Capitulo 6
Anthony dio un disimulado paso hacia atrás, empujando a Natalie a la espesura del bosque. La chica trastabilló torpemente detrás de él y el cazador se irguió, mas alerta.
—¡Quieto, Monstruo!
El vampiro no se movió. Tenía que pensar muy bien las cosas antes de dar un paso y, sin duda alguna, debía escapar de allí lo más rápido posible. Pero la cosa estaba complicada. La ropa de Natalie, y sus preciadas monedas de oro estaban a la orilla del río, a medio camino, entre ellos y el cazador. No podía marcharse sin él oro, lo necesitaba.
El tipo sonrió, ante la duda del muchacho, y Natalie observó horrorizada como este se preparaba y alistaba el arma hacia ellos. Tardó dos segundos en comprender que esa flecha podía matar a Anthony, convirtiéndolo en polvo. No se tomó demasiado tiempo. Sin pensarlo demasiado, se pusó frente a él. La flecha cortó el aire con un zumbido y, preparándose para el golpe, cerró los ojos.
De pronto, estaba en el suelo, con Anthony sobre ella.
—¿Es que acaso has enloquecido? —le increpó—. La punta es de madera, pero fácilmente atraviesa carne.
—Yo...
—¡Eso fue rápido! —exclamó el cazador, cruzando el río.
Los chicos espiaron por entremedio de unos arbustos. Aunque no estaban a la vista del hombre, él sabía dónde estaban. Anthony frunció el ceño y luego se giró hacia ella.
—Bordea el claro y ve por tus cosas y el oro. Yo lo distraeré.
Muy concentrada, Nat asintió. Él se levantó y ella aprovechó que el cazador volvía a fijar sus ojos en su presa mayor. Gateó, manteniéndose oculta, para luego correr por la linde del bosque, hasta rodearlo y posicionarse detrás de él.
Cuando Anthony le hizo frente, el tipo ya había pasado junto a sus cosas. Era ahora o nunca; tal vez tenía una oportunidad.
Se apresuró y corrió hasta su ropa. Las alcanzó, vitoreando que el cazador todavía siguiera viendo a Anthony. Detrás de él y pensando seriamente en que no le gustaba que ese viejo la viera casi desnuda, se puso las bragas. Pero cuando se agachó para tomar sus pantalones, el truco falló.
—¡No soy tan estúpido! —gritó el cazador. Sin quitarle los ojos de encima al vampiro, la apresó contra su costado, poniéndole una daga en el pecho.
Anthony se congeló. No esperaba que el tipo hiciera eso. Estaba tomado a la chica como cebo. No, definitivamente, no era estúpido. Se había dado cuenta de que Anthony la protegía... Un error que podía costarle la vida.
—Muy bien, sanguijuela, si valoras la vida de esta humana a la que estabas besando, acércate aquí y deja que te dispare. Ya sabes que ella estará mucho más segura en mis manos que en las tuyas.
El príncipe miró, incrédulo, como la punta de la daga se arrastraba hacia abajo, hacia el escote de Natalie. El era un vampiro demasiado blando y el cazador lo estaba usando en su contra, mientras demostraba cuan degenerado podía ser.
Pero no era necesario mostrar esa debilidad. Si quería evitar que el tipo le hiciera daño, tendría que ser frío.
—¿Realmente crees que me importa? —preguntó—. Era solo sexo; mátala si quieres.
—Claro que lo haré si quiero. Esto es sencillo. La verdad es que su vida no importa.
Anthony arqueó una ceja. ¿Qué el tipo no había venido por ella?
El cazador se rió.
—Te lo explicare, bestia —sonrió, apretando a Natalie con el brazo. Ella soltó un gemido y, sin intenciones, Anthony desvió sus ojos hacia ella—. Matar vampiros es mi trabajo, no me interesa si hay una cría de por medio. Simplemente le diré a Susan Seller que tú la asesinaste.
Ese tipo era de lo peor. Con el ceño fruncido, él apretó los puños.
—Seré una bestia, pero tengo más dignidad en un solo cabello que tú en todo el cuerpo.
Y con esa frase, el cazador se echó a reír.
—¿Dignidad? ¿Es en serio?
—Si —Él dio un paso al frente—. Dejaré que me mates.
Natalie dejó caer la mandíbula.
—¿Qué?
El tipo bajo los ojos hacia ella.
—Oh, vaya. No solo él se preocupa por la chica. A ti también te importa que lastime al vampiro, ¿verdad niña? —Y con un gruñido, clavo más la punta de la daga en su piel—. Es una lástima que no llegues a ser una encantadora potra adulta.
Natalie soltó otro gemido de dolor.
—Ya —Anthony gritó, acercándose—. Mátame, pero llévala con Susan Seller.
—Eso quería oír. —El hombre esbozó una sonrisa torcida.
Natalie sintió un nudo en el estomago, en cuanto Anthony se detuvo a tres metros de ellos. Como antes, no tuvo ni que pensar que no quería que él muriera.
El cazador levantó la ballesta con la mano libre y apuntó al vampiro. Pero, sin darse cuenta, dejó el cuchillo muy apretado contra el pechode la muchacha y ella soltó otro grito. Ante el sonido, aflojó un poco la daga y Natalie reconoció la buena oportunidad. Era algo absurdo, pero era algo. Sin más, enterró los dientes en la sucia mano.
El hombre aulló y el cuchillo se le escapó de entre los dedos. Ante la confusión, Anthony le arrancó a la chica de las manos, agarró las cosas del suelo y de un salto, cruzó el río para lanzarse a correr a toda la velocidad que le daban las piernas.
Natalie se quedó dura, observando como el bosque se movía a su costado a una rapidez increíble. Estaba empotrada al costado del vampiro como un balón de futbol americano. La presión del brazo de Anthony en su cintura y la velocidad mantenían sus piernas flotando en el aire, detrás de ellos.
Miró el cielo, apenas con nubes y se preguntó si había hecho lo correcto. Si Anthony hubiera muerto, ella volvería a casa. Y además, ¿el vampiro quería vengarse, no es cierto?
No supo durante cuanto tiempo estuvo corriendo. La anterior idea la distrajo por completo, pero volvió a la realidad en cuanto Anthony se detuvo abruptamente, agitado.
—Solo dame un segundo —pidió, dejándola contra un árbol.
—Estás cansado.
—La sangre que consumí no fue mucha. Me falta energía para ciertas cosas. Aún así —él suspiró—, no puedo detenerme. Ese cazavampiros es rápido.
—¿Estás seguro de eso? Es decir, se veía feo y peligroso —Dudosa, se tocó la pequeña herida en el pecho—, pero tú eres más rápido que él.
—No confío... Nos alcanzó demasiado rápido.
Volvió a alzarla y se lanzó a la corrida nuevamente. En seguida, ella tuvo deseos de devolver lo poco que tenía en el estomago.
—¿Puedes moverte un poco menos? —le pidió, cuando saltaba una roca bruscamente.
—No digas eso justo ahora, Natalie. Estoy corriendo para salvar mi vida y también la tuya. ¡Mira como dejó tu pecho! Realmente dudaba que te llevara con tus padres una vez que me haya asesinado.
Ella volvió a tocarse la piel.
—Estaba loco, creo.
—Tú lo estás más para salvar la vida de un vampiro.
Automáticamente, Naty se irguió, molesta ante el tono burlesco.
—¡Deberías agradecérmelo! ¡Puse mi cuerpo delante del tuyo!
Anthony reprimió una risa.
—No necesitaba que lo hicieras.
—¿Ah, no?
— No.
—¡Eres un...!
—Y ya empezamos... —la interrumpió él, con un suspiro. Los músculos de su cuello se tensaron, a pesar de la exhalación. Natalie se quedó dura, viéndolos, y despacio, sus ojos se deslizaron por su pecho—. ¿Un qué? —Entonces, se frenó bruscamente—. ¡Diablos!
—¿Qué? —preguntó, saliendo de su pequeño trance. Por suerte, Anthony no se había dado cuenta de que ella lo había estado viendo y menos que estaba recordado lo que habían estado a punto de hacer. Disimuladamente, se estiró para ver lo que Anthony estaba viendo. Se puso pálida—. ¡Ay, Dios! —exclamó al ver el enorme precipicio frente a ellos. Se aferró con fuerza a ya dicho cuello perfecto y él le dirigió una mirada extraña—. ¿No vas a saltar... desde aquí... hasta allí abajo, no?
Él le sostuvo la mirada y ella lo dedujo todo. Iba a hacerlo. Y antes de que pudiera sujetarse a él como debería, el príncipe saltó y descendió por el risco, a la vez que Natalie chillaba con toda la fuerza de sus pulmones, clavándole las uñas en la piel.
Anthony aterrizó con la agilidad de un gato. Se tomó unos segundos para respirar y luego le tapó la boca a la chica, que seguía gritando.
—Ya basta, tus gritos atraerían a cualquiera.
—¡Estás loco! —chilló Natalie.
Anthony esbozó una sonrisa traviesa.
—Lo sé.
Dejó de correr recién cuando llegó al otro lado de unas sierras. Completamente agotado, dejó a Natalie en el suelo y se apoyó contra el tronco de un árbol.
—¡No podrá alcanzarnos! —vitoreó ella, palmeando con las manos.
—No debes confiarte. Es un cazavampiros, sabe como actuamos, como nos movemos, que habilidades tenemos. Pero... necesito descansar un poco. —Echó la cabeza hacia atrás, largando un extenso suspiro.
Natalie se cruzó de brazos, mirándolo con las cejas arqueadas.
—Siento cobardía ajena.
Anthony clavó sus ojos enfurecidos y orgullosos en ella, automáticamente después de oírla.
—No soy... cobarde —respondió entre dientes.
—¿Y entonces por qué huimos?
—¿No te lo explique ya?
—Se supone que eres más fuerte que un humano.
—¡Él estaba armado! ¡Armado y desquiciado! No le importaba matarte con tal de destruirme. Y yo... ¡Estoy viejo y oxidado! ¿Sabes cuánto tiempo fui un vampiro libre? ¡Unos estúpidos cinco meses! ¡No he peleado en mi vida! Y mi instinto no me ayuda contra un hombre que tiene años adivinándolos. Estoy cansado, me falta fuerza, energía y además te tengo a ti. Tengo que cargar contigo.
Ella rechinó los dientes.
—Claro. ¿Si soy una carga por qué simplemente no salvabas tu pellejo y me dejabas ahí?
—¿Realmente quieres que te deje con él?
Natalie no le respondió; lo fulminó con la mirada. La verdad es que si tenía que elegir, prefería a Anthony, lindo, joven y mucho más limpio que ese tipo y además más digno de confianza que un loco que le decía potra. Pero debía tener en mente que él era un vampiro. Un vampiro que buscaba venganza.
Suspiró enfadada.
—Puedo dejarte aquí si quieres, seguirá mi rastro y te encontrara. —Anthony se levantó y caminó algunos pasos—. Aunque debo recordarte que aquí, siguen habiendo bestias peores que yo.
—¿Si me dices eso, como quieres que me quede aquí?
— ¡No quiero que te quedes aquí! Solo quiero que apagues un poco los gritos que dejas salir.
—¡Pues bien! ¡Dejare de gritar por cualquier cosa! —Ella aumentó el tono de voz.
—¡Bien!
—¡Bien!
Se miraron enfurecidos durante unos segundos, respirando agitados por el griterío. Natalie se cruzó de brazos y estrechó los ojos, intentado verse más amenazadora. Anthony mantuvo el silencio, analizándola cuidadosamente. Ninguno habló durante, al menos, un minuto.
—Bien —repitió él—. Entonces... —dijo seriamente, preparado para discutir otra vez, de ser necesario—, ¿podemos decir que vamos a poner todo de nuestra parte para que esto sea mas llevadero?
—Sí. —Natalie se descruzó de brazos. Guardaron silencio durante unos momentos.
—Necesito sangre.
Ella alzó los ojos hacia él. ¿Así que ese era el plan? ¿Planeaba aprovecharse de ese contrato tan rápidamente?
—¿Ahora? —gimió, entonces sintió como se le helaba la sangre—. ¿Cuándo dijiste todo de nuestra parte...?
—No, no es todo, nunca es todo. Solo necesito un poco para seguir. ¿Sabes que siempre te cargo, no? Además no creo que quieras andar descalza y casi desnuda en cuanto llegue la noche.
Natalie se miró. Era cierto, apenas tenia puesta las bragas y la camisa blanca de Anthony.
Frunció el ceño. No quería que la mordiera, dolía. Pero en verdad, si era tan necesario, tendría que ceder.
—Bien —gruñó.
Anthony avanzó y ella ladeó la cabeza. Cerró los ojos con fuerza, pero los abrió en cuanto sintió los fríos colmillos agujerearle la piel. Se removió inquieta por el dolor. El vampiro la sujetó con fuerza, pero con suavidad, para mantenerla quieta y hacer más fácil la tarea.
No tardó en llegar el desfallecimiento. Los parpados le pesaban tanto que terminó cerrando los ojos. Casi ni se dio cuenta cuando Anthony quitó los dientes. Él la tomó en brazos y, lleno de energía, se movió nuevamente por el bosque.
Natalie apenas reaccionó minutos después, pero seguía mareada y demasiado floja como para moverse o abrir los ojos, por lo que permaneció quieta en los brazos del chico, agradeciendo la fresca brisa que le golpeaba la cara, aliviándole el malestar.
El sol estaba a la mitad del cielo en cuanto Anthony se detuvo nuevamente. Para aquel entonces, Natalie ya estaba bastante despierta, aunque muy cansada. Le pasó una mano por la frente, levantándole el flequillo.
—Estas pálida —susurró—; quizás bebí demasiado.
—¿Te parece? —ironizó ella.
Anthony suspiró.
—Buscaré un sitio para que descanses lo más pronto posible —prometió.
—Ese tipo —cuchicheó la chica—,... ¿todavía puede alcanzarnos?
—Está bastante lejos, por ahora. Pero no debemos descuidarnos.
—Me da miedo... y asco.
Anthony rió.
—¿Mas que yo?
—¿Mas que tú? —repitió Natalie confundida.
—Antes de que nos interrumpiera el cazador, no estabas muy asustada que digamos —explicó con un tono burlón y meloso.
Natalie sintió como le ardían las mejillas. ¡Casi que se olvidaba completamente de eso! Clavó sus ojos en él. Anthony le sonreía divertido.
—¡Pervertido! —le gritó.
—Pues debo decir lo mismo de ti.
—¡Prometiste que no mirarías!
—¿Y por qué deberías confiar en mí?
—¿No se supone que eres un caballero?
—Hay costumbres que se pierden después de quinientos años.
—Sí, claro. —Natalie intentó incorporarse. Necesitaba alejarse de él para recuperar la compostura y ocultar la vergüenza, pero se desvaneció. Anthony la sujetó por la espalda.
—Quizás deberías dormir un poco.
—No quiero dormir —rezongó, tajante, la muchacha.
—Natalie —suspiró Anthony—, no te haré absolutamente nada. No tengas miedo de dormir.
—¡Dormí mucho anoche!
Él puso los ojos en blanco.
—Haz lo que quieras, cabeza dura. —La acomodó en sus brazos y se detuvo. El viento volvió a azotarle la cara en cuanto él corrió otra vez.
El príncipe no volvió a detenerse, avanzó durante todo el día. Natalie tampoco durmió, aún cuando comenzó a anochecer. Estaba incómoda. Si no hubiera sido por el cazador, ahora no sería virgen. Lo habría hecho con un chico, o mejor dicho, con un vampiro, que no era nada para ella.
Él debía de estar acostumbrado a ese tipo de relaciones. Era un príncipe y podía tener todo lo que deseara. Además, era lindo, ninguna mujer rechazaría ser su amante. Era común tener relaciones antes del matrimonio con quien se le antojara, de la misma forma que los adolescentes contemporáneos. Seguramente había tenido sexo con cuanta muchacha se le antojara, ya que, ¿si era el príncipe quien quería tomarlas, quien se negaría?
Y era obvio, Anthony había pasado cuatrocientos setenta y ocho años sin acostarse con alguien. Y ella era la mujer más cercana.
Pero ella nunca había tenido relaciones con alguien, porque todos sus noviazgos habían sido demasiado cortos y era bastante reservada con ese tipo de cosas. Nunca se hubiera acostado con un chico a quien no amara, a quien no conociera. Así era con Anthony, no lo amaba ni lo conocía.
Entonces él pegó un grito de júbilo y asombro, y se vio obligada a levantar la cabeza. También se sintió feliz en cuanto comprendió lo que veía. Allí adelante, había una carretera y, detrás de la carretera, una ciudad, con miles de luces brillando en medio de la noche.
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