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Capítulo #10: ''Miedos, verdades y un 'te amo' ''


Miércoles, 21 de diciembre de 2022.

Ravensbrook, Reino Unido.

Día 10 de 10.

Amanda Lane Harper, antes conocida por su nombre de soltera como Amanda Lane Peterson, amaba la Navidad. Su madre compartía esa misma pasión y se la transmitió. Cuando Amanda tuvo hijos, se encargó de enseñarles la magia de esta festividad, esperando que la amaran tanto como ella.

Y así fue. Liam, su primogénito e hijo único durante siete años, esperaba las fiestas con verdadera ilusión. Le encantaba hornear galletas con su madre, buscar el árbol perfecto con su padre y decorarlo con esmero. Disfrutaba del aroma del pino que impregnaba la casa, incluso días después de haber quitado el árbol. Amaba el sonido de los villancicos, entonados por el coro de la iglesia mientras resonaban de puerta en puerta. Para Liam, la Nochebuena era mágica. Se esforzaba por mantenerse despierto con la esperanza de escuchar los pasos en el techo que anunciaban la llegada de Santa Claus.

Cuando nació Sara, la alegría se duplicó. Liam asumió con entusiasmo la tarea de ayudar a su madre a enseñar a su hermanita la magia de la Navidad. Ya no era solo él quien esperaba; se escabullían juntos en la misma habitación, atentos a cualquier sonido, aunque Sara solía quedarse dormida mucho antes que él.

Pero todo cambió cuando Amanda enfermó, y con ella, la magia comenzó a desvanecerse.

Al principio, Liam, que ya tenía catorce años, recibió poca información. Solo sabía que su madre estaba enferma y debía someterse a varios tratamientos, los cuales, con el tiempo, descubrió que no tuvieron efecto.

Liam y Sara perdieron mucho en el último año de vida de su madre. Para Liam, una de las pérdidas más significativas fue su amor por las festividades.

Ahora, podría decirse que es la primera vez en veinte años que Liam participa en una actividad navideña. La primera vez que sus ojos mieles se iluminan como cuando era niño. Y la primera vez en tanto tiempo que el aroma a pino fresco en la casa no le trae malos recuerdos.

Quizás, de eso, debería agradecerle a Emma. Ella le recuerda mucho a su madre. Hay algo en ella, algo puro y real; ese desinterés total que Liam solía ver en los ojos de su madre, ahora lo percibe en los de Emma también.

La magia de la Navidad que Amanda Lane Harper había cultivado durante años en su hogar parece querer resurgir en sus recuerdos, como si, de repente, pudiera volver a la realidad. Liam sabe que se trata de una fantasía, pero también ha comenzado a entender que no todas las fantasías se quedan así para siempre; algunas, con un poco de suerte, pueden convertirse en realidad. Y quisiera, en verdad, en el fondo de su corazón, por primera vez en muchísimo tiempo, que esta se hiciera.

Porque sus sentimientos por esta maravillosa y tan peculiar mujer van más allá de lo que alguna vez pensó que podría permitirse sentir. En tan poco tiempo, el pensar en ella—en su risa, en sus caricias, en su tacto tierno, en su melodiosa voz—ha logrado alejar sus pesadillas. Como si volver al pueblo que en algún momento le causó tanto dolor fuera también la razón por la que finalmente se está permitiendo sanar las heridas que lo agobiaron durante tanto tiempo.

Una prueba de ello es el mural terminado frente a él y lo que representa. La magia que creía perdida vuelve a crecer con una fuerza arrasadora en su pecho; se pierde en los colores del mural, como la viva imagen de lo que su alma siempre ha anhelado. Las terminaciones no son perfectas—los acabados se salen de las líneas, con ligeras marcas de dedos infantiles que fueron su mayor apoyo durante la creación—y es por eso que es absolutamente perfecto: porque es imperfecto.

Y que esto lo piense nada menos que el estructurado Liam Harper demuestra cuánto ha recorrido su camino.

—Es hermoso, Liam. —La voz dulce de Emma a su lado le hace sonreír. Voltea para encontrarse con su rostro, perdido en los colores frente a ella—. Nunca había visto uno tan bonito.

Liam asiente, sin dejar de mirarla.— En eso, no podrías tener mayor razón, Em.

Emma dirige su mirada hacia él y se sonroja al entender que Liam no habla del mural en sí. O, si lo hace, hay una mayor profundidad y sentido en esas palabras.

El momento es interrumpido por Arnold Taylor, quien, al perderse también en la contemplación del mural, aplaude un par de veces en dirección al artista.— Increíble, Liam, increíble. Nunca dudé de ti, y lo sabes. ¡Oh, oh! El pueblo va a amarlo, estoy seguro.

—Me alegro de escucharlo, señor Taylor.

—Y Liam, ¡oh Liam! Deberías considerar volver a pintar en tu vida diaria; tal vez estudiar Arte como siempre quisiste. No dejes que el mundo se pierda de este talento excepcional que tienes.

—No estoy seguro de si es algo que quiero retomar —Liam carraspea—. Me refiero, como estilo de vida; pero no negaré que se sintió increíble volver a hacerlo.

—Entonces, eso es lo que debe valer por el momento. Me alegro, muchacho, me alegro.

—¡Tío Liam, Emma! —La voz de Harry los saca de su íntimo momento. Detrás de él vienen Peter y Ava, que con pasos torpes tratan de seguirle el ritmo a su hermano mayor.— ¡Vamos, vamos! ¡Que ya van a encender el árbol!

Es la noche en que se encenderán las luces del árbol de Navidad en la plaza central de Ravensbrook, un evento que siempre marca el inicio oficial de la temporada navideña en la pequeña ciudad. También es la noche que marca el fin de la travesía de Liam. Sara y Richard volverán por la mañana, y con ello, Liam será finalmente libre de regresar a su vida en la ciudad. Aunque esta idea, que al principio le entusiasmaba, ahora no lo llena de la misma manera. A pesar de haber avanzado en su proceso de sanación, no se siente listo para celebrar otra Nochebuena. No, no todavía. Quizás por costumbre, o tal vez por heridas aún no completamente sanadas.

Liam asiente mientras sube a Ava a sus brazos, con una mezcla de emoción y nostalgia. Caminan juntos hasta la plaza central, abarrotada de gente: familias, parejas, y grupos de amigos, todos reunidos alrededor del imponente árbol de Navidad, que espera pacientemente ser iluminado.

Mientras Emma juega con los niños, Liam se siente sorprendentemente feliz. Observa cómo sus ojos brillan con una mezcla de emoción y tranquilidad. Aunque muchas cosas siguen siendo nuevas para él, se da cuenta de que la idea de estar en este entorno festivo ya no lo asusta tanto. A medida que la cuenta regresiva para el encendido de las luces comienza, los niños se amontonan frente a él. Ava, todavía sostenida por uno de sus brazos, aplaude con entusiasmo. Una mano se estrecha en la suya vacía, llenándolo de una calidez que, en los últimos días, ha comenzado a ser familiar. Emma le sonríe.

—¡Cinco, cuatro, tres, dos, uno...! —corea la multitud al unísono, y de repente, el árbol se ilumina, bañando la plaza en una cálida luz multicolor. Los ojos de los niños se abren con asombro, y Liam no puede evitar sonreír al ver sus expresiones.

Liam se acerca al oído de Emma y susurra despacio: —Gracias, Em. Nunca pensé que volvería a disfrutar de ninguna de estas cosas. Pero has sido tú, tu honestidad, y este pueblo, que por más loco que suene, me han hecho pensar que tal vez pueda empezar a creer en la gente de nuevo.

Mientras la plaza celebra, Emma se pone tensa. Sus ojos se pierden en la distancia y, sin decir una palabra, toma a Liam de la mano y lo mira con una mezcla de determinación y preocupación.

—¿Qué pasa? —pregunta él.

—Hay algo que tengo que contarte, pero no aquí. Vamos a casa —responde ella, con una urgencia que él no ha visto antes.

Intrigado y un poco nervioso, Liam asiente. Toma a los niños de la mano y comienzan a caminar de regreso. Mientras avanzan por las calles iluminadas, una inquietud creciente se apodera de él. Algo está mal, pero no puede imaginar qué es.

Al pasar al lado de la casa de Emma, el ojimiel nota unas luces encendidas. Algo inusual, ya que se supone que ella ha estado con ellos todo el tiempo.

—¿Qué son esas luces? —pregunta Liam, deteniéndose en seco frente a la entrada.

Emma duda un instante antes de responder.

—No es nada, solo... algo que dejé encendido. No te preocupes.

Pero la excusa suena débil, incluso para ella misma. Liam frunce el ceño, y antes de que pueda hacer más preguntas, Emma lo toma de la mano y lo guía hacia la puerta, con los niños siguiendo de cerca. Cuando la abre, una escena inesperada lo recibe.

Richard y Sara, sentados en la sala, sumidos en una conversación que parece ser muy importante.

—¿Cómo... cómo están aquí? —pregunta, con la voz entrecortada por la sorpresa. Los niños corren con emoción a los brazos de sus padres.

—¡Mamá! —grita Ava desde los brazos de Liam. En medio de la impresión, él la deja en el suelo para que pueda reunirse con sus padres.

—Los extrañé mucho —dice Sara, con los ojos cristalinos. Tiene a Harry y Peter en sus brazos, depositando tiernos besos en sus cabellos. A su lado, Richard, con una gran sonrisa, recibe a Ava entre sus brazos, estrechándola con fuerza.

—Pensé que volverían mañana —dice Liam mientras se acerca también a saludarlos. Emma, todavía parada cerca de la puerta abierta, parece no saber cómo moverse de su posición—. ¿Qué están haciendo aquí?

—Pensamos sorprenderlos; logramos adelantar el vuelo y aquí estamos —comenta Sara, con entusiasmo. Se levanta del piso, donde ha estado abrazada a sus hijos, para acercarse a abrazar a su hermano—. Es bueno verte, Li. Muchas gracias por todo.

—También es bueno verte, Sari —responde Liam, separándose de ella. Luego, acercándose a su cuñado, estrecha su mano—. Richard, también es bueno verte.

—Lo mismo digo, Liam. Ha pasado tiempo. —La voz de Richard, con quien nunca ha tenido la mejor relación, suena cargada de una mezcla de entusiasmo y sinceridad que desconcierta a Liam. Le dedica una media sonrisa, notando que tal vez su cuñado merece que baje un poco la guardia.

—¿Y por qué en casa de Em? —pregunta Liam, de repente, confundido—. ¿Por qué no estaban en su casa?

Emma, que ha cerrado la puerta y ahora está a su lado, parece querer contestar. Pero antes de que pueda hacerlo, Sara la interrumpe, nerviosa:

—El plan original era sorprenderlos muy temprano en la mañana, por lo que íbamos a escondernos aquí por la noche. Pero llamé a Em hace rato para decirle que no podíamos esperar.

Liam asiente, aunque no muy convencido.

—¡Bueno, bueno! Ya que estamos todos aquí, ¿qué les parece si cenamos algo rico? Puedo ir a la tienda y comprar para hacer unas pizzas —interviene Richard, mientras los niños dan pequeños saltos, emocionados.

—Me parece perfecto —responde Sara con una sonrisa, aunque su mirada sigue fija en Emma, quien, para sorpresa de Liam, no ha dicho una sola palabra desde que entraron a la casa.

—¿Estás bien? —le pregunta Liam a Emma, deteniéndola cuando, un rato más tarde, salen por la puerta en dirección a la casa de Sara.

—Sí, todo en orden, capitán —responde Emma, intentando que su voz suene como de costumbre, aunque sin mirarlo directamente. Estrecha suavemente su mano—. Es solo que ha sido un día largo, y estoy algo cansada.

Liam asiente, sintiéndose todavía más confundido.

Unas tres horas después, habiendo comido la que a Liam le parece la mejor pizza en años, Sara y Richard se encargan de bañar a los niños y llevarlos a dormir. Emma sube a ayudarles un rato después, pues Peter ha insistido en que sea ella quien le lea el cuento de *Peter Pan* antes de dormir.

Liam, en la cocina, se encarga de terminar con los platos. Su mente no ha dejado de dar vueltas desde la cena, aunque tal vez incluso un poco antes. Piensa en la extrañeza del regreso de su hermana y en cómo eso parece haber afectado a Emma, aunque sigue sin comprender por qué. 'Tal vez', piensa mientras coloca jabón sobre el último de los platos, 'debería hablar de esto con ella'.

Es entonces cuando lo escucha: murmullos. Los sonidos provienen de la sala. Intrigado, sale de la cocina después de secarse las manos, buscando el origen de los susurros. Las ve: Emma y Sara, paradas junto a la puerta del patio, en lo que parece ser una conversación acalorada.

Intentando no ser visto, se acerca unos pasos más, y los murmullos se convierten en voces entendibles; desde su escondite detrás de la escalera, Liam capta fragmentos de la conversación.

—... y no era parte del plan que se involucraran —dice Sara, con un tono que denota molestia.

—Y es que no era parte del plan. Lo que siento por Liam no lo planeé, pero es real, Sari. Tenemos que decírselo.

—No, no podemos.

—¿Qué no puedo saber? —pregunta Liam, con la voz entrecortada, saliendo de su escondite.

Emma y Sara se quedan paralizadas; sus miradas se encuentran con la de Liam, quien las observa con una mezcla de confusión y temor.

Emma no había sentido tanto miedo en mucho tiempo como el que siente en ese momento.


—No puedo seguir con esto, Sara. Liam tiene que saber la verdad. —Es la voz de Emma, cargada de angustia.

—No es el momento, Emma. —Responde Sara, con un tono de desesperación—. Sabes por qué se hizo lo que se hizo, y resultó ¿No es cierto?

—Precisamente por eso. Ahora, más que nunca, tiene derecho de saber qué es lo que realmente ha pasado —La voz de Emma tiembla con determinación—. Sabes que no es justo, y parte para que todo esto funcione es dejar de lado las mentiras.

—¿Alguien quiere decirme qué mierda está pasando? —pregunta de vuelta Liam, ahora un poco más alterado.

Sara se acerca, tratando de mediar en la situación. Sabiendo que ya no queda de otra, más que ser completamente honesta. Tan solo ruega, en lo más profundo de su corazón, que su hermano encuentre la manera de entender, que todo fue con la intención de ayudarlo.

—Liam, por favor, escúchanos. Todo lo que hicimos fue por tu bien. Solo queríamos verte feliz, volver a vivir. Nunca fue nuestra intención engañarte ni causarte daño.

—¿Qué fue exactamente lo que hicieron?

—Mi viaje a buscar a Richard no fue exactamente cómo te lo planteé. En realidad, Richard tuvo algunas cuestiones con la visa y se resolvió rápidamente. Tan solo fui para allá un par de días para estar con él y tener alguna excusa para traerte para acá.

—No comprendo.

—Estábamos cerca de las fiestas de nuevo, Li, y te extrañaba. Me moría al saber que iba a pasar otro año en la misma situación de mierda en la que estamos hace veinte años. Me dolía saber la vida que estabas viviendo y todo lo que estabas perdiendo. Así que mentí, te dije que necesitaba tu ayuda para poder traerte a casa y encontrar una forma de devolverte todo lo que has perdido. Estuve dos días fuera del país, es verdad. Pero de resto estuve acá en el pueblo, primero unos días en casa de Betty y luego un par en casa de Emma, ayudando con el plan.

Liam está atónito. La verdad que ha temido está frente a él, y la sensación de traición y confusión lo abrumaba. Recuerda los momentos felices con Emma, los días tranquilos en Ravensbrook, y cómo todo parecía perfecto. Ahora, esos recuerdos se sienten vacíos, teñidos por las mentiras y el dolor.

—¿Cómo pudiste, Sara? ¿Cómo pudieron todos?

—Me siento terrible, Li; de verdad. Pero si bien varias situaciones fueron propiciadas por mí, el desenlace y el cómo actuaste es netamente tuyo, hermano. Así como el amor de todas las personas que colaboraron, todas te amamos tanto que queríamos verte de vuelta. Inclusive el pedirle ayuda a Em...

—¿Em? —Liam voltea a ver a Emma con una expresión de sorpresa y desilusión—. ¿Cómo pudiste?

Emma no puede sostener la mirada de Liam, y las lágrimas comienzan a rodar por sus mejillas.

—Lo siento, Liam. Nunca quise hacerte daño. Solo... Quería ayudar a Sara a recuperar a su hermano. No sabía cómo decírtelo, pero ahora que lo sabes, no hay vuelta atrás. Me siento mal por habértelo ocultado, pero tienes que ver todo lo bueno que ha salido de eso.

—¿Lo bueno?

—Es como dice Sari, Li. Mira todo lo que has logrado, todo lo que has sanado. ¿No debería ser eso, al final, lo que cuente?

La imagen de Emma llorando, una mujer que raramente muestra debilidad, hace que Liam sienta un torbellino de emociones. El amor que ha comenzado a construir por ella, el amor que pensaba que no era capaz de sentir, ahora está en la cuerda floja.

El silencio llena la habitación mientras Liam procesa lo que acaba de escuchar. El dolor y la confusión lo abrumaban.

Emma se acerca a él, tratando de tomar su mano, mientras las lágrimas siguen cayendo.

—Te  amo, Liam. Tienes que creer que yo... que lo que tú y yo somos es real.  No fue solo una mentira. Lo que siento por ti es verdadero. Por favor,  créeme.

Liam se aparta lentamente, el dolor en sus ojos refleja la desesperación que siente en su pecho. Amor, Emma lo ama. Que concepto tan extraño; los últimos días no había otra idea bajo la que se hubiese construido más, pero ahora escucharla, lo lastima muchísimo.

El corazón de Liam se hunde mientras trata de encontrar las palabras para expresar su dolor y desilusión. No está seguro de cómo avanzar desde allí, pero sabe que la verdad ha cambiado todo. Con una última mirada a Emma, da un paso atrás, sintiendo cómo una barrera, que los últimos días había empezado a caerse; se erige rápidamente alrededor de su corazón.

Qué estúpido había sido...¿Cómo si quisiera pudo pensar que para él una fantasía cómo la que se había planteado en los últimos días podría ser si quiera posible? No, no. Esto le pasa por bajar la guardia, no debió hacerlo nunca.

—Necesito tiempo para procesar todo esto. —dice Liam, con la voz quebrada—. Ahora mismo, no puedo quedarme aquí.

Sin decir más, Liam sale de la casa, dejando a Emma y a Sara con el peso de sus decisiones y la incertidumbre de lo que vendrá a continuación; inclusive, con la duda floreciendo en el pecho, de si el Liam que Sara había pensado recuperar, y el que Emma había empezado a amar, se había vuelto a esconder bajo la superficie, para tal vez no volver más. La plaza navideña, con sus luces brillantes y su ambiente festivo, parece distante y ajena mientras Liam se aleja, tratando de encontrar su camino en medio de la oscuridad que acaba de descubrir.

NA: ¡UNO MÁS, UNO MÁS Y TERMINO! Han sido unos días locos y estoy re atrasada con todo. Me quedan horas nada más para poder llegar a inscribirme, espero lleguemos.

¿Qué piensan del capítulo? Este en particular me costó escribirlo.

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