Capitulo 14
Natalie caminó por la ciudad a oscuras, detrás de Anthony. Después de ese beso estaba algo avergonzada y no quería mirarlo a la cara. Él no parecía tampoco muy deseoso de hablar con ella de alguna cosa, por lo que marchaba delante con paso decidido pero tranquilo. No sabían dónde estaban y no había ni una sola alma a esas horas por allí.
—¿Será difícil encontrar un sitio para que comas a estas horas? —preguntó Anthony al aire, deteniéndose en la esquina.
—No lo sé, ¿qué hora es? —respondió ella con la voz contenida. Anthony alzó la cabeza para mirar las estrellas.
—Calculo que cerca de las once de la noche.
—Entonces sí, debe de haber algo todavía.
—Quizás abarcaríamos más terreno si te cargo. —Se dio la vuelta y caminó hasta ella. Natalie lo miró recelosa y él le devolvió una mirada inocente, como si no supiera qué diablos había pasado sobre ese árbol.
—¿Planeas saltar por los techos, o algo así?
—Exactamente —dijo él con elocuencia—. Tu ritmo de caminata me aburre, además... yo también tengo hambre —Se rascó un poco la cabeza— y supongo que no quieres que te muerda.
—Claro que no. Tienes muchos humanos por aquí, fácilmente puedes encontrarte uno.
Anthony sonrió automáticamente y se inclinó hacia ella, dejando sus rostros muy cerca. Natalie se retiró hacia atrás, pero él ganó espacio, aprisionándola.
—Sí, me parece que sí. Creí haber visto unas lindas señoritas dos calles atrás.
La reacción fue automática. Natalie sintió como dentro de ella la sangre caliente se arremolinaba en torno a su corazón enfurecido y a la vez dolido. Así que le gustaban las señoritas, ¿eh? Frunció tanto el ceño que sus ojos casi quedaron ocultos bajo sus cejas.
Anthony ensanchó la sonrisa victoriosa.
—Oh, sí, me encantas celosa —comentó y se alejó de ella rápidamente, sujetándose las manos detrás de la espalda.
—¿Celosa? ¡UF! —se burló Nat, en cuanto pudo volver a respirar. Cada vez que él se acercaba, su aroma le nublaba los sentidos, por lo que prefería contener el aire—. Yo no soy celosa.
Anthony se detuvo nuevamente en la esquina. Se volteó y ladeó la cabeza.
—Por favor, Nat. Deja de sacar orgullo de hasta donde no tienes. Sabes que estás celosa porque, claro, me adoras. —Se encogió de hombros, mientras su sonrisa divertida se volvía cada vez mas malvada.
Natalie apretó los puños y rechinó los dientes. Bueno, sí que él con sus comentarios iba ganándole últimamente, y al parecer su mal genio no la estaba ayudando. Debía encontrar una forma de restregarle en la cara que ella no era ninguna estúpida.
Sintió profundos deseos de causarle tantos celos como ella sentía cada vez que mencionaba una cosa como esa. Tal vez realmente debía provocarlo.
Tomó aire profundamente.
—Mira —puntualizó de mala gana—, me importa un bledo a quién te cenes, mientras yo cene lo mío y duerma bien. Así que... ¿por qué no hablamos de esto de una vez por todas, eh? ¿Hasta cuanto me vas a llevar contigo? Si soy un estorbo, mejor dejarme en la primera parada, ¿no?
—Me extrañarías, cielo —contestó él simplemente, volviendo a sonreír con maldad.
Natalie volvió a tragarse el veneno y arqueó las cejas. «¡Vamos!», se dijo a sí misma, debía cerrarle la boca de una vez.
—Oh, no, claro que no. Y es aquí donde vemos la cruda verdad. —Alzó un dedo y caminó hasta él, como si fuese una profesora de la universidad dándole clase a un alumno—. Claramente, es al revés. Te enamoré al instante, ¿no es cierto? —Sonrió encantadoramente y Anthony borró la sonrisa de su rostro en medio segundo—. Lo sé, lo sé. Soy tan bonita que no pudiste resistirlo. Claro que no tendría sentido, si no. Te serví para escapar del castillo, ¿pero luego? ¿Que mas daba si me matabas o no? ¿Si me dejabas o no? Por supuesto que el punto estaba en que, desde un principio, supiste que no podías dejarme ir. —Se detuvo justo frente a él, donde Anthony luchaba por recuperar su sonrisa para reemplazar la mueca de molestia que tenía su rostro.
—No te deje en el bosque porque no soy un hombre insensible, Milady —gruñó—. Créeme que he estado con mujeres más bonitas que tú. —Arqueó ambas cejas y se cruzó de brazos—. No sabes cuan feliz estaría de alejarme de ti, pero... ¡Ah, claro! Si te dejo, te mueres, niña, porque no tienes ni dos dedos de frente como para guiarte aquí sola.
Natalie volvió a molestarse y olvidó brevemente su propósito de molestarlo. Ahora solo quería golpearlo.
—Disculpa, pero... ¿quién es el idiota que se quedo sentado como trescientos años en una sillita de juguete? Yo no, por supuesto.
—¿Quién es la señorita que lo dejo huir? Yo no, por supuesto —El vampiro imitó su tono de voz—. Te recuerdo a la perfección: "¡Oh, no! ¡Matará a todo el mundo, se comerá los niños y yo aquí encerrada palpando cuanta tierra hay en el suelo, que tonta soy! ¡Qué tonta soy!"
Ella estaba a punto de sacar las uñas para arañarle la cara como toda mujer suele hacer antes de dar un buen golpe en las partes intimas, pero simplemente alzó el brazo y le estampó un buen cachetazo en la mejilla.
Se tragó el dolor de haber dado su pequeña mano contra un ser que podía llegar a ser tan duro como la roca, mientras seguía mirándolo con intensa ira. Anthony, que realmente no había sentido dolor, giró la cabeza de vuelta hacia ella, para mirarla entre sorprendido e increíblemente molesto.
Natalie ignoró su mirada fiera y pasó de él, cruzando la calle y alejándose lo más que pudiera. No miró atrás y, al no escuchar nada detrás de ella, supo que no la había seguido. No tenía ni idea de qué hacer a continuación, pero todavía tenía su bolsito con ropa y comida colgado del hombro. Lo sujetó con fuerza.
Buscaría un teléfono público y marcaría el 911. Pediría que fueran por ella.
Hizo dos cuadras casi a las corridas, dobló en una esquina, en otra y en otra. Pero a donde quiera que fuera, no encontraba un bendito teléfono ni tampoco locales de comida abiertos como para pedir para hacer una llamada.
De pronto, alguien corrió hasta ella y la sujetó de un brazo. Le puso una mano en la boca y con otra, sujetó un chuchillo corto en su cuello.
—Gritas y te mueres —le dijo la voz joven. Cualquier idea de luchar se esfumó en cuanto el tipo le presiono la hoja del cuchillo en la piel. La obligó a caminar quien sabía a dónde, mientras le preguntaba que tenía en el bolso.
Natalie tragó saliva y llamó a Anthony en su mente con todas sus fuerzas. Se arrepintió mucho de haberlo cacheteado y de haberse alejado de él, porque como siempre... terminaba metida en un problema gordo. Si no eran monstruos o cazadores... eran ladrones.
Por parte de Anthony... Seguramente él estaría tan molesto que ni siquiera se le pasaría por la cabeza ir a buscarla.
El chico la arrastró hacia una zona aún mas desolada. La lanzó contra una pared y a los gritos, la obligó a vaciar el bolso. Ante las amenazas y los insultos, Natalie derramó lágrimas. Estaba asustada y rezaba para que el tipo la dejara ir sin hacerle daño; pero cuando él vio que ella no tenía dinero, se puso aun más violeto. La sujetó con más fuerza y caminó metros hasta un terreno pequeño y descampado, con patos crecidos. Tirando de su cabello y gritándole para que ella acallara sus chillidos de dolor, la hizo cruzar los patos.
En cuanto la soltó, Natalie cayó al suelo. Solo lo pensó un segundo.
—¡ANTHONY! —gritó con tanta fuerza tenía en sus pulmones. Sabía lo que iba a hacerle, por supuesto que ya lo había vivido, y estaba claro que él le cortaría la garganta antes de que algún policía la encontrara después de haber sido violada.
El muchacho la pateó para tumbarla en el piso, enfurecido por su grito. Volvió a clavarle el cuchillo en la piel, mientras ella lloraba aterrada. Eso parecía molestarlo aun más y la insultó de mil maneras posibles.
—¡PERRA! ¡Cierra la boca, hija de puta!
Entonces, Anthony sujetó al hombre del cuello y lo estampó contra la pared del edificio vecino.
—¿Qué dijiste? —le gruñó, con una mirada mortífera.
El tipo luchó para zafarse, sin mirar los ojos de Anthony. Intentó clavar el cuchillo en su antebrazo, pero este, simplemente se partió sin causar daños.
Anthony apretó con más fuerza su tráquea.
—Dije —repitió, apretando tanto que forzó al chico a mirarlo a la cara—: ¿Qué has dicho?
El muchacho balbuceó cosas que Natalie, tres metros atrás, en el suelo con la cara mojada por el llanto, no pudo entender. Anthony lo separó de la pared unos centímetros y con gran fuerza, lo estampó de nuevo contra los ladrillos. El chico se quejó, pero el sonido ahogado apenas si se oyó. El vampiro volvió a insistir con una respuesta, aunque sabía que no le estaba dejando margen para hacerlo. Volvió a golpearlo contra la pared y de la boca del ladrón, salió un fino hilo de sangre.
—Nunca, en tu maldita existencia, llames así a una dama.
Los ojos como platos del ladrón lo miraron desorbitadamente.
—¿A-Anthony? —gimió Natalie, desde atrás, levantándose despacio.
Anthony ni se giró a verla. Mantuvo los ojos letales en los ojos aterrados del chico.
—No mires —le ordenó y ella volvió al suelo. Se hizo un ovillo y se tapó ojos y oídos. Todo fue muy silencioso. Apenas si oyó algunos ruidos extraños, ruidos que correspondían con algo rompiéndose, desgarrándose. Otros fueron aun más sutiles, como el cuerpo del ladrón agitándose antes de morir. Pero el que menos se oyó fue el sonido de Anthony alimentándose de él.
Se quedó quieta, a la espera. Temía mirar y que eso no hubiera terminado. Anthony le puso una mano en la cabeza unos minutos después.
—Ya esta —susurró. Natalie alzó la cabeza y, despacio, quitó las manos de sus oídos. Lo miró agradecida y él estiró los brazos para ayudarla a levantarse. Prácticamente, la alzó él mismo—. Ven, vámonos.
Volviendo a llorar, pero esta vez de alivio, Natalie pasó los brazos por encima de sus hombros y por detrás de su cuello. Apoyó la cabeza en su hombro y cerró los ojos.
Jamás volvería a alejarse de él, de eso estaba completamente segura.
—Esto está empezando a ser monótono —susurró él, poniéndole en frente un pedazo de tarta. Natalie se abalanzó sobre ella sin prestar atención a lo que le había dicho—. Peleamos y luego te pasa algo y allí estoy yo sintiéndome culpable por ti que casi mueres —suspiró y miró a la chica, que sentada en la cama, comía con la cabeza gacha.
—Lo siento.
—¡Y ahí está lo otro! —exclamó Anthony—. Te sientes agradecida por mí por un tiempo efímero.
Ella levantó los ojos y lo miró directamente.
—De verdad, lo siento. No pienso las cosas cuando lo hago —dijo con aspereza—. Soy una estúpida.
—Tal vez, pero yo también lo soy —admitió, y ella lo miró confundida—. No debí haber dejado que te alejaras ni medio metro.
Natalie volvió a morder el trozo de tarta de jamón y tomates sin responder a su pregunta. El siguió viéndola desde la otra cama pequeña de ese cuarto de hotel.
Cuando ella terminó, él se recostó en la cama.
—¿Escuchaste mi grito?
—¿El de mi nombre? —preguntó con voz queda.
Nat asintió.
—Sí.
—Claro —rió despacio.
—¿Que tan lejos estabas?
—Apenas si me había movido unos 150 metros. Te alejaste bastante, ¿eh? Aproximadamente 800 metros. Tengo buen oído. —Volvió a suspirar.
Natalie se quitó los zapatos y lo imitó, recostándose también en la cama. Probablemente el ladrón la había alejado más de lo que ella había caminado.
—Tenía tanto miedo —susurró.
—¿Vas a volver a golpearme? —Él giró la cabeza hacia ella. La chica le devolvió la mirada, una mirada inexpresiva y cansada.
—Solo si me dices cosas malvadas.
—¿Cosas malvadas? —Anthony arqueó una ceja—. Tu también me dices cosas malvadas —puntualizó—, por eso yo te contesto.
—No, tú me dices cosas malvadas y yo te las contesto —replicó Natalie sin subir el tono de voz—, siempre te estás burlando de mi.
Anthony giró la cabeza y volvió a mirar el techo, permaneció solo unos segundos callados.
—Es que te ves bonita cuando te enojas —murmuró.
Natalie lo miró algo sorprendida por esa frase extraña y pronto su pecho se llenó de una sensación confortable, dulce y tibia.
Era impresionante como la misma persona podía lograr dos cosas tan distintas dentro de ella. Sinceramente, prefería esa. Apoyó la cabeza en la almohada y, sin dignarse siquiera a taparse, decidió conciliar el sueño viendo la perfecta imagen de ese vampiro tan contrario como ella. Una imagen tan apetente y encantadora que le arranco una sonrisa soñadora.
Si, quizás iba a soñar con él esa noche.
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