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La pequeña Italia


Capítulo 11

Voy con Aaron devuelta al hotel. Las gotas de agua enormes han desaparecido y dan paso a unas débiles y escasas. Siento mi pelo pesado y temiblemente desastroso, pero eso es irrelevante porque estoy prendida de su mano que me sujeta con fuerza. No es Penélope ni la nueva recepcionista sexi que se descompone con su presencia. Soy yo, Katheryn Johnson quien fue dueña por un instante de sus labios exquisitos.

No quiero soltar su mano, pero mis pies no pueden dar un paso más. Es increíble lo rápida que puede ser una mujer herida cuando corre sin importar el tamaño de sus tacones. Y aún falta decenas de pasos para llegar. Suavemente me desprendo y sin pensarlo más quito mis hermosos zapatos y dejo mis pies desnudos en el piso mojado y helado.

─¿Estás bien? -Pregunta Aaron.

─Solo debo parar un poco.

«Me quedaré sin pies si doy dos pasos más con mis hermosos escarpines Chanel  de 85mm de tacón» Obvio ese comentario obsesivo por los zapatos queda archivado en mis pensamientos.

─¿Qué haces?

─No voy a dejar que te lastimes, sujétate de mí cuello.

─Yo puedo caminar, no tienes necesidad de llevarme en tu espalda.

─Deja de protestar o te robo un beso.

Aunque la segunda opción es más atractiva que la primera, su mirada dominante me pone a la altura de una colegiala que se intimida con la más mínima insinuación y antes de ser más obvia accedo a su proposición. Aaron se inclina, yo me sujeto de su cuello. Y mientras cada célula de mi cuerpo muere de vergüenza el agarra mis piernas y se levanta conmigo a cuestas.

─No pareces tan pesada -parlotea mientras camina.

─Tal vez no eres tan fuerte como aparentas.

─No puedo entender como salen tantas quejas de tus labios.

─Y así los besaste.

─He hice que guardaras silencio.

─Bájame.

─Deja de quejarte -murmulla mientras sigue caminando.

Guardo silencio y solo me queda sujetarme de su cuello con más fuerza como si así mi peso si hiciera más liviano. Y con todo y peso amo estar sujetada a él.

─Llegamos -dice al mismo tiempo que me suelta.

El portero corre preocupado con un paraguas, Aaron hace una llamada y yo aprovecho para poner mis hermosos zapatos con más dificultad porque mis pies parecen haber aumentado dos tallas. Además, mi cuerpo no para de tiritar gracias a mi encantadora hazaña bajo la lluvia.

─Cuando vayas a escapar lleva un paraguas -me susurra al oído al mismo tiempo que me abraza y trata de cubrirme con su abrigo.

Quedo inmóvil rodeada por los brazos de Aaron mientras escucho los fuertes latidos de su corazón. Temo moverme y que su cuerpo ya no me rodeé, temo que mi corazón salga de mi pecho y él se dé cuenta de todo el deseo que me invade al sentirlo, temo que el tiempo corra tan rápido que ya no pueda estar junto a él.

Y justo cuando empiezo a disfrutar ese momento, Aaron me suelta un poco y me lleva hacia un Rolls-Royce Dawn gris que espera junto a un hombre de mediana edad perfectamente erguido que se mueve ágilmente para abrir la puerta trasera.

─Buenas noches señor.

─Sebastián

─¿Cómo salió todo?

─Algo inusual -Aaron responde al tiempo que despliega sus labios e intenta sonreír. Mientras yo trato de guardar la compostura. El hombre se dirige hacia el asiento del conductor y yo entro al lujoso carro de Aaron con él a mi lado.

─¿A dónde nos dirigimos?

─A 56 leonard street tribeca.

Miro a Aaron confundida «¿Cómo es que sabe la dirección de mi apartamento?»

─Investigo a las personas que van a trabajar conmigo -Explica antes que yo pregunte con ese tono de tenerlo todo bajo control y desgraciadamente funciona conmigo y mis sensibles mejillas que al parecer reaccionan involuntariamente a su voz. trato de evadir su mirada y un intento absurdo por dejar de respirar y estar lo más tranquila posible antes que mi cuerpo empiece a vociferar a gritos todo lo que siento.

─Ya no es necesario que ocultes que te gusto -susurra a mi oído.

Mi cuerpo reacciona involuntariamente tratando de responder, pero apenas logro mantener el control y esas palabras seguras que ganan cuentas millonarias y hacen trizas a la competencia se quedan atoradas en mi garganta y en una batalla perdida miro hacia la calle inundada de paraguas.

─Te asusta no tener el control -dice Aaron rompiendo el silencio que trato de crear sin ningún éxito.

─¿De qué hablas? El control es el que permite estar en la posición que estoy, soy lo que he decidido ser gracias a mi control — respondo a la defensiva.

─Deberías ser como este carro que aun cuando su perfección no es una puesta al azar sino el trabajo minuciosamente calculado de muchos hombres, dejan que el espíritu del éxtasis lo comande.

─¿A qué te refieres?

─A la pequeña escultura que está al final del capó.

Elevo mi mirada y logro apenas ver una pequeña imagen plateada.

─¿Y qué tiene que ver conmigo?

─Te encanta tener el control, y eso hace que la vida se torne algo aburrida.

─El control hace que el sufrimiento se minimice.

─Y que la felicidad se desvanezca.

─Corriendo el riesgo de ser lastimados -hablo tan bajo que no sé si me ha escuchado.

─Lastima no vivir -responde Aaron, me toma de las manos y siento que mi imagen agotadoramente fuerte se quiebra en diminutos pedazos. Subo la mirada y ahí está la suya penetrante que me envuelven en una paz que hace mucho tiempo no lograba tener.

─Llegamos

─Gracias Sebastián.

Aaron sale del carro, tiende su mano y yo la tomo.

─Gracias por... mentir y traerme.

─Parece que estoy destinado a salvarte de ti misma.

─así es.

Trato de quitarme su abrigo para devolverlo.

─No es necesario, mañana me lo entregas.

─¿mañana? -pregunto sorprendida.

─Hay muchas cosas que aclarar. Sebastián viene por ti a las 9:00am para que desayunemos juntos. Hasta mañana Kate.

─Adios Aaron.

*************************************************

Son las siete de la mañana y una sonrisa infantil rodea mi rostro recreando una y otra vez el beso con Aaron. Me revuelco en mi cama y observo en Tinder su foto la que me hace sonreír más y es que todavía siento los latidos de su corazón y sus deliciosos labios mojados sobre mi boca.

Y como el karma me persigue soy interrumpida por el sonido molesto de mi teléfono el que dejo atender por mi contestador y ahí está nuevamente Dominik "Kate odio ese maldito mensaje, pero quiero la exclusiva de tu repentina huida de la recepción y al instante Aaron corriendo tras su damisela. Además, el rostro incómodo de Adam atendiendo junto a Shaira la velada. Necesito todos los detalles. Posdata: sé que estás ahí. O tal vez con Aaron. Llámame Kate."

Sé que Dominik no es el único que quiere una exclusiva de mi vida privada. Adam ha marcado tres veces y aunque no crea que le deba ninguna explicación, realmente no sé que pueda hablar con él hasta que hable con Aaron. Y sé que Aaron me hará preguntas incomodas del hombre eyaculación precoz y lo único que deseo es que esa historia se guarde en una caja negra o que todos esos recuerdos precoces se evaporen.

Sin importar todas las conversaciones pendientes me levanto de mi cama, voy al baño con una energía diferente y me gusta. Me observo en el espejo, veo una mujer más tranquila que está bien con el reflejo de su espejo, después de una reconfortante ducha voy a mi vestier y la tranquilidad empieza a convertirse en ansiedad porque voy a ver el hombre que despierta hasta mi más mínimo deseo y no sé que ponerme.

Empiezo a buscar y es que no sé a dónde voy, tal vez a su apartamento, debería llevar unas bragas muy pequeñas o tal vez vamos a un café así que puedo ir más informal. Saco un vestido rosa francés de corte recto lo observo y...

Vestido rosa sale

Falda entubada sale

Camisa negra sale

Vestido negro sale

Falda plizada sale

Chaqueta verde sale

Que mierda creo que podría medirme todo y aun así no logro encontrar nada. Después de una lucha de atuendos elijo una camisa blanca de seda, unos vaqueros ajustados con mis hermosas baletas animal print de piel ecológica y unas diminutas bragas de encaje negra. Me observo, recojo mi pelo con una coleta y aplico apenas un poco de maquillaje para disimular las ganas que tengo de estar junto a él. Bajo y Sebastián está esperándome al lado del carro, pero no veo a Aaron por ningún lado.

─ Buenos días señorita. ─dice Sebastián abriendo la puerta.

─Buenos días Sebastián ─contesto con amabilidad, pero antes de subir le miro y pregunto ─Pensé que Aaron venía.

─El señor tenía que despedir a unos de sus socios, pero no se preocupe que va estar a tiempo.

Subo al carro y apenas si puedo relajarme, Sebastián me observa desde el espejo retrovisor y cruzamos algunas sonrisas mientras mi estómago está hecho un lío por lo nervios y nuevamente el timbre de mi celular perturbando mi tranquilidad. Lo saco de mi bolso y es Adam.

Mi corazón se detiene y ya se hace costumbre no saber qué hacer. Aprieto las manos tan fuertes como puedo para no desmoronarme. Pero mientras decido mi cuerpo va de subidas y caídas porque sé que Aaron quiere hablar y hablar es lo que peor se me da a los cuarenta años de mi vida en los que todos los estudios aseguran que sabemos que queremos, cuando y donde. Y la verdad yo creo ser el uno por ciento de error que tiene su vida hecha un lio con un sapo, el pasado y el futuro.

Llegamos a la calle Mulberry a la pequeña Italia, Sebastián logra parar detrás de una fila de carros y antes que yo reaccione el abre la puerta. Bajo y veo al otro extremo a Aaron al lado del café roma y un letrero encima que dice "bienvenido a la pequeña Italia".

Aaron sonríe y levanta sus manos que sostienen dos cafés. Y justo ahí me siento como una princesa de Disney yendo al encuentro con su príncipe de vaqueros y su jersey de cuero negra con una sonrisa dirigida a mí.

─Hasta pronto señorita ─se despide Sebastián.

─Muchas gracias Sebastián ─me despido y cruzo las calles decoradas con lazos de colores y banderas italianas que cuelgan de todos lados y trato de esquivar decenas de personas que caminan a todas direcciones con ambiente festivo.

─Katheryn -saluda al mismo tiempo que me entrega el café con un roce de dedos que activa hasta la más diminuta célula de mi cuerpo y que entra en conflicto con mi cabeza que quiere parecer serena ante Aaron que hoy esta más sexy y guapo que nunca.

─Aaron ─saludo muy casual cuando en el fondo ese hombre me derrite totalmente.

─ ¿Has venido las fiestas de San Genaro?

─Se vale por televisión.

─El trabajo.

─Así es.

─Espero que no hallas comido nada... vamos.

Y antes que yo conteste, con su mano libre me sujeta de la cintura y siento que el piso es gelatina y que yo puedo caer en cualquier momento. Tomo un pequeño sorbo de café y caminamos sobre una calle llena de puestos de comida que se extienden a lo largo, así como el aroma de pizza, hierbas, embutidos y pasteles recién horneados que se introducen en una danza magistral con la música y los cocineros que no paran en ningún momento.

Paramos en un negocio con una plancha de acero enorme llenas de salchichas italianas y cebollas salteadas y Aaron pide dos.

─Vas a probar la mejor versión del perro italiano mi abuela solía cocinar todo el tiempo para nosotros.

─ ¿Y era italiana?

─Así es.

─Aquí tiene señor, ¡Il miglior salhicha italiano! ─dice el hombre de cintura redonda que apenas puede sujetar el delantal.

─ Lo spero, il mio amico non ha mai provato questo piatto ─responde Aaron con una sonrisa que empiezo a descubrir. Ignorando por completo que puedan estár hablando los dos hombres que fijan su mirada en mí.

─¿De qué están hablando?

─¡ provalo adesso! ─dice el hombre de delantal mientras levanta sus manos y entiendo que estan esperando a que yo pruebe el perro versión italiana.

Sin hacer esperar a los dos hombres tomo un vocado y quedo encantada con el delicioso sabor a pimienta y dulce que se resvalan por mi boca y mientras saboreo cada ingrediente dejo a los dos hombres esperando por la respuesta.

─¡Delicioso! Es lo mejor que he comido.

El hombre descansa su posición rigida y vuelve con una sonrisa a servir más salchichas mientras seguimos con Aaron.

creo que hoy vamos hacer tour gastronómico.

─Esperabas un café más íntimo o un desayuno en mi apartamento.

ME mando otro bocado a la boca para no contestar. Porque en el fondo si esperaba estar sola con él aun cuando el miedo me invadiera. Pero no puedo ser tan obvia.

─Es mejor así, porque no sabemos si las preguntas o respuestas serán positivas de lo contrario el recuerdo no será tan traumático.

─¿Tienes miedo a salir lastimado?.

─Acaso me vas a lastimar.

─No estoy diciendo eso. Solo que te cuidas mucho.

─O te estoy cuidando a ti.

Quedamos en silencio mientras terminamos de comer y siento que no puedo descifrar a este hombre. Caminamos y observamos músicos haciendo su mejor presentación frente a los turistas hambrientos de experiencias.

─Quiero saber si todavía piensas seguir con tu cita de ayer.

Su pregunta tan inesperada me hace toser

─Quiero que seas totalmente honesta conmigo.

─ ¿Claro que no? Contesto tan rápido como puedo y me odio por ser tan evidente.

─ ¿Sigues enamorada de Adam?

─ No, eso fue hace muchos años y todo ya quedó claro entre nosotros.

─Eso no fue lo que vi.

─Es normal confundirse cuando vez a la persona que fue especial en tu vida. Teniendo en cuenta como terminaron las cosas... ─Hago una pausa para no decir algo de lo que pueda arrepentirme. ─Pero también me di cuenta que el único sentimiento que tenía era culpa. Y me hace muy feliz que encontrara esa persona en su vida. ¿y tú vas a seguir con tu coqueteo con la recepcionista?

Maldita sea yo y mi bocota, porque este hombre me pone tan nerviosa y porque diablos tengo que hacer esta estúpida pregunta.

─ ¿Te pone celosa que coquetee con la recepcionista?

─ ¡Claro que no! Porque tienes que decir eso.

Aaron sonríe y pone su rostro frente a mí y como un mago hace que el ruido los olores, las personas desaparezcan y solo estemos los dos envolviéndonos en el otro.

─ ¿Qué quieres Katheryn Johnson?

Sus ojos invasores desasen todos los muros que pueda tener y sin importar lo que mi ego piense del poder, decido responder con toda sinceridad.

─Solo quiero...

─ ¡Un cannoli!

─ ¿Un cannoli?

En un segundo la fiesta de san Genaro vuelve hacia nosotros y un hombre de pelo negro y arrugas pronunciadas está sobre nosotros con un megáfono y una enorme sonrisa.

─ ¿Gana una cena romántica para tu novio?

Aaron lo observa y sonríe.

─ ¿Qué tiene que hacer?

─Comer cannoli, solo faltan dos participantes.

Aaron hace un gesto de aprobación y al voltear observo una tarima con una mesa larga, mujeres frente a platos de cannoli y muchas personas observando y claro que no voy a subir a poner rollos en mi boca frente a Aaron.

─Mira ya llego otra joven, solo faltas tú.

Antes que yo pueda hablar, baja un hombre enorme con la cara llena de harina, toma mi mano y me lleva pese a mi débil postura negativa frente a todos los espectadores y Aaron que parece disfrutar la escena donde nuevamente estoy en ridículo.

Me siento al lado de una anciana que está muy animada por empezar y hace un gesto ganador, el hombre de harina da la orden, una campana suena y todas las mujeres empiezan a comer mientras el hombre nos alienta.

─ ¿Quién llevará a su novio a una cena romántica?
Cojo un trozo y lo muerdo con modestia, saboreo la ricota que hay en el interior con chocolate. Observo a Aaron y me hace un gesto de desaprobación al mismo tiempo que señala a la anciana que está junto a mí, la cual se lleva prácticamente los rollos enteros a la boca.

Su gesto hace que algo en mi se anime a disfrutar y ganar ese momento. Y empiezo a morder trozos de cannoli y pasarlos casi enteros. Las personas gritan y la anciana hace esta batalla entre ella y yo. Y claro que encuentra una rival digna porque de alguna forma los rollos empiezan a desaparecer del plato, pero mi esfuerzo no es suficiente y ella gana.

Las personas hacen un grito de júbilo y la mujer si que disfruta el momento de victoria. Me levanto de la silla y voy hacia Aaron.

─Creo que tendré que invitar la cena.

─Creo que comí los cannolis de un año y ni así gané.

Antes que pueda reaccionar Aaron me da un beso.

─ ¿Yo sé lo que quiero y tú?

─Quiero estar contigo ─ambos sonreímos, Aaron sujeta mi mano y me lleva con él.

─Vamos a mi apartamento, tengo una sorpresa.

¡su apartamento!

─Pensé que no querías un lugar tan íntimo

─Eso dependía de tus respuestas.

Una sonrisa se desprende de mi boca y caminamos hacia el silencio y la normalidad mientras Aaron saca su móvil y llama a Sebastián, llegamos nuevamente a Mulberry y subimos el carro.

─Vamos a mi casa. ─dice Aaron e instantáneamente las mariposas en mi estómago revolotean y aunque trate de no ser obvia no puedo dejar de observarlo.

Aaron recibe una llamada.

─Si soy yo.

─ ¿Dónde se encuentra?, Sebastián vamos al Mount Sinai. Mi padre tuvo un infarto.

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