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Capitulo 12

Natalie apretó la cara contra su pecho.

—No me retes —gimió—. No quería alejarme mucho, solo fue un poco.

Anthony permaneció en silencio.

—No debiste hacerlo, pero...

—Yo solo quería ver las flores.

El chico se irguió, confundido.

—¿Qué flores?

Natalie hipó.

—Las lilas, las de allí —No alejó el rostro del pecho del vampiro, pero señaló con la mano hacia el árbol donde había visto las flores, apenas junto a ellos.

Anthony la abrazó con más fuerza.

—Allí no hay flores, Nat.

Natalie se separó de él y puso sus ojos sobre los yuyos verdes y secos que estaban donde ella había visto las lilas.

—Pero... yo las vi, tan bonitas y perfectas. ¡Incluso arranqué una!

—Perfectas —repitió Anthony, serio.

Ella alzó la cabeza.

—Sí, me llamó la atención porque justo el sol las estaba iluminando.

Anthony levantó la vista hasta el cielo, hizo una mueca y luego le levantó el mentón, para que ella también mirara hacia arriba. Estaba nublado.

—No había flores ni rayo de sol, Natalie.

—Oh. —La chica lo miró confundida y aterrada.

—Ella te engañó. Puso una trampa para humanos

Natalie se echó otra vez sobre su pecho, realmente agradecida con él por haberla salvado. Se limpió las lágrimas, mientras Anthony revisaba los rasguños que tenía en el cuello y en la espalda.

—Ay —se quejó ella, cuando él le tocó de más.

—Lo siento, hay que curarte esto. En sus uñas puede haber cualquier tipo de pestes.

—¿Y entonces?

Anthony la alzó, para llevarla de vuelta al campamento metros más allá.

—Tendré que succionarte algo de sangre de las heridas.

Natalie se inquietó por la noticia. Eso no sonaba nada bien; la palabra succión se anudaba rápidamente con la palabra colmillos.

—¿Succionarme?

—Así podré limpiar la sangre y la piel.

La sentó sobre la frazada, de espaldas a él y le corrió el cabello, algo ensangrentado.

—¿Me va a doler?

—Un poquito.

Él posicionó su boca sobre una de las heridas. Eran puntos desgarrados en su piel, un poco profundos, pero no tanto como si aquellos posos los hubiera hechos sus colmillos. Las garras de la Arpía nunca podrían haberla cortado con tanta facilidad como él.

Con cuidado, apretó sus labios sobre su piel. Succionó despacio, comprobando el sabor de la sangre, mientras luchaba con la excitación que le producía poner los labios sobre su piel suave, la piel que no estaba herida. Natalie gimió y eso empeoró las cosas. Se apresuró a chupar, hasta que encontró que la sangre estaba mas limpia. Entonces, pasó la lengua por encima y la herida se cerró rápidamente.

—Una menos —murmuró y se dispuso a continuar con las otras nueve heridas.

Cerró ocho heridas más, perdiendo la cuenta. Creyó que había terminado, hasta que vio una más pequeña en el cuello de Natalie, cerca, muy cerca de su mandíbula.

—¿Listo? —preguntó ella, con un hilo de voz.

—Queda una.

Anthony titubeó brevemente, al ver su piel tersa. No tenía deseos de morderla y alimentarse. Tenia ganas de morderla suavemente, de besarla.

Puso sus labios sobre aquella pequeña herida y casi no prestó atención a la curación. Succionó apenas y se perdió en la suavidad. Cerró los ojos de puro éxtasis, recordando la última vez que la había besado así. Pasó la lengua por el lugar casi con monotonía, con los pensamientos en otro sitio. Natalie estaba tensa y eso tampoco lo notó. Movió su poca hacia arriba, tan solo un poco, y succionó suavemente, como si allí también estuviera lastimada. Subió otra vez y le pellizcó un poco con los dientes.

La chica jadeó y tiró la cabeza hacia atrás, cerrando los ojos con un gemido, no de dolor, esta vez.

Anthony deslizó sus labios por todo lo largo de su mandíbula, mientras la rodeaba con los brazos. Se moría por llegar a su boca y sabía que ella no se lo impediría. Le besó la comisura de los labios, mientras intentaba voltearla para que quedara frente a él.

Natalie se dejó manejar, tenía la mente en blanco y ya había olvidado de qué forma había llegado a eso, de qué forma había sido herida y por qué. También olvidó que estaba peleada con él por lo que, cuando estuvieron cara a cara, se estiró para que la besara.

Suspiró en cuanto sus labios finalmente se encontraron. Él pasó rápidamente sus manos por la espalda y su nuca para atraerla hacia su cuerpo. ¡Qué dulce que le sabían sus labios! Hoy más que nunca.

Ella le echó los brazos al cuello, respondiéndole ese beso que no sabia que anhelaba tanto. Anthony gruñó en sus labios y la empujó hacia atrás, tumbándola en los pastos del bosque. Le quitó la remera, sucia con tierra y algo de sangre y la besó con fuerza antes de que ella pudiera moverse.

Pero aun así, Nat estaba lejos de negarse. Alzó las manos para tironear de su camiseta. ¡Diablos que quería verlo sin ella! El vampiro la ayudó y apenas terminó de sacarse la remera, bajó hasta los jeans de la chica. Desabotonó los botones y tiró del cierre con poca paciencia, pero cuando los jaló hacia abajo Natalie le detuvo las manos.

No pudo evitar mirarla con desgano. ¿Ahora quería parar?

—¿Aquí? —susurró ella, echando una mirada poco convencida al bosque. Además, había una bruja desagradable muerta metros allá. No era un buen momento.

—¿Porque no? Estamos solos —Agradeció que solo esa duda la detuviera en el acto.

Natalie dirigió sus ojos hacia el costado.

—Pero...

Él entendió enseguida lo que decía. Se separó de ella y suspiró.

—No pienses en eso.

—¿La...?

—No importa cómo la mate, Natalie —dijo, pero ella tembló. Anthony volvió suspirar y le tendió la ropa—. Nos vamos de aquí.

La ayudó a levantarse, pero no la ayudó a ponerse la ropa. Nat recuperó su remera y se subió los pantalones, mientras él hacía un bollo con la camiseta y levantaba las cosas del suelo.

En apenas dos minutos tuvieron todo listo y Anthony la levantaba para abandonar el lugar. Los siguientes kilómetros los hicieron en silencio y cuando él la bajó, en un prado con césped verde claro y un riachuelo de agua fría, Natalie apretó los labios.

—¿Hubieras tenido sexo conmigo allí?

Los ojos congelados del vampiro la miraron.

—Olvidé completamente lo que había pasado antes, lo lamento. Me dejé llevar.

Ella asintió.

—Me pasó lo mismo.

—Creo que deberías intentar asearte ahora que hay agua. Tal vez lavar tu ropa —susurró él, estirando la camiseta y poniéndosela antes de que algo más sucediera.

Natalie acató su recomendación y volvió a sacarse la ropa una vez pudo darle la espalda. Calmó su respiración cuando lavó la primera prenda llena de tierra y sangre y se relajó después de un rato de silencio y de canto de pájaros.

Anthony no se alejó de ella, pero estuvo mirando a su alrededor con ojo crítico. Mientras Nat terminaba, supuso que estaba otra vez asegurándose de que ningún otro bicho raro apareciera.

La verdad es que estaba cansada de eso.

Buscó una remera limpia y se vistió después de tender la mojada sobre una rama. Tendría que pasar allí varias horas más, entonces.

Se sentó en el suelo y lo observó regresar al claro en silencio. Él la miró y ella se encogió de hombros.

—¿Ya lavaste?

—Sí.

—¿Está es la única ropa que tienes? —la señaló, y ella afirmó con la cabeza. Volvieron a quedarse en silencio y él hincó las rodillas en la tierra, para luego dejarse caer frente a ella—. Bueno...

—Bueno...

Otra vez, los ojos claros del muchacho se clavaron en su rostro.

—¿Te... gustaría seguir lo de antes?

Natalie titubeó, sorprendida por la directa. Lo miró con la boca abierta, preguntándose seriamente si no deseaba eso más de lo que era capaz de expresar. Pero no pudo pensarlo mucho más. Anthony se arrojó sobre ella, dispuesto a sacarle las dudas. Estrelló sus labios con fuerza sobre los de la chica, presionándolos.

Nat los mantuvo cerrados por la misma presión que Anthony le hacia, no podía abrirlos y solo cuando él suavizó el beso, deslizando sus labios hacia arriba y abajo, pudo separar los suyos.

El vampiro llevó una mano a su nuca, empujándole la cabeza hacia arriba y en ese momento, metió su lengua dentro de la tibia boca de Natalie. El gemido que ella soltó le causo mucho mas placer y aumentó aún más su excitación cuando sus lenguas se encontraron. La obligó a luchar con la suya, apresurándose a dejarla sin ropa.

Pero, sin embargo, se detuvo cuando vio el corpiño bien abrochado. Se detuvo a mirarlo confundido, despegándose de sus labios por fin.

Natalie absorbió aire por la boca, roja, en ese momento de paz. Pasaron unos pocos segundos, hasta que ella se percató de la mirada embobada y confundida que él le dirigía a su corpiño.

—Yo... —susurró—, yo me lo saco.

Bueno, eso si le daba vergüenza. Era más difícil desnudarse ante él en un completo silencio y con esa mirada fija.

—¡Mira para otro lado! —le exigió, enrojeciendo.

—No seas tonta, ya te vi desnuda. —Anthony puso los ojos en blanco.

Natalie se mordió el labio inferior.

—Sí pero... no es lo mismo. —Bajó el tono de voz, de forma que sea casi inaudible. Se quedó quieta, con las manos en su espalda, esperando que él se volteara.

Anthony no lo hizo, se limitó a verla serio.

—¿Puedes quitártelo de una vez? No quiero romperlo.

—¿Romperlo?

—Puedo arrancártelo. ¿No quieres que lo haga, no? —Esbozó una sonrisa picara y sensual, dejándola muda. Acercó su boca nuevamente al cuello y a la mandíbula de la chica. Pasó la lengua tan delicadamente por su piel que le provocó temblores incontrolables—. Dime, Natalie, ¿quieres que lo arranque o no?

Natalie luchó para encontrar su voz. Quería decirle que no dejaría que destruyera uno de los pocos corpiños que tenía, que ella podía sacarlo. Pero a la vez que buscaba su voz, buscaba recuperar el control de sus manos; las tenia inmóviles atrás, incapaces de actuar.

Anthony jugueteó con su lengua, subiéndola hasta su oreja. Atrapó el lóbulo de esta suavemente con ambos labios.

—Responde, Natalie —le susurró.

—N-no... no lo...

—¿No qué? —Su voz cada vez era mas ronca, más masculina y más sensual—. ¿No que, Nat?

—No lo... arra-arranques.

Él se rió. Su aliento se deslizó suavemente por su piel, provocándole un cosquilleo.

—¿Segura? —preguntó.

Natalie tragó saliva.

—N-no —gimió.

Anthony soltó su oreja y le mordió el cuello con los dientes, sin meter sus colmillos en medio.

—No estás segura —repitió, entre risas—. ¿Y eso por qué? ¿Te gustaría que fuera salvaje y descontrolado? —Movió su cabeza hacia arriba, para llega a su boca. Le besó y le succionó el labio inferior antes de mordérselo. Natalie gimió—. ¿O quieres que sea todo un caballero y espere pacientemente a que te lo quites, Milady? —Y Esta vez le dio un beso muy suave y delicado en la boca.

«Oh, vaya». Ahora no solo no estaba segura de cómo hablar, sino que no sabía qué decirle. Intentó hacer que su mente trabajara a una velocidad esperable, pero simplemente no podía encontrar su propia cabeza. Dejó que su boca balbuceara cualquier cosa, no importara qué.

—Haz... Hazlo

Anthony se separó tan solo unos centímetros para verle el rostro.

—¿Hacer qué? —exigió.

Con dificultad, ella lo miró a los ojos.

—Quítalo —pidió, con las manos inmóviles en su espalda. Cuando pudiera pensar con claridad, se arrepentiría. Quizás.

Él esbozó una sonrisa triunfante y cumplió con su petición. Con un tiron de sus dedos, desgarró las costuras fuertes del corpiño que arrojó a un lado de sus cuerpos.

—No vayas a arrepentirte ahora, ¿eh? —le advirtió—. No empieces a preguntar por el caballero.

Empujó su cabeza hacia arriba, para volver a devorarle los labios. La apretó con suavidad, acariciándola con frenesí, besándola con fuerza.

Pero a pesar de que no podía pensar con claridad, Natalie se dio cuenta de cuando él estuvo dentro de ella, porque aún sentía alguna clase de dolor. Sin embargo, no pudo quejarse y en cuanto el vampiro comenzó con el vaivén, terminó por olvidarse. Terminó también entregándose como si no hubiera un futuro o un destino.

Cuando Anthony se separó de ella, solo procuró respirar; llenar los pulmones y el cerebro con oxigeno. Estaba algo mareada. Recién después de asegurarse de que estaba bien, se incorporó.

Él esperó a su lado, recostado en la tierra con la mirada perdida en el cielo y las ramas.

—No debí dejar que lo rompieras —se lamentó ella, girando la cabeza para ver el corpiño destrozado. ¿Por qué lo había hecho? Hizo una mueca, estaba dejando que Anthony despertara demasiadas cosas en ella, cosas que no podía controlar. ¿Es que acaso no lo veía? Él era un vampiro de cuatrocientos años y ella era una humana de diecisiete.

Anthony sonrío con picardía, mirándola también y estirando la mano para recuperar su camiseta.

—Te dije que no te arrepintieras.

Ella asintió.

—Lo sé —se abrazó el cuerpo, cuando una corriente fresca de aire la pasó por el abdomen—. Pero ahora estoy pensando que no fue buena idea.

Él se incorporó y le tendió la blusa color rosa que le había quitado minutos antes.

—Creo que vas a tener que lavarte el cuerpo ahora —le dijo, pasándola una mano por la espalda llena de hojas y ramitas—. ¿Quieres que te ayude?

Natalie chistó. Buscó con la mirada su bolso, que estaba un poco más allá de él. Allí tenia mas ropa interior, pero no se movió, pensando en que debía pasar, desnuda por delante de él, caminando como si nada para llegar hasta sus pertenencias.

—Este... Anthony.

Él levantó la vista, justo cuando alcanzaba sus propios pantalones.

—¿Qué?

—¿Puedes pasarme mi bolso?

El chico se encogió de hombros. Se paró, descalzo, y caminó hasta el dichoso bolso. Lo tomó y se lo arrojó con suavidad a los pies.

—Gracias —musitó ella, recordando cuan enojados habían estado el día anterior.

Anthony no contestó, solo continuo vistiéndose, y pensó que quizás, al igual que ella, él también había recordado la bronca de ayer. Mirándolo con disimulo, buscó entre sus cosas otro sostén y se lo puso rápidamente, después de pasarse las manos por la piel que había estado en contacto con el suelo. Quitó algunas de las hojas de su espalda y trasero y entonces se volvió a colocar la remera.

En cuanto se puso las bragas, se sintió mucho más cómoda y segura como para preguntarle algo sin preocuparse por su cuerpo.

—¿Anthony?

El volvió su cabeza para verla.

—¿Estás enfadado porque me alejé antes? ¿Eso se agrega a la pelea de ayer?

El vampiro hizo una mueca.

—Creo que no debiste alejarte de mí; pero no fue tu culpa, te engañó. Esta vez. Y en cuanto a lo de ayer... —Se puso serio y desvió la mirada con violencia—. ¿Sabes por qué estoy enojado?

Natalie abrió la boca para contestar rápidamente, pero se dio cuenta de que no sabía en realidad la respuesta. Anthony volvió a mirarla fijamente con sus ojos azules y fríos como el hielo.

—Me lo supuse —comentó, con un deje de tristeza e ira. Suspiró—. ¿Realmente no piensas que él tiene que matarme, o si?

Y Natalie cayó en la cuenta. Lo había ofendido. Cerró la boca consciente de que lo había lastimado al desear que el cazador lo atrapara, y allí también comprendió que aunque fuera un vampiro, él también tenía miedo de morir como cualquiera. Como ella.

—No quise decir eso —susurró—. No, no creo que tenga que matarte. Pero...

—¿Pero?

—¿No crees que eres una amenaza para la humanidad? ¿Con tu venganza y todo eso?

Anthony sonrió tristemente.

—Crees que soy peligroso y que por eso debería dejar de existir —dijo.

Ella bajó la cabeza. Eran sentimientos encontrados. Era cierto, Anthony era un vampiro, no debería existir, pero... él... Se encogió ante la idea de que ese cazador lo hiciera polvo.

No, si había algo que no quería... era que él muriera.

—Eres un vampiro —se limitó a responder y él estuvo a punto de decir algo mas, pero Natalie se adelantó—. Pero no, no creo que seas malo. ¿No has matado a nadie, cierto?

Él soltó una risa suave y negó con la cabeza.

—Lo juro, jamás he matado a nadie. —Ensanchó la sonrisa, volviéndola maliciosa—. Por lo menos a nadie que no lo merezca. —Y se echó a reír en cuanto ella se puso pálida.


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