Maldita Gravedad
RIIIIIIIIIING RIIIIIIIIIIIIIIIING, estúpido despertador... hoy te gané. No dormí en toda la noche pensando en mi primera cita. Y con primera no quiero decir que es la primera en mi vida. Ya había pasado por esos encuentros absurdos antes de tener sexo, romances o una hora con silencios incómodos y risitas fingidas mientras miraba desesperada la salida para escapar.
Hoy es diferente ¡es la primera en diez años! La primera con un cuerpo que sabe que es la gravedad. Una mente para mi desgracia más exigente y unos ojos que se creen exquisitos y hacen un análisis detallado. Lo único que puedo pensar a las cinco de la mañana es que si no duermo una hora más, las bolsas de mis ojos van a espantar a mi cita de Tinder. Y la noche de sexo loco y despreocupado solo será una creación de mi mente.
Tengo calor, esta cobija de plumas me tiene en llamas. No... son las creaciones mentales que hacen que mi entrepierna tenga palpitaciones frecuentes. Y estos pensamientos que no me dejan, Debo usar la braga más sexi jamás inventada y un sostén que multiplique la talla de mis pechos talla 32. "maldita gravedad"... Solo puedo pensar en sus manos quitando, acariciando; sus labios mordiendo, besando, mojando. ¡Basta! o no basta. ¿Quién me impide soñar? no estoy en la oficina. ¡Que todos se vallan al demonio!
Tendré sexo hoy. Y sí, me hace falta y quiero sentir muchas veces... me escondo sonriente entre mis sabanas como una colegiala que lo hará por primera vez. Estoy cansada de hablar del liberalismo femenino, del sometimiento masculino y de todas las cosas que he disfrutado gracias a mi soltería. Maldita soltería que me tiene en un verano de diez años.
Al principio me sedujo tener el control absoluto de mi vida. A mis treinta ganaba más que los hombres que me rodeaban. Y la mayoría de mis amigas estaban sujetas a un esposo y niños que anulaban todo el empoderamiento femenino. Frustrando sus carreras y cambiando sus atuendos sexys; por prendas anchas de algodón.
Pero yo... tenía todo a mi disposición. Las mejores fiestas en los sitios más exclusivos de New York, los mejores restaurantes, entrada VIP a los lanzamientos y lo más importante... la libertad de mi vida.
Ser la directora Ejecutiva de la mejor empresa de publicidad con las cuentas más jugosas del mercado y tener al mando todas las decisiones. Eso era tener el éxito asegurado. Yo tenía el mundo a mis pies ¿Pero qué tenía? ya llevaba con esta pregunta hacía más de un mes cuando me obligaron aceptar como asistente a Penélope: una rubia de treinta, siempre mostrando sus perfectos y alineados dientes blancos. Ojos azules, cuerpo de modelo y una amabilidad exageradamente grotesca.
Es verdad que no me había casado con un hombre de carne y hueso. Pero si con una empresa a la que consideraba el marido prefecto, con hijos obedientes que no cuestionaban mis órdenes, además de las grandes recompensas económicas. Solo que este marido también me podía ser infiel y no me había dado cuenta.
Mi mente sigue llenándome de pensamientos estúpidos y ya son las cinco y media. El tapete del cuarto se ve más llamativo, me lanzo para poder conciliar el sueño media hora más pero mi despertador suena nuevamente y mis ojos observan mi hermoso techo... y de repente llega a mi la idea más aterradora y cruel. En unas horas estaré desnuda frente a un hombre exageradamente guapo. Hace veinte años no era un dilema. Pero ahora es diferente.
Mejor levantarme y hacer algo de ejercicio. Busco un programa de yoga por Youtube. Hoy necesitaré mucha elasticidad, más risitas infantiles. Empecemos: saludo al sol. Parece algo fácil. De pie con los brazos hacia arriba y los pies juntos ¡Que fácil! Bajar y toca el piso con las manos y la frente con las rodillas. No tan fácil, nada fácil, maldito yoga.
Mejor agua fría para tonificar mi cuerpo. Prendo la luz del baño y encuentro una vieja con bolsa en los ojos y una pijama térmica. ¿Desde cuándo soy la versión de mi madre? ¿Por qué compré esta pijama? Verdad, los huesos me duelen por el frío y la falta de sexo. Eso lo arreglaré hoy.
Hace muchos años no me observaba detenidamente en el espejo "hola ¿cómo estás?" espero que la imagen de esa mujer de pelo castaño, ojos almendrados y piel blanca diga algo gracioso. Sonrío y hago un saludo con la mano derecha. Sé lo que estás pensando. En algún momento tienes que quitarte la ropa y enfrentar la realidad.
Hago uno cuantos intentos para quitarme la blusa pero me arrepiento. Espero encontrar el abdomen de JLo bajo este abrigo de abuela ¿Cómo lo hace? y dos hijos. Ya he tratado ir al gimnasio en más de una ocasión. Pero es imposible, las largas jornadas no dan tregua. Debo conformarme con la elíptica de mi oficina a la que dedico una hora diaria.
Bueno ¡sale blusa! no seré JLo pero mi abdomen no está mal. Si mantengo la respiración adecuada y la postura correcta se puede disimular ese Michelin de abajo. Vamos bien. Pero falta la prueba de fuego: mi sostén de algodón. Si soy astuta no dejaré que lo quite. Sin embargo eso podría ser señal de inseguridad y no quiero que piense eso.
Por otro lado, ningún bebé ha estirado mis lindos pezones "Dale nena" ¿Qué? parecen una rana por debajo ¿Hace cuánto no me bronceo? cinco años sin vacaciones. Nada que la oscuridad no cubra. Están un poco caídos. Los sostengo con mis manos, arriba y abajo, arriba y abajo.
Pose sensual, tierna, pucheros. Esto es peor que un examen de auditoría. Falta el pantalón ¿Qué es esto? ¿Cuándo compré estos pantis? los de mi abuela podrían ser más sexis. Creo que mi envejecimiento ha sido prematuro, es cierto que tengo cuarenta años. Pero eso no debe quitar lo sexi. Aunque con las bragas al estilo de mi abuela y todo, me veo al estilo de Charlize Theron sin photo shop. Y eso que no he invertido miles de dólares diarios en mi cuerpo. Bendita genética.
Agua fría ya no suena tan atractivo a esta hora. Todo sea por un cuerpo tonificado...Pero, ¿Quién dijo que para tener sexo debo torturarme? mejor agua tibia, además después del medio día tengo toda la tarde reservada en el mejor spa de Manhattan según Penélope.
Después de la ducha exhaustiva mi cara se ve más relajada y las bolsas en los ojos parecen haber disminuido. Pero ahora veo unas pequeñas líneas de expresión al lado de los ojos ¿Cuándo envejecí? aptitud positiva. Hoy tendré sexo con caricias desenfrenadas, mucho sexo. De nuevo esa calentura. Si no tuviera cuarenta pensaría que es menopausia. Aunque no es del todo descabellado; siento que tengo menopausia sexual.
Entré a esta conclusión hace dos meses cuando sentí algunos síntomas similares a los de la menopausia. Y lo sé porque había escuchado a muchas mujeres a sus cincuenta incluyendo mi madre, quejarse durante un año de los mismos síntomas que a mí me estaban atormentando.
Sin pensarlo fui al ginecólogo de toda mi vida. Paul Cock, un hombre ya de sesenta años con la cabeza ceniza y unas agraciadas arrugas en sus mejillas que forman agujeros cuando ríe. Era el único que me había visto desnuda durante los últimos diez años y tocado con sus manos arrugadas mis partes íntimas.
Entré con la timidez que siempre me invadía con estas cuestiones del bajo mundo.
-Pasa y te cambias Kate - me dijo, mientras escribía en su computador de los noventa.
Ahí estaba perfectamente doblada la bata azul en el baño. Saqué un papelito en el que había anotado cada uno de los síntomas. Quedé suspendida ahí de pie mientras miraba la bata. Siempre pensaba varios minutos antes de desnudarme de la cintura para abajo hasta que lo hacía.
Salí a paso lento, no porque tenga cuarenta se vuelve normal ir al ginecólogo y exponer mis partes mientras las examinan y tocan. Y ahí estaba de pie mientras el terminaba lo que fuera que estaba haciendo en su pc prehistórico, hasta que se levantó.
-Empecemos con el examen. Después las preguntas. Súbete a la camilla -Ordenaba al estilo militar mientras se dirigía a un pequeño lavamanos y se preparaba. Yo solo escuchaba el agua correr mientras miraba el techo blanco.
Siempre la misma pregunta ¿Qué hago acá? pero cuando la formulaba ya estaba con la bata azul en la camilla.
-Levanta los brazos -ordenó mientras empezaba a palpar mis senos con sus delgados dedos. Yo por mi parte miraba hacia la ventana de persianas inmaculadas -Todo normal, ahora corre hacia la orilla de la camilla, abre las piernas y pon los talones en el soporte.
Odiaba esa parte, en verdad. Y aunque ya me sabía de memoria la rutina siempre la decía.
Cerré mis ojos cuando dijo:
-Respira -alzó la voz mientras introdujo el espéculo.
-¡Hay! -Grité mientras él seguía escarbando y palpando.
-Quédate quieta, solo voy a sacar una muestra.
Era muy fácil para él decirlo. Pero no sería tan buen paciente si le metieran los dedos en su recto.
-He terminado Kate, puedes cambiarte -Ya lo peor había pasado. Sin tanto preámbulo me cambié y me senté frente a él mientras escribía.
-Puedes reclamar la orden para tu primera mamografía.
Me quedé sentada y lo observé con cierta timidez
-¿Necesitas algo más Katheryn? -preguntó
-Tengo una duda.
-Sé lo que les atormenta a las mujeres de tu edad.
-Enserio-respondí tranquila. En verdad me quitaba un peso de encima.
-Todavía puedes tener hijos, habrá que hacer unos exámenes para ver cómo estás. Cosas de rutina. En estos días podemos alargar la hermosa juventud.
¡Era enserio! por qué todo tiene que ver con hijos y esposos. Su apresurada respuesta me hizo contestar antes que pidiera conocer al futuro padre.
-En verdad quería saber ¿tengo la menopausia?-contesté irritada y ofendida.
El doctor inquirió sus pequeños ojos azules en mí.
-¿Por qué crees que tienes la menopausia?
- Tengo calores. Mi cuerpo suda en las noches, he tenido resfriados frecuentes y a eso debo agregar que quisiera llorar por todo, como en estos momentos -decía mientras me limpiaba unas lagrimitas y leía el papelito que había llevado.
-Hay Kate... ¿hace cuánto no tienes sexo? -Me preguntaba con su sonrisita.
Salí corriendo después de sus últimas palabras, los únicos orgasmos que había tenido durante años habían sido cuando ganábamos una cuenta millonaria. Y eso era triste. De haber tenido menopausia no me habría sentido tan desdichada como ese día.
Está sonando el teléfono, no voy a contestar. Hoy es el día de Katheryn Johnson.
Suena el contestador.
-Hola en estos momentos no puedo atender tu llamada. Deja tu mensaje puede que te conteste.
-Kate, odio ese maldito mensaje. Sé que estás en la ducha. Solo quiero recordarte la cita con el cliente a las diez de la mañana. Sé que no es necesario decir esto... Pero por favor lleva un escote. O mejor, lleva a tu nueva asistente. Está ardiente.
Menos mal no contesté ¿Es en serio? Maldito imbécil, odio que llames a joderme la vida. Ahora resulta que mi nueva asistente es mi as bajo la manga. Al menos un esposo infiel tendría la delicadeza de esconder todas las huellas de su crimen para no lastimarme.
EL de voz grave e ínfulas de ken, es mi súper jefe de cincuenta y tres años, Dominic Brands, usa un peluquín y tiene una contextura musculosa que lo hace ver ridículo por su corta estatura. Sin embargo hace doce años lo admiraba a él y sus pensamientos.
Recuerdo cuando lo vi a mis veintiocho años. Llegué con una carpeta de mis proyectos y una timidez infantil cuando sientes admiración por alguien mayor y temes decir estupideces.
-Jovencita. Tu camino ya tiene un puñado de grandes logros y quiero que los compartas con nosotros.
Luego cuando ascendí a los treinta años. Me recibió con la siguiente frase: No pierdas ninguna oportunidad. Saca provecho de todas las ocasiones. Toda oportunidad está encaminada a tu desarrollo y perfección. Palabras que decía ser suyas. Al poco tiempo vi la aplicación en su móvil con frases orientales y esa frase, fue la misma que utilizó cuando contrató a la ardiente Penélope.
Al principio era mi ídolo, hoy es un cretino. Y pensar que por él dejé a la única persona que amé en la vida. Adam, el único hombre con la que podía ser yo: guapo, alto, atlético, pelo rubio y ojos azules. En mis peores momentos, lograba hacerme sonreír. Y a eso debía agregar que conocía muy bien mi punto G.
Nuestro último encuentro me comporté como la ¡PERRA! Más grande y me odio por eso. Estaba ahí, frente a mi oficina de gerente esperando con un ramo de chocolates Y una cajita pequeña que alcanzaba ver en su americana negra. Esperó horas ahí sentado, siempre con la misma sonrisa de conquistador innato y practicando en voz baja sus palabras.
Me asomé en la puerta de cristal y levantó su mirada. Sonrió y gesticuló con sus labios te amo. Yo solo sonreí y me fui a mi escritorio. Tenía que sacrificar algo... Y lo sacrifiqué a él. Salí por una puerta que comunicaba con otra oficina y nunca más le vi. Ahora que lo pienso en mis monólogos constantes. Creo que en verdad no lo sacrifiqué a él, fui yo quien se sacrificó.
Bueno basta de tonterías. Hoy tengo una gran cita con alguien que me prometió la mejor noche de mi vida y no quiero pensar en un pasado que no va cambiar. Abbie mi mejor amiga dice que debería tener miedo. Ella: esposa, y madre de dos hermosos niños no puede entender que por medio de un celular puedas conocer alguien y mucho menos sentir algo.
Pero después de cumplir mis cuarenta años, saber por mi ginecólogo que mis síntomas no eran menopausia y la contratación casi obligada de Penélope; quise salir de esa rutina que me estaba llevando al borde de una locura.
Llegué a mi apartamento en Tribeca, un lujoso y sofisticado piso veinte que le hacía honor a todas las cuentas millonarias que ganaba al año. Miré desde mi Smart phone los 5.1k like de Instagram de la noche anterior de mi foto en el balcón acompañada de una copa de vino y un mensaje que decía "Los éxitos son el tatuaje de mi vida, feliz noche para todos" comentarios vagos como, estás divina, los años no te pasan, te envidio, sigues fabulosa, que vida la tuya etc... acompañaron mi absurda foto.
Podría decir que digitalmente era casi una celebridad y la envidia de todas mis amigas o por lo menos mis amigas virtuales. Serví una copa de vino y como todas las noches sentada en el balcón, vi lo feliz que era en mi mundo digital. Por lo menos estaba en orden y según los indicadores, tenía una vida perfecta. Así que se me ocurrió algo... Tinder.
Realmente no era tan difícil, lo instalé en mi celular y accedí a ingresar luego de estar segura que no se iba a notificar en mi facebook. NO QUERÍA QUE NADIE SUPIERA. Busqué mis mejores fotos. Y luego elegí hombres de cuarenta a cuarenta cinco y que estuvieran a diez kilómetros a la redonda. En verdad lo estaba haciendo.
Tenía cuarenta y cinco conexiones en común para crear alguna cita. Luego como un catálogo, aparecían imágenes de hombres a los que podía desplazar por la izquierda si no me gustaban y a la derecha si llamaban mi atención. Al principio solo pasaba imágenes a la izquierda sin detallar a nadie.
Luego de la tercera copa de vino, decidida encontrar mi media naranja digital, observé con lupa. La verdad era más difícil de lo que parecía, de cuando acá me había vuelto tan exquisita. No paraba de reír sola en mi balcón. Había visto ciento de mujeres mostrando sus atributos pero nunca a un hombre, eso era nuevo así que los catalogué.
Los sexys: hombres sin camiseta, con la camiseta a medio levantar mostrando sus abdominales perfectas, en bóxer, debajo de la ducha, en el gimnasio, trotando, desayunando batidos etc... realmente estaban comprometidos en mostrar sus atributos y no me imaginé una cita hablando de mis rutinas de ejercicios o las mil y una dieta o peor aún, preocupados de cómo se ven mientras lo hacen.
Los Peter pan, hombres que aparecen en fiesta rodeados de jóvenes, jugando en la sala de su case videojuegos o compartiendo su emocionante colección de Star Wars o carros antiguos y la verdad en cualquiera de los casos no quería rehabilitar ningún tipo de hombre con problemas.
Y los últimos, pero no menos importantes. Los trotamundos, hombres que aparecen en decenas de ciudades, y aunque a simple vista parecen interesantes, mi mente exclusiva pensó: si han conocido el mundo entero, porque están buscando en Tinder, ya se han acostado con medio mundo, son demasiado complicados o pueden tener algún tipo de enfermedad.
Y después de mi análisis sicorrígido . me di cuenta que quedaban muy pocos candidatos y Tenía que elegir a alguien. Quedaban los normales. Mi primera elección fue Aaron Walk 42, extremadamente guapo. En apariencia alto, blanco, pelo castaño y peinado desordenado, ojos grises y una barba corta. Estaba Sentado cómodamente con un perro de raza guaymaral. Vestía una camiseta blanca y un pantalón gris de algodón que dejaba mucho a la imaginación y una sonrisa de dientes perfectos que te hacían querer estar allá.
Después de él, ya mi mente estaba más clara. Y mi cuarta copa hizo el juego más fácil. Michael 40, tomando un café en su oficina con un vestido impecable. Peter 43 con una cerveza en la terraza de su apartamento y de ahí en adelante el licor fue quien escogió mis posibles parejas.
A mi quinta copa ya había escogido diez posibles candidatos, y para mi sorpresa a ocho les gustaba. Debo admitir que las tres primeras conversaciones me habían desanimados un poco, la mayoría querían meter su órgano por todas partes después de un simple hola. Había pensado que esto era una real tontería hasta que encontré un mensaje de Aaron Walk 42
-Hola, ¿cómo estás?
Ya estaba pensando en darme de baja, Pero era demasiado guapo para no intentarlo.
-Bien, gracias
No tardó más de dos minutos para responder.
-Te preguntaría a qué te dedicas, pero como sé que vas a decir mentiras te pregunto. ¿Qué te gusta?
Creí que iba al mismo punto de los anteriores y antes de ver fotos de su miembro, contesté.
-SI QUIERES SABER SI ME GUSTA EL SEXO, ME ENCANTA. PERO NO ESPERABA TENER QUE HABLAR DE ÉL TODO EL TIEMPO POR ESTE MEDIO.
-Guau, si que tienes iniciativas interesantes, y que bien que te guste porque a mí me fascina. Pero me refería a otros tipos de intereses.
¿En verdad le había contestado así? demasiado vino.
-Lo siento, pero ya había visto demasiados fotos ilustrativas. Además de frases que todavía no entiendo.
-Ya es algo que puedes tachar de tu lista antes de morir. Y que bien que no te avergüenzas de decir tu edad.
-¿Por qué la iba ocultar? tal vez porque son pocas las mujeres de cuarenta que están en una página de citas queriendo hablar del mundo. jajaja
-Que bueno que seas tú y no otra.
No era idiota como los otros y me hacía reír. Pero antes que esto avanzara quería saber lo más importante y pregunté.
-¿Esas son tus fotos? Porque podrías ser un adolecente queriendo jugar una broma, o ser mujer y poner fotos de hombres. Aunque si la conversación es buena creo que no importaría jajaja.
-No, no, no ¡soy muy hombre! eso te lo puedo asegurar. Y las fotos son mías.
- ¿Y la hermosa mujer que está con esa copa de vino en realidad eres tú?
-Gracias por lo de hermosa, y si soy yo.
-Entonces un brindis por los cuarentones que entran a una página de citas para no hablar de sexo
-Acepto tu brindis, añadiendo los cuarentones que prefieren quedarse un sábado en la noche pescando una buena conversación -contesté y realmente por algún motivo no podía dejar de sonreír. Algo que hace mucho tiempo no experimentaba.
-Salud -respondió con el emoticón de una copa de vino.
-Salud
-¿Eres soltero? -era una pregunta necesaria para no hacerme ilusiones.
-No, en realidad soy casado tengo dos hijos y estoy aprovechando que mi esposa está durmiendo para hablar un rato.
¿Era broma o verdad? pero no quería parecer sicorrígida y no estábamos hablando de sexo.
-Que sincero. Y no sé hasta donde haga bien hablando con un hombre casado, no quisiera dañar un hogar.
-Si que te tienes confianza. Y es broma. Aunque la mujer que amé hace mucho no me hubiera mandado al caño no tendríamos esta conversación
-Siento que no se te dieran las cosas. Pero me encanta que no estés casado.
-Y con eso se podría decir que tu tampoco.
-Con eso se puede decir que soy soltera con mi quinta copa de vino hablando con un desconocido.
-Mucho gusto, Aaron
-Mucho gusto, Katheryn
-Y con esto ya no somos simples desconocidos. Que interesante se puede poner todo esto. Y a mí también me encanta que estés sola.
-¿Interesante? pregunté
-Si. Porque además de ser hermosa, no te importa decir lo que piensas, y es refrescante hablar con una mujer así.
No lo podía creer, el mejor prospecto de Tinder me decía hermosa. Y mis piernas hasta entonces rígidas empezaban a sentir un cosquilleo.
-Gracias por lo de hermosa. Y no a todos les parece refrescante hablar conmigo.
-Una mujer tan directa puede ser agobiante.
-Hablas como si me conocieras.
-Ojala que así fuera, lo digo por tus fotos. Esa mirada segura y algunas arrogantes. Eres como las flores silvestres. Solo quien las toca y las contempla ven su belleza.
-Creo que si seguimos hablando y con estos vinos en la cabeza voy a llegar a tu apartamento. Me encantó hablar contigo.
-Entonces no paremos de hablar.
-Es algo tentador, pero mi mente sicorrígida no me deja actuar diferente.
-Descansa Katheryn, y ya sabes cuando quieras hablar del clima aquí estoy. Un beso.
Después de esa conversación, las noches siguientes se hicieron más interesantes, al principio no quería hablar de mi vida personal. Pero con él era diferente. La única conversación vetada en nuestras noches eran las del tipo laboral. Y eso me encantaba. Hablar de esos sueños personales que había abandonado por qué a mis padres no les gustaba o porque mis amigos no lo aceptaban. Terminaron por convertirme en la Kate que todo el mundo quería ver.
La conversación que pasó nuestras relación a otro nivel digital, fue un viernes en la noche. Había destapado un Brunello di montalcino que me habían dado en navidad y estaba sentada en mi sala leyendo las propuestas a los clientes cuando recibí su saludo.
-Hola hermosa
-Hola! qué tal tu día.
-Las mismas rutinas del día, solo quería que fuera de noche para hablar contigo.
-Yo siento lo mismo. Nunca pensé que hubiera algo más importante a parte de trabajar en mi vida.
Ahí ya llevaba mi primera copa de vino.
-Lo importante no siempre es lo correcto.
-Quisiera más que saludarte -escribí mientras tomaba la segunda copa.
-Yo quisiera tenerte acá -respondió y luego mando un emoticón con un beso.
Al ver esas palabras en la pantalla me levanté y brinqué como una niña que le regalan ese juguete que tanto quiere.
-Te asustaste-escribió nuevamente al ver mi ausencia de palabras.
-No, solo me preguntó qué harías si estuviera contigo -Mi cuerpo empezó a sentir unas cosquillitas y no paraba de sonreír.
-Si te contesto podría hacer parte del grupo de personas en tinder que no quieren pronosticar el clima. Y me estaría arriesgando a que te desconectaras.
-Ya hemos pasado por todas las estaciones creo que no hace falta hablar más del clima. Y me muero por saber qué piensas. Prometo que no me voy a desconectar.
Estaba en mi cama con la segunda copa de vino frente a un montón de papeles y mi laptop mirando la ciudad en mi amplio ventanal que reemplazaba la pared y lanzando el móvil por debajo de la almohada mientras me levantaba y me decía a mi misma que estaba realmente loca. Cuando sonó la alarma del móvil que anunciaba que había respondido.
Salté como loca hacia la cama y cogí desesperada el celular y miré.
-Primero quitaría esa copa de vino que tienes en las manos y apagaría tu laptop.
-Lo tienes muy claro. Y te diría que exageras si no tuviera estos dos objetos a mi lado. Y después de desarmarme qué harías -estaba dispuesta a todo en esos momentos mi cuerpo había despertado de un sueño y no quería parar.
-Te miraría fijamente mientras desabotono tu blusa, y luego pasaría mi boca por tus pechos, tu cuello y tu boca.
Cada palabra era un cerillo encendido y yo quería más
-¿Me dejarías así?
-Claro que no, arrancaría tu ropa y te mordería toda.
-Mordisco duros o pasitos.
-Todo depende, y tengo que parar porque me haces pensar más de la cuenta.
−Quiero verte −escribí sin más preámbulos. Y durante seis minutos no contestó. ¿Todo había sido un espejismo? me pregunté mientras esperaba ansiosa su respuesta. Hasta que contestó.
-¿Estás segura?
-En estos momentos sí, pero creo que tu no.
-Claro que sí, pero no quiero dejar de hablar contigo y si nos vemos temo que las cosas no acaben bien.
-Lo último que quiero es pensar, solo quiero conocerte.
- Entonces nos pensemos.
-El próximo viernes a las ocho. ¿Dónde?
-Mándame tu dirección, es una sorpresa.
-Deseo conocerte.
-Yo a ti. Tengo que ponerme bajo la ducha. Un beso preciosa, hasta el viernes.
La última conversación la tenía grabada en cada parte de mi cuerpo, toda la semana pensé en ese encuentro de mil maneras. Y mi cuerpo gritaba y exigía sentirlo. Si esa reunión no fuera tan importante. Realmente me quedaría sin pensar en nada más. Solo en Aaron y en mí.
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