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Capítulo #1: ''Ravensbrook y unos ojos verdes''

Lunes, 12 de diciembre del 2022

Londres, Reino Unido

Liam tiene una certeza: está cometiendo un error. ¿Qué sabe él sobre niños? Nada, absolutamente nada. ¿Quién le confiaría a alguien como él sus hijos? Su hermana, claro. Además, apenas ha convivido con sus sobrinos en los últimos años, lo que aumenta su nerviosismo. La última vez que los vio fue en el verano del año anterior, cuando Sara vino con toda la familia a pasar unas cortas vacaciones. En ese entonces, Ava, la hija menor, tenía alrededor de un año. Así que de él no tiene ningún recuerdo.

Contemplando la valija abierta frente a él, la cual ha estado acomodando durante las últimas tres horas, Liam se replantea sus opciones. ¿Y si contrata una niñera? Podría pagar a la mejor que encontrase, pero la culpa lo invade en cuanto lo considera: hizo una promesa. Y Liam siempre cumple sus promesas.

El hombre de piel morena y ojos color miel suspira; no hay vuelta atrás. Acomodando prolijamente cinco pares de medias dentro de la valija, la cierra con una extraña sensación acumulándose en el pecho. Por primera vez en diez años, vuelve a sentirse inseguro.

—Señora, tengo viajar hoy a Ravensbrook antes del mediodía. Necesito ese boleto —vuelve a insistir Liam, con agotamiento. Parece que la frustración es una constante en su vida últimamente.

Liam lleva cuarenta y cinco minutos en la taquilla, discutiendo con la trabajadora, su supervisor y el gerente. Todos le dan la misma respuesta. Intenta mantener la calma, pero su paciencia está agotada; tanto su asistente como él han estado llamando todo el fin de semana sin éxito. Los cupos están llenos para el horario que necesita. Pero, a sus treinta y cinco años, Liam no es bueno aceptando un "no" por respuesta.

El bullicio a su alrededor le atormenta la cabeza. Aunque apenas son las cuatro y media de la mañana, la estación central de trenes en Londres está repleta de gente. Supone que ya muchos comienzan a viajar por las fiestas. Detrás de él, hay unas quince personas en la fila.

—Y como ya le he respondido varias veces, señor, el tren de las seis y treinta no tiene cupo. Estamos en épocas navideñas; supongo que usted entenderá —responde la mujer, ya en sus cuarenta, detrás de la cabina, con tono fatigado.

Liam suspira.

— ¿Cómo se supone entonces que cuidaré de mis sobrinos? ¿No se plantea usted que tres niños de menos de diez años se cuiden solos, verdad? —responde Liam en un tono autoritario. Para su sorpresa, la mujer se limita a encogerse de hombros.

—Con todo respeto, señor, ese no es mi problema —dicho esto, se dirige a la persona que se encuentra justo detrás de Liam en la fila.

Liam sale de la fila, sintiéndose desfallecer. No tiene idea de qué hacer ahora. Ir en su auto podría ser una opción, pero en Ravensbrook tendría problemas para aparcarlo. Han pasado ocho años desde la última vez que visitó su pueblo natal; pero tan chico como es, sabe que más que para cualquier otra cosa, está hecho para caminar. Todo queda muy cerca uno de lo otro, además que ya su hermana posee uno, que podría fácilmente prestarle.

Se deja caer en un banco cercano, colocando su valija a su lado. 'Piensa, Liam, piensa.'

—Tal vez yo pueda ayudarte —escucha Liam una voz cercana. Levanta la vista y ve a una señora mayor sentada a su lado en el banco, mirándolo con comprensión.

— ¿Disculpe? —dice Liam, bastante confundido.

—Verás —dice la mujer con un tono de voz pausado—, se supone que tenía que viajar en el tren que tú necesitas tomar, para ir a visitar a mis nietos fuera de la ciudad. Pero mi hija llamó temprano diciéndome que para que no tenga que viajar, ellos vendrán a verme. Por eso estaba en la fila, buscando hacer el reembolso del boleto. Pero me parece que tú podrías darle un mejor uso —explica en un tono entusiasta; sacando el boleto de su bolsillo y extendiéndolo—. Toma, todo tuyo.

Liam se queda paralizado, contemplando el billete que la señora extiende frente a él, sin saber qué hacer. Entre la confusión y otras emociones que por momentos no es capaz de descifrar, arruga el ceño. Nadie es tan amable, especialmente sin esperar nada a cambio.

—Tómalo, anda —la mujer lo apremia; y es ahí cuando Liam reacciona, negando con la cabeza.

—No puedo aceptarlo —dice; la señora frunce el ceño.

—Me parece que acá, más que el si puedes o no aceptarlo, es más una cuestión de si vas a poder llegar a casa a tiempo para cumplir con el compromiso que tienes.

Mierda; la mujer utilizó las palabras precisas, tal vez inclusive sin saberlo. Liam sabe que tiene que tomar una decisión y no puede darse el lujo de perder más tiempo.

—De acuerdo... —Liam acepta, sabiendo que la mujer no dará su brazo a torcer y él necesita llegar a casa de su hermana—, pero al menos déjeme pagárselo —concluye, mientras trata de sacar su billetera del bolsillo de la chaqueta.

La mujer vuelve a negar con la cabeza; suelta una ligera carcajada. Suenan las guirnaldas en su gorrito navideño, en un ligero tintineo.

—Considera que es un regalo de Navidad; tal vez el mejor que vas a recibir —responde la señora; un señor también de apariencia mayor le hace una seña con la mano a unos metros de distancia—. Debo irme, que tengas una Feliz Navidad —y sin dejar a Liam decir palabra alguna, la mujer deja el boleto en la mano en su mano y, levantándose, se dirige en dirección a aquel hombre.

Liam tarda unos segundos en procesar lo que acaba de pasar; parece muy bueno para ser verdad. Casi, como si estuviese envuelto en una trama de una de esas películas navideñas, en donde el destino te atrapa en más de un sentido; aunque eso sería estúpido. Sin embargo, sonríe; y levantándose se dirige hacia el andén; tal vez esta semana de mierda comienza a mejorar.

A lo lejos, escondida detrás de unos pilares, una sombra también sonríe mientras observa al hombre esperar el tren. Sacando su teléfono celular del bolsillo, hace una llamada:

—Hola; sí, todo ha salido perfecto.

Liam observa su reloj de muñeca: un poco más de las diez de la mañana, ya no tardan en llegar. El viaje hasta Ravensbrook es bastante largo, tal vez unas cinco horas en tren si no hay contratiempos, especialmente en esta época del año. Como está ubicado tras la cordillera de la montaña, el pequeño pueblo suele verse envuelto en muchos derrumbes, que los mantiene separados del resto de la civilización a veces por semanas enteras.

Mientras los grandes edificios y calles pavimentadas dan paso a enormes montañas verdosas cubiertas por ligeras capas de nieve, así como también a una que otra casa, aumenta la sensación de ansiedad dentro de Liam.

Sus manos juegan nerviosas sobre su regazo; tantas razones, podría inclusive enumerarlas, el por qué se juró jamás regresar. Sin embargo, ahí está, pensando que tal vez el tiempo se detuvo y jamás se fue en realidad.

Lunes, 12 de diciembre del 2022

Ravensbrook , Reino Unido

Sara está en la estación de tren, parada en la orilla del pequeño andén, mientras las personas descienden del recién ingresado. El frío se cuela potente entre sus huesos, a pesar de tener un gorro y doble abrigo, sin mencionar la bufanda que cubre su cuello y parte de su rostro. De seguro esa noche nevará; puede verlo en las nubes.

Busca con la mirada a su hermano mayor, al que no ha visto en un poco más de un año. Es extraño, cuando se pone a pensarlo; en una época solían ser muy unidos, a pesar de la diferencia de edad, nunca fue un obstáculo para su relación. Extraña eso, cada fibra de su ser lo pide. Porque incluso, con alguna llamada esporádica cada tres meses o alguna que otra respuesta a una foto subida en las redes sociales, aquel cálido y amoroso chico había desaparecido hace mucho. Muchas preguntas sin respuesta, o tal vez respuestas a medias, a las que a lo mejor, si todo iba de acuerdo a lo planeado, obtendrían.

Es entonces cuando lo ve, es el último en bajar. Por unos segundos lo observa contemplar alrededor, con extrañeza... y tal vez ¿con miedo? Como aquel que considera sus opciones. 'Vamos Li' piensa 'has llegado muy lejos como para renunciar ahora'.

Finalmente, en lo que parece ser un impulso de valor, levanta la vista también, encontrándose con la de ella. Una media sonrisa se refleja en su rostro mientras se acerca a él; Liam, titubeando también se acerca a ella.

—Hola, hermanita —saluda Liam, con voz gruesa; una vez que está lo suficientemente cerca. Los ojos de Sara se cristalizan al instante y sin decir nada más, salta a sus brazos.

Liam queda estático durante un par de segundos, mientras los brazos de su hermana le rodean el cuello, con fuerza. Se siente más que aliviado de estar finalmente allí. A pesar de que se encuentran bajo el frío viento, sus cuerpos se llenan de una cálidez embriagadora; una que tenían tiempo sin sentir.

—Te extrañé —dice Sara en su oído con la voz rota; causando que el corazón se Liam se encoja. Un par de minutos después, se separan.

—Yo también te extrañé —admite. Probablemente la única persona a la que se lo admitiría.

— ¿Cómo fue el viaje? —pregunta Sara, mientras se seca un par de lágrimas que todavía caen por su rostro.

—Fue agotador, pero ya estoy aquí —responde Liam, con todavía esa extraña sensación en el pecho.

La estación de trenes está a las afueras del pueblo; por lo que ir caminando de ahí hasta la casa de su hermana propiciaba un largo trayecto, así que Sara trajo el auto.

La mayor parte del trayecto es realizado en silencio; ambos perdidos en sus pensamientos y todavía con cierta extrañeza en el ambiente.

—¿Quién cuida a los niños? —pregunta Liam, con intensión de romper el silencio; su mirada está puesta en la ventana, mientras ve las casas y negocios; en su mayoría sobre calles de tierra, no puede evitar pensar en lo poco o nada las cosas han cambiado con los años. Las típicas luces navideñas cubriendo los postes de luz, contrastan con la neblina; característico del clima invernal.

—Una amiga —responde Sara, con un tono ligero que sugiere una sonrisa. Liam cree oírla reír suavemente, pero no le da importancia.

Liam asiente en silencio, y luego comenta: —Parece que no mucho ha cambiado.

— Te sorprenderías —responde esta, todavía con la vista en el camino.

El resto del trayecto lo recorren en un mutismo cómodo.

Al llegar, el pelinegro se detiene un par de minutos para contemplar el avance que ha hecho su hermana con la casa. Han pasado años; pero aquella casa de dos pisos en aquel momento en construcción ahora parece aquella salida de alguna revista. De hermosos tonos que resaltan sus techos de madera, el jardín delantero debe quitar el aliento en la primavera; cuando muchas de las flores puedan crecer. Sara y Richard durmieron en un colchón en el piso por meses, junto a la cuna de su recién nacido, mientras reunían el dinero para poder pagar por la renovación.

—¿Te gusta? —murmura Sara a su lado; él voltea a verla —. No fue fácil, y tomó años terminarla; pero Richard y yo estamos orgullosos del resultado.

—Es hermosa Sari —admite Liam —, sabes que nunca le tuve mucha fe, me han impresionado.

—Que bueno —responde esta; con alegría — . No es algo que suceda a menudo.

Liam va a contestar, pero antes de poder hacerlo un ruido dentro de la casa llama su atención: el de risas. Luego, una voz femenina, impostada con un tono grave, se escucha desde el interior, seguida de risas infantiles.

—¡Y entonces, Garfio atacó! —declama la voz.

Liam lanza una mirada perpleja a su hermana.

—Es Emma. Le encanta actuar los cuentos mientras los lee —explica Sara, con una risita mientras introduce la llave en la cerradura.

—¡No me detendrás, Garfio! ¡Con los niños perdidos acabaremos contigo!

—¡Peter Pan vendrá a rescatarnos!

La puerta se abre, y el ruido de pequeños pies corriendo llenan el aire. Antes de que Liam pueda reaccionar, sus sobrinos, Harry y Peter, atraviesan el umbral a toda velocidad, chocando con él y derribándolo al suelo. Los niños se detienen en seco, sorprendidos, y lo observan con una mezcla de curiosidad y vergüenza.

Sara se apresura hacia ellos, regañándolos suavemente.

—¡Chicos, cuidado! ¿No ven que es su tío?

Los niños, con las cabezas bajas y las mejillas sonrojadas, se acercan lentamente.

—Lo sentimos, tío Liam —murmuran al unísono, evitando mirarlo directamente.

Liam se incorpora con ayuda de Sara; sintiendo una mezcla de sorpresa y ternura al ver a sus sobrinos. Aunque se encarga de enviarles regalos en cada cumpleaños y festividad, sabe que a sus sobrinos debe pasarles lo mismo que a él: están conociendo a alguien por primera vez. Sus miradas trasmiten una mezcla entre la timidez y la curiosidad; tal vez habría alguna manera de hacer esta experiencia más sencilla para todos.

—No se preocupen, estoy bien —dice Liam con una sonrisa cálida—. Fue solo un pequeño tropezón.

O al menos lo que él considera debe ser una sonrisa cálida; no es que esté muy acostumbrado a hacerlo.

Es un golpe duro para Liam, dándose cuenta del rápido paso del tiempo. Sabe que Harry y Peter deben tener ocho y cinco años respectivamente, pero la imagen lo deja sin aliento: de piel canela y cabello oscuro; son muy parecidos a su madre. Aunque, si se detiene en aquellos ojos claros, que ambos tienen en una especie de combinación entre el verde y el azul y en las cejas pronunciadas,  puede encontrar rasgos de su padre, de procedencia alemana. Definitivamente, ya no son más estos bebés de los que su hermana solía enviarle un montón de fotografías.

Y ahora que lo piensa, Sara tiene tiempo sin enviarle fotografías.

—¿Y Ava? —pregunta Liam, notando la ausencia de su sobrina menor.

—¡Acá conmigo! —dice la voz femenina que antes de entrar había escuchado.

Al entrar en la sala, Liam queda deslumbrado por el resplandor de las luces del árbol de Navidad y el cálido brillo de la chimenea, que alivia instantáneamente el frío de sus dedos. Mientras ajusta su vista, se encuentra frente a una mujer de espaldas, sosteniendo a una niña de dos años en brazos.

Sara se acerca a la mujer, levanta a su hija de los brazos de la desconocida y la abraza con ternura. La mujer se gira, mostrando una expresión amable pero decidida.

—¡Hola! —saluda la joven con entusiasmo, como si fueran viejos amigos. Antes de que Liam pueda reaccionar, ella lo envuelve en un cálido abrazo—. Es genial conocerte. Me han hablado tanto de ti que siento como si ya nos conociéramos.

Liam queda paralizado, con los brazos rígidos a los costados. Su ropa se impregna del aroma familiar a galletas de vainilla con chocolate.

—Lo siento, pero no puedo decir lo mismo —responde él, separándose de ella de manera abrupta. Finalmente, tiene la oportunidad de observar sus facciones; o al menos lo intenta.

Durante unos segundos, se pierde en el verde de sus ojos, una mezcla de tonalidades que le recuerda a los campos en verano. Su cabello castaño oscuro cae en suaves ondas sobre sus hombros; 'Es hermosa', piensa sin poder evitarlo.

Además, parece realmente joven. Liam estima que no debe superar los veintitrés años.

—Mil disculpas —dice la mujer con un tono cálido y genuino, su hermosa sonrisa aún presente—. Tiendo a ser un poco entusiasta. Soy Emma, una amiga de Sara y también la niñera de los niños.

'¿Es posible estar tan feliz todo el tiempo?' se pregunta Liam para sí mismo.

Se siente incómodo, ya que no está acostumbrado a demostraciones de afecto, especialmente de extraños.

—Un placer —dice Liam, intentando mantener la compostura mientras extiende la mano para estrechar la de Emma. El ligero cosquilleo que siente al tocarla no pasa desapercibido para ninguno de los dos; como si fuera un cable de alta tensión, ambos se separan rápidamente.

Liam frunce el ceño mientras coloca ambas manos en los bolsillos de su abrigo, aún sin quitarse. Las palabras de Emma resuenan en su mente.

'Soy la niñera de los niños'. ¿Niñera? ¿No había dicho Sara que no tenía con quién dejarlos?

—¿Niñera? —pregunta de repente, con más dureza de la que pretendía. Mira a su hermana, que aún sostiene a su hija en brazos; ella le devuelve una mirada cargada de culpabilidad.

—Vamos a la cocina, Liam. Te explicaré todo —responde Sara con cierto recelo, temerosa de que su hermano estalle—. ¿Podrías cuidar a los niños unos minutos más? —le pregunta a Emma. Al ver la afirmación de Emma, Sara sonríe con alivio.

Sin darle tiempo a su hermano para responder, Sara lo toma del brazo y lo arrastra hacia la cocina.

Una vez en la cocina, Liam se sienta en una de las sillas, cruza los brazos y lo mira con frustración.

—Tienes diez minutos para explicarme qué está pasando; de lo contrario, tomaré el primer tren de regreso a la ciudad —dice Liam, cortante y molesto.

Sara suelta un largo suspiro. A veces, Liam puede ser un verdadero dolor de cabeza. Aunque ya tenía las respuestas preparadas, siente que está a punto de perder la paciencia.

—Y, por supuesto, dejar que mi esposo duerma en el piso de la embajada en Estados Unidos, ¿no es cierto?

Liam muestra una culpa incómoda en sus ojos; muchas veces habla sin pensar. Y cuando dice "muchas veces", quiere decir casi siempre.

—No es eso —carraspea—. Perdón por perder la compostura, es solo que no entiendo nada.

—Emma es mi vecina, Liam. Se mudó al pueblo hace tres años después de terminar la universidad para hacer sus prácticas en zonas más rurales.

—¿Prácticas?

—Emma es maestra de primaria. De hecho, es una de las asistentes en la escuela para actividades extracurriculares. Por las noches, trabaja en el centro recreativo del pueblo, donde enseña a leer y escribir a los niños que no pueden pagar la escuela privada.

—Sigo sin entender cómo encaja eso en nuestra situación.

—Hace un año, al verla un poco apretada de dinero, le ofrecí cuidar a los niños los fines de semana, y aceptó. Ahora, dado que tengo esta situación, accedió a cuidarlos durante el día para que puedas trabajar, y por la noche, tú la relevarías.

De repente, la puerta de la cocina se abre y Emma entra, luciendo un sombrero de vaquero.

—¿Todo en orden aquí? —pregunta con una sonrisa, ajustándose el sombrero.

Liam levanta una ceja, sorprendido por el atuendo de Emma.

—¿Y el sombrero de vaquero? —pregunta, tratando de ocultar su asombro.

Emma se encoge de hombros, todavía sonriendo.

—¿Cómo se puede ver Toy Story sin vivir la experiencia completa? —responde ella, dando una vuelta para mostrar su atuendo con orgullo.

Sara suelta una risa ligera, y Liam no puede evitar sonreír. El ambiente se siente un poco más relajado.

—Bueno, supongo que si esa es la razón, no puedo discutirlo —dice Liam, todavía con una mezcla de incredulidad y diversión.

Sara aprovecha la pausa para seguir explicando.

—Así que, Emma ha estado ayudándonos, y con la situación actual, ella se encargará de los niños durante el día para que puedas trabajar. Por la noche, tú la relevarías para que ella pueda descansar.

Liam se sienta en una de las sillas de la cocina, mirando a su hermana con confusión. Finalmente, suspira y asiente.

—De acuerdo, gracias, Sara —Liam se levanta para abrazar a su hermana, que ya lo espera con los brazos abiertos.

Emma se acerca para unirse al abrazo grupal, aún con su sombrero de vaquero.

—¡Bienvenido a la experiencia completa! —dice con entusiasmo.

Un rato después; Sara se alarma, mirando la hora en su teléfono. Se había entretenido conversando un par de cosas con Emma, quien ahora cocina el almuerzo de los chicos, perdiendo la noción del tiempo.

—¡Mierda, ¿qué hora es?! —exclama con desesperación.

Liam se sorprende y se acerca a ella con una expresión de preocupación.

—¿A qué hora sale el vuelo? —pregunta, tratando de mantener la calma.

—En cinco horas —responde Sara, visiblemente agitada—. El taxi vendrá a buscarme pronto, pero desde el pueblo al aeropuerto son tres horas de viaje.

Emma, que estaba en la cocina preparando el almuerzo para los niños, se detiene al escuchar la conversación. Sabe que el tiempo es ajustado y que Sara necesita irse pronto.

—No te preocupes, Sara —dice Emma con una sonrisa tranquilizadora—. Asegúrate de que todo esté listo, nosotros nos encargaremos de lo demás.

Liam y Emma se quedan solos, ya que los niños, absortos en la sala viendo la película, ni se inmutan cuando su madre sale corriendo escaleras arriba.

—Iré a... —dice Emma con voz temblorosa, sin mirar a Liam— terminar el almuerzo.

Diez minutos después, Sara regresa al piso inferior con una gran maleta. Mira a su alrededor en busca de las demás personas y encuentra a su hermano sentado en el sofá con los niños, todos absortos en la película. La más pequeña está recostada en sus piernas. Sara sonríe, sabiendo que, aunque podría parecer una locura, siente que es lo correcto.

—Mi taxi estará aquí en cualquier minuto —anuncia Sara, haciendo que todos en el sofá la miren—. ¿No se van a despedir de mamá? —añade con ternura mientras observa a sus tres hijos.

Los niños se levantan del sofá y corren a abrazar a su madre. La más pequeña, con lágrimas en los ojos, le dice cuánto la extrañará.

—Regresaré pronto, lo prometo —dice Sara, abrazando a su hija—. No te quedarás sola; aquí están tus hermanos, Emma y el tío Liam. —La niña asiente y besa su mejilla.

Emma sale de la cocina con un delantal puesto justo cuando Liam se levanta del sofá para abrazar a su hermana.

—Te veré en diez días —dice Emma mientras abraza a Sara—. Y no te preocupes por los niños, sabes que están en buenas manos.

Sara le devuelve el abrazo con cariño y, al separarse, asiente.

Liam también se despide. Al abrazar a su hermana, siente un pánico inesperado; no está preparado para quedarse solo con los niños. Aunque sabe que Emma estará allí, eso no lo tranquiliza del todo.

—Estarás bien —le dice Sara, adivinando su inquietud—. Cualquier duda que tengas, le preguntas a Emma, ¿de acuerdo? —Liam asiente, y en ese momento, el claxon del taxi suena desde afuera.

Todos acompañan a Sara hasta la puerta. Emma, con la pequeña Ava en brazos, se despide con la mano mientras Sara se aleja en el taxi.

Liam y Emma sienten cómo sus corazones laten más rápido al darse cuenta de que, durante los próximos diez días, todo depende únicamente de ellos.




NA: Va tomando forma el pequeño experimento. Espero les guste c:

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