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Capitulo 4

Cuando Natalie despertó la otra mañana, Anthony ya la había cargado sobre su hombro y caminaba por un espeso bosque. Estuvo a punto de protestar, cuando recordó que la noche anterior eso no había surtido efecto.

Suspiró con molestia y bufó.

—¿Dónde estamos?

—Por ahí —respondió distraídamente él.

—¿A dónde vamos?

Anthony estuvo unos segundos callados.

—No me apetece decirlo —contestó secamente.

Ella dejó caer la mandíbula, indignada. Ese era el peor secuestro de la historia, principalmente porque no tenía mucho sentido. Golpeó al príncipe en la espalda, aunque sabía que seguramente él ni lo había sentido.

—¡Mierda! ¡Eres realmente desconsiderado! —rezongó—. Deberías decirme al menos hacia dónde...

—¿Desconsiderado? —repitió el vampiro, incrédulo y también algo sorprendido por el insulto de la joven—. Usted ha sido raptada, no hay necesidad de que yo sea considerado.

Natalie se mordió la lengua, antes de seguir.

—Me comportaría como una damisela en peligro si este secuestro tuviera algo de sentido —bufó—. ¿Por qué me lleva con usted?

Anthony la sacudió justo cuando brincaba un árbol caído, como si fuese por error.

—Tengo que comer.

Sí, claro, por supuesto. ¡Como si ella fuera el único ser repleto de sangre en todo ese bosque!

—Esa es una respuesta inválida, señor. Si así fuera y necesitara comida, podría conformarse con alguno de los conejos del bosque.

—No me agrada la sangre animal.

—Puede haber otros humanos cerca —replicó ella.

—Desde aquí no hay pueblos en largos kilómetros, Milady. Ya deje de molestarme —gruñó el vampiro. Natalie rechinó los dientes, presa otra vez de esos deseos atroces de causarle un traumatismo de cráneo. Él podía ser insufrible, ¿verdad?

Era también obvio que el príncipe se había quedado en sus años. Tal vez en su época de nacimiento no había ningún pueblo cercano; ahora, debían de haber varios. Al menos algún campo cultivado, granjas o fábricas alejadas de la ciudad.

Estuvo a punto de decirle otra vez que estaba fallando en sus declaraciones, cuando su estomago rugió hambriento.

—Si tú puedes llevar comida, yo también —susurró—. Tengo hambre.

Anthony no contestó enseguida y, cuando lo hizo, lo hizo con humor.

—¿Sabe? Yo también.

Él estuvo a punto de reírse, sabiendo que eso podría acallarla un rato. Si la amenazaba con morderla, la niña debería mantener la boca cerrada; pero Natalie estuvo lejos de hacer lo que él esperaba.

—Pues me vale un comino si tienes hambre, me mordiste ayer y yo no he probado bocado desde hace aún más tiempo. Merezco más atención solo por eso.

Molesto por no poder mantenerla en silencio, Anthony volvió a sacudirla fuertemente.

—Tengo hambre igual. Soy un príncipe, Milady, no velo por las necesidades de los demás; los demás velan por las mías.

Ella soltó una carcajada burlona.

—¡Oh, pero discúlpeme, su grandísima Alteza! —Exclamó agitando los brazos como si hiciera una reverencia—. No me había dado cuenta de que uno de sus motivos también era llevar una mucama.

Inesperadamente, y ante el tono de la muchacha, Anthony no pudo aguantarse la risa. Se sorprendió a si mismo disfrutando de las ironías de la chica, a pesar de que ella fuera bastante insoportable por momentos.

—Increíble —susurró—, jamás nadie me había burlado. Y menos una mujer.

—Me honra ser la primera —Natalie dijo con voz cansina.

—Definitivamente. Lo único que hizo desde que entró a mi celda ha sido despotricar contra todo y contra mí.

Natalie frunció el ceño.

—¡Y como no! Usted, Alteza, me metió allí dentro.

Anthony negó rápidamente, maquinando otra vez los motivos por los cuales la puerta de su celda se había abierto.

—Mi querida dama, usted abrió la celda, no yo.

—¿Cómo podría haber sido yo? La señorita de la visita guiada dijo claramente que se abría con el collar, ¡yo no tengo ningún collar!

—Usted y yo escuchamos las hipótesis de Susan Seller, Milady. Lo mas probable, y en lo que coincido mas que nunca después de haber salido de esa mazmorra, es que usted es descendiente de Marian.

—¿Y? Sigue sin haber collar, vampiro bobo —gruñó ella, recordando lo mas obvio. ¿Qué más daba si ella era descendiente de Marian?

Anthony no pareció molesto por el insulto de primer momento, hasta que la sacudió otra vez, justo cuando pasaban por debajo de una rama. La cabeza de Natalie dio contra la misma y ella soltó un rosario de maldiciones.

—¡Mucho Milady y no sabes como tratar a una mujer! —chilló, con lágrimas en los ojos.

—Tú no eres una mujer —masculló Anthony en voz baja, más para sí mismo que nada—, eres una cría de duende con mal genio.

Conteniendo la respiración, ella se preparó para volver a insultarlo, cuando Anthony giró sobre si mismo, cambio de dirección y, como si fuera un descuido, la dejo caer al suelo.

—¿Vas a decirme alguna vez a dónde vamos?

El bosque era espeso, parecía interminable. No sabía cuánto tiempo habían estado caminando. Después de que Anthony la arrojara al suelo, a propósito, y ella aprovechara la situación para correr por en medio de la nada, él volvió a cagarla para impedir que saliera corriendo hacia una muerte segura.

—Ya le dije —gruñó él— que no me apetece decírselo.

—Ah bien —Natalie se hizo la desinteresada—, pero ya que me secuestró pues tiene que atenderme. Quiero comida, un baño y me duelen las piernas y la cintura.

Él se rió cínicamente.

—Que interesante y pensar que no ha caminado nada.

—Además quiero hacer pipí. —Ella lo ignoró y confesó su mayor anhelo.

—¿Hacer pipí? —repitió el chico.

—Orinar, quiero orinar.

Anthony asintió.

—¿Desea algo mas, Milady?

—¡También muero de sed! ¿Has olvidado cada cuánto los humanos deben beber agua para sobrevivir? —terció ella. En cuanto mencionó la sed, esta se volvió más insoportable.

—No, no lo he olvidado.

Naty gruñó.

—Entonces esto solo me dice que estás siendo desconsiderado. —Anthony no respondió, tal vez dándole la razón. Natalie rechinó los dientes, presa de la ira. ¿Si la quería como alimento, porque no se esforzaba por mantenerla viva, al menos?—. ¡Oh, por favor! Al menos finge que te intereso.

Anthony puso los ojos en blanco.

—Bien —masculló—. En 15km tal vez encontremos alguna de esas cosas.

—¿15Km? —repitió ella—, ¿Cómo sabes eso?

—Tengo visión de vampiro.

—Pero en 15 Km y a este paso... —Natalie se mordió el labio inferior. Se mearía encima antes de encontrar un baño—. ¿Qué tal si usted se para por allí y yo voy por... —señaló detrás de unos árboles— allá y... me deja... hacer pipí?

El vampiro se detuvo y la dejó en el suelo con poca delicadeza. Estaba claro que no la soportaba más.

—De acuerdo —terció—, vaya a hacer pipi.

—No te muevas. —Ella apuntó al joven con un dedo, en lo que creía una ruda advertencia. Se alejó unos cuantos metros, buscando un lugar seguro y tal vez algo acogedor para utilizar como baño. No quería que Anthony la viera, así que quería un huequito junto a un árbol que protegiera su cuerpo.

No encontró exactamente lo que imaginaba, pero se conformo con ello. Con mucho cuidado, y vigilando a Anthony de reojo, a mas de 8m, se bajó los pantalones y la ropa interior.

Suspiró de alivio una vez terminado el asunto. Pero lo que resultó molesto fue buscar algo con lo que secarse. Miró a su alrededor, nerviosa por la situación y también con miedo de que él se acercara por su tardanza. Tampoco podía moverse mucho, porque si no, dejaría su trasero expuesto al vampiro.

Encontró unas finas hojas de helecho y, asqueada, las utilizó pensando en que en situaciones drásticas había que aguantarse todo, aunque ella no fuera especialmente dada a aguantar cosas.

—¿Lista? —preguntó Anthony, cuando ella llegó hasta él, con una mueca en el rostro.

—Ahora quiero comida —declaró, cruzándose de brazos.

Él frunció el ceño y la miro con verdadera molestia. Durante un momento, a Natalie le pareció ver un brillo asesino en sus ojos azules. Decida a no mostrarle miedo, y a demostrarle que su secuestro iba a costarle claro, Natalie le devolvió una mirada enfadada. Lo volvería loco.

—¿No me oyó, su Alteza? Quiero comida.

—Y yo quiero sexo —Anthony sonrió, sorprendido de que las palabras que nunca hubiese dicho delante de una dama salieran con tanta facilidad. Pues debía recordar que esa mocosa no era una dama, ¿verdad?—, pero uno no puede tener todo en la vida, ¿no lo cree usted?

La chica se atragantó y retrocedió dos pasos. Así que él también sabía jugar.

—Pues no —respondió, con las mejillas coloradas—, pero sin comida directamente no tendré una vida.

Su respuesta dejó a Anthony callado.

—De acuerdo —murmuró después, con una medida sonrisa, pero con sorna—. Iré por comida. Quédese aquí y no se mueva.

Pasó junto a ella y se perdió rápidamente entre los árboles. Natalie se preguntó qué clase de alimento podría encontrar en ese bosque prácticamente vacío. No había visto muchos animales, en verdad. Tal vez él podía hallar algunos frutos.

Se sentó en el suelo, usando el tronco de un árbol como respaldo. Pasó un largo rato, mirando las hojas secas en el piso, controlando sus alrededores, por si venía algún animal grande a molestarla o por si el mismo Anthony arribaba al fin.

El príncipe se hizo esperar. Después de un cuarto de hora, Natalie se ofuscó. Se deslizó un poco hacia abajo, con el ceño fruncido y los brazos cruzados. Ahora era plenamente consciente de que él podía tardar mucho más que eso.

Evito pensar en cuántas cosas la preocupaban y cerró los ojos.

De pronto, un movimiento cercano la hizo erguirse rápidamente. Sus ojos escanearon el bosque que la rodeaba y pronto se centraron en dos seres que también acababan de verla.

Parecían hombres, pero ella estaba segura de que no se trataba de humanos. Se quedó quieta, rezando al cielo que esas cosas no se acercaran mientras se preguntaba que tantas criaturas mitológicas podrían existir en el mundo y justamente allí, pero fue en vano. Los seres altos, desgarbados, con largo cabello y filosos dientes, caminaron con extensas sonrisas hacia donde estaba.

—¡Una niña! —gimió uno, lleno de placer.

El otro dejó caer un grueso hilo de baba.

—Se ve tan delicada —suspiró.

Inspiraban terror. Natalie tragó saliva y no se animó a moverse ni a llamar a Anthony. Los monstruos ladearon la cabeza y acortaron la distancia, escaneando su cuerpecito con sus fríos ojos blancos.

—Yo quiero su útero —pidió el más alto de los seres, y Nat sintió que se le iba la sangre a los pies. Estuvo a punto de vomitar del miedo y del asco y, aterrada por su vida, intentó levantarte para huir.

Pero ellos fueron más rápidos; se lanzaron sobre ella, atrapando sus extremidades con facilidad, y tendiéndola sobre la tierra con firmeza.

—¡No! —gritó Natalie, viendo como jalaban sus pantalones y rompían su camisa, sacando los botones de sus costuras. Solo escuchó risas ante sus suplicas. Ellos sonrieron con victoria, mientras el hambre brillaba voraz en sus extraños ojos.

Con sus largos dedos, uno acarició la tela de su corpiño, conteniendo un suspiro. En ese momento, no estuvo segura de cómo iba a continuar eso y dudó más aún cuando le quitaron el sostén y la toquetearon como si se tratara de un peluche.

¿Iban a violarla antes de comérsela? Inmediatamente, prorrumpió a llorar. Nunca había imaginado el miedo y la indignación que sentiría si alguien la tocaba en contra de su voluntad. En ese mismo momento, la muerte dolorosa también era un augurio terrible.

Sinceramente, prefería morir a manos de Anthony.

—¡Anthony! —logró chillar, antes de que le taparan la boca.

—¿Crees que tu novio podría salvarte?

Ella parpadeó, quizás pensando en cómo podría decirle que él no era precisamente su novio, pero no hizo falta, alguien habló por ella.

—Si yo fuese su novio —dijo Anthony con sencillez, desde algún sitió cercano—, pues si lo creería.

Las manos sobre ella se detuvieron y cuando los monstruos se giraron a ver al vampiro, Natalie se arrastró lejos.

—Oh, vamos —rezongó uno de ellos—. Tu puedes dejarnos esta, vampiro. No hay necesidad de una pelea, ¿verdad?

Anthony sonrió y negó, chistando.

—Ustedes saben muy bien que no tienen oportunidad, señores. Rogarle a un vampiro... —se rió—, vaya que están en decadencia en estas épocas.

—Los humanos están constantemente armados, no son tan fáciles de cazar —soltó uno de los monstruos—. Pasamos hambre todo el año, ¡tú eres más inmune a sus armas y podrías quedarte con cualquiera que quisieras!

—¡Ah, sí! Pero aun y todo, la chica es mía y no van a tocarla.

—Estoy harto —gruñó el más alto—. Toma a la chica, yo me encargaré de él —le indicó a su compañero y, entonces, volvió a girarse hacia Anthony—. Estoy harto de que todos ustedes siempre se queden con las mejores carnes.

Natalie volvió a arrastrarse por el suelo, para alejarse de las manos del monstruo que iba por ella. Con los pantalones bajos, el pecho al descubierto y la camisa rota, no tenía suficiente margen de tiempo como para levantarse y correr.

Y desde allí, todo sucedió muy rápido. En cuando el tipo sujetó su tobillo, Anthony jaló la deforme cabeza hacia atrás, arrancándosela con facilidad. Pasmada, observó como el cuerpo caía frente a ella, sin sangre alguna. Él no parecía agitado ni cansado, tan solo corrió con el pie el cuerpo y se agachó frente a ella. Detrás, pudo ver que estaba el cuerpo del otro monstruo, al cual ni siquiera había visto asesinar.

—¿Te hicieron daño? —preguntó él, fijando sus ojos sin ningún reparo en los pechos desnudos de la chica.

Recuperando la vergüenza, Natalie se tapó la desnudes con la camisa y asintió quedamente. Levantó apenas la mirada, alejándola de los cuerpos duros y fríos, para ver los ojos azules del vampiro. Al ver su mirada, ahogó un sollozo.

No quería llorar frente a él y demostrar una vez más su miedo, pero ante ese atisbo tan difícil de entender, solo pudo taparse la cara con la mano y ocultar la pequeña lágrima que brotaba de su ojo.

—Puedes llorar si estás asustada —soltó Anthony—. No voy a burlarme de ti.

—Si lo harás —gimió ella—. Dirás que soy como una niña pequeña.

Él suspiró.

—Está bien si tienes miedo, es normal. Todos los humanos tenemos miedo alguna vez.

Ella no respondió, ignorando totalmente que el príncipe vampiro se había llamado a si misma humano. Temerosa, se estiró hacía él y se acurrucó brevemente en sus brazos.

Solo eso, solo necesitaba un segundo para calmarse.

—Bien. ¿Lo ves? Tienes miedo —dubitativo, Anthony le dio unas palmaditas en la espalda. Ella se mantuvo callada, con el rostro oculto en su pecho y él, armándose de paciencia, esperó a que se calmara un poco.

—¿Qué eran esas cosas? —se animó a preguntar poco después.

—Solo era Bulocks.

«¿Bu...que? », coreó la mente de la muchacha, incapaz de seguirlo.

—¡Querían mi útero! —soltó ella, en cambio, alejándose por fin de él. No se detuvo mucho más a pensar en que lo había abrazado casi desnuda y que el príncipe seguía siendo un total desconocido. Y un loco vampiro asesino.

Anthony asintió.

—No es extraño —respondió, preguntándose a qué se refería por útero.

—¿Por qué querían mi útero?

—Esa es una pregunta estúpida, niña. —Otra vez sin ganas de perder el tiempo, Anthony se levantó. Le tendió la mano a la joven, pero ella no la tomó—. Los bulocks se alimentan de cuerpos femeninos.

Natalie miró de reojo el cuerpo decapitado junto a ella y viendo de nuevo la mano tendida, la tomó. Debía buscar su sostén y ponérselo rápidamente.

—Oh —se limitó a contestar. Encontró su corpiño, desgraciadamente roto, y tuvo que anudarlo en la espalda para poder ponérselo otra vez. Lo mismo sucedió con su camisa, los botones del centro ya no existían, pero aún podía abrocharse los de arriba y atar las puntas de abajo.

—Anthony —lo llamó, cuando terminó de acomodarse la ropa.

—¿Si?

—Gracias.

Anthony asintió con la cabeza, en un gesto muy educado.

—De nada, señorita.

Cuando él comenzó a moverse, lo alcanzó. Caminó a su lado, sin atreverse a preguntar por la comida, ya que veía sus manos vacías.

—Y... oye... ¿Hay más de esas... cosas?

—Es probable —contestó—. Hace tiempo, cuando era libre, había muchos de ellos en los bosques. No sé cómo es la situación ahora.

Natalie miró cuidadosamente a su alrededor. El bosque se veía considerablemente desierto, al menos a simple vista. Pero tal vez los monstruos estaban escondidos, esperando el momento en que ella se alejara de él para tragarse sus ovarios.

—Esto no me gusta —gimió en voz baja.

—Lo sé —Anthony sonrió—, no para de temblar, Milady —comentó, recorriéndola con la mirada—. Pero no le harán daño si está conmigo.

—¿Cómo está tan seguro de eso?

A decir verdad, ella si se sentía más segura junto a él, al menos más que antes. Ahora sabía a ciencia cierta que no solo el vampiro tenía colmillos; y quizás, que él la asesinara resultaría menos doloroso que ser desmembrada y comida viva.

—La mayoría de las criaturas son inferiores a los vampiros. Nosotros somos una de las razas más poderosas del planeta.

—¿Y qué hay de los dragones, eh? —preguntó ella, seriamente—. Ellos son muy grandes.

—No existen los dragones. —Anthony la miró extrañado.

—Okey —aceptó la chica—. ¿Y los hombres lobo?

—No había muchos de ellos en mi época. No creo que hayan proliferado en estos años.

Se mantuvieron callados y al final Anthony comenzó a avanzar más rápido. Eso se dificultó para ella, ya que el camino era difícil y no era tan eficiente al sortearlo como el príncipe. Tampoco es que fuera a pedirle ayuda y menos aceptaría que la cargara de vuelta, pero ni pensaba en quedarse sola en ese bosque lleno de Buboks, o como se llamen.

Se atrasó y terminó caminando varios metros por detrás de él. Rezongó y se sentó un segundo en una roca.

—Solo un segundo —le pidió.

—¿Quiere que la cargue? —preguntó cordialmente el vampiro, sonriendo cínicamente, desde donde estaba.

Natalie negó con orgullo.

—Solo debo descansar un minuto.

Suspiró y tomó aire. Anthony la esperó tranquilamente, metros más allá. Al desviar la mirada de él, notó que había alguien más en el bosque con ellos. Una mujer de cabello largo, negro, pálida y de cara huesuda se había detenido en medio de los arboles, mirándolos fijamente.

—Anthony. —Natalie se paró de un salto—. Hay una mujer...

Anthony giró su cabeza, hacia donde ella señalaba.

—Sí.

Ante su respuesta, Nat lo miró incrédula. ¿Eso era todo lo que iba a decir?

—¡Pero ella... ella nos mira!

—No a mi —terció el vampiro—. A ti. Sabe perfectamente que no soy humano. Tú eres su pequeña presa —sonrió.

Natalie miró horrorizada a Anthony y luego a la mujer, cuyos ojos oscuros y hundidos estaban clavados en su cuerpo.

—¡No le devuelva la mirada! —gritó él de pronto. Ella, confundida, apartó los ojos de la mujer. Anthony le indicó que se acercara, con un movimiento de la mano—. Venga conmigo, rápido, pero sin correr.

Dudosa, Natalie trató de obedecer. Cruzó los metros que la separaban de Anthony sin correr. En cuanto estuvo a su lado, él la levantó en sus brazos.

—¿Qué...?

—Probablemente, ella nos seguirá todo el camino —le advirtió—. Pero usted, Milady, no debe devolverle la mirada.

Natalie se aferró a él, con demasiada fuerza. ¿Seguirlos? ¿Esa cosa horrorosa iba a seguirlos?

—¿Qué nos hará?

—Nada. —Anthony avanzó rápido, pero sin correr, exactamente como le había ordenado antes. La mujer avanzó también, a la par, por lo que ella pudo ver de reojo—. Soy un vampiro, ella sabe que pelear conmigo es una pérdida de tiempo. Nos seguirá para ver cuándo la dejo a un lado sin sangre. A ella le interesa más bien lo que tiene usted dentro.

—Oh, no. Otro que quiere mis entrañas —escupió ella, con un estremecimiento.

Él sonrió.

—Así es. Es una arpía. Para su cena ella prefiere las viseras llenas de sangre, pero para los artefactos que necesita crear con sus intestinos le da igual si están algo más secos.

Otra vez, Natalie se estremeció. Anthony lo decía con tanta simpleza que le helaba la sangre. Pero aquello no era más que una muestra de que se estaba burlando, poniéndola a prueba. Él quería verla asustada.

—¿Qué es lo que sucederá si la miro a los ojos?

Él bajo los ojos hacia ella.

—Tiene un poder hipnótico. A pesar de que es una criatura horrible, los humanos la miran por curiosidad, por morbo, y es allí cuando ella los atrapa. Los atrae.

Ante esa mención, ella supo que tenía razón. Había morbo, mezclado con miedo. Quería mirar a la mujer otra vez, también para controlar su posición. Justamente aquello era lo que el príncipe le advertía.

Gimió, al darse cuenta de que estaría en problemas si Anthony no estuviera allí. Aunque en realidad, ya estaba en problemas por él.

—Cierre los ojos —recomendó el vampiro, sabiendo que le costaba concentrarse. Sin más, aceptando que era lo mejor, Natalie obedeció.

Escondió la cara en su pecho, ignorando con intención el suculento aroma masculino que se desprendía de su piel. ¡Vaya, que para ser un hombre que no había visto una ducha en cuatrocientos años, él sabía cómo perfumarse!

Abrió los ojos un rato después, al notar una brisa más fresca. Estaban dejando el bosque atrás y con él a la mujer. Ella se había quedado quieta en el linde del bosque, aun observándolos.

—¿Por qué no nos sigue?

—Aquí termina su territorio. No acostumbraban a salir de él en mis épocas. Supongo que lo consideran peligroso.

Continuaron avanzando en silencio. Dejaron a la mujer atrás.

—Ahora que lo pienso, sigo con hambre —recordó ella.

Anthony no se inmutó.

—No encontré nada comestible.

Ella contuvo el aire.

—¿Y si buscamos un pueblo o algo? Quiero almorzar.

—Yo también, —El vampiro apretó los dientes—. No es usted la única con hambre —se calló—. Además... no sé donde hay un pueblo. Las cosas han cambiado mucho en quinientos años.

—¿No sabes... a dónde vamos ni en dónde estamos? ¡Dijiste que había algo cerca!

—Solo lo dije para que dejara de incordiar.

Natalie lo fulminó con la mirada.

—Yo no molesto, ¡usted lo hace mintiéndome! ¿A dónde vamos entonces, eh?

—Estamos intentando encontrar un pueblo.

—¿Intentando? ¿Es que tu instinto de vampiro no sirve?

Anthony arqueó una ceja.

—¿Pero qué cree usted que soy? —le contestó, repentinamente brusco. Al parecer, había perdido la paciencia, la calma y hasta la caballerosidad—. ¡No soy un mapa ni una brújula!

Natalie también notó el cambio.

—¡Vaya! ¿A dónde fue su caballerosidad, eh, señor vampiro? —lo burló.

Anthony frunció el ceño, aflojó su agarre sobre la chica y la dejó deslizarse al suelo. Natalie se quejó en vano hasta llegar a la tierra, aparentemente sin daños.

—Camina —le ordenó él, sin siquiera mirarla.

Natalie rechinó los dientes, mientras se quitaba el polvo y las hojas de encima. ¿Así que volvía con ese juego, eh?

—No quiero —terció.

Él se detuvo. Se volteó lentamente, calculadoramente. Había una sonrisa falsa en su rostro, una expresión casi maliciosa.

—Muy bien, Milady, quédese aquí. Pero le advierto que aunque la arpía no deje el bosque, habrá otras criaturas que encontraran encantadora su presencia. —Sin más, se alejó de ella, caminando firmemente.

Natalie se quedó en el suelo, entre los patos amarillos. Enfurruñada, lo observó alejarse por la estepa.

—Anthony —lo llamó. Él no respondió y siguió caminando tranquilamente, cada vez más y más lejos de ella. Ella se mordió el labio inferior. Giró su cabeza hacia el bosque. La arpía seguía allí. Procuró no mirarla a los ojos y se levantó rápidamente—. ¡Espérame!

—Así que esa es la misión, ¿eh?

—Solo acabe con él.

La mujer elegante no se movió de su asiento. Se le notaba en el rostro que estaba preocupada y asustada. En cambio, el hombre desagradable que estaba cerca de la puerta no tenía el menor rastro de miedo. Estaba radiante.

—Y traiga viva a la chica. Viva y sana. ¿Lo entiende?

—Claro que sí, señora —declaró—. Me desharé del vampiro y traeré a la damisela en apuros. —Puso una mano sobre la ballesta y el revólver que tenia colgados en la cintura—. No se preocupe. Antes de que usted pueda enterarse, aquel despreciable monstruo será polvo.

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