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Capítulo 4




La primera de muchas



Abandone la escuela con el corazón latiéndome como loco, la adrenalina corriendo por mis venas, mientras de reojo trataba de comprobar si Samuel me seguía o si por el contrario decidió seguir mi consejo.

Mi antiguo mejor amigo me sorprendió poniéndose a mi par por el lado contrario a mis fugaces miradas, su acción provoco un estallido de alegría y una enorme sonrisa se formo sobre mis labios que solo duro unos instantes, pues trate de ocultarla.

No me detuve, con Samuel, en ocasiones, a mi lado, o pisándome los talones cuando parecía quedarse un poco atrás.

―Jamás pensé verte cortando clases ―murmuró Samuel y me dio la impresión de que no estaba seguro en querer que lo escuchara, quizás mi estallido de hace unos minutos lo hizo pensarlo mejor.

Juntos nos alejamos de la escuela, comencé a sentirme nervioso nuevamente y aún no tenía idea clara hacia donde ir, mi impulsividad comenzaba a incomodarme un poco.

―Tendrás problemas por seguirme ―dije y lo vi encogerse de hombros.

―Seremos dos, entonces.

―No será igual, tú eres un recién llegado. ―Se me ocurrió otra magnifica idea, ir al centro comercial. A esa hora el lugar estaría visitado por personas mayores.

Noté como Samuel fruncia los labios, mordiendo el interior de su mejilla izquierda, un gesto nuevo para mi y enseguida me encandilo. Sin embargo, no tarde en apartar la mirada, consternado al darme cuenta de la atracción que sentía, una inadecuada atracción física.

―¿A dónde vamos?

―Da igual...¿al centro comercial? Seguro que aun no lo has visitado ¿o si?―El centro comercial solo tenía dos años de inaugurado.

―¡Buena idea, primo! ―exclamó Samuel con entusiasmo.

El centro comercial que llevaba el nombre del pueblo no se encontraba lejos, lo habían construido en un enorme solar baldío en las cercanías del centro de Indian Hollow. En aquel pequeño pueblo del estado de Nueva York, entre Albany y Seven Hills, todo quedaba relativamente cerca.

El lugar no era muy grande, pero allí tenían hogar en su interior algunas de las mejores tiendas de la época, algunos restaurantes de comida rápida, una sala de cine y por supuesto un arcade, visitar aquel lugar repleto de videojuegos nos ilusionaba muchísimo.

Caminamos de arriba abajo, el centro comercial contaba con dos pisos conectados por escaleras mecánicas. Samuel y yo lo recorrimos de punta a punta. Como imaginé nos cruzamos con muchos envejecientes que aprovechaban la mañana para hacer sus compras sin el ajetreo de la tarde, o simplemente caminaban ejercitándose mientras disfrutaban del aire acondicionado, luego se sentaban sobre los bancos de hierro localizados cerca de la magnífica fuente de agua o en el área dedicada a los alimentos a compartir un poco con sus congéneres.

Me antoje de un helado así que invite a Sam y nos sentamos a disfrutar de sendos conos, él escogió de puro chocolate, yo, mezclado con vainilla. No sé qué pensaría Samuel de la escapada, pero yo opté por echar a un lado la preocupación ante un buen regañó, no solo de mamá, sino en la escuela, pues seguramente ya se habían dado cuenta de nuestra ausencia.

Samuel me conto un poco sobre su vida en Nueva York, viviendo en Queens, en una zona bastante movida y culturalmente variada. Al principio todo parecía ir bien, la familia compuesta por la tía Ava, su nuevo esposo Eddie y Sam vivía tranquila, cada cual con expectativas y cumpliendo con lo esperado.

Samuel iba a la escuela y en las tardes asistía a clases de piano, baile y canto. Su promedio era aceptable y el chico parecía estar adaptándose muy bien a la nueva escuela aunque me confesó que no pudo desarrollar verdaderas amistades, en especial porque apenas contaba con tiempo libre para participar en actividades extra escolares como los deportes. Su madre estaba enfocada y quería que él también lo estuviese en su desarrollo artístico.

Eso si, su participación en las obras de teatro estudiantiles o en la academia donde comenzó a tomar clases de teatro no faltaron.

―No sabes cuanto extrañaba nuestras tardes jugando videojuegos o cuando salíamos a correr bicicleta por la calle...o cuando jugábamos a los vaqueros...―mencionó él aunque enseguida comenzó a hacer algunas muecas cómicas tal vez tratando de disfrazar sus verdaderas emociones y lo mucho que le afecto nuestra separación.

Pude decirle que lo entendía, confesarle que yo también lo extrañe horrores, pero perdí la oportunidad. Sam quizás se sintió demasiado expuesto y pronto guardo silencio. Fue entonces cuando yo me puse a hablar, pero sin detalles, solo un resumen de la vida en el pueblo después de que se fue, siempre con ese tono desinteresado.

―¿Por qué cuando le preguntaba a la tía Emma por ti siempre me decía que estabas ocupado? Al principio lo creía, pero luego...estuve convencido y aun lo estoy de que no querias hablar conmigo. ―Reconocí en mi interior que era cierto, recordaba algunas ocasiones en que mamá, teléfono en mano me hacia señas indicándome que el chico preguntaba por mi, y mi negación a atenderlo.

Y era que había escuchado tantos comentarios sobre lo bien que le iba en la ciudad, de todas las obras de teatro en donde participaba y de la seguridad que proyectaba su madre sobre el futuro grandioso que le esperaba que me sentía al menos. Después, Samuel dejó de procurarme.

―Creo que me sentía menos...por muchos días solo escuchaba sobre lo bien que te iba, de tus éxitos, pequeños quizás, pero éxitos como quiera. La tía Ava le decía a mamá que pronto oiría de ti por medio de la televisión y el radio, y yo me preguntaba que pintaba yo en todo eso. ―No era mi intención explayarme así, pero las palabras abandonaron mis labios de igual forma.― . ¿Y tu?...¿por qué dejaste de preguntar por mí?

Aun estábamos sentados frente a frente ante la mesa con la superficie algo pegajosa ante la cual nos habíamos ubicado a disfrutar nuestros helados de máquina. Le dediqué una tenue sonrisa, que él me devolvió.

―Pienso que comencé a vivirme la película que mamá montó para mí, me veía triunfante, mudándonos a California y siendo invitado a protagonizar películas juveniles, o en un estudio de grabación haciendo música...de pronto dejé de extrañar mis días en Indian Hollow y al amigo que quedo atrás ―dijo.

El silencio se extendió entre nosotros nuevamente, cada cual perdidos en nuestros pensamientos, mientras terminamos de comer los crujientes conos casi vacíos. Se me ocurrió que ir directo al Arcade seria bueno para suavizar un poco el tenso ambiente que comenzó a cernirse sobre nosotros, o al menos esa fue mi impresión.

―Vamos al Arcade, te apuesto a que te venceré fácilmente en cualquier videojuego, de seguro no juegas hace milenios. ―Aquello lo suponía, no tenia pruebas, pero tampoco muchas dudas.

Mis palabras no fueron del agrado de Samuel y las tomo como un reto.

―No supongas nada, amigo.

Me adelante, ya se me había hecho costumbre. El local donde se encontraba el Arcade no estaba lejos de los locales de comida, estaba justo al lado de la pizzería del centro comercial. El lugar de videojuegos estaba prácticamente vacío, Sam y yo gozamos de lo lindo compitiendo por quien era el mejor en algunos de los famosos videojuegos de la época. Y terminamos nuestro paseo comiendo pizza de queso en la pizzería.

Nos fuimos a casa antes de que llegaran la invasión de estudiantes después de clases.

Mientras caminábamos Samuel comentó que vivía a algunas calles de distancia de donde vivía yo desde que nací, papá había comprado la casa en su primer año en el ejército y mamá se encargo de pagar la hipoteca que restaba cuando él murió. Mamá solía decir lo agradecida que siempre estaría del buen juicio de mi padre al no dejarnos desprotegidos.

No pude ocultar mi admiración frente a la enorme casona pintada de color beis con tejas marrones que Samuel señaló como su nuevo hogar, delante de la vivienda mi humilde casa empequeñecía.

―Que propiedad enorme ―murmuré abarcando toda la propiedad con la vista.

La casona, a mis ojos adolescentes, un lugar digno de una película, bien cuidado y rodeada de mucho terreno con árboles, pues hacia esquina, era magnífica.

―Mamá y yo rentamos un cuarto, David. La dueña de la casa, Peggy, tiene la casa dividida y renta habitaciones. ―Me aclaro Samuel y noté en su voz un tono apenado. Mi amigo se encogió de hombros antes de iniciar el sendero que llevaba al balcón de la vivienda― .Nos vemos mañana, David...la pase muy bien, hacia mucho que no me divertía tanto.

Samuel se alejo con rapidez y desapareció detrás de la puerta principal pintada de color amarillo. Camino a casa, unas cuadras más adelante, estuve pensando en las finanzas de los Hollaway, que sospechaba no eran las mejores.

Pensaba proponerle a mamá la posibilidad de que recomendara la tía Ava para trabajar en el banco donde ella llevaba años empleada, aunque realmente no sabia las circunstancias de la madre de Samuel.

En aquella ocasión aun no lo sabía, pero esa tarde fue la primera ocasión de muchas otras que mi preocupación por el bienestar de Samuel se instalo en mi mente, deseaba ayudarlo, verlo feliz, borrar la inquietud que vi en sus ojos oscuros. Con el paso del tiempo aquello se convirtió en una de mis prioridades, y no fueron pocas las veces que antepuse su felicidad y confort a la mía propia.



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