Prólogo
Viernes 9 de diciembre del 2022.
Londres, Reino Unido.
Liam cuelga el teléfono con un golpe seco, maldiciendo entre dientes. Es viernes a media mañana y la frustración lo consume. Ha dedicado más de seis meses a un importante diseño, solo para recibir la noticia de que "ya no necesitan sus servicios". "Es una imagen para promover las donaciones por las fiestas, Sr. Harper", le dijeron. "La imagen que nos envió no solo es genérica, sino que tampoco transmite lo que estamos buscando."
¿No transmitía lo que estaban buscando? ¿Qué demonios querían decir con eso? Liam se lleva las manos a la cabeza, despeinándose la melena negra. Jackson Miller se arrepentirá de su decisión; pronto volverá arrastrándose.
Mira a su alrededor: las paredes de caoba, el piso de madera y el gran ventanal frente a él. Harper Design Enterprises es la empresa de diseño más importante de Londres, construida desde sus cimientos cuando tenía solo veinticinco años. Saber que ha hecho un buen trabajo lo llena de orgullo. Y ningún estúpido con ideas pretenciosas va a venir a decirle lo contrario.
Una corriente fría se cuela por una abertura en una ventana sin reparar. El frío y la frustración lo hacen encogerse: jamás le han gustado los cabos sueltos. Haciendo una anotación en la portátil frente a él, lo agrega a la lista de cosas pendientes para la semana entrante.
Su vida parece perfecta: tiene todo lo que cualquier hombre de su edad podría desear: estabilidad laboral y económica, y la libertad de solo responderse a sí mismo. Llegar a esa posición no ha sido fácil; ha implicado numerosos sacrificios, a los que Liam siempre ha estado dispuesto. Para él, la estabilidad emocional que promueven las imágenes publicitarias es una ilusión. El romanticismo no le atrae; prefiere mantener el orden y evitar complicarse con sentimientos que podrían llevar al descontrol. Además, nunca ha sido una persona particularmente cariñosa; pero, ¿quién llega a la cima siendo así?
No es que no le atraigan los deseos carnales; Dios sabe que Liam los tiene. Sin embargo, sabe cómo manejarlos a su manera. Con su "buena apariencia", encontrar compañía para pasar la noche no le resulta difícil, y su "excelente labia" también ayuda. Sumido en sus pensamientos, no escucha los primeros golpes en la puerta. Solo cuando estos se vuelven más fuertes e insistentes, sale de su ensimismamiento. Da un profundo suspiro y dirige la mirada hacia la puerta a su izquierda.
—Adelante —dice con su característica voz profunda.
La puerta se abre y entra Marjorie, su secretaria. Un par de años mayor que él, con el cabello castaño corto y ojos azules, lleva trabajando para él los últimos dos años. Es, sin duda, la mejor secretaria que ha tenido: organizada, eficiente, nunca ha fallado alegando enfermedad. Sin embargo, la mirada que le dirige ahora está cargada de resentimiento, y Liam no puede evitar negar con la cabeza con escepticismo. Marjorie ha intentado ganarse su interés romántico durante los últimos meses, sin éxito. Liam, que no mezcla negocios con placer, ya le ha dejado claro en varias ocasiones que no está interesado. Aunque ahora ella ya no insiste, parece que las miradas no desaparecerán pronto.
—Tienes una llamada en la línea dos —informa Marjorie con un tono neutro que no oculta su frustración, tuteándolo. Han dejado atrás las formalidades entre ellos. Liam asiente, notando la tensión en el ambiente.
—¿Quién es? —pregunta Liam, tratando de adivinar quién podría estar al otro lado. ¿Un cliente satisfecho, o tal vez Miller reconsiderando su decisión? Se ríe para sí mismo ante esa idea.
—Es tu hermana, Sara —responde Marjorie rápidamente. La sonrisa de Liam se desvanece y su rostro se pone pálido al escuchar el nombre.
—Ya te he informado, Sr. Harper —añade Marjorie, enfatizando el "señor" para dejar claro que no lo dice en serio. Antes de que Liam pueda reaccionar, sale por la puerta, dejándolo solo en la habitación.
Liam está atónito. ¿Por qué su hermana lo llamaría al trabajo? Trata de recordar la última vez que hablaron y se da cuenta de que fue hace unos tres meses, cuando ella lo felicitó por su cumpleaños.
—¿Sara? —responde Liam con preocupación—. ¿Todo bien?
Aunque Liam suele ser egoísta y centrado en sí mismo, hay una excepción: su hermana menor. Probablemente es la única persona que todavía representa una debilidad para él, a pesar de que odie admitirlo.
—Hola, Li —saluda Sara con un tono ligero que contrasta con la tensión en su voz—. Me alegra escuchar tu voz. Estaba empezando a pensar que te habías olvidado de mí.
Liam traga saliva y frunce el entrecejo.
—Lo siento, Sara, yo... —comienza a disculparse, pero su hermana lo interrumpe, claramente cansada de sus disculpas baratas.
—No he llamado para reclamarte tu poca atención —dice Sara con voz clara—. Necesito te ayuda.
¿Ayuda? Eso sí que llama su atención.
—Sabes que puedes contar conmigo. ¿Qué necesitas? —se apresura a decir Liam, aunque siente una leve resistencia interna; por más egoísta que sea, teme que lo que su hermana necesite lo saque de su rutina.
—Bueno, verás... —la voz firme de Sara se vuelve un susurro—. A Richard lo detuvieron en la frontera de EE. UU. por problemas con la visa, y debo ir por él.
Su hermana respira con dificultad, como si temiera decir lo que viene a continuación.
—¿Qué quieres que haga? —pregunta Liam, confundido y preocupado—. ¿Cómo puedo ayudarte exactamente?
—No tengo a nadie más a quien recurrir —dice Sara, su voz llena de ansiedad—. Liam, por favor, necesito que te encargues de los niños.
Si Liam no hubiese estado sentado, está seguro de que habría caído al suelo al escuchar esas palabras.
¿Cuidar de sus sobrinos? ¿Qué está pensando su hermana?
—¿Yo? —dice finalmente Liam en un hilo de voz—. ¿Y papá? ¿No puede encargarse de ellos? —Liam hace una mueca al pensar en su padre.
Escucha a su hermana suspirar profundamente del otro lado del teléfono.
—Sabes que él no puede, o deberías saberlo —Sara trata de calmar su respiración—. Últimamente no se encuentra muy bien.
—¿Y tus suegros?
—Siguen en Alemania; no vuelven hasta la semana del veinte.
Liam mira al techo un segundo antes de dirigirse nuevamente a su hermana.
—¿No puedes llevarlos contigo? —pregunta con esperanza.
—Si pudiera, no estaríamos hablando en este momento, hermano —el tono de Sara es calmado, pero Liam detecta un rastro de molestia en su voz, y se maldice a sí mismo por no haber pensado en esa posibilidad.
Permanecen en silencio durante unos dos minutos mientras Liam analiza la situación.
—¿Cuántos días serían? —pregunta rápidamente, temiendo arrepentirse.
El tono de voz de su hermana suena mucho más animado cuando responde: —Estamos en épocas navideñas, Liam; supongo que serán unos diez días, como máximo.
Liam suspira, resignado.
—De acuerdo —dice—. Pero antes de que celebres, no pienses que me quedaré para las festividades, Sara; sabes que no lo haré.
—Lo sé —suspira Sara—. Eres el mejor hermano mayor del mundo —esto lo dice casi en tono eufórico, haciendo que Liam suelte una carcajada.
—No es nada nuevo para mí —bromea Liam, tratando de aligerar el ambiente—. ¿Cuándo necesitas que esté allí?
—En un par de días estaría bien; el vuelo está programado para el lunes a las tres de la tarde —concluye Sara.
—Ya veo —dice Liam en tono profesional—. No me dejas mucho tiempo para organizar las cosas acá; sabes que no puedo irme tan rápido.
—Lo sé —concede Sara rápidamente—. Pero ya agoté todas mis opciones, Li. Estoy desesperada.
Liam aleja el teléfono momentáneamente de su oreja mientras maldice. No hay escapatoria.
—Estaré allí el lunes; calculo que alrededor de las diez de la mañana —responde, antes de tener la oportunidad de arrepentirse.
—Gracias, Liam; te quiero, hermano —el alivio en la voz de su hermana le toca profundamente. —Debo ir a buscar a Peter al colegio; hablamos pronto —añade antes de colgar el teléfono.
—Te quiero también, Sara —dice Liam, su voz temblando con una mezcla de resignación y cariño, aunque sabe que ella ya no puede escucharlo. Luego cuelga, y el peso de lo que acaba de aceptar le cae como un balde de agua fría.
Liam suspira mientras se masajea las sienes. Diez días, ¿qué tan complicado puede ser?
A algunas horas de distancia, en en un pequeño pueblo llamado Ravensbrook, Sara cuelga el teléfono. Una sonrisa de satisfacción se dibuja en su rostro. Algo en su interior le dice que está en el camino correcto, aunque el desenlace aún esté lejos de ser seguro.
— ¿Todo bien, mamá? —pregunta su hijo mayor, Harry, de ocho años, mientras baja por las escaleras.
—Todo está bien, hijo... mejor que nunca —la joven de veintiocho años, con melena negra como la noche y ojos marrones, le sonríe a su hijo.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro