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Capítulo #5: ''Colores perdidos, un mural y esperanza''




Jueves, 15 de diciembre de 2022.

Ravensbrook, Reino Unido.

Día 4 de 10.

Emma Marie Porter nació en Londres, en una nublada tarde de invierno. Era el regalo más hermoso que pudieron haber esperado sus padres, después de cuatro varones. Siempre ha visto la vida a colores; tal vez demasiado. O eso es lo que las personas que la conocen le han dicho desde que puede recordar. "No todo es vida y colores, Em", le dijo Andrew, uno de sus hermanos mayores, en una ocasión. "Está bien sentirse triste, está bien alguna vez no querer hacer nada". Sin embargo, no es algo que alguna vez haya estado en su filosofía. Emma se esfuerza por ser feliz. Tiene que ser feliz, porque si se permite sentirse triste, le aterra pensar que no va a poder volver de ahí.

Por eso, cuando sus padres perdieron sus empleos ante la crisis cuando ella tenía doce años, no se alarmó. Aunque durante meses lo único que había para cenar era un bol de lentejas, se dijo a sí misma que todo iría bien. También a los catorce, cuando su madre dio a luz a su hermano menor y comenzó a discutir constantemente con su padre, hasta que se divorciaron unos meses más tarde, Emma no se sintió triste. O, al menos, convenció de ello a sus hermanos cuando, reunidos en la habitación, les dijo que todo pasa por una razón y que ahora sus padres no tendrían que sufrir atrapados en un matrimonio sin amor.

Emma no lloró, no. No es de las que lloran con facilidad. Cree que, si alguien alguna vez la vio llorar, tuvo que haber sido aquella noche, a los dieciocho, cuando Joseph, otro de sus hermanos, la llamó para informarle que Erik, su hermano apenas un año mayor y con quien tenía el lazo más estrecho, había fallecido en un accidente automovilístico.

Pasó una semana entera encerrada en la que había sido su habitación en casa de su madre. Durante esos días, Emma dejó de hacer lo que más le gustaba: cantar. La música había sido siempre su refugio, el lugar al que acudía para expresar su alegría y tristeza. Pero tras la muerte de Erik, la pasión que solía llenar su vida se apagó, como si el dolor la hubiera silenciado. Aquellos que la conocían en ese momento se preocuparon mucho por ella. Sin embargo, al octavo día, Emma salió de la habitación con una de esas sonrisas tan cálidas y radiantes que siempre la habían acompañado. Siempre fue una mujer de familia; por lo que, en los meses posteriores, se dedicó a intentar reparar los corazones rotos de aquellos que más amaba: sus otros cuatro hermanos y su madre. Luego viajó a ver a su padre, quien se había vuelto a casar, pero lloraba con profunda pena la muerte de su hijo. Con él se quedó tres meses.

Tenía casi diecinueve años cuando finalmente se inscribió en la universidad y decidió hacer lo que siempre había querido: estudiar para ser docente.

Emma es una mujer de sabias palabras y un corazón muy noble; cada niño que instruía se convertía en una oportunidad para mejorar como persona. Cuando llegó el momento de realizar sus prácticas y después optar por hacer algunas especializaciones, Emma quiso ir a donde más la necesitarían: pequeños pueblos donde la presencia de maestros era escasa. Fue entonces cuando llegó a Ravensbrook; y el lugar estaba tan cargado de vida y felicidad, que Emma decidió quedarse. Un par de meses más tarde, en una tarde tranquila después de hacer un par de suplencias en la sala de artes de la primaria, conoció a Sara Harper. Embarazada y con dos niños chiquitos, parecía no poder parar de hablar. Y Emma, que siempre ha sabido disfrutar de una buena compañía, la recibió como una muy buena amiga. Y dos años y un tanto después, lo siguen siendo. Fue la pelinegra la que le informó que la casa al lado de la suya estaba en alquiler y la que, al ver cómo se encontraba un poco corta de dinero, le había ofrecido un trabajo cuidando de sus hijos; llegando a quererlos tanto, como si fuesen propios.

Emma está muy agradecida con Sara y con Richard; que le abrieron no solo las puertas de su casa, sino que también la hicieron parte de su familia. Y de esta manera, no se siente tan sola. Considerando que la suya está a unas cinco horas en tren.

Por eso, cuando Sara días atrás le mencionó sobre su viaje y el necesitar su ayuda, Emma no lo había dudado. Inclusive cuando su amiga mencionó la venida de un hermano mayor al que ella jamás había conocido y le pidió que formara parte de su tan alocado plan. Extraño, cierto. Pero Emma nunca se había detenido ante lo que parecía extraño, o ante lo que pareciese difícil. Entonces, aceptó. Y da gracias de haberlo hecho, porque resulta ser, que después de todo, conocer al famoso Liam Harper no había resultado malo después de todo. "Siempre ves la vida tan llena de colores, Em", le había dicho Sara un par de días antes de irse. "Tal vez, puedas ayudarme a que él vuelva a verlos también."

Y Emma prometió que lo haría; la ayudaría. Porque si bien sabe no solo la importancia de la familia, sino también el mantenerla unida.

Aunque Liam Harper ha sido todo un desafío; no puede negarlo. Sacarlo de aquel caparazón en donde parece estar metido por momentos parece una misión imposible; sin embargo, Emma también se ha sorprendido gratamente. Porque, de vez en cuando, entre negativas e insistencias ha salido a la luz el intrigante hombre que tanto Sara le había descrito. Así como también, se ha encontrado varias veces pensando en él aún cuando no está en la habitación: en aquellos secretos que parece guardar debajo de la superficie, en aquellas sonrisas y carcajadas sonoras y maravillosas, en aquel cosquilleo extraño que sintió al tomar su mano.

Días. Emma conoce a Liam hace cuatro días, parece inclusive una locura cuando se lo dice en voz alta. Pero una locura que la atrae, en todos los sentidos.

—Emma —su voz gruesa la saca de su ensimismamiento. Liam la observa con el entrecejo fruncido; sus ojos color miel parecen querer traspasarla—: ¿Está todo bien?

Están en la cocina. Liam está sentado en la mesa con la laptop abierta, en donde ha estado sumergido en el trabajo las últimas dos horas. Emma, a su lado, dobla un poco de ropa que acababa de salir de la secadora. Son alrededor de las dos de la tarde.

Ella carraspea y fuerza una sonrisa—: ¡Claro! ¿Por qué no habría de estarlo?

—Llevas diez minutos doblando esa misma camisa —responde él, señalando la prenda que Emma tiene entre las manos. Ella se da cuenta de que tiene razón.

—Supongo me distraje un poco. ¿Me decías algo?

—Sí; Peter mencionó que dentro de un rato van a ir de vuelta al centro comunitario y quiere que vaya con ustedes. Cerré el trabajo por hoy, así que los acompañaré.

Una pizca de esperanza se instala en el pecho de la joven, al escuchar sus palabras. El día anterior Liam había pasado el día entero encerrado en la habitación y no había querido ir al centro comunitario con ellos a la tarde cuando ella se lo había propuesto. Entonces, que hoy quisiera sumarse sin tener que insistirle era un gran avance. Además, no ha tenido la oportunidad de preguntarle por la oferta que le hizo el señor Taylor.

—¿Has pensado en lo del mural? —pregunta Emma con curiosidad. Liam hace una mueca de desdén.

—No, no. No creo que vaya a hacerlo, Emma.

—¿Puedo preguntar si hay alguna razón en particular del por qué?

—La hay.

—¿Quisieras comentármela?

—No.

Pasan unos quince minutos en silencio; Liam con la mirada fija en la laptop y Emma doblando el resto de la ropa. Desde el living se puede escuchar a los niños jugando y a Ava durmiendo la siesta.

De repente, Liam habla, su voz llena de una tristeza palpable—: Dejé de pintar a los quince. No he pintado desde que mi mamá murió.

Emma se detiene en seco, sus manos quedan inmóviles sobre la ropa. Su mirada se encuentra con la de Liam, que parece perdida en recuerdos dolorosos. Recuerda haberle preguntado a Sara sobre su familia; y a su amiga comentándole un poco el cómo había perdido a su madre muy joven y como Liam, que en aquel entonces era tan solo un adolescente se había hecho en su mayoría responsable por ella. Cuando Emma le preguntó que pasaba con su padre, Sara se había limitado a responder que ''En aquel entonces, Arthur Harper, no era el mismo hombre que es hoy''. Por respeto, no había querido indagar más sobre el asunto, pero supone que gran parte de la ausencia de Liam las últimas dos décadas tendría que ver con a lo mejor conflictos no resueltos con su padre.

—Liam... —dice Emma suavemente, acercándose a él—, lamento mucho escuchar eso. —el hombre se encoge de hombros, mientras niega con la cabeza.

—No es algo de lo que me guste hablar —responde, con calma — . Pero no quería que sintieras que estaba enojado contigo o algo parecido.

—No me sentí así, no te preocupes.

Después de unos diez minutos de silencio, Emma vuelve a hablar: — Yo perdí a mi hermano —Liam vuelve a levantar la vista de la laptop —. Fue hace unos años, yo tenía dieciocho. Salió con su auto bajo la lluvia y para evitar atropellar a un perro que cruzó asustado por la vía, perdió el control del auto. Murió en el acto.

—Lo siento.

—Lo sé; pero no te lo cuento para que sientas lástima por mi. Te lo cuento porque quiero que sepas que puedo entenderte; cuando Erick murió, no canté por una semana. Algo que siempre he amado hacer. Es solo que entendí, después, que a Erick no le hubiese gustado saber que morí junto a él.

—Emma...

—Lo que quiero decir es que avanzar no es lo mismo que olvidar, Liam. Tampoco quiero presionarte a que hagas algo que no quieres hacer; solo quiero que sepas que tienes la opción de vivir de manera diferente, si así lo quisieras.

—No pedí tu opinión.

—Eso también lo sé —responde Emma, con una sonrisa — . Pero te la di de todas formas.

Un llanto de escucha desde el piso de arriba; Ava está despierta.

Emma se levanta de la silla y para sorpresa de Liam, deja un beso en su mejilla: —Iré a preparar a los chicos para ir al centro. —Y sin decir nada más, sale de la cocina.

Liam la observa con una mezcla de emociones mientras la ve salir por la cocina. Por primera vez, en casi dos décadas, el ojimiel se encuentra considerando seriamente la opinión de alguien más. Y eso lo aterra.

Hicieron el camino de veinte minutos caminando en silencio; tan solo interrumpido por algunas sonrisitas entre Harry y Peter, que disfrutan de lanzarse bolas de nieve entre ellos. Liam está nervioso en lo que cruzan el umbral; de su cabeza no desaparece las palabras de Emma de temprano. El centro comunitario de Ranvesbrook está menos bullicio que dos tardes atrás; sin embargo, se ve a varias familias participando en diferentes actividades: entre esas, la elaboración de diferentes decoraciones para la fiesta de Navidad. Los dos niños mayores corren hacia la derecha; donde un hombre vestido de Santa Claus y un par de duendes, parecen estar entregando algunos regalos. Emma, con Ava en brazos, los sigue.

Liam no puede moverse; sigue parado junto a la puerta. Piensa en el adolescente que alguna vez fue, mucho antes de que su madre enfermara, mucho antes de odiar a su padre, mucho antes de mudarse a la ciudad y dejar todo lo que creyó conocer en el pasado. Ese chico tenía expectativas, grandes sueños a decir verdad: quería ser artista y tener su propia galería en Londres.

Junto con Arnold Taylor, quien fue su profesor de Arte durante toda la primaria y el secundario; Liam había creado un portafolio. Uno que iba actualizando con los años y que guardaba debajo de la cama con anhelo, pensando que el día en que cumpliera la mayoría de edad; podría finalmente mostrárselo a alguien. Sabía que no eran dibujos perfectos, pero reconocía también que tenía un gran talento; y más allá de todo eso, como amaba Liam perderse entre los trazos, las formas y colores: imágenes que creaba sin patrones, sin una idea establecida. Muchas veces llegaba a casa lleno de pintura hasta el pelo, pero con una sonrisa de oreja a oreja.

Esa Navidad, cuando su madre murió, Liam había sido escogido entre todos sus compañeros de clase para poder pintar el mural de la fiesta de Navidad. Una tradición del pueblo; se hacia cada año, luego se les tomaba una foto y se colgaban en una pared del centro. Pero Liam no había podido terminar el suyo. Pronto sus sueños fueron una pared a medio terminar, un portafolio bajo su cama que jamás volvió a sacar, y una vida en donde ya nada quedaría a medias: en donde todo tendría sentido, todo estaría en orden; no habría espacio para hacer las cosas mal, porque hacerlas mal hace que duela y Liam ya no quería que doliera.

Y por veinte años esa había sido su filosofía, hasta ahora.

—¡Liam! —exclama una voz, sacándolo de sus pensamientos —. ¡Que bueno que viniste!

El pelinegro voltea hacia la derecha, desde donde el señor Taylor camina hacia él con determinación. Suspira; supuso que tendría que enfrentarlo, pero no pensó que sería apenas entrara.

Liam trata de sonreírle al señor Taylor, aunque su mente sigue atrapada en el torbellino de recuerdos y emociones. Se ajusta el abrigo y toma una respiración profunda antes de responder.

—Hola, señor Taylor —dice, con un tono que intenta ser más animado de lo que realmente se siente.

— Siempre has sido excepcional, Harper—comenta Arnold, levantando una mano y colocándola en su hombro; el tacto es cálido, le recuerda una época en donde solía escuchar esas palabras a menudo —. Por eso, y perdona que insista...sé que no hay nadie más calificado para pintar ese mural que tú.

Una fuerte risa llama la atención de ambos; al levantarlos, ven a Emma colocándose la barba de Santa y pretendiendo reír con él; haciendo que todos los niños alrededor se pongan a su alrededor, disfrutando el espectáculo.

Liam sonríe inconscientemente, su corazón se llena de una sensación agradable y embriagadora.

—No he pintado en muchos años, señor —murmura Liam a su profesor favorito—. Ni siquiera estoy segura de recordar cómo hacerlo.

—No te preocupes por eso. —responde el viejo; sonriéndole con ninguna otra cosa más que entendimiento. —A veces, solo necesitamos un pequeño empujón para recordar lo que llevamos dentro de nosotros. Acompáñame, quiero mostrarte cómo vamos a hacerlo.

Liam duda por un momento, pero luego asiente. Tal vez, literalmente hablando, sea un empujón lo que necesita. Caminan hacia el área preparada para pintar el mural; un escalofrío recorre completa su columna vertebral.

—Mira —dice el señor Taylor—, aquí está el boceto del mural. Queremos algo que capture el espíritu navideño y que también refleje la comunidad. La temática de este año es: ''Navidad: un perfecto arcoíris''

Liam observa el boceto en la pared. Es una escena vibrante de un pueblo decorado para Navidad, con colores vivos y detalles festivos; y en todo el centro un árbol gigante como él que suelen encender en el pueblo todo los veintidos de diciembre; y al lado de este una nota que dice: ''que tengan un montón de luces, que destelle como arcoíris''.

—¿Qué opinas? —pregunta el señor Taylor, esperando una respuesta.

—Es... encantador —responde Liam—. Es extraño no ¿pensar en la Navidad como un arcoíris?.

—También lo pensamos en un inicio; pero ya sabes como es Emma cuando se le mete una idea en la cabeza, logra venderla como sea.

—¿Fue idea de Emma?

El señor Taylor asiente.

—Creo que podría intentarlo.

Arnold Taylor sonríe satisfecho y sacando un pincel del bolsillo de su pantalón, se lo tiende a Liam.

—Perfecto. Si necesitas algo, solo avísame. Estoy seguro de que harás un gran trabajo.

Liam toma el pincel y se acerca al mural.

—¿Vas a pintar un arcoíris? — la voz de Harry a su lado, lo sorprende. Baja la vista, para encontrarse con los ojos brillantes de su sobrino. Detrás de él están Ava y Peter, además de Emma.

—Sí, un arcoíris de Navidad —responde Liam, sonriéndole—. Un arcoíris lleno de luces y colores.

—De seguro quedará increíble —la voz de Emma, dulce y cariñosa.

—Solo si ustedes me ayudan —responde el pelinegro, sin dejar de mirarla —. Después de todo somos un equipo ¿recuerdan? Los niños perdidos juntos hasta el final.

Harry y Peter brincan emocionados, dispuestos a ayudar en lo que sea. Liam se sorprende acercándose hacia ella; su cercanía quema y puede ver como sus cachetes se sonrojas: — ¿Qué dices, Wendy?

Emma se ríe ante el apodo y asiente con una de esas hermosas sonrisas que llenarían de calidez hasta la más congeladas de las alma: — Me encantaría. Además, todo es más divertido visto en colores.

Y Liam está empezando a creerlo de nuevo.




NA: ¡Estoy disfrutando un montón escribir esta historia! ¿Qué les va pareciendo?

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