CAPITULO CINCO
He pasado tres días en la terraza, la bañera y la cama. Estaciones post Adam. Gritos, llantos, risas y maldiciones acompañan mis impredecibles estados de ánimo. Me levanto de la cama con esfuerzo y arrastro mis pies con desgano hasta la sala y observo mi lujoso penthouse acumulado de botellas de vino vacías y veo mi reflejo en las puertas que me llevan a la terraza todavía con la misma pijama térmica de la pantera rosa de hace tres días.
Me repito como una especie de mantra que soy una mujer exitosa que muchas envidian y que a mis cuarenta años, además de ganar cuentas millonarias, tengo un apartamento de ensueño en la mejor zona de Nuevayork... Pero no es suficiente.
Mi celular y los mensajes de mi contestadora no dejan de sonar, y aunque los desconecto no resisto por mucho tiempo y los traigo a mi mundo para saber si alguien «Adam» me ha escrito o llamado. Pero al no ver ni un solo mensaje suyo apago todo nuevamente molesta con Adam con Aaron, Dominic y todo el maldito mundo que sigue la vida aparentando que todo está bien cuando no es así.
Quiero dejar mi mente en blanco pero la bofetada pasa una y otra vez igual que la presencia de Adam en la oficina. Y no dejo de reprocharme por lo que sucedió y luego pienso que el culpable fue Adam y al instante lo disculpo porque es lo mínimo que un hombre resentido puede hacer con la mujer que se burló cruelmente de sus sentimientos.
Son las seis de la tarde y mi estomago está dando señales de auxilio, voy a la nevera y saco una tabla de quesos que había comprado para esa gran cita en la que acabaría con mi ayuno sexual. Sin embargo mi ayuno sigue intacto y mi dignidad permanece en los confines del purgatorio. No quiero estar sobria, no quiero estar consciente de todo lo que ha pasado, quiero huir cobardemente y no volver a ver a esos dos hombres.
¿Qué debe hacer una mujer exitosa de cuarenta ante esta situación? es la pregunta que ronda en mi cabeza y como un reality show de financiación barata confronto a las tres Kate de la puerta uno, dos y tres. La primera arrogante y mirada cruel a la que nadie se atrevería a cuestionar y así evitaría cualquier pregunta o confrontación que la haga lucir patética. La segunda con mirada de perro huérfano esperando la compasión en este caso de Adam, en la que olvide todo y corra para salvarla de su humillación y la tercera la amnésica que no recuerda nada y está tan perturbada por el trabajo que la vida personal no entra.
Y si. Mis ideas son tan absurdas como mi pijama así que seré una Mierda, esa mujer alfa a la que todos los foros femeninos exhiben como el gran trofeo del siglo XXI; decidida, con iniciativa, capaz, seres que no temen fracasar ante las adversidades y se levantan las veces que sean necesarias hasta que consiguen llegar a su meta. Una especie motivadora que incentiva a las más débiles.
Sabemos manejar las relaciones con los hombres. No necesitamos rosas, chocolates y mucho menos que nos abran la puerta porque no estigmatizamos el amor. Estamos cómodas con nuestra soledad y el sexo ocasional también lo podemos disfrutar sin esperar futuras relaciones.
Y creí que en eso me había convertido después de terminar con Adam. Pero no es cierto. Intenté una relación con un sujeto que al igual que yo tenía muchas pretensiones, e hicimos de aquella relación un juego de ajedrez frio y calculador tratando de dar un jaque mate al más débil y como era de esperar los dos perdimos.
Con la boca llena de queso prendo «Nuevamente» el celular, tengo más de cien mensajes y llamadas de trabajo pero no la que necesito. Con el estómago lleno, tomo impulso y recojo las botellas de vino y las pongo en una bolsa. Preparo la bañera con esencias de lavanda para subir el ánimo, me incorporo en el agua tibia y observo el cielo desde el muro de vidrio de mi baño y lloro.
«Necesito dormir» salgo de la tina, y aunque es tentador la pijama térmica, camino hasta mi armario y destapo una caja negra brillante en la que hay una bata de seda y encajes rojos esperando la ocasión perfecta y sé que no vendrá así que no la postergo más y me envuelvo en ella y como un ataque repentino cepillo mi pelo mientras me observo en el espejo sin decir una sola palabra, sin ninguna expresión.
Por primera vez miro a esa mujer exitosa descarnada por los sentimientos. Esos que estaban vetados y que ahora se abrían como una caja de pandora dejando mi vida hecha un caos y cambiando una mujer alfa por una mujer de porcelana que es tan frágil que se puede romper.
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No sé cuantas horas han pasado. Trato de abrir los ojos y me pesan tanto que duro uno minutos para observar la hora. Son las seis de la tarde y no tardo mucho para sentir nuevamente la frustración, voy a la cocina y solo veo una bolsa llena de botellas vacías, he acabado el licor de un año en dos días y aun no es suficiente. Pido tres botellas de vino y una caja de comida china y espero sentada en mi balcón con la mente en blanco hasta que mi celular suena para avisar que mi pedido ha llegado.
Cuelgo y corro al baño para refrescar mi rostro. No me quiero ver como esas mujeres solas que solo esperan la llegada del domiciliario con licor. Me observo en el espejo y si los ojos no estuvieran un poco rojos parecería una mujer esperando a su amante.
Timbran y salgo con mi paso ligero. Al abrir la puerta está Adam con una bolsa. y siento que mis piernas apenas se pueden sostener y pongo la mano en la pared para no desborornarme ante él.
-Aquí está tu pedido -dice mientras levanta la bolsa y muestra una sonrisa de hablemos y hagamos las paces.
-¿Así de mal te va con la venta de tus condones que tienes que hacer entregas a domicilios? -como siempre hablando antes de pensar.
-No pierdes el sentido del humor.
-No he perdido muchas cosas -respondo con una sonrisa desafiante que no entiendo de donde me sale.
-De eso me doy cuenta -observa mi atuendo.
Tengo la bata roja, lo había olvidado. «Mantente erguida, segura, que tu respiración no se note. Me digo sin quitar la mirada de él»
-Agradezco el servicio, no tenías porque molestarte.
Le quito la bolsa y me doy vuelta con la intensión de tirar la puerta en su cara aunque en el fondo solo quiero estar cerca de él y abrazarlo «todavía no sé que quiero de ti Adam, pero te necesito» me digo a mi misma y las lágrimas nuevamente tratan de salir y hago hasta lo imposible para evitarlo pero siento mis ojos a punto de estallar.
-Tenemos que hablar.
Nuevamente ese tono autoritario que logra quebrarme por dentro.
-Ya hablamos y todo quedó muy claro -titubeo un poco.
Doy un paso adelante en contra de mi voluntad y siento su mano volteándome a lo que sujeto con más fuerza la bolsa. Quedo tan cerca como para sentir su respiración agitada y ver su mirada atormentada.
-Tenemos que hablar.
-Esto no es necesario... todo quedó claro.
-¿Lo crees?
Se acerca un poco más, y puedo sentir su aliento y sin pensar en nada me inclino y lo beso. Pero su cuerpo queda inmóvil y me alejo tan rápido como puedo y salgo al interior de mi apartamento más confundida y avergonzada dejando la bolsa tirada en el piso « ¿Qué diablos hice? ¡Todo lo mal interpreto!»
-¡Katheryn!-grita a lo que tira la puerta.
-Lo siento no sé qué me pasa, estoy -Adam se aferra a mis labios y yo al contrario de él hundo mis manos en su espalda gruesa y lo acerco más. Sus labios, su lengua sus dientes viajan al pasado y me doblegan con desesperación y arrancan de mi garganta quejidos suplicantes y atrevidos al enroscar mi lengua con la suya mientras bebo complaciente esos besos húmedos.
Una fuerza salvaje e intensa hace que lo lleve hasta la pared al mismo tiempo que me envuelve con sus brazos al punto de sentir la dureza de su pasión mientras mis manos ágiles desabrochan los botones de su camisa para seguir con el broche de su cinturón. Pero el bruscamente me retira con sus brazos y me deja frente a él observándome agitado y con una mirada culpable.
-¡Me voy a casar!-grita con furia.
Sus palabras pasan como una lanza envenenada en el centro de mi corazón ya lastimado.
-Lo siento -magulla al mismo tiempo que retira y abrocha su camisa tan rápido como puede. Mis lágrimas aparecen y mis piernas pierden la fuerza, solo quiero desvanecer. Tomo aire, limpio mis ojos y volteo tan natural como mi cuerpo lo permite mientras mi interior se quiebra en pedazos y vuelve a la luz la Katerhyn sarcástica.
-Yo era tu despedida de soltero -digo con una sonrisita mientras recojo la bolsa y saco una botella de vino.
-Lo siento ... yo quería...
-Hablar -interrumpo -Y no te disculpes, yo fui quien empezó todo. Todavía tengo el vino en mi cabeza. Sirvo dos copas de vino y le paso una, hago mi mejor esfuerzo para parecer agradablemente estúpida. Y paso este dolor con un gran trago frente a sus ojos y Adam hace lo mismo.
-Habla -exijo mirándolo a los ojos.
-Tienes abierta...
-La puerta ya sé ¿Es lo mejor que tienes? ¾completo su frase con rabia.
-Tienes abierta la bata.
Por qué no dejé que terminara de hablar. Maldito vicio. La arreglo rápidamente mientras siento que mis pómulos hierven. El sonríe y la tensión empieza a bajar.
-Lo siento...
-viniste a decir lo siente, no somos dos niños, yo empecé tu seguiste y terminaste, vamos a la terraza, ahí podemos hablar -señalo mientras cojo la botella de vino y camino.
El me sigue en silencio y yo solo puedo hacer que nada sucedió. Me siento en mi tumbona y dejo la botella de vino en una mesita de madera redonda. Adam se queda de pie mirando a la nada y yo trato de observarlo sin que lo note.
Tener a Adam junto a mí es tan extraño como besarlo hace un rato. Ya no es ese hombre que accedía a todos mis caprichos, el que no se resistía a mis besos de perdón y me miraba con ternura.
Toma el último sorbo de vino y yo como un reflejo de él hago lo mismo.
-Muchas veces quise saber de ti...Hubo momentos que esperaba verte frente a mi diciendo que todo había sido un error y que querías estar conmigo. Pero a medida que ascendías en tu trabajo, te volvías fría y arrogante y no te quería perder así que mi última carta era pedirte matrimonio pero no tuve la oportunidad de hacerlo.
-Lo siento -respondo en voz baja casi insonora.
-Siento hacerme pasar por Aaron. No tenía ningún derecho... verte hizo que todo el pasado volviera... Pero ya no te amo Katheryn -escuhar eso me hundió en un jardín de espinas y apreté tan fuerte mi copa para aferrarme a algo y no caer ante él -No quiero confundirte, tampoco quiero que dejes el proyecto -decía como un guerrero honorable con su enemigo.
-El proyecto -repetí entre mis dientes.
-El día de la cita, llegué hasta la puerta de tu apartamento y quedé ahí por varias horas sentado al lado de la puerta pensando que debía hacer. Pero nunca tuve el valor de entrar. No contaba que Aaron y tu se conocían y cuando te vi discutiendo con él tuve que asumir lo que había hecho.
-Sinceramente no sé que estaba pensando ese día que fui a la compañía y a veces pienso si todo esto fue destino o karma, salud -digo mientras lleno nuevamente las copas para pasar sus frases afiladas.
-Salud -responde.
-¿Cómo es ella?
-¿Quién?
-Enserio no sabes a quién me refiero -digo
-¿Quieres saber?
-Me muero por saber -digo con una sonrisa debastada, pero la verdad es que me muero por saber quien hizo que sus sentimientos ya no fueran los mismo hacia mí.
-Es extraño hablar de esto contigo.
-Ya nada puede ser más extraño -contesto más relajada.
Se levanta toma un sorbo de vino y responde -La conocí en Australia, pero en verdad es de Corea. cuando me...
-Dejaste, dilo tranquilo.
-Cuando me dejaste... lo primero que hice fue escapar y me fui a Australia a trabajar. Pensé que nunca más me volvería a enamorar hasta que la conocí a ella. Siempre coincidíamos a la misma hora en la playa y bueno el resto ya es obvio.
-Pero no me has dicho como es.
-No eres fácil de evadir... Es todo lo contrario a ti.
-Eso si dolió.
-Querías saber -dice mientras se toma el último trago de vino.
-¿Qué es lo contrario a mí? -pregunto con un masoquismo que no logro evitar.
-Sin importar que tan lejos nos encontremos siempre me hace saber que está pensando en mí. No juega a ser la fuerte de la relación ni tampoco la débil. Sus sentimientos son un libro abierto. Es una gran empresaria pero no usa eso para hacerse la más fuerte.
-Parece la mujer perfecta para ti ¿Otro trago? -pregunto antes que siga hablando de la mujer perfecta. Yo sé que fui yo quien preguntó pero «Tienes que ser tan sincero» y no quiero responder porque sé la respuesta.
-Está bien.
Suena el celular de Adam y lo observa
-Después contesto.
-No lo hagas, solo sería más extraño -digo mientras por dentro siento que tengo lava en mi pecho -voy por el vino.
Me aparto mientras Adam camina al fondo de la terraza para hablar. Lo observo desde la cocina. Su rostro cambia instantáneamente, sonríe como un niño con bici nueva y desearía ser la que está en la otra línea hablando con él. «¿Cómo ha sido tu día? claro que te he pensado. No tardes, te estoy esperando» dejo de imaginar lo imposible y llevo la otra botella tan lento como puedo para esperar que termine su romántica llamada.
- Llénala -dice con esa sonrisa encantadora mientras camina hacia mí. Cuantas facetas tiene este hombre al que dejé plantada durante tanto tiempo y ahora solamente está frente a mí como un extraño al que quiero aferrarme.
-¿Cuándo te casas? -pregunto
-En cuatro meses vamos a corea.
Las conversaciones quedan a un lado y nos invade un silencio que disimulamos con los pequeños tragos de vino. Lo contemplo desde mi silla de madera y devuelvo todo mi pasado en cuestión de segundos. Quiero llorar y al mismo tiempo no quiero dejarlo ir. Sería demasiado idiota si lo dejara ir nuevamente. Además sus sentimientos por mí no han cambiado lo pude sentir hace unos segundos así diga que no me ama.
-No quiero que dejes el proyecto por mi culpa. Quiero que vuelvas.
Es eso o no quieres dejar de verme...quiero descubrirlo.
-No soy la que deja los proyectos tirados, no te preocupes.
«Además tengo cuatro meses para conquistarte»
-Debo irme, hay trabajo por hacer -dice mientras se levanta y deja la copa en la mesita de madera.
Yo me levanto y lo guío a la puerta.
-No quiero hacerte daño Katheryn, quiero que estés bien.
-Voy a estarlo, adiós Adam -Lo despido sin más preámbulos. Cierro la puerta y quedo ahí, nuevamente sola. Pero esta vez con una esperanza que hace años no tenía, conquistar a un hombre y hacerlo mío.
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