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Capítulo 3



Un chico rebelde




―David...¡David Liam Harper, espera! ―Sinceramente no me esperaba que Samuel saliera del comedor y mucho menos voceando mi nombre completo, resulto algo embarazoso, pero admito que elevo mis pulsaciones más que mi recién encuentro con Wesley.

Samuel, al trote, paso a mi lado, yo caminaba dando zancadas, él me rebaso y se detuvo frente a mi obligándome a hacer lo mismo.

Mi intención era irme a esconder en algún rincón. No solo pensaba en huir de Wesley, también de Samuel, de todos. Ya frente a Samuel quería parecer hastiado, aunque por dentro, muy en el fondo, estaba emocionado al ver que mi antiguo mejor amigo no se dio por vencido y salió a buscarme.

―¿Qué quieres? ―Rodé los ojos, según yo, poniendo mi mejor expresión inescrutable.

―¿Es qué no me reconoces, David? Soy yo, Samuel, tu primo Sam ―Dejé escapar un supuesto suspiro de cansancio mientras lo repasaba de arriba abajo.

―Sé quién eres.

―Pues no parece...hace tres clases que me ignoras ―comentó e hizo una mueca con la boca mientras gesticulaba con las manos como solía hacer. Había olvidado lo expresivo que era Sam.

―Tu...tu tampoco te acercaste―Sam parece no saber que decir por unos instantes, nos miramos directo a los ojos y yo estuve a punto de bajar la mirada cuando lo escuché;

―Como has cambiado ―mencionó embozando su sonrisa especial, esa que yo recordaba.

―¿Por qué lo dices? ―quise saber entrecerrando los ojos.

Samuel intensifico, si era posible, esa sonrisa especial que yo siempre encontré deslumbrante y genuina.

―El David que prácticamente se crio conmigo y que dejé de ver hace unos años jamás le hubiese sacado cara a un abusador como ese tipo del comedor.

«Si supieras que es la primera vez que lo hago» pensé.

―Antes era yo el que...

―¿El que me defendía? Si, pero los tiempos cambian, las personas cambiamos, además tu te fuiste hace...años...cuatro para ser precisos...¿qué esperabas? ¿Qué me sentara a llorar en una esquina? ―No había sido así literalmente, pero cerca, pensé.

―Tu tampoco hiciste nada por mantener la comunicación. ―¿Era reclamo lo que escuchaba en su tono de voz?

Le dedique mi mirada de; ¿en serio? Esa en la que arqueaba una ceja para preguntar sin palabras.

Samuel estallo en carcajadas ante las cuales yo, algo desarmado por su carisma y la alegría que brillaba en sus ojos oscuros, dejé escapar un hondo suspiro antes de iniciar mi camino dejándolo atrás. Me di cuenta de que no se lo esperaba y tardo algo en seguirme. Yo torcí hacia la izquierda.

Lo que había sucedido hacia años ya no importaba, pensé un poco triste. Sam volvió a alcanzarme y caminar a la par.

―¿A dónde vas? ―Se me ocurrió que podía ir al salón de artes plásticas por los minutos que faltaban para que se escuchara el timbre del siguiente periodo. Sin embargo, al ver las puertas traseras abiertas, me di cuenta de que estaban haciendo una entrega de suministros de oficina, me dio una idea, una que había tenido en diferentes ocasiones, y que jamás tuve el valor para ponerla en práctica.

―Me largo ―dije acelerando el paso―Fue un gusto verte, primo...

Continuaría jugando al personaje despreocupado y un poco rebelde.

―Regresa al comedor, sino te quedaras sin comer ―añadí.

Pronto terminaría el quinto periodo, nuestro almuerzo, y los pasillos en ese momento desiertos, se llenarían de estudiantes. Si me iba a escabullir de la escuela tenia que hacerlo en ese instante.

Aceleré el paso y pronto alcance y cruce las puertas abiertas que me llevaron a la parte trasera del plantel. Samuel volvió a quedarse atrás y por un momento pensé que regresaría sobre sus pasos, directo al comedor. Por esos segundos sentí desilusión, porque, aunque quería proyectarme despreocupado e indiferente a lo que hiciera, en el fondo deseaba que me acompañara en la locura que era cortar clases.

******

Nací un siete de marzo de 1970, Samuel lo hizo dos días después, el nueve de marzo.

Nuestras madres eran muy unidas y les encantaba recordar su época de juventud. Las mujeres se conocían desde escuela primaria, además de que eran vecinas, así que pasaban la mayoría del tiempo juntas.

Entre las chicas nació una solida amistad que se mantuvo por años, sin importar distancia o tiempo. Cuando mamá se graduo de escuela superior se casó con Liam Harper su amor de juventud, y Ava fue una de las tres damas de honor en la sencilla boda.

Aunque Emma, mi madre, era una mujer casada, su amistad con Ava apenas se alteró. Y cuando papá decidió enlistarse y probar suerte en el ejército, mamá animada por Ava, consiguió un empleo en la tienda por departamentos donde trabajaba su amiga, de esa forma logró superar un poco la soledad que el viaje de mi padre le provoco.

Liam volvió y mamá solía decir que esa primera noche que estuvieron juntos se embarazo, recuerdo lo raro que era para mi escucharla hablar sobre ello con Ava, entre risas traviesas.

Fue por esos días que Ava conoció al padre de Sam, su romance fue de una noche, sin embargo, ella se embarazo. Por muchos años los pocos detalles de esa aventura Ava los mantuvo lejos de nuestros oídos, más tarde supimos que el padre de Samuel era un cantante que estaba de pasada por el pueblo, pero ella siempre se reservó su nombre, y por aquellos años Samuel no parecía curioso por conocerlo.

Los embarazos parecieron unir más a las amigas. Emma sentía que en esos momentos debía de apoyar mas que nunca a su amiga porque no tenía a ningún familiar cerca, pues su único hermano ya no vivía en Indian Hollow. Además, mientras que el embarazo de mamá fue uno sin complicaciones, el de su amiga se presento con un peligroso aumento de su presión arterial, motivo por el cual debía guardar cama. Por esos años eran pocas las leyes que favorecían a las mujeres y mucho menos a las mujeres embarazadas, así que Ava perdió su trabajo en la tienda y con el, la vivienda que rentaba.

Según mamá, a mi padre nunca le molesto la cercanía de ella con Ava, incluso estuvo de acuerdo en ayudar a la mujer ofreciéndole un cuarto en la casa.

Durante el parto, las amigas estuvieron en el mismo hospital por las mismas fechas ya que Ava fue hospitalizada antes de la fecha prevista para el nacimiento de su bebé debido a su condición de preeclampsia. Afortunadamente las dos mujeres dieron a luz sin más complicaciones.

Unos meses después Liam tuvo que marcharse, estaría lejos por dos meses, su plan era volver por su familia para llevarla con él hasta la base donde estaría destacado. Su padre deseaba poder llevar una vida familiar normal.

No obstante, esos planes jamás se hicieron realidad porque Liam tuvo un accidente fatal laboral cuando yo tenia apenas seis meses. Entonces mamá quedo sola y destrozada con un bebé, un cheque del gobierno y toda la responsabilidad de sacar a su pequeña familia hacia adelante.

Mamá y la tía Ava continuaron compartiendo casa por unos años más, Samuel y yo nos criamos juntos, y mientras ellas vivían como hermanas, él y yo, para muchos éramos primos.

Aprendimos a querernos, a compartir y a pasarla bien, y por unos años no necesitábamos añadir a otros niños a la ecuación. Mientras que Sam era el protector, yo era el miedoso e inseguro en parte gracias a mi tartamudez. Éramos físicamente muy diferentes, Samuel fue un niño alto y robusto, mientras que yo era enclenque y bajito.

Y aún cuando nuestras madres eran muy cercanas, su forma de criarnos tenía sus diferencias.

En tanto mi madre me inculcaba la importancia de la educación, Ava se preocupaba en proyectar en su hijo los sueños actorales que un día tuvo, fomentando en Samuel el amor por la actuación, el baile y el canto. La mujer deseaba convertir a Sam en un artista completo, y famoso. A sus ojos, el muchacho tenía todo lo que necesitaba para abrirse paso en el mundo del espectáculo. Yo nunca tuve claro al principio si él realmente soñaba con ser famoso o si solo quería complacer a su madre.

Sin embargo, lo cierto era que Samuel tenia una hermosa voz, carisma y atractivo físico para lograr su meta.

Recuerdo que años después la madre de Sam inicio un romance con un hombre de negocios, no sé que tipo de negocios, se casó y decidieron mudarse a Nueva York. El día que se fueron fue uno muy triste, no solo para mi sino para Samuel.

Prometimos mantener la amistad, pero ninguno de los dos cumplió y el paso de los años, cuatro en total, fue una barrera entre nosotros, y quizás así se hubiese mantenido si la tía Ava no hubiera decidido regresar a casa.



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