Capítulo #7: ''Entre el humo, miradas intensas y risas''
Viernes, 15 de diciembre de 2022.
Ravensbrook, Reino Unido.
Día 5 de 10.
Besar es, sin duda, un acto íntimo y glorioso, especialmente cuando la mente y el alma están profundamente impregnadas de sentimientos genuinos hacia la persona a la que se besa. Emma lo entiende perfectamente. Aparte de este momento presente, solo ha experimentado esta intensidad una vez antes en su vida: durante la única vez en que estuvo verdaderamente enamorada de un hombre. Su mejor amigo, Louis, con quien creció y compartió innumerables experiencias. Fueron la primera vez del otro en muchos aspectos, y su amor era palpable, tanto que parecía estar bendecido. Sin embargo, el tiempo y las circunstancias pueden cambiar los corazones. Cuando Louis se mudó a América para asistir a la universidad, ambos intentaron mantener su relación a distancia, pero al final se dieron cuenta de que su vínculo se transformaba. Aunque terminaron como lo que siempre fueron y siempre serán: buenos amigos. Emma guarda a Louis en un rincón especial de su corazón, con un cariño que persistirá siempre. Y de eso, ya han pasado cinco años.
El primer contacto es tierno, dulce y temeroso. Es un roce apenas perceptible, como si ambos estuvieran probando algo desconocido y frágil. Ninguno de los dos parece capaz de entender qué está ocurriendo en realidad; es como si, al hacer un movimiento brusco, temieran ser arrastrados de vuelta a la cruda realidad, rompiendo el hechizo que los envuelve.
Se separan solo unos centímetros, lo suficiente para que sus miradas se crucen, reflejando la misma necesidad. Sus ojos hablan un lenguaje que solo ellos comprenden: quieren más; mucho más. Sus corazones laten desbocados, golpeando sus pechos con tanta fuerza que parecen querer escapar. La tensión crece palpable en el ambiente; la duda los sumerge. ¿Deberían continuar? Liam se acerca un poco más a ella, sus narices se rozan y las respiraciones agitadas se entremezclan. No, besarse no es el mejor plan; no, no es lo más sensato. Pero se siente tan bien; ¿cómo algo que se siente tan bien podría ser malo? Es entonces cuando Emma decide dejar de pensar.
Sin previo aviso, manda todo a la mierda y, con una determinación ardiente que podría quemar todo a su paso, vuelve a unir sus labios a los de Liam. La timidez desaparece cuando Liam gime en respuesta; aferrando con más fuerza sus brazos alrededor de su cadera y la atrae todavía más hacia él. Este beso es diferente: es urgente, desesperado. Como si estuvieran disparados hacia un punto lejano en la galaxia, Liam y Emma se pierden el uno en el otro; en la dulzura de esos labios, en el palpitar de esos corazones, llenándolos de una calidez embriagadora. Aunque han besado antes, ambos coinciden en una cosa: no se siente como nada que hayan experimentado antes.
Las manos de Emma tiemblan mientras acaricia la melena negra, sintiéndose más viva de lo que alguna vez se había sentido. ¿Se puede estar más cerca de él? Porque eso quiere, porque eso necesita: fundirse en él; una sensación en la que, si hay práctica, podría fácilmente acostumbrarse.
Hasta que son obligados a separarse. Pero no, no es por lo que piensan, porque la falta de aire no tiene nada que ver con eso. Es más el repentino olor a quemado, el agua cayendo sobre ellos y los gritos infantiles provenientes de la sala.
—¡Tío, hay humo! —grita Peter desde la sala.
Los aspersores antiincendios se activaron al detectar el humo; ya que, al haberse 'distraído' tanto, Emma y Liam se habían olvidado de la sopa hirviendo, que se había pegado toda.
—¡La sopa! —exclama Emma acercándose a la misma; entre los nervios, se olvida de que está muy caliente, por lo que vuelve a quemarse. —¡Ay, mi mano! —se queja, retrocediendo rápidamente.
—¡Emma, ¿estás bien? —pregunta Liam, dirigiéndose hacia ella.
—¡Habría que abrir la puerta! —agrega Harry.
Se escucha un golpe seco. Entre el humo, la vista de todos se centra en Ava, que, al lado de la mesa, ha dejado caer un vaso con agua sobre algunos papeles de Liam que están desparramados sobre la mesa.
—¡Ay, no! —se lamenta Ava.
—¡Mierda! —exclaman Liam y Emma al unísono, mientras intentan controlar el caos.
El bullicio y las risas llenan la casa, hasta que de repente, Ava, con una sonrisa pícara, dice:
—¡Mierda!
Todos se quedan en silencio y la miran sorprendidos.
Liam suelta una carcajada y comenta entre risas:
—Solo quiero decir, que si su madre pregunta, no fue solo mi culpa esta vez.
La risa de Liam es contagiosa, y pronto todos se unen, mientras que mojándose con los aspersores de emergencia, dejan atrás la tensión del momento anterior.
Unas horas después, son las nueve de la noche. Peter y Ava llevan media hora durmiendo, y Emma acaba de irse a su casa para poder darse un baño y colocarse una pomada para quemaduras; al final, habían terminado comiendo pescado recalentado del día anterior, pero entre risas y juegos, podrían jurar que es la mejor cena que han tenido en mucho tiempo. Harry, por su parte, después de haber convencido para ayudarlo a limpiar el desastre que habían dejado los aspersores, se está poniendo su pijama, mientras observa al ojimiel que tiende su cama con sábanas limpias, con expresión seria.
—¿Tío Liam? —lo llama con curiosidad.
Liam se gira, sonriendo.
—¿Sí, Harry?
—¿Te gusta Emma? —pregunta, inocente pero directo. La pregunta toma a Liam por sorpresa, por lo que deja caer la almohada en su mano en el piso.
—Emma es una persona muy linda —responde con cautela, mientras se agacha a recoger lo que ha tirado; su cabeza hecha un lío de pensamientos.
Harry lo mira con la cabeza inclinada, como si evaluara su respuesta. Después, con una sonrisa cómplice, dice:
—Tío Liam... tu secreto está a salvo conmigo.
Liam no puede evitar reírse, aunque por dentro, la simplicidad y claridad del comentario de su sobrino lo dejan sin palabras. ¿Podría ser que, en la inocencia de un niño, está la verdad que él mismo no se atreve a admitir?
Sábado, 16 de diciembre de 2022.
Ravensbrook, Reino Unido.
Día 6 de 10.
Son alrededor de las diez de la mañana. Liam está en su habitación trabajando, mientras Emma y los niños desayunan en la cocina. El sonido del timbre hace que la ojiverde, que está por colocar unos platos para posteriormente llamarlo, mire con el entrecejo fruncido hacia la puerta. Tras darle un vistazo a los niños, que siguen comiendo con tranquilidad, se dirige hacia la puerta.
Una mujer mayor, de unos sesenta años, aparece en el umbral. No es muy alta, pero sus hermosos ojos azules son lo que más llama la atención. Mildred Schmidt, la madre de Richard y abuela de los niños, se presenta con una cálida sonrisa.
—¡Sra. Schmidt! —saluda Emma con entusiasmo, abriéndose para permitirle el paso. Mildred, quien no ha dejado de sonreír ampliamente, cruza el umbral, dirigiéndose con agilidad hacia la sala de estar.
—Es un gusto verte de nuevo, Emma —dice Mildred con un tono sincero y afectuoso—. Mi nuera me contó que estarías aquí cuidando a los niños unos días. Llegamos antes de lo que teníamos pensado de nuestro viaje; así que decidí venir a ver cómo estaban y, por supuesto, a mis adorados nietos —continúa con entusiasmo. En eso, Peter y Harry salen corriendo de la cocina, directamente a sus brazos. Ava, un poco frustrada de haber sido dejada atrás, grita desde su silla. Emma ríe y se apresura a ir por ella.
—¡Pero miren a mis tres nietos favoritos! —exclama Mildred, mientras deposita un beso en la cabeza de cada uno de sus nietos. Al ver llegar a Emma con la más chica, la recibe en sus brazos.
—Somos los únicos que tienes, abuela —dice Harry con un tono juguetón.
—Por eso mismo —responde Mildred, riendo—, ¡porque no podría tener nietos más maravillosos!
Emma aparta la vista de la escena familiar al escuchar un ruido a su espalda. Liam está parado al pie de la escalera, observando la escena con una expresión que en un primer momento no logra descifrar. La ojieverde pierde el aliento, una sensación amarga se apodera de su boca al ver cómo el hombre parece titubear, como si de alguna forma hubiese preferido no haber bajado y quedarse encerrado en su habitación. Tantas cosas de él que no conoce, que le gustaría poder comprender.
Mildred, notando la mirada de Emma, se gira lentamente hacia Liam. Al reconocerlo, su expresión cambia a una un tanto más seria, sin embargo, no elimina su sonrisa. Durante algunos segundos se sostienen la mirada, como si quisieran decirse tantas cosas a través de ellas. Finalmente, Liam rompe el contacto y, fingiendo lo que a Emma le parece debe ser un intento de sonrisa cordial, se acerca a ellos.
—Es bueno verte, Liam —saluda Mildred en voz baja, con un tono que parece agridulce, aunque Liam lo toma con una actitud desinteresada.
—Lo mismo digo, Mildred —responde Liam con cortesía; aunque no está seguro de que tanto de eso sea verdad. Digamos que en el pasado, la relación de Liam con los suegros de su hermana fue un tanto complicada.
Richard y Sara se conocen desde chicos; él, nacido en Alemania, se había mudado con sus padres al pueblo a la edad de siete años, en aquel entonces, Sara tenía solamente cinco. Vivían a un par de calles de distancia e iban al mismo colegio; por lo que siempre se encontraban después de clases en el parque y se pasaban la tarde jugando. Richard nunca fue precisamente el modelo perfecto: hijo único de padres relativamente despreocupados, solía meterse mucho en problemas. Y muchas veces, en complicidad, Sara se veía involucrada también. Especialmente en la adolescencia, cuando un padre ausente y sin su madre, era Liam quien muchas veces le tocó asumir el rol de padre.
Sara fue todo menos una adolescente sencilla. Liam tampoco es que puede culparla. Sin embargo, logró llevarla lo suficiente para que pudiera graduarse de la secundaria. Y aún después, tener una tecnicatura en Informática en la universidad. No podría decirse lo mismo de Richard, que con apenas un 'aceptable' logró graduarse un par de años tarde, para la época en la que Sara también le correspondía.
Por más que quiso y que realmente lo intentó, esa fraudulenta amistad fue algo que Liam jamás pudo hacer desaparecer. Parecía que mientras más intentaba traer el tema de colación, más se alejaba su hermana de él. Por lo que un día cedió ante ello, manteniendo todavía sus reservas.
Cuando Richard tenía veinte años y Sara dieciocho, Liam, que ya no quería tener mucho que ver con el pueblo, tuvo una conversación importante con él. Le habló del sentido de responsabilidad y que debía encarrilar su vida, le preguntó directamente si esa era la dirección que él quería tomar con la suya y si sentía bien arrastrando a Sara con él. Le dijo que si en algún punto quería tener su bendición y llevar en general una buena vida, tenía que darle a la misma un giro de ciento ochenta grados. De lo contrario, hasta la misma Sara terminaría cansada de él, y tan solo le quedaría un cuarto arrimado en casa de sus padres, donde la soledad lo dominaría. Sí, Liam nunca fue muy medido con sus palabras. Sin embargo, las mismas parecieron surtir efectos.
Una mañana, cuando Liam volvió a visitar a Sara un fin de semana, Richard le informó que había conseguido trabajo en el supermercado del pueblo. Y que además, había presentado su solicitud en la universidad para comenzar a estudiar Arquitectura el semestre que seguía.
Liam no estaba particularmente convencido, pero le dio a su prospecto de cuñado algo que no le había dado antes: el beneficio de la duda. Cuando un par de años después de eso, se enteró de que su hermana estaba embarazada a media carrera universitaria, se sintió desfallecer. Aún más, cuando le informaron que se casarían.
—¿En dónde vivirán? —le había preguntado a su hermana casi a gritos por el teléfono.
—¿Recuerdas las casas en construcción en la ladera del pueblo? Richard hizo una oferta y pudimos comprarla —había respondido su hermana.
—Son casas a medio construir, Sara —respondió—. ¿De dónde van a sacar el dinero para costear algo así, y aún más con un niño en camino?
—Los padres de Richard nos han ayudado pagando el adelanto. Después iremos viendo sobre la marcha —comentó Sara—. Como me gustaría que pudieras estar feliz por mí.
Y sí, es cierto. Liam no estaba feliz, estaba aterrorizado. Pero, aún así, se vio forzado a llevar a su hermana al altar y permitirle casarse.
Así que sí, los padres de Richard, quienes siempre fueron al ciento por ciento creyentes de la rehabilitación de su hijo, no fueron precisamente la adoración del ojimiel, más cuando durante años se negaron a ayudarlo a separarlos. Al final, las cosas habían resultado bien para ellos y Liam tenía que reconocerle a Sara y a Richard los frutos del arduo trabajo que tuvieron después de darle riendas a su vida: no solo habían terminado la casa y traído al mundo tres hermosos niños; también se habían graduado de la universidad y tenían buenos empleos en la actualidad.
Tal vez no había sido en el orden lógico y cronológico que a Liam le hubiese gustado, pero entiende también que los tiempos y formas no son iguales para todos.
—Pensé que estaban en Berlín, con Axel —comenta, mientras hace cálculos mentales.
—Lo estábamos; pero decidimos volver un poco antes, por si decidía nevar y se bloqueaban los caminos del pueblo —responde rápidamente Mildred; pero a Liam le parece que hay algo más en el fondo, como si no estuviese siendo completamente sincera.
—Bueno... —interviene Emma, intentando suavizar el ambiente—, estoy contenta de que hayas venido.
—Querida, me has oído decirlo antes, llámame Mildred —inquiere Mildred con una sonrisa. Ambas mujeres ríen, aliviando un poco la tensión en el aire.
—Abuela, ven... —Peter le toma la mano—, quiero mostrarte mis nuevos juguetes.
—¡Sí! —añade Harry, emocionado—. Papá nos construyó una casa con madera en el patio de atrás, tienes que venir a verla.
—Claro, vamos —responde Mildred con una sonrisa a sus nietos y, todavía con Ava en brazos, les echa una última mirada a Liam y Emma antes de seguir a los niños hasta el patio trasero.
—¡Recuerden sus abrigos! —grita Emma, colocándoselos cuando ya están en el umbral—. No quiero que se resfríen.
Mientras Mildred y los niños se alejan, Liam y Emma se quedan en la sala. El silencio que queda entre ellos está cargado de no dichas palabras y sentimientos aún por explorar.
—Deberíamos hablar —dice Liam finalmente, rompiendo el silencio.
—Lo sé —responde Emma, mientras se deja caer en el sillón. Liam la imita unos segundos después.
—Entonces... —Liam comienza, buscando las palabras adecuadas—. Quiero que sepas que el beso no fue planeado. Me sorprendió tanto como a ti.
—No tienes que disculparte. Yo te lo pedí —responde Emma con una sonrisa comprensiva—. Y no me arrepiento. Fue una experiencia muy intensa.
—Me alegra escuchar eso. Yo también lo disfruté —admite Liam, con sinceridad—. Tienes que saber que nunca he sido de relaciones formales, Em. Nunca he creído en ellas.
—¿Crees que podrías empezar a hacerlo?
—Extrañamente, desde nuestro beso en la cocina, no he pensado en otra cosa.
Emma sonríe y lo mira con ternura: —Quisiera descubrir que es 'esto' qué pasa entre nosotros Li, si estás de acuerdo con eso.
Liam asiente, pensativo.
—¿Por qué tan serio, capitán? No tiene nada de malo permitirse sentir.
—Es nuevo para mí, esto de sentir. Da un poco de miedo. Hasta el más feroz de los piratas tiene derecho a tener miedo a veces —responde Liam, intentando suavizar el momento.
—Yo también tengo miedo, pero supongo que sin el miedo no conoceríamos las cosas por las que vale la pena pelear, ¿no te parece?
—Supongo que tienes razón —dice Liam, mientras sus manos, temblorosas, buscan entrelazarse con las de Emma.
En ese momento, se escuchan risas y pasos provenientes del patio. Los niños y Mildred regresan a la sala, rompiendo la atmósfera íntima entre ellos.
—¡Ah, aquí están ustedes! —exclama Mildred con una sonrisa—. ¿Qué tal si les doy la tarde libre? Me encantaría llevar a los niños conmigo para que pasen el día con sus abuelos. Así ustedes pueden tener un tiempo para ustedes.
—¿Estás segura? —pregunta Emma, mientras voltea a verla.
—¡Claro! Además, ya le escribí a Sara; está todo arreglado para que pasen la noche conmigo y su abuelo. Así Liam puede ponerse al día con su trabajo y vos con el tuyo, Emma.
—Bueno, si está bien con Sara y con usted, me parece perfecto —responde Emma, agradecida—. ¿Vos, Li?
—Perfecto, gracias Mildred —dice Liam, con voz baja. La aludida asiente, dedicándole una media sonrisa.
Mientras Mildred se acerca a los niños, quienes rápidamente se muestran entusiasmados con la idea de pasar tiempo con sus abuelos. Liam y Emma se miran y comparten una mirada de complicidad; tal vez esta podría ser una oportunidad para averiguar qué es ese 'esto' entre ellos.
NA: ¿Qué les está pareciendo? Yo en lo personal adoro a Emma. Y a Liam, siento que hay muchas cosas que todavía quedan por descubrir y sanar; esperemos pueda hacerlo.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro