su rutina diaria de ver a los pájaros en el árbol.
—Disculpe, ¿puedo pasar? —pregunta un joven sonriente de cabello oscuro y melena corta, rascando su cabeza por detrás.
—¿Quién es usted? —pregunta la maestra alzando una ceja.
—Buenos días —menciona entrando y extendiendo un papel para dar a la profesora—. Soy el nuevo estudiante transferido. Me disculpo por llegar tarde.
—¿Cuál es el motivo de su retraso?
—Soy nuevo en esta parte de la ciudad y me perdí, también me costó encontrar el salón correcto.
—Es lindo ¿no lo crees? —Elena preguntó en voz baja hacia la joven, quien se encuentra delante de ella.
—Sí, lo que tú digas. —responde sin prestar importancia.
—¿Y su uniforme? —pregunta la profesora al estudiante quien traía encima ropa casual.
—Me dijeron que me lo entregarían hoy, pero apenas pude encontrar el aula, así que preferí entrar a clases antes que otra cosa.
—Ya veo, entonces no hay problema. Preséntese.
—Muchas gracias —dice volteándose frente a sus compañeros—. Buenos días. Mi nombre es Reidar Grim.
El chico miraba a todos, pero su vista se posó en alguien en especial, a quien le mostró una sonrisa un poco más notoria antes de añadir algo más.
—Espero que nos llevemos bien.
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