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Capítulo 2

Mis manos tiemblan sobre mis piernas al estar frente a los tres jueces de los que depende mi pase al concurso. Tomo varias respiraciones profundas. Sé que han notado mi nerviosismo. La mujer me da una sonrisa conciliadora, los dos hombres se mantienen neutral. Esto parece nuestra belleza latina con Osmel que las asesina a todas, Lupita que es el alma de dios y el otro siempre cambiaba así que no sé a quién mencionar.

Cuando por fin me he calmado, tras haberme hecho una psicoterapia mental por cinco minutos frente a ellos, les anunció que estoy en condiciones de comenzar la prueba para formar parte de los 15 participantes del concurso. Sus rostros cambian y parece que juzgue un poco mal a los dos hombres, los cuales aclaran que no forman parte de los jueces del concurso y que la mujer del medio no es más que la presentadora, pero es una reconocida repostera de Francia.

Comienzan a realizarme preguntas sobre mis estudios y formación como repostera, así como la clase de dulces que soy capaz y estoy dispuesta a preparar. Mientras respondo, todos comienzan hacer apuntes logrando que mis nervios se disparen, pero logro controlarlos con orgullo.

—Una última pregunta, señorita Román —dice uno de ellos, el que se ve más exigente de los tres—. ¿Por qué dulces? —Lo miro, sin comprender del todo su pregunta —¿Por qué escogió cocinar dulces con tanta variedad de platillos que existen en el mundo?

—Soy amante de la buena comida y la buena cocina, de hecho, sé cocinar también, pero mi abuelo, que en paz descanse, decía que un dulce solo por el sabor alegra el día de quien haya tenido un evento desagradable. Mi abuelo se sumió en la tristeza antes de abandonarme para reunirse con mi abuela, pero siempre que yo hacía un dulce simple, de los que él me enseñó, una sonrisa salía de sus labios. Yo quiero ser ese motivo por el que las personas tristes sonrían. Un dulce, su sabor, su textura en sí sola, logra hacer su trabajo, pero estas —levanto mis manos —, las de ustedes, las de todos los que hacemos este arte, tenemos esa gran tarea para lograr nuestro objetivo.

—Muy bien, señorita Román. —No agrega nada más —. Iniciemos su prueba. Primeramente, seleccione uno de los tres sobres que tiene frente a usted. —Es hasta ahora, que logro darme cuenta de los sobres. Al parecer mis nervios impidieron que yo pudiera reparar en ellos. Estoy segura que cada sobre supone un reto, uno que estoy dispuesta a realizar. Tomo el sobre de la izquierda y lo dejo frente a mí, esperando instrucciones.

—Ahí tiene su prueba. Tiene una hora para hacer un dulce con esos ingredientes —explica la mujer, esta vez.

—Luego, probaremos el pastel y daremos una calificación, si supera el mínimo de puntuación, una plaza de esas 15 será suya, en caso contrario, no volverá a pisar este lugar —dice ahora el ogro, para mis adentros.

Siempre entre los profesores, había uno, así como este. Que no cree en el talento de nadie hasta que no le saca todo el potencial. Tuve más de uno en los cursos que pasé y a esa clase de profesor, es al que yo buscaba impresionar por sobre todas las cosas y haré lo mismo con este.

Abro el sobre, bajo la mirada de ellos. Cuando leo todo, mis ojos se abren. Debo hacer una tarta de zanahoria relleno en la mitad con queso crema y arriba darle un toque único y personal para mí que quede bien. En mi vida he hecho muchos dulces, pero jamás de una hortaliza. Es bastante raro, creo que mis cursos no eran los más idóneos pues esto no me lo enseñaron.

—¿Hay algún problema, señorita Román? —El ogro llama mi atención y cierro el papel para guardarlo en el mismo sobre mientras los tres me miran.

—Por supuesto que no, señor. Es una receta poco común, pero lo haré. —Me sonríe y creo ver una pisca de orgullo brotar de sus ojos y eso me emociona y me inspira más para lograrlo.

Me levanto para dirigirme a la cocina donde veo todos los utensilios que puedo necesitar encima de una mesa de acero inoxidable. Unos pasos más adelante, hay una mini tienda con todos los ingredientes que debo escoger.

—Señorita Román, su tiempo empieza en…3, 2,1, ya.

Con rapidez voy a mini tienda y abro nuevamente el sobre para leer nuevamente e ir ideando en mi mente como haré un pastel que nunca he hecho. Agarro primeramente los ingredientes básicos de todo pastel y luego me voy por los ingredientes específicos: la zanahoria, el queso para hacer la crema que debe tener en el medio y chocolate para hacer la cobertura de arriba que puedo hacerla con mi gusto personal.

¿Entienden ahora porque no soy una chica flacucha que pesa una pluma y en cambio soy una mujer con mucha carne? Eso es gracias al chocolate. Ojalá nunca se me dispare la azúcar con tanto dulce, porque si eso pasa, me voy a morir de depresión.

Veo el reloj y ya tengo 10 minutos menos para preparar todo. Primero me dedico hacer la masa del bizcocho con los ingredientes principales. Bato con rapidez después de tanta práctica en mi trabajo, solo que esta vez la obra será mia completa y no solo el principio. Continúo agregando la azúcar y la harina a la masa para continuar con los demás ingredientes. Logro conseguir la masa sin grumos, perfecta.

Ahora es donde comienza el trabajo con la zanahoria. Tomo el rallador y comienza a mi tarea con rapidez. Observo a mi lado todo sucio y me reprendo mentalmente. No se me puede olvidar recoger todo. Una vez batida, le añado un poco de polvo de canela para un toque diferente. La canela es un ingrediente magnífico en la repostería.

Una vez lista la masa, sostengo el molde que pondré en el horno y le vierto un poco de mantequilla antes de echar la mezcla final. Le doy 30 min preparo las dos coberturas que le pondré. Primero, la crema de queso del medio. Utilizo las varillas eléctricas para que la cobertura quede lo suficientemente suave y cremoso. Seguidamente, sostengo otro bowl para la cobertura de chocolate que logro terminarla justo cuando los 30 minutos del horneado han pasado. Observo el reloj y me quedan 15 minutos.

Dejo refrescar por cinco minutos el pastel antes de poner la cobertura y me dedico a fregar. Tengo tremendo desmadre en la cocina, pero soy bastante rápida y más sabiendo que voy contra reloj y que solo tendré 10 minutos para terminar de adornar el pastel.

Corto el pastel por la mitad con sumo cuidado y le echo una capa fina de la crema de queso y luego, pongo la cobertura final de frosting de chocolate blanco arriba y algunos pequeños pedazos de zanahoria.

—Tiempo terminado —anuncia el juez más tranquilo. Levanto mis manos enseguida de mi pastel terminado y estoy feliz con el resultado y sobre todo de haber logrado organizar todos los utensilios a tiempo. Estoy orgullosa de mí.

Los tres se acercan a mí y observan el pastel con curiosidad. Los tres se miran y yo los miro a ellos extrañada por sus actitudes, pero no digo nada, solo espero. Uno de ellos se aclara la garganta.

—Muy bien señorita, explíquenos en qué se ha basado para crear su pastel de zanahoria. ¿Cómo lo ha hecho?

Comienzo explicando lo que hice paso por paso sin saltarme nada y todos ellos asienten. Eso es un arma de doble fino. Hay profesores que hacen eso para después decirte que lo que hiciste no sirvió para nada. Espero fervientemente que ese no sea mi caso. Hasta ahora, nunca, ha sido mi caso y espero que este no sea el primero.

—Procedemos a probar —anuncia el ogro. Corto un pedazo del pastel donde se ve la capa intermedia que le puse y tomo tres cucharitas para cada uno. Pongo el plato frente a ellos, me miran y cada uno pica una porción.
Este es el momento crucial de esta etapa o más bien de todas, la parte donde ellos prueban el pastel, saborean y sienten cada ingrediente que tenga la porción correcta y no ni más ni menos, es importante, así como que el sabor de la zanahoria predomine bien y sobre todo que junto a la crema de queso y el chocolate le den un toque único, mi toque único.

—Señorita, ¿por qué puso chocolate en el pastel?

—Es mi ingrediente favorito, siempre trato de que convine con todos los dulces que hago siempre y cuando no este mal y tenga buen sabor, lo añadiré en la porción adecuada.

—Muchas gracias. A lo largo del día se comunicarán con usted para dar a conocer nuestra decisión de si entra o no al concurso. —Trago en grueso. No puede ser que me tendrán en ascuas durante horas. Esto es maldad de la buena.

—Por supuesto. —Estoy a punto de irme, cuando me giro de nuevo a ellos —. ¿Puedo llevarme un pedazo? —Ellos sonríen y asienten. Tomo un termo pack y corto una buena porción. —Gracias por todo, adiós.

—O puede que sea, hasta pronto, señorita Román. —Sus palabras me da esperanzas.

Salgo del establecimiento y Jimena me está esperando. Tiene una sonrisa que se borra al verme llegar. Cuando al fin la alcanzo está punto de hablar, pero no la dejo.

—Lleguemos a mi departamento y allí te cuento —Ella asiente sin rechistar. Conduce más rápido que cuando vinimos al ver que durante todo el camino me la pasa en silencio.

Abro la puerta de mi departamento y dejo el termo pack sobre la encimera de la cocina, el cual, Jimena no había notado que traía en las manos.

—¿Qué es eso? —pregunta, acercándose al termo pack.

—El pastel que tuve que hacer en la prueba. Quiero que comas un trozo y me digas. —Lo corto con velocidad y ella lo prueba, comiendo despacio. Sus gestos me hacen notar que le gusta.

—¡Wow! Es de zanahoria, no soy muy fan, pero se siente rico mezclado con la azúcar y el chocolate.

—¿De verdad te gusta? —Rueda los ojos.

—Jamás te mentiría. Lo sabes.

—Bueno, veamos que piensan ellos. Llamarán en algún momento del día para decirme si entré o no.

Durante las próximas horas, estamos con el teléfono que me prestó Jimena, un pequeño cacharrito en lo que logro comprarme uno. Al menos sirve para llamar. La wifi no le funciona así que solo podré conectarme por la laptop. Yo me impaciento cuando me doy cuenta que han pasado 4 horas y nada.

¿Y si eso significa que no he entrado?

¿Y si mi pastel para ellos está desastroso?

Por Dios, que mala es la mente humana. Nos juega muchas malas pasadas y la mía ahora me la está haciendo bien buena.

Las dos brincamos al mismo tiempo cuando el teléfono suena. No reconocemos el número y solo podemos pensar en que son ellos. Tomo dos respiraciones y respondo poniendo todo en alta voz.

—Buenas tardes, con la señorita Valeria Román, por favor.

—Buenas tardes, ella es la que habla.

—Le llamamos para comunicarle que ha pasado la prueba inicial del concurso y forma parte de la lista inicial de participantes. Muchas felicidades y suerte en el concurso. ¡Suerte!

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