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Capítulo 7

Cuando llegaron al lago, Karina dejó las luces de la furgoneta encendidas en dirección a la orilla y aparcó lo más cerca posible de ésta. Sin esperar a ver lo que hacía Minjeong, se quitó toda la ropa excepto los calzoncillos y salió corriendo hasta zambullirse de cabeza en el agua.

Minjeong, por su parte, se quitó la ropa lentamente, doblándola en el asiento delantero, hasta quedarse en ropa interior y probar despacio el agua con un pie antes de retirarse y comentar.

-¡Dios, está helada!

-¡No me seas gallina!-retó Karina antes de darse la vuelta y verla en ropa interior.

Luego quedó muda.

Minjeong llevaba un conjunto de ropa interior de encaje negro.

El sujetador realzaba sus pechos, que estaban a punto de desbordarse mientras el frio excitaba sus duros pezones destacándolos a través de la tela. En esos momentos a Karina se le hizo la boca agua por las ganas que tenía de volver a probar el sabor de su cuerpo, pero se contuvo siguió observando la gran tentación que se hallaba al alcance de su mano. Sus braguitas también eran de encaje, no un tanga, sino un culotte de lo más sexy que se ajustaba maravillosamente a su lindo trasero y mientras ella se introducía poco a poco en el agua mojando su exuberante cuerpo, Karina hacía lo posible por evitar abalanzarse sobre ella, con una erección que era insensible al agua helada y que se hacía más grande a cada paso que daba Minjeong hacia ella.

Karina se alejó nadando como una loca cuando ella estuvo a su lado, para evitar la tentación.

«¿Quién demonios se cree? ¿Flipper?», pensó Minjeong mientras nadaba despacio disfrutando del agua y flotando plácidamente boca arriba con el cuerpo relajado. En ese momento vio por el rabillo del ojo como Karina se hundía una y otra vez y nadaba con dificultad; se acercó a ella segura de
que necesitaba su ayuda, pero cada vez que ella se acercaba ella se alejaba, hundiéndose más en el agua.

-¡Te quieres quedar quieta idiota, que te vas a ahogar!-gritó finalmente Minjeong enfadada, y ella reaccionó dejándola hacer.

Cuando llegaron a la orilla, Minjeong la ayudó a tumbarse sobre una toalla que había colocado en el suelo.

-Un calambre -comentó Karina dolorida mientras se agarraba la pierna.

-Deja que te dé un masaje-propuso Minjeong a la vez que acariciaba dulcemente su pierna
dolorida.

-No creo que sea la mejor idea -explicó Karina, pero seguidamente se tumbó en la toalla.

Minjeong masajeó con delicadeza su pierna dolorida haciéndole recuperar la sensibilidad, pero mientras aliviaba el dolor de su pierna también avivaba el de otro de sus miembros que a cada momento que pasaba estaba más caliente y duro. Así que, sin molestarse en explicarle el efecto que causaban en ella sus caricias, Karina la apartó bruscamente de sí.

-Ya vale, la pierna está mejor.

-¡Pero qué mierda te pasa!-gritó Doña Perfecta enfadada, preparándose para llevar a cabo
una de sus regañinas-. ¡En el agua por poco te ahogas, y aquí intento ayudarte y me apartas como si fuera la peste! Debes estar mal de la cabeza.

No lo aguantó más, verla allí riñéndole con los brazos sobre la cintura, y el gesto fruncido,
mientras miles de gotitas de agua acariciaban su dulce cuerpo cubierto únicamente por un escueto conjunto de ropa interior... Eso la llevó directo a la locura, y Karina finalmente acalló sus palabras agarrándola entre sus brazos y besando sus labios con la ardiente pasión que latía en su interior impidiéndole emitir sonido alguno que no fueran los gemidos ardientes que no tardaron en salir de su boca.

¡Karina estaba loca, se había abalanzado sobre ella para besarla como una idiota enamorada! Tenía que quitársela de encima, pensaba Minjeong mientras se dejaba besar, pero el problema era que sus besos eran tan dulces, tan tiernos... Mordisqueaba su labio inferior con delicadeza y luego la besaba calmándole el leve dolor, introducía su lengua en su boca y jugaba con la suya haciéndola arder y, sin apenas darse cuenta, responder a sus besos.
Cuando sus brazos la atrajeron hasta su mojado y fuerte cuerpo, ella se dejó, y las caderas de Karina se pegaron a las suyas haciéndola sentir lo excitada que estaba.
Minjeong decidió que era el momento de apartarse de ella antes de dejarse llevar por la locura de ese beso, así que posó sus manos en el pecho de Karina dispuesta a alejarla. Pero entonces ella bajó su cabeza y besó sus pechos por encima de la húmeda tela de encaje.

Con los dientes bajó su sujetador, dejando expuesta su piel desnuda al frío de la noche; sus pezones se irguieron por el frio, o tal vez por la excitación del momento; fue entonces cuando Karina jugueteó con sus senos, mordisqueando suavemente sus pezones, para luego continuar con las caricias de su lengua y sus delicados besos.

A la vez que su boca la enloquecía, sus fuertes manos alzaron sus nalgas, sin dejar de acariciarla y acunar lo más íntimo de su cuerpo contra la firme erección de ella.
Su interior estaba cada vez más húmedo, su cuerpo gritaba pleno de excitación y finalmente Kim Minjeong dijo adiós a su cordura cuando una de las manos de Karina acarició su húmeda entrepierna por encima de su culotte.

Ella alzó sus manos y, cuando parecía que iba a rechazar los avances de Karina, simplemente se rindió a ella, se agarró a sus fuertes hombros y alzó sus piernas cogiéndose firmemente a su cintura, restregándose contra su duro miembro, mientras gemía ardientemente en busca de su placer.

Karina rugió enfebrecida por la pasión. Sin dejar de agarrar fuertemente a Minjeong contra su cuerpo, la tumbó en la toalla y reclamó sus labios mientras sus manos buscaban frenéticas la liberación de sus pechos.

El sujetador no tardó mucho en desaparecer.

Entonces ella jugó con sus senos acariciándolos, apretándolos entre sus fuertes manos. Sus dedos no tardaron en acariciar sus enhiestos pezones y pellizcarlos haciéndola sollozar de pasión.

Su boca abandonó los labios de Minjeong y fue bajando despacio por su cuerpo en busca del
recuerdo del sabor de su deseo. Besó con delicadeza su cuello, sus hombros... cuando llegó a sus pechos los devoró haciéndola enloquecer. Sus manos bajaron por su cintura hasta llegar a su culotte y acarició por encima de éste su húmedo interior.

Minjeong gimió moviéndose contra la ruda mano de Karina, suplicándole con su cuerpo el placer que se resistía a darle, pero sus manos siguieron prodigándole caricias excitantes ignorando una y otra vez ese lugar que lo reclamaba húmedo y dispuesto.

Acarició sus piernas, desde la punta de los pies hasta sus firmes muslos, que se abrieron sin
protesta alguna cuando los besó y lamió muy cerca de donde su deseo latía con necesidad. El cuerpo de Minjeong estaba tenso como una cuerda, lleno de deseo, a la espera de sus caricias en el lugar más intimo.

Finalmente, cuando Karina alzó sus caderas y la saboreó a través del culotte, como si fuera una hambrienta y ella su comida, Minjeong gritó extasiada mientras tenía su primer orgasmo. Pero Karina no se detuvo y le arrancó la ropa interior sin dejar de devorarla.

Minjeong, aún sensible, volvió a excitarse cuando una de sus manos acarició un pecho y la otra introducía uno de sus dedos en su húmedo interior, embistiéndola a la vez que su lengua acariciaba su lugar más sensible.

Cuando Karina introdujo un segundo dedo, ella gritó su nombre una y otra vez
mientras tenía su segundo orgasmo y agarraba fuertemente la cabeza de Karina contra su cuerpo.

Con el cuerpo lánguido y relajado, Minjeong soltó la cabeza de Karina, que pareció mostrarse satisfecha, pues se retiró de su lado haciéndole darse cuenta del frio de la noche. Ella se quitó la ropa interior y mostró su enorme erección ante los ojos inocentes de Minjeong, mientras su mirada llena de lujuria insatisfecha la devoraba.

-Nunca tendré bastante de ti -declaró Karina dirigiéndose hacia ella.- Si quieres parar, si
quieres decirme que no, ¡por Dios hazlo ahora, porque si no lo haces te voy a hacer mía una y otra vez!

Minjeong la miró confusa, pero tan sólo echar un vistazo a su fuerte cuerpo desnudo y a su
excitante miembro la llenó nuevamente de un vivo deseo, por lo que se olvidó de quiénes eran y de todo lo demás, y alzó la mano para acariciar su miembro. Se sintió poderosa al escucharla gemir de placer mientras ella apretaba su pene y movía su mano haciéndolo reaccionar.

Las caderas de Karina se movieron contra su mano mientras ella gruñía su nombre una y otra vez; Minjeong se humedecia ante la respuesta del cuerpo de Karina y finalmente fue ella la que tomó la iniciativa guiándola hacia su interior.

Karina se detuvo unos momentos en busca de protección. Cuando la encontró entre sus pantalones, ella lo esperaba húmeda e impaciente. Fue ella la que, entre caricias, le puso el preservativo, haciéndola sufrir ante la tortura de sus caricias. Y cuando finalmente ella se introdujo despacio en su apretado interior, para Karina fue el paraíso, pero Minjeong gimió de dolor.

Mientras Karina intentaba introducirse enteramente en ella, se dedicó a volver a excitar su tenso cuerpo con el fin de hacerle olvidar el dolor de la primera vez. La acarició de nuevo con una de sus manos en busca de su placer y con su boca tomó otra vez sus pechos.

Ella no tardó en reaccionar y exigirle que se introdujera en su cuerpo; ella se resistía a ser brusco y arrebatarle la virginidad de una sola embestida, pero fue Minjeong la que la obligó a hacerlo cuando alzó sus caderas aceptándola completamente en su interior. Karina gimió extasiado cuando se halló toda apretada por su húmedo cuerpo, ella gritó de dolor, exigiéndole que se quitara de encima, hasta
que empezó a moverse para apartarse de ella y comenzó a gustarle.

-Minjeong, no te muevas-suplicó Karina dispuesta a mantener el control y a no tomarla como un poseso.

Pero Minjeong la ignoró volviendo a alzar las caderas al ver que ella no se movia, gimió de placer y arañó su musculosa espalda atrayéndola hacia ella, exigiéndole más.

-¡A la mierda el control!-gruñó entre dientes Karina mientras embestía con fuerza el cuerpo de Minjeong.

La oyó gritar su nombre una y otra vez mientras tenía un orgasmo y, a la vez que su cuerpo se convulsionaba de placer, el de ella llegó al límite y explotó con bruscas arremetidas liberándose en su interior.

Karina cayó rendida sobre el cuerpo de Minjeong, luego se apartó para no aplastarla con su peso y se acurrucó a su lado abrazando su cuerpo satisfecha. Sonrió feliz al tenerla por primera vez entre sus brazos sin que hubiera discusión alguna entre ellas.

-Esto ha sido un error que no se puede volver a repetir -intervino Minjeong rompiendo el
bonito momento que los amantes tienen después de hacer el amor.

-¿Por qué?-preguntó Karina enfurecida.

-Porque tú y yo nunca podriamos tener una relación -indicó Minjeong mientras se levantaba y buscaba sus ropas esparcidas por el suelo.

-¿Y se puede saber por qué piensas eso?-preguntó indignado.

-Porque eres una salvaje inmadura que dentro de unas semanas volverá a la universidad, donde te esperan miles de gruppies. Tú estarás en una punta del estado estudiando quién sabe qué, y yo estaré en la otra estudiando arte y concentrándome en mi futuro. Y, además, no eres el tipo de persona que se puede resistir a ninguna mujer y tampoco eres la persona adecuada para mi.

-¡Yo puedo ser fiel!-replicó Karina.- Para tu información, si me acostara con todas las chicas que se me han insinuado ya lo tendría desgastado de tanto uso. ¿Y qué es eso de que no soy la persona adecuada para ti? ¿Quién es la persona adecuada para Doña Perfecta?-preguntó irónica mientras la perseguía desnuda incordiándola con sus preguntas.

-¡Para empezar, una que no me persiga en pelotas mientras intento vestirme!-contestó furiosa a la par que se ponía los pantalones.

-¡Bien, ya no estoy desnuda! -dijo Karina después de ponerse los calzoncillos- ¿Qué más tengo que hacer para ser tu persona ideal?

-Tengo una lista Karina, una lista de diez cualidades. Tú no tienes ni una sola de ellas, ni una.

-¿Eso no te hace pensar que entre tú y yo no tiene cabida relación alguna?

-¡No me jodas, Minjeong! ¡Por una estúpida lista no soy apta para una relación! Y lo que ha ocurrido entre nosotras, ¿qué es?-preguntó Karina enfurecida.

-Un error-contestó Minjeong mientras se ponía la camiseta.

-¿Y qué se supone que tiene que hacer esa persona perfecta tuya: partir nueces con el culo, pelar una cebolla sin llorar, cagar oro?

-Ninguna de esas cualidades está en mi lista, mira tú por dónde -contestó Minjeong irónicamente.

-¡Quiero una copia de esa lista! -exigió Karina-. Voy a convertirme en esa persona perfecta y, cuando lo consiga, tú y yo nos casaremos.

-Estás como una cabra, tú nunca serás la persona que busco. Eres la antítesis de ese concepto.

-¿Es que temes que llegue a convertirme en esa persona, no?-preguntó con sorna, retándola.

-No, pero ¿para qué quieres convertirte en la persona perfecta? Yo no te intereso, sólo soy una más en tu catálogo de mujeres.

-¡Tú no eres una más, tú serás mi esposa!-declaró Karina con decisión.

-Karina, estás como una cabra si piensas que alguna vez me casaré contigo. ¿Qué pasa? ¿El
acostarte con una chica que no es idiota y tetona te ha afectado? Pobrecita-dijo acariciándole la cabeza burlonamente mientras se subía a la furgoneta.

Karina se vistió con rapidez, ya que estaba segura de que si no lo hacía sería abandonada sin vehículo alguno nuevamente. Subió enfadada al asiento del conductor y antes de arrancar la miró
seriamente.

-Dame un tiempo para ser tu persona ideal y, si no lo consigo, te dejaré en paz.

-Karina, es imposible que estemos destinadas a estar juntas: siempre estamos discutiendo, no
sabemos hacer otra cosa que no sea pelearnos como dos crías.

-No te pido una relación ahora, sólo que no te enamores de nadie en el tiempo que estés fuera. Cuando vuelvas después de la universidad, yo te demostraré que soy esa persona.

-Y tú mientras tanto te enamorarás y tendrás una familia, ¿no?-preguntó irritada.

-Prometo no tener ninguna relación seria hasta que vuelvas. ¡Mierda, Minjeong! Tienes miedo a darme una oportunidad, a descubrir que yo puedo ser esa persona a pesar de mis imperfecciones?-gritó Karina frustrada.

-Si en algún momento a lo largo de estos años encuentro a esa persona que es perfecta para mí, que cumple todas y cada una de las cualidades de mi lista y no eres tú la afortunada, no lo podrás asustar, ni espantar, ni hacer nada que pueda alejarlo de mi lado.

-Juro que si encuentras a Mister Perfecto lo dejaré en paz. Entonces, ¿tenemos un trato? ¿Me dejarás demostrarte lo perfecta que puedo llegar a ser?

-Debo de estar loca, pero como siento hambre, estoy medio dormida y tengo ganas de llegar a
casa, acepto. Tenemos un trato. Te doy cuatro años, que son los que tardaré en terminar mi carrera de Bellas Artes. Cuatro años para demostrarme lo equivocada que estoy. Y cuando cada año que pase nos veamos en vacaciones te preguntaré si quieres seguir con esta ridícula idea, que puedes abandonar en cualquier momento y dejarme en paz.

-Cada año te responderé lo mismo.

-¿Y qué es lo que me dirás?

-Pregúntamelo el año que viene y te contestaré-comentó Karina felizmente mientras arrancaba la furgoneta.



¡Jodida lista! No había por dónde empezar.

A la mañana siguiente de nuestra escapada al lago había incordiado a Minjeong hasta que me había arrojado la lista por la ventana de su habitación dentro de un zapato que me había dado en la cabeza. ¡Qué puntería tenia cuando quería la muy condenada!

Como suponía que Doña Perfecta querría llevar todo lo referente a su lista en secreto, esperé a que no hubiera nadie en casa agobiándome con sus sermones para subir a mi habitación y desenrollar la fotocopia que Minjeong me habia tirado.

Al principio estaba escrita con letras muy infantiles. Pero a cada punto de su lista iba notándose como la letra se mostraba más femenina, más de mujer en vez de niña pequeña. Por lo visto había tardado años en hacerla.

Recordé entonces haber visto esa lista de pequeña, pero no podía ser la misma, era imposible, pensé mientras buscaba el feo dibujo de una rana que yo había hecho con rotulador, y sin escudriñar mucho ahí estaba el bicho, mirándome y burlándose de mí como diciéndome «tú eres la rana».

Me senté en la cama preocupada y comencé a leer lo que Minjeong habia escrito a lo largo de
estos años:

«Mi perfecto príncipe azul»

1. Tiene que ser el más guapo.

2. Que no sea un salvaje.

3. Que sepa dibujar.

4. Que sea educado en todo momento. (No parecerse a la cerda de la vecina.)

5.Que me defienda de todos los matones del mundo (incluido mi vecina.)

6. Que no lo busque la policía.

7. Que cante como los ángeles.

8. Que siempre sepa cuál es el regalo perfecto y cuándo debe dármelo.

9. Que sus besos sean especiales.

10. Que sea el mejor amante del mundo.

Al final de la lista había una nota escrita en rotulador rojo que me retaba: «No tienes ni una de estas cualidades. Además, espero que mi hombre perfecto me sea fiel (sin gruppies)», añadía la muy pilla riéndose de mí.

-Bien-me dije en voz alta, decidida-repasaré la lista punto por punto.

En lo referente a ser el más guapo, ya lo soy. Sólo me tengo que encargar de que no encuentre chicos más guapos que yo. Nota mental: rodearme siempre de troles para parecer la mejor de las opciones.

Segundo, lo de ser salvaje. Yo no era ninguna salvaje, aunque me apodaron así en el pueblo. En ocasiones tenía demasiado carácter, pero eso era todo. ¿Cómo solucionar el problema? Pues evitando que me llamasen así en el pueblo. ¿Cómo hacerlo? Amenazando a todo aquel que me lo llamara, eso sí, con discreción y sin salvajismo.

Tercero, lo de dibujar no se me daba tan mal. Además, mi rana era perfecta. No obstante,
tomaría clases de dibujo en la universidad. Sin embargo, ahora que lo veía con atención, mi batracio podia confundirse con una vaca, ¡joder, realmente dibujaba como el culo!

Cuarto, educado. Yo soy muy educada, casi nunca digo tacos, solamente cuando me irrito si algo me saca de mis casillas, y respecto a lo del «cerda de la vecina», yo no tengo ningún cerdo. Mejor ignoro este punto y no me doy por aludido, esta jodida lista me está tocando los huevos.

Quinto, defensa antimatones. ¿Cómo narices voy a defenderla de todos los matones del mundo? Esta quiere que sea Chuck Norris... ¿Estará libre para poder contratarlo como guardaespaldas? Bueno, mejor paso al siguiente punto.

Sexto, no ser buscado por la policía. La policía no me busca, eso seguro, aunque las multas sin
pagar se van acumulando y... será mejor que ahorre y pague todas las malditas multas de una vez.

El punto siete definitivamente me tiene mosqueado, la pregunta clave es: ¿cómo mierda canta un ángel? Tan mal no canto, ¿verdad? Aunque el profesor de música del instituto amenazó con saltar de la azotea si me apuntaba a su clase... Bueno, pues a tomar clases de canto.

Octavo, regalos perfectos. ¿Cómo demonios sabes cuándo y qué regalar? Con las mujeres nunca se acierta: si les regalas bombones, están a dieta; si les regalas ropa interior, eres un pervertido, y si les dices que se compren algo, que tú lo pagas, no lo quieres porque no te molestas en elegirlo tú, blablablá... En fin, sobornaré a sus hermanos para saber cuándo y qué regalarle.

Noveno, el beso especial. Bien, abandono.

¿Cómo leches sé si mis besos son especiales? ¿Qué quiere decir eso? ¿Y qué parte es la que tengo que besar para que sea especial? En fin, besaré todo su cuerpo, seguro que de casualidad acierto.

Décimo, mejor amante del mundo. Que soy una buena amante, lo soy, pero ¿cómo soy la mejor del mundo? ¿Me tengo que cepillar a medio mundo para averiguarlo?, ¿me bastará con un cuarto de la población? Compraré el Kamasutra a ver las ideas que puedo sacar de ahí.

Leer esa mierda de lista me deprimió más que animarme, pero aún tenía la esperanza de
convertirme en su persona perfecta. «Por qué las mujeres tienen que ser tan complicadas?», grité frustrada; luego me calmé al pensar que tenía ante mi cuatro largos años por delante para demostrarle todas mis cualidades.

Empezaría por revelarle que, sin duda, los puntos nueve y diez los cumplia.

Además, eran los más entretenidos de la lista.



-¡Esto ha sido un error!-grité una vez más histérica al cuerpo desnudo de Karina que me sonreia con mofa sabiendo que sin duda ese error se volvería a repetir, ya que llevaba todo el verano diciéndole lo mismo cada vez que hacíamos el amor.

Al principio había sido facil resistirse a sus avances, sólo tenía que pensar que pronto se marcharía y estaría rodeada de chicas.

Me dediqué a centrarme en mis futuros estudios y en la nueva vida que me esperaba.

Intenté ignorarla y olvidar la noche que había pasado con Karina en el lago, pero por las noches soñaba con ella y con el momento vivido entre sus brazos, así que a la mañana siguiente me levantaba húmeda y excitada, con ganas de tenerla una vez más dentro de mí. Así fue como empecé a hacer footing para
desfogar mi cuerpo del acaloramiento matutino.

Por desgracia, ella también comenzó a correr por las mañanas, y ver su cuerpo fuerte y sudoroso no me venia nada bien para bajar mi libido.

Karina comenzó a seguirme a todos lados, discutiendo todos los temas de la lista como si fueran negociables, y a rebatir cada uno de los puntos con sus estúpidos argumentos: que si cómo cantan los ángeles, que si cómo sabes lo que tienes que regalar, etc., etc., etc.

En algunos momentos llegué a desear no haberle hablado nunca de esa lista; en otros deseé hacérsela tragar a ver si así conseguía que se callara y me dejara en paz. Pero fue en uno de esos días en los que ya no puedes más cuando reaccioné haciendo algo que estaba fuera de lugar en la señorita que hay en mí.
Nos hallábamos nuevamente en una fiesta que ofrecía mi amiga Yeji, apartados de todos
porque quería hablarme una vez más de la lista de las narices.

Tras escuchar su cháchara durante un buen rato, ya no pude más y, después de ver que no había nadie que nos observara, para que se callara de una vez, me levanté la camiseta y le enseñé las tetas, ya que ese día no me había puesto sujetador. Algo básico y sin sentido, pero que funcionó a la perfección: por fin se calló.

Pero su silencio tuvo consecuencias, y antes de atraerme fuertemente junto a su cuerpo me susurró al oido:

-Eso me recuerda los puntos nueve y diez de tu lista.

Esa noche fue algo rápido pero maravilloso: me alzó la camiseta y cogió mis pezones erectos y excitados entre sus labios dando pequeños tirones, haciéndome gemir de placer. Luego los succionó y mordisqueó deleitándose en lo que hacía; me cogió entre sus brazos sin dejar de devorarme los
senos, conduciéndome a la parte más oscura y solitaria del jardín. Allí me apoyó en un árbol, metió una de sus fuertes manos bajo mi falda, entre mis muslos, y la deslizó hasta tocar lo húmeda que estaba.

Después apartó el tanga hacia un lado mientras me introducía uno de sus dedos y con el pulgar acariciaba mi clítoris. Yo eché la cabeza hacia atrás extasiada; estaba a punto de gritar llena de placer cuando ella pareció sospecharlo, porque tapó mi boca con su otra mano dándome la libertad de gritar contra ella, ya que ahogaba el sonido de mi pasión.

Cuando estuve a punto de llegar al orgasmo sólo con sus caricias, se apartó de mí, por lo que le mordí la mano como protesta. Segundos después me penetró fuertemente mientras alzaba mi cuerpo y yo le rodeaba la cintura. Ella continuó jugando con mis senos, y una de sus manos, que agarraba fuertemente mi trasero, movia mi tanga haciéndolo rozar con mi clítoris a la vez que ella me embestía
sin piedad.

Fue entonces cuando grité como una loca, convulsionándome de placer sobre su miembro mientras ella se endurecía más aumentando el ritmo de sus acometidas, explotando finalmente dentro de mi cuerpo.

Cuando se retiró de interior me percaté de que se había puesto un preservativo y respiré aliviada porque uno de las dos había conseguido pensar en algo antes de aparearnos como animales.

Luego me enfadé conmigo misma y le dije, mientras intentaba sin éxito arreglar mi aspecto:

-Esto ha sido un error.

Y caía en ese error todo el verano, porque, cuando discutiamos, nos quedábamos solas, o
volvíamos a acordarnos de esa estúpida lista, una de las dos hacía algo que encendía a la otra y adiós cordura.

-¡Lo digo en serio!-le grité a Karina dejando de pensar en el pasado mientras le señalaba con el dedo.

Luego me agaché desnuda para buscar las malditas bragas debajo de su cama y cuando su erección acarició mis nalgas, mi sexo se humedeció y me olvidé de todo.

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