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PRESO

          Sentados en el sofá de la sala, el joven Andrés y su padre José se encuentran viendo en el televisor una comedia boba. Ambos se gozan el programa. De repente, la comedia es interrumpida por un informe de que acaba de suceder una explosión en una compañía de gas. El informe enseña todo el caos que sucedía en ese lugar. Andrés y José no lo pueden creer.

— Yo puedo ayudar ahí — expresa Andrés.

— No, no puedes hacerlo — indica José.

— Tengo que hacer algo —

— Ya lo hemos hablado. No puedes hacerlo. La gente no está preparada —

— No puedo seguir aquí sin hacer nada. Quiero ayudar —

— Yo sé que quieres ayudar, pero debes pensar en el después. Piensa en la reacción de la gente cuando vean lo que puedes hacer —

— Eso no me interesa —

— Tus acciones van a tener consecuencias. Hazme caso, yo sé lo que digo —

— Los tengo que ayudar — comenta Andrés y se va caminando.

          Ese día, Andrés llega al lugar de la explosión buscando ayudar a la gente en los alrededores. Todos los presentes se quedan sorprendidos al ver que Andrés levanta escombros que nadie podía levantar y escucha gente que nadie podía escuchar. Esas increíbles hazañas inmediatamente lo hacen famoso en Internet. Mucha gente lo comienza a llamar El Héroe del Pueblo por sus buenas acciones. Andrés -sumamente contento- no rechaza su fama de superhéroe. Durante semanas, Andrés se dedica a detener delincuentes y ayudar a la comunidad. 

          Un día, sentados en el sofá de la sala, Andrés y José ven nuevamente en el televisor la comedia boba.

— Oye Andrés, en estos días he estado pensando en algo — expresa José.

— ¿Qué? — pregunta Andrés.

— Me equivoqué. Todos estos años estuve equivocado. La reacción de la gente no fue
mala — 

— Sí, así es. Me han hecho todo un superhéroe —

— La gente te quiere mucho. No hay duda de
eso —

— Es increíble. Yo todavía no lo puedo creer. Toda mi vida he soñado con ayudar a la gente usando mis poderes. Se siente bien hacerlo —

— Sí, se siente bien. Por eso te quería pedir perdón —

— ¿De qué hablas? —

— Todas las veces que te impedí usar tus poderes, estuve equivocado —

— Ya eso pasó, tranquilo —

— No debí hacerlo —

— Oye, no pienses en eso. Ya eso pasó. Te perdono — comenta Andrés y ambos se abrazan.

          De repente, comienza a sonar el celular de Andrés colocado en la mesa de la sala. 

— Dame un break — expresa Andrés, coge el celular y responde la llamada.

          Pocos segundos después, un preocupado Andrés termina la llamada y explica que debe salir. Andrés entonces sale caminando, llega a una casa y busca a la joven Mónica por todos lados. Su búsqueda termina cuando ve a Mónica con poca ropa esperando en una alcoba. 

— Hola — expresa una sensual Mónica.

— ¿Qué sucede? ¿Cuál es la emergencia? — pregunta un confundido Andrés.

          En ese momento, Mónica camina donde Andrés y lo besa en la boca.

— ¿Qué haces? —  pregunta Andrés.

— Besándote — responde Mónica.

— ¿Por qué? — 

— Quiero hacerlo, quiero ser tu novia —

— ¿Quieres ser mi novia? —

— Sí, así es —

— No sé qué decir —

— No te hagas, tú también quieres. Sé que estás enamorado de mí. No sabes disimular —

— Pues sí, estoy enamorado de ti —

— ¿Entonces? Los dos estamos enamorados. Seamos novios —

— Es que, es que, no sé —

— ¿Qué pasa? ¿Cuál es el problema? —

— No sé si pueda hacerlo. Ahora soy todo un superhéroe. No sé si pueda ser un buen novio —

— Oye, no pienses en eso —

— Quiero hacerlo, lo quiero hacer, pero no creo que pueda —

— Sí puedes. Eres de los buenos — comenta Mónica y le quita la camisa.

          Seguidamente, Andrés besa a Mónica y ambos van a la cama. Desde ese día, Andrés y Mónica se la pasan felizmente enamorados.

          Meses después, Andrés camina por las calles del pueblo de Guaynabo viendo y escuchando los alrededores. Mucha gente le agradece por cuidar la comunidad. Cuando llega a su casa, descubre que José fue asesinado en el sofá de la sala. Seguidamente, ve que en el cadáver de su padre acomodaron una nota que dice: "Superhéroe del Pueblo púdrete". Andrés no lo puede creer y comienza a llorar. Se queda en ese lugar culpándose por lo sucedido.

           Dos años después, en el centro de detención del pueblo de Ponce, un desanimado Andrés -junto a los demás reclusos- desayuna en el comedor. Nadie lo acompaña en la mesa. En ese momento, el reo Edison lo reconoce y le hace compañía.

— ¿Y qué? ¿Sabe bueno el desayuno? — pregunta Edison.

          Andrés se queda callado, termina de comer y sale del área. Después del desayuno, Andrés regresa a su celda y se acomoda en la cama. Nadie le hace compañía. De repente, Edison se le aproxima.

— El desayuno estuvo bueno. Yo pensaba que iba estar peor. No soy amante de la avena, pero se brega con eso. ¿Te gusta la avena? Si quieres podemos negociar. ¿Qué me ofreces por mi avena? — pregunta Edison.

— Oye, no quiero hablar. Sal de aquí — responde Andrés con mucha seriedad.

          Edison entonces se queda callado y se va caminando. Más adelante, Edison y su hermano menor Antonio hablan en una de las mesas del área de visitas del centro de detención.

— ¿Tony, qué haces aquí? — pregunta Edison.

— Te tengo que contar algo — responde Antonio.

— ¿Qué sucede? —

— La pandilla cree que vamos a  delatar —

— ¿Qué? ¿Por qué dicen eso? —

— Dicen que somos muy novatos, que no aguantaremos la presión —

— No somos novatos, sabemos lo que hacemos —

— Ellos no piensan eso —

— Están locos, no les hagas caso —

— Oye, no es broma. Estoy preocupado. Están planeando hacer algo —

— Estás exagerando —

— No estoy exagerando. Debes tener cuidado, no pienses que aquí no te pueden hacer nada —

— Bien, tendré cuidado. Tranquilo —

— No puedo quedarme tranquilo. No sé qué hacer —

— Oye, todo estará bien. Ve a casa y no salgas a la calle. No hables con  nadie —

— Bien, haré eso —

— ¿Oye, todavía tienes tu arma? Si quieres busca la mía. Así tendrás  dos —

— Ok, haré eso —

          Edison poco a poco calma a su hermano menor sin saber que en esos momentos el recluso Lugo confecciona una cuchilla casera en una celda.

          Después del mediodía, todos los reclusos comienzan su tiempo de recreación afuera del centro. Andrés se la pasa en una mesa sin ninguna compañía. De repente, Edison se le aproxima.

— ¿Oye, me puedes ayudar en algo? — pregunta Edison.

         Andrés no responde y se va caminando del área. 

— Vamos, ayúdame — le expresa Edison acercándosele. 

          En ese momento, Andrés sin dar explicaciones le propina a Edison un pequeño empujón que lo hace retroceder.

— ¿Qué diablos? ¿Oye, qué diablos fue  eso? — le pregunta un enfadado Edison aproximándose.

          Andrés nuevamente le propina un empujón que lo tumba al suelo. Todos los reclusos y guardias se quedan viendo lo que sucede, no es la primera ocasión que pasa algo así.

— ¿Qué te pasa? — pregunta Edison.

          Andrés quiere seguir caminando, pero Edison nuevamente lo interrumpe. De repente, un nada contento Andrés agarra a Edison por el cuello.

— Te puedo matar con sólo mis manos. No me hagas hacerlo — le indica Andrés y lo lanza al suelo.

          Edison no hace caso, se levanta del suelo y se le aproxima.

— ¿No me recuerdas? ¿Recuerdas una noche que tirotearon un carro en la calle Gonzales? En ese carro andaba mi padre y yo. Mi padre cogió muchos disparos. Se estaba desangrando y yo no sabía qué hacer. Ahí es que tú llegas y nos llevas con los médicos. Tu ayuda salvó a mi padre. Nunca olvidaré eso. Tampoco olvidaré que mi padre te hizo prometer que me ibas a cuidar. ¿En qué quedo eso? ¿Qué te pasó? Todo eso fue pura basura — expresa un convincente Edison.

          Andrés entonces sin ninguna reacción se va caminando del área. Ya llegada la noche, Andrés se la pasa en su celda pensando en todo lo sucedido durante el tiempo de recreación. En ese momento, Edison termina de lavar sus manos en el baño y ve al recluso Lugo acercándose con una cuchilla.

— ¿Oye, qué haces con eso? — pregunta un confundido Edison.

— ¿Qué pasa? Te veo temblando — responde un malintencionado Lugo.

— ¿Quién eres? —

— ¿No sabes quién soy? ¿No has escuchado nada de mí? —

— No, no sé —

— Que ofensa. Bueno, no me sorprende, eres un nene. La pandilla me llama El Sucio. ¿Quieres saber por qué? —

— ¿Por qué? —

— No le temo a ensuciar mis manos —

— ¿La pandilla te envió a  asesinarme? —

— Así es —

— No voy a delatar —

— Oye, no es culpa tuya. Yo siempre he dicho que tu generación es demasiada blanda — 

          Pocos segundos después, Andrés llega al baño y ve a Lugo frente a frente.

— Si lo tocas, te mato. Vete de aquí — le expresa Andrés con mucha seriedad.

— Bien. Ya iba saliendo. Tranquilo — le indica Lugo guardando la cuchilla y saliendo del baño.

          Seguidamente, Andrés sin ninguna reacción se va caminando y Edison se queda en el baño pensando en lo sucedido. La mañana siguiente, ambos se ven en el comedor.

— ¿Oye, quieres mi pan? ¿Mi jugo? Quiero pagar tu ayuda — expresa Edison.

— Ya resolví tu problema. No tenemos que seguir hablando — indica Andrés.

— Todavía hay algo que puedes hacer por mí —

          En ese momento, Edison le pasa a Andrés una pequeña página. 

— Te ayudé por tu padre. No voy a hacer más nada — asegura Andrés después de leer la dirección de una casa en la página. 

— Se llama Antonio, es mi hermano menor. Puede ser que tenga problemas con la pandilla. ¿Lo puedes ayudar? — pregunta Edison.

— No —

— Vamos, Antonio es buena gente —

— No me interesa —

— Oye, Antonio y yo lo único que hacíamos era llevar la droga a donde nos mandaran. Eso es todo. La policía nos sorprendió con la droga y me pillaron. Antonio pudo escapar. No somos unos maleantes —

— No lo haré —

— ¿Por qué no? ¿Por qué no quieres ayudar? ¿Es más, qué haces aquí encerrado? Eres un superhéroe —

— No, todo eso fue una equivocación —

— ¿Por qué dices eso? — 

          De repente, Andrés se levanta de la mesa, se va caminando del comedor y sale del centro de detención. Nadie lo intenta detener. Ya en las calles del pueblo de Ponce, mucha gente lo comienza a reconocer y saludar.

          Mientras tanto, en el centro de detención, Edison camina por todas las celdas buscando un celular y uno de los reclusos le ofrece droga.

— No quiero droga. Espera, espera. Sí quiero droga. ¿Dónde la puedo conseguir? — pregunta Edison.

           Minutos después, Edison llega a la biblioteca y se reúne con Lorenzo, el vendedor de droga en el centro. 

— ¿Cuánto quieres? — pregunta Lorenzo.

— No estoy buscando droga. Lo que busco realmente es un celular. De seguro siendo la cabeza de la operación debes tener uno — responde Edison.

— Supongamos que tengo un celular. ¿Qué me ofreces? —

— Tengo información que te conseguirá droga fuera de aquí —

          Edison le cuenta a Lorenzo la forma en que la pandilla maneja la droga. Lorenzo queda encantado con la información y le pasa su celular. Edison entonces se esconde en los pasillos de la biblioteca y realiza una llamada.

— ¿Hola? — pregunta Antonio respondiendo la llamada en la alcoba de su casa.

— ¡Dímelo, Tony! — expresa un contento Edison.

— ¿Edison? ¿Qué haces llamándome? —

— Quería saber si estabas bien —

— Pues sí, estoy bien, estoy en casa. ¿Y tú? ¿Estás bien? —

— Todo bien. Nada malo ha pasado. Es más, algo bueno pasó. ¿Tú sabes quién es El Héroe del Pueblo? —

— ¿El que sale en muchos videos? —

— Sí, ese mismo. Sucede que pude hablar con él y ahora nos va a ayudar. Nos va a proteger de la pandilla —

— ¿En serio? —

— Sí, ya no tenemos que    preocuparnos –

— Eres el duro. Ahora sí estoy  tranquilo —

— ¿Ves? Yo sé lo que hago —

— Oye, tengo una pregunta. ¿Estás usando un celular? — 

— Sí, pude conseguir uno. Soy bueno    negociando —

— ¿Negociando? ¿Ahora le llaman  así? —

— ¿Qué quieres decir con eso? —

— Nada, no he dicho nada. Uno hace lo   necesario —

— Oye, no se lo he mamado a nadie. Nada de
eso —

— Ok, te creo —

          Edison se queda hablando por celular sin saber que el recluso Lugo lo escuchaba en la biblioteca.

          Mientras tanto, Andrés llega caminando a la casa que fue su hogar por muchos años. Andrés entonces toma asiento en el sofá de la sala, se queda viendo el televisor apagado y lo invade un tremendo lamento. De repente, Mónica también llega a la sala.

— No fue tu culpa — le expresa una apenada Mónica.

— Sí lo fue — asegura Andrés.

— No lo fue —
— ¡Que sí fue mi culpa! ¡Mi padre fue asesinado por mi culpa! Lo asesinaron porque querían detenerme. No me podían asesinar así que fueron por mi padre —

— No te puedes culpar por eso —

— Mi padre no quería que yo usara mis poderes. Siempre me decía que si los usaba iban haber consecuencias. Usar mis poderes fue un grave error —

— Oye, has ayudado a mucha gente con ellos —

— Pero no pude ayudar a mi padre. Yo lo amaba. Siempre me cuidaba. De pequeño siempre me protegía —

— Te tienes que perdonar —

— No puedo hacerlo —

— Andrés, no puedes seguir así —

— Lo extraño mucho —

          Pocos segundos después, Mónica pone en el televisor la comedia boba que Andrés y José disfrutaban.

— Mi padre no se perdía ese programa. Se lo gozaba todo — comenta Andrés.

— Lo sé, me hablabas mucho de eso — expresa Mónica.

          Ambos entonces se quedan viendo el programa. Andrés poco a poco se va animando. Cuando el programa se acaba, Andrés le agradece a Mónica por sus acciones. Mónica le expresa que lo quiere ver feliz.

— Yo te abandoné. Los abandoné a todos — indica Andrés.

— Estabas sufriendo — comenta Mónica.

— No debí hacerlo —

— Oye, no pienses en eso. Ya eso pasó. Yo te perdono —

— ¿Por qué? —

— Porque eres de los buenos —

          De repente, Mónica besa a Andrés en la boca. Ambos se besan apasionadamente y pasan a la cama de una de las alcobas. Más adelante, Andrés levanta a Mónica y le expresa que debe salir.

— ¿Qué vas a hacer? — pregunta Mónica.

— Tengo que ayudar a alguien — responde Andrés pensando en la dirección que Edison le pudo pasar en el centro de detención.

          Ese día, Andrés camina por las calles del pueblo de Bayamón y escucha el llanto de una madre en una casa. Cuando va a ver qué ha pasado, descubre que Antonio fue asesinado en su alcoba. Un apenado Andrés entonces regresa al centro de detención buscando a Edison, pero no lo encuentra. Cuando llega al baño, ve a Edison desangrándose en el suelo. Andrés inmediatamente lo recoge y lo lleva con los médicos del centro. Más adelante, Andrés le hace compañía a Edison en la sala clínica. 

— ¿Estoy vivo? — pregunta Edison.

— Sí, sigues vivo — responde Andrés.

— Ese loco me apuñaló muchas veces —

— ¿El Sucio? —

— Sí, ese loco –

— Lo haré pagar por eso —

— ¿Oye, pudiste ver a mi hermano? —

          Andrés no sabe de qué forma explicar que Antonio fue asesinado.

— ¿Qué sucede? ¿Le pasó algo a  Tony? — pregunta Edison.

— Lo lamento. Tu hermano fue asesinado — responde un apenado Andrés.

— No, no puede ser —

— No lo pude ayudar —

          Edison poco a poco es invadido por un tremendo lamento.

— No soy un héroe. Le fallo a la gente. Le fallé a mi padre. Por eso abandoné todo. Por eso me mantengo aquí. Merezco estar aquí — expresa Andrés.

— Lo que pasó no fue tu culpa. La pandilla es la culpable — indica Edison.

— Fue mi culpa. Salí de aquí porque no quería escuchar lo que me decías. No tenía ninguna intención de ayudar a nadie —

          Edison no puede creer lo que escuchaba.

— Vete de aquí. Déjame solo — expresa un enfadado Edison.

          Andrés entonces sale del área, busca al recluso Lugo en una de las celdas, lo lleva violentamente al comedor y le propina una paliza. Edison y el reo Lugo terminan viéndose en la sala médica. Días después, Andrés y Mónica se ven en el área de visitas del centro de detención. 

— ¿Qué haces aquí? — pregunta un desanimado Andrés.

— Todos en el pueblo se preguntan dónde estás. ¿Qué sucedió? — pregunta Mónica.

— Mónica, no soy uno de los buenos. Déjame
solo —

          Andrés termina la reunión y sale caminando de la sala. La semana siguiente, en el comedor del centro de detención, Andrés desayuna en una de las mesas. Nadie lo acompaña. Esa mañana, Andrés ve que Edison le hace compañía. Ambos se quedan callados. De repente, el recluso Félix se les aproxima.

— ¿Tú eres el superhéroe de los videos? ¿Puedes ayudarme con algo? Tengo un enorme
problema — pregunta Félix.

           Andrés se queda desayunando calladamente.

— ¿Cuál es el problema? — pregunta Edison.

— Tengo información de policías corruptos. Me quieren callar — responde Félix.

— Eso me suena familiar. Bien, te vamos a ayudar —

— ¿En serio? —

— Sí, eso es lo que hacemos —

          Andrés no comprende lo que sucede.

— ¿Y cómo empezamos? — pregunta Félix.

— Primero escuchemos qué dice El Héroe del Pueblo — responde Edison.

          En ese momento, Andrés se anima al comprender que, a pesar de cometer errores, Edison seguía contando con él. 

— Pues empecemos por los detalles. ¿Qué información sabes? — pregunta Andrés con todas las ganas de ayudar. 

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