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Capitulo 16

Natalie no podía dormir. Había una sola pregunta que rondaba su mente desde la mañana. ¿Que iba a pasar con ella cuando Anthony se marchara en avión a quién sabe dónde?

Se removió en la cama, para girarse y observarlo dormir. Su rostro perfecto estaba tan apacible, tan tranquilo. Recordó el sabor delicioso de sus labios y tuvo que ahogar un gemido de frustración entre las sabanas. No quería despedirse de semejante ejemplar masculino tan pronto, ¡apenas habían pasado dos semanas!

Y en dos malditas semanas se había enamorado...

«¡No!». Esperen, que le gustara mucho no era lo mismo que estar enamorada. Eso era lo único que le pasaba. Anthony le gustaba, había sido su primera vez y nunca iba a poder olvidar el roce de sus labios.

Volvió a ahogar un gemido frustrado. ¿Qué diablos iba a suceder ahora?

Anthony la despertó con cuidado.

—Natalie, ya es hora, debemos irnos.

—¿A dónde vamos ahora? —gimió ella, tapándose los ojos con las manos. Tenía sueño por no haber dormido bien.

—A Luton, me gusta el nombre —sonrió él, destapándola.

Natalie se sentó en la cama y lo miró con molestia y una mezcla de tristeza.

—A mi no, no podemos... ¿quedarnos otro día aquí?

Anthony arqueó una ceja.

—El cazador nos atrapará.

—Dijiste que estaba en Londres.

—Dije que no estaba seguro

—Por favor —suplicó Nat, juntando ambas manos—, solo un día más.

Anthony la miró serio.

—¿Por qué?

Ella abrió la boca y se trabó un poco

—¿Por qué, qué?

—¿Por qué quieres quedarte otro día? —Él volvió a arquear las cejas.

—Está lindo aquí —mintió Nat rápidamente y volvió a tirarse sobre la cama. Se tapó con el acolchado por encima de la cabeza, para que él no pudiera ver sus mejillas rojas. Se mordió el labio inferior ante el silencio pétreo de Anthony. ¿Y si él había notado cuán raro era eso?

Ella tan solo quería un día, un día más para estar con él. Despacio Anthony le destapó la cabeza.

—¿Y qué piensas hacer aquí un día más, eh? —Ella no respondió y él frunció el ceño—. Natalie...

—Quiero sexo —dijo Natalie de pronto.

Anthony abrió los ojos muy grandes durante un solo segundo y, en vez de sonreír burlonamente, se mostró incrédulo.

—¿Quieres tener sexo?

—Esta noche —afirmó ella, tan roja como un tomate.

Él la miró confundido y algo aterrado por su extraño comportamiento.

—Natalie, podemos tener sexo esta noche en Luton. ¿Por qué quieres hacerlo aquí?

—Nada me asegura que no te vayas en un avión apenas lleguemos a Luton —dijo Natalie, volteando la cara a otro lado—. Quiero hacerlo aquí. Esta noche.

Anthony arqueo las cejas una vez más.

—¿Por qué?

Todavía más roja que antes, se paró de un salto.

—¡Porque si! Ya deja de preguntar. Harás lo que te diga. —Lo señaló con un dedo y él le devolvió una mirada incrédula.

—¿Yo haré lo que tú me digas? —se rió.

—¡Es en serio, quiero sexo, esta noche aquí! No te pido nada más. —Natalie se cruzó de brazos.

—Nada mas... ¿Y qué pasó con "quiero un peine, quiero ropa, quiero comida, quiero un baño, quiero una cama"?

—Esto es lo último que pediré.

Anthony se paró para quedar bien frente a ella. La miró a los ojos durante unos segundos y Natalie procuró no flaquear ante su profunda mirada.

—Te tomo la palabra, Nat. —Le pellizcó una mejilla y se volteó para caminar hacia la puerta—. Iré a pagar otra noche.

La dejó sola en el cuarto y ella se preguntó automáticamente qué diablos iban a hacer hasta la noche después de semejante petición. ¿Iban a mirarse a la cara esperando que oscureciera para acostarse?

Se metió en el baño, abrió la canilla de la ducha y luego volvió casi corriendo a buscar la toalla y el pequeño jabón, antes de que Anthony entrara en el cuarto.

Cerró la puerta detrás de ella y se metió bajo el agua fría para tratar de calmar un poco su mente. Se congeló, pero aguantó titiritando todo lo que podía. Más aun cuando oyó que él había vuelto y supo que no iba a poder mirarlo a la cara como si nada.

—¿Natalie? —susurró Anthony golpeando la puerta.

—E-estoy b-ien —soltó ella, con la mandíbula temblando por el frio. Pero obviamente ante el temblor en su voz, Anthony no le creyó. Abrió la puerta y entró al baño con tranquilidad.

—¿Por qué tiemblas? —preguntó, corriendo la cortina del baño sin ningún reparo. Natalie saltó hacia atrás, tapándose con las manos, hasta pegar su espalda con la pared del baño. Se puso aún más roja que antes—. ¿Por qué estás usando el agua fría?

Natalie no contestó y lo miró en silencio, temblando.

Anthony suspiró y se estiró para cerrar el agua, pero en vez de hacerlo correctamente, abrió toda el agua fría, empapándose también.

—Diablos.

—Y-yo lo h-hago —tembló ella, estirando la mano hacia la canilla. Anthony negó y la sujetó. La jalo fuera de la bañera y le puso la toalla encima.

—¿Se puede saber qué mierda te pasa? —inquirió cuando la tuvo sujeta entre sus brazos y la toalla.

Natalie bajó la cabeza, meditando sobre qué decir. Sabía que estaba actuando extraño, pero sinceramente no podía más con eso. Él le daba vergüenza debido a lo mucho que le gustaba.

Se mordió el labio inferior y despacio se inclinó hacia él. Apoyó la mejilla en su pecho, encima de la ropa húmeda por el agua de la ducha. Estiró los brazos alrededor de su cuerpo y aspiró profundamente el aroma de su piel.

Anthony la sostuvo, sin devolverle el abrazo del todo. Se quedó estático mirando la cabeza de la chica.

—Oh dios... Natalie —gimió con algo de tristeza—, ¿qué hice contigo?

—Hagámoslo ahora —susurró ella.

—No.

—¿Por qué no? Estoy desnuda y tu mojado. Hagámoslo. Ahora.

Anthony volvió a negar con la cabeza y la separó de su cuerpo.

—Iré a buscarte el almuerzo.

Se giró y se apresuró a escapar del baño. Natalie lo observó algo dolida durante un breve segundo, hasta que salió en su búsqueda.

—¡No, no te vayas! Anthony —suplico. Él la ignoró totalmente y salió de la habitación.

Volvió a quedarse sola, esta vez temblando de nerviosismo y confusión. ¿Por qué él había huido de su abrazo? Se sentía algo rechazada y el corazón le dolía más de lo necesario. Se dejó caer en la cama. ¿Cómo podía ser que si solo le gustaba el pecho se le retorciera de esa forma tan horrible de solo pensar en cómo había huido de ella?

Permaneció allí tirada durante al menos una hora, hasta que Anthony regresó con un paquete de comida. Al verla aún desnuda y mojada en la cama, dejó rápidamente el paquete en la pequeña mesa de luz y se acercó a levantarla.

—¿Estás loca? ¡Vas a enfermarte!

—No importa —gruñó Natalie, luchando por regresar a la cama.

—Natalie, por Dios. Vamos... sécate —la instó.

—No quiero, vete. —Hizo fuerza para mantenerse en la cama, con la cara contra la almohada. Bien, pensaba, ¿si no quería verla por qué volvía?

—Vamos, te traje comida.

—No tengo hambre.

Anthony se irguió medio frunciendo el ceño, medio rechinando los dientes. Esa chica estaba empezando a tener problemas de personalidad y él no tenía tiempo ni ganas de soportarla.

—Bien, haz lo que quieras.

Comenzó a marchar hacia la puerta, cuando ella levantó la cabeza rápidamente.

—¿A dónde vas?

—A donde sea, tengo cosas que hacer —soltó, enojado. Salió del cuarto, dando un portazo a la puerta.

Automáticamente, Natalie se echó a llorar sobre la almohada.

¡Era estúpida, muy estúpida! Realmente se había enamorado de él y tontamente había creído tener alguna esperanza. Pero Anthony era un vampiro hermoso y sexy, ¿por qué querría darle su tiempo? Sabía que cuando llegaran a Luton él iba a deshacerse de ella y nunca más volvería a verlo.

Tan difícil era eso para su torpe y orgulloso corazón, que el haber aceptado lo que sentía hacía todo más difícil. Recién ahora se daba cuenta de cuan perfecto era él para ella, pero sin duda alguna ella no era perfecta para él.

Perfecta era Marian, pensó con ira. La estúpida prometida del mejor vampiro del mundo. Y ella tenía que ser su descendiente. No creía ahora que todo eso tuviera algo que ver. Tan solo había estado en el lugar equivocado y en el momento equivocado. Anthony no era para ella, jamás lo sería. Y por más que le gustara, seguía siendo un idiota.

Anthony no regresó.

Natalie se negó a comer lo que le había traído hasta las cuatro de la tarde, cuando el hambre le ganó y se dignó a levantarse de la cama. Tenía algo de frío, por lo que, resignada, se puso ropa.

Volvió a tirarse en la cama y ya cuando por fin no podía hacer mas nada para no pensar en él, encendió la televisión.

Era impresionante como parecía amotinarse el mundo contra ella para mostrarle todas cosas que la hacían recordar al vampiro más lindo de todos. Pasó canales y canales, cada vez más malhumorada, hasta dejarlo en un programa de logros matemáticos que la durmió poco después.

Abrió los ojos en medio de la oscuridad. No tenía ni idea de la hora que era, pero parecía ser muy tarde. No supo que la había despertado hasta que prestó algo de atención a los ruidos que había en el pasillo. Unos hospedantes hablaban muy alto y chocaban valijas contra las paredes.

Todavía con mucho sueño, Natalie gimió y se giró hacia un lado. Cerró los ojos, pero volvió a abrirlos cuando se dio cuenta de que había visto algo frente a ella. Unos ojos muy brillantes y claros la observaban tranquilamente desde la otra cama.

Natalie no se asustó, sabía que era él. Se miraron a los ojos durante unos cuantos segundos hasta que Anthony abrió la boca.

—Ya es de noche —dijo.

—Que bien —gruñó ella, dándose la vuelta otra vez.

—Es de noche... Natalie.

Ella volvió a girarse.

—¿Y qué quieres que haga, eh? ¿Qué invente un sol artificial para que estés feliz?

Anthony jalo en ese momento la palanca de la luz de la lámpara de mesa entre las camas y Natalie tuvo que apartar rápidamente la mirada.

Él estaba... desnudo.

—¿Lo olvidaste? —sonrió picaronamente.

Despacio, Natalie volvió la vista e intentó mirar fijamente su hombro, sin mucho existo. Su mirada iba de arriba abajo sin poder evitarlo. ¡Estaba tan malditamente bueno!

—No —contestó con elocuencia.

—Bien, desnúdate —le ordeno él sin dejar de sonreír. Natalie abrió la boca para contestar—. ¿O quieres que lo haga yo?

Ella se sentó en la cama y frunció el ceño.

—¿A qué viene esto ahora, eh? ¿Te abrace, te fuiste corriendo y luego vuelves y golpeas la puerta? —recriminó.

Anthony se cruzó de brazos.

—¿A qué viene lo tuyo, eh? No quieres ir a Luton, te metes en agua congelada, me abrazas, luego me pides que me vaya, luego no quieres que me vaya... y vuelvo y olvidas que íbamos a tener sexo esta noche.

—Estás loco.

Anthony negó.

—Tú estás loca.

—¡Claro que no!

—Claro que si —replico él. Se paró de la cama y ella rápidamente fijó sus ojos en sus partes. ¿Cómo no verlas si quedaban a la misma altura? Anthony la tomó del brazo, la jalo hacia arriba y puso un brazo detrás de su cintura, para pegarla a su pecho—. Estás completamente loca —susurró, con los labios a escasos centímetros de los suyos—. Mira que querer tener sexo conmigo... —Natalie se limitó tan solo a ver esa deliciosa boca tan cerca. La piel del vampiro estaba fría, pero aun así, sentía que iba a quemarse de tanto calor que sentía.

Anthony sonrió tan picaronamente como siempre.

Y entonces, la besó.


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