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Capítulo 3

Las jugadas de las niñas continuaron. A medida que iban creciendo, éstas se tornaban más ingeniosas. Además, se pinchaban continuamente para ser la mejor y la más perfecta en las actividades extraescolares, y así se pudo ver cómo el pueblo de Kwangya tuvo a la mejor alumna en clase de cocina ante una furiosa Minjeong, así como a la excelente y más violenta jugadora de hockey ante una asombrada Karina.

Cuando las niñas competían entre sí, era la guerra, pero, cuando se juntaban, resultaba asombroso ver como se fundían para lograr ser las mejores en aquello que estuviesen haciendo. A pesar de que en ocasiones pactaban una pequeña tregua por el bien de la comunidad, sus travesuras seguían siendo la mejor diversión ante los monótonos días en ese aburrido pueblo.

En todos los años que tenía Wendy, y ya eran muchos pues estaba cerca de los sesenta, nunca había presenciado una serenata tan espantosa como la que dedicó su nieta a la vecina.

Todo había comenzado esa misma mañana, cuando había visto a su nieta de quince años correr de un lado a otro de la casa con sus ahorros en la mano.

-Abuela, ¿me prestas cinco dólares?-preguntó Karina con cara de angelito, por lo que en esos momentos Wendy supo que planeaba una de las suyas.

-Espero que no quieras el dinero para hacer alguna de tus travesuras -dijo la abuela mientras le tendía el dinero, sin poder resistirse a la mirada lastimera de esos preciosos ojos marrones.

-No abuela, es para dar una serenata a una chica. me faltan cinco dólares para poder alquilar los instrumentos.

-¡Oh, qué romántico!-declaró Wendy conmovida- tu abuelo también me cantaba al pie de la ventana cuando éramos jóvenes. -¿Y quién es la afortunada..?

Karina no dejó que su abuela terminara la pregunta. Rápidamente le dio un beso en la mejilla agradeciéndole su aportación y se despidió mientras salia por la puerta:

-¡Ya lo verás, abuelita!

En cuanto Wendy vio como los ojos de su nieta brillaban emocionados y una sonrisa ladina cruzaba su rostro mientras se despedía con esas palabras, supo que no era nada bueno lo que tenía planeado para ese día, y que, sin duda, la vecina andaba implicada en ello. Ojalá se equivocase, pero conocía demasiado bien a su nieta y esos ojos que le delataban cuándo estaba planeando una de las suyas.

La tarde transcurrió plácida, sin que ocurriera nada, por lo que Wendy se preguntó si por primera vez en años se habría equivocado con su nieta.

Pero después de cenar Karina corrió a su habitación teléfono en mano y allí se encerró durante un buen rato.

Wendy comenzó a sospechar, y sus sospechas se vieron confirmadas cuando minutos después apareció ante la puerta de su casa un grupo de cinco niños vestidos con vaqueros raídos, camisetas de calaveras y cadenas por todas partes.

Uno de ellos, el que menos cadenas Ilevaba,
preguntó amablemente:

-¿Está Karina?

A la abuela no le dio tiempo a contestar cuando apareció su nieta corriendo como un torbellino vestida como los demás.

-¿Está todo preparado? -quiso saber mientras salía por la puerta hacia el jardín de la vecina.

-¡Todo listo!-contestó uno de ellos.

-Bien, ¡que empiece el espectáculo!-gritó Karina animando a sus amigos.

Wendy, resignada a las correrías de su nieta, se sentó enla vieja silla del porche con una limonada a la espera de que comenzara la función

En el jardín trasero de la señora Kim, en el silencio de la noche, habían sido montadas una batería, dos guitarras eléctricas con amplificador, un bajo, una pandereta y un micrófono.

Todos los niños tomaron posición, se encendieron los altavoces y comenzó la serenata. La cantante principal era Yoo Karina y las canciones, sin duda alguna de su creación, ya que cada una de ellas iba dirigida a Kim Minjeong.

Podía haber tenido éxito con su serenata, a pesar de cantar como un cuervo apaleado, si las letras de las canciones no contuvieran textualmente frases como

"Minjeong es como un grano en el culo que no me puedo arrancar", y eso lamentablemente era sólo el estribillo.

La nombrada con esta inusual ronda no tardó en asomarse por la ventana.

-¿Qué narices estás haciendo, Yoo Karina?. ¡Mañana tengo un examen de ciencias, y con tus mugidos de vaca moribunda no me puedo concentrar!

-¡Min, te estoy ofreciendo una serenata que durará unas tres horas, así que siéntate y disfruta del espectáculo!-contestó Karina con alegría.

-¡Voy a llamar a la policia para que te meta a ti ya tu horrenda banda en la cárcel!-amenazó
Minjeong.

-Lo siento Min, pero dar una serenata no es ilegal, lo he mirado en Internet, y lo he consutado con el jefe de policia, asi que uno, dos, tres...

Para desgracia de todos, Karina continuó cantando.
Minjeong lo probó todo: tapones en los oídos, orejeras sobre los tapones e inclusO una almohada envolviendo su cabeza, pero nada de lo que hiciera conseguía apartar de ese horrendo ruido. Así que finalmente corrió hacia la cocina, agarró un gran cubo de agua y desde la ventana de
su habitación lo arrojó hacia la cantante.

Por unos segundos se calló, pero después siguió berreando.

Finalmente, resignada a no poder dormir o estudiar, Minjeong sacó de nuevo su cabeza por la ventana y suplicó:

-¡Por Dios, haré lo que me pidas, te daré lo que quieras, pero cállate de una maldita vez!

-¿Te casarás conmigo, Min?- preguntó Karina
malévolamente.

Minjeong, furiosa, le enseñó su lista y escribió mientras recitaba en voz alta:

-¡Siete! Que cante como los ángeles!

Entonces Karina le informó divertida:

-¿A qué no sabes cómo he decidido llamar mi grupo, Min?

-Los sapos apestosos-apostó Minjeong muy convencida ya de que la cantante principal era una sabandija repugnante.

-No, a partir de ahora nos llamaremos Los ángeles del infierno. ¿Te casarás conmigo, Min? Ahora canto como los ángeles.

Minjeong no tardó en hacer llegar su respuesta y fue entonces cuando el cubo voló hacia la cabeza de la cantante poniendo fin al concierto.

Wendy no pudo aguantar las carcajadas al ver como su querida nieta recibía su merecido.

Siguió bebiendo de su dulce limonada mientras observaba a los chicos recoger los delicados instrumentos, ya que Minjeong había amenazado con prenderles fuego si seguían cantando.

De repente, el coche del jefe de policía aparcó junto al porche de los Yoo. Jungkook bajó del vehículo con gran celeridad y preguntó preocupado a Wendy mientras sacaba su arma:

-¿Dónde está la víctima?

-¿Qué víctima?- respondió con extrañeza Wendy.

-Minjeong me ha llamado diciendo que escuchaba unos berridos infernales que provenían de aquí, que no sabía distinguirse eran de hombre o mujer, pero aseguraba que por el sonido lo más seguro era que estaban torturando a alguien.

-Ah, si, eso era mi nieta cantando-explicó Wendy entre risas mientras señalaba a los muchachos en el jardín de su vecina.

-¡Por Dios, qué susto me ha dado! -exclamó Jungkook guardando su arma- Espero sinceramente que tu nieta nunca sea admitida en el coro, si no corremos el peligro de quedarnos sordos.

-He escuchado por ahí que se hacen apuestas sobre las travesuras de mi nieta y la vecina - comentó Wendy cambiando de tema.-Bueno, si. No son legales, ya lo sé... Pero este pueblo es muy aburrido y..

-Quiero apostar por mi nieta -interrumpió Wendy, divertida- sin duda es una diablilla, pero no les digamos nada a las madres. Ya sabes como se ponen con eso del juego.

Ambos guardaron silencio cuando vieron aparecer a Karina empapada y con una sonrisa de satisfacción en el rostro que indicaba que no estaba nada arrepentido de su travesura. Mientras pasaba junto a su abuela, soltó:

-Abuela, hay algunas mujeres a las que no le gustan las serenatas.

Cuando Karina desapareció del porche, el jefe de policía preguntó:

-¿Eso era una serenata?

-Según mi nieta, sí.

-Creo que este mes yo también apostaré por tu nieta, Wendy.-concluyó el jefe de policía antes de volver a la comisaría.


«Pobrecita», pensaba Hoseok, el profesor de ciencias, mientras veía como Minjeong daba una nueva cabezada delante de su examen. Se había enterado, por los cotilleos del pueblo, que chica había recibido una serenata de Yoo Karina la noche anterior y, por los comentarios de los vecinos, la chica debería haber sido sacrificada antes de empezar el concierto.

Esa mañana una multitud había acudido a la tienda de instrumentos musicales y habiían amenazado al dueño con grabar el próximo concierto de Karina y obligar a oírlo si se atrevía alquilar más instrumentos.

La chica la tenía mal si pensaba dedicarse a la música. El profesor de dicha materia había sido amenazado por la directora: si Karina tocaba aungue sólo fuera un tambor, estaba despedido.

Desafortunada, Minjeong habia tenido que oír la serenata de esa salvaje, la que muchos habían descrito como parecida a una vaca moribunda mientras era alentada por un equipo de fútbol! ¡Cómo sería eso...!

Sin previo aviso, a sus oídos legó un horrendo sonido. Parecía que estuvieran torturando a alguien. Finalmente, tras asomarse a la ventana, pudo ver que Karina esa mañana daba clase de gimnasia al aire libre y que pasaba una y otra vez junto a la ventana carntando We are the champions.

El profesor de ciencias, antes de cerrar la ventana, decidió que Karina no tenía talento musical y que la pequeña Minjeong merecía un diez por su esfuerzo.

Pasó el tiempo y, cuando llegaron a la etapa de la adolescencia, las dos enemigas empezaron a acercarse mutuamente atraídas la una por la otra, pero, Como ocurre con dos iones positivos cuando se acercan demasiado, acababan repeliéndose.

Karina, con dieciocho años y muy próxima a graduarse, se había convertido en una joven fuerte y atlética. Con su metro setenta y cinco de estatura, sus hermosos ojos castaños, su cabello negro y su atractivo rostro de rebelde desvergonzada, era la preferida de las chicas. Además era la capitana del equipo de fútbol y, aunque sus notas no eran deslumbrantes, todos estaban seguros de que recibiría una beca por ser una gran jugadora.

Minjeong era un hermosa joven de preciosos ojos marrones cuyo cabello castaño y rostro angelical iban acompañados por un cuerpo que comenzaba a destacar por unas insinuantes curvas, las cuales tentaban a más de un joven aturdido aunque ella apenas se percataba, ya que estaba muy ccupada con sus múltiples actividades: era delegada de clase, presidenta del club de arte, columnista en el periódico del instituto y formó parte de las
animadoras hasta que, entre partido y partido, comenzó a animar al equipo contrario para que derrotaran a Karina.

Después de eso las demás animadoras la expulsaron, pero eso no desilusionó a Minjeong, quien siempre que venía un equipo visitante al campus se unía a él en sus ánimos por abatir a la capitana.

Las notas de Minjeong eran brillantes con tan sólo dieciséis años, y todos creían que tendría un gran futuro relacionado con el arte.

Ambas contaban con admiradores a los que apenas les prestaban atención, y por eso las apuestas ahora giraban en torno a cuándo se darían cuenta de su mutua atracción y, por supuesto, acerca de cuál de las dos espantaria primero a la pareja de la otra, porque si bien nunca admitirian que se gustaban, tampoco dejaban que la otra saliera mucho tiempo con alguien.

Por eso nadie se extrañó demasiado cuando una de las apuestas la ganó Namjoon, que apostó que el primer beso de Doña Perfecta se lo daría la Salvaje.

Y así fue que a los dieciséis años Minjeong recibió su primer beso.

Todo empezó el dia de San Valentín.

Karina y Minjeong salieron corriendo de clase. Ese preciado dia, la que llegaba antes a casa arrasaba el buzón de la otra y se quedaba con los regalos y tarjetas de admiradores.

Minjeong había tenido el honor de recibir en años anteriores osos de peluche mutilados y tallos de rosas sin pétalo alguno, pero ese año sería ella la vencedora, ya que había sobornado a su hermano Jake, que estaba en casa resfriado, con darle veinte dólares si saqueaba el buzón de Karina en cuanto llegara el cartero.

Cuando Minjeong legó a casa ignoró la cara de
satisfacción de Karina, quien la esperaba junto al buzón; ella entró en su hogar y vio cómo su hermano, tumbado en el sofa, leía muy atento una carta adornada con corazones mientras comía unas galletas caseras.

-Jake, ¿hiciste lo que te pedi?- preguntó Minjeong emocionada.

-Si, pero creo que estas cartas son demasiado subidas de tono para ti. ¡Dios! Ni yo sabia que se podían hacer estas cosas. Le voy a tener que preguntar a Karina como consigue que las chicas le hagan esto

-¡Dame eso!- contestó Minjeong mientras le arrancaba la carta a Su hermano y agarraba toda las demás correspondencia de Karina para meterla en su mochila.

-¿Y esas galletas? -preguntó Minjeong nuevamente.

Jake se apresuró a comérselas todas de una vez antes de que su hermana se las arrebatase y luego contestó con la boca llena que eran para Karina.

Minjeong lo miró furiosa antes de recriminarle.

-¡Ahora no podré comérmnelas delante de ella! Bueno, ¿y mi correo?- preguntó resignada.

-Se me olvidó recoger el correo. Estaba demasiado liado leyendo las cartas y se me fue el santo al cielo -contestó

Jake antes de cerrar los ojos y hacerse el dormido.

Ante la respuesta de su hermano, Minjeong corrió hacia el buzón donde la seguía esperando la de la vecina.

-Este año has recibido una caja de bombones, riquísimos por cierto, un ramo de rosas que le he dado a mi madre, así como una carta, que era demasiado ñoña e imperfecta para ti, así que la he tirado- le comentó Karina tendiéndole una caja de bombones vacía.

Minjeong lo miró furiosa, guardó la caja vacía en su mochila y sacó las cartas que había recibido

Karina, paseándolas por delante de sus ojos. Comenzó a leerlas antes de romperlas una por una. Pero hubo una que no pudo terminar de leer: "Querida Karina, soy yo: tu amada y ardiente Somi. Quiero volver a hacer cosas prohibidas contigo, besarte hasta que los dos estemos calientes, lamer tu abdomen fuerte y vigoroso y bajar tus.

Minjeong, enfadada y toda colorada, dejó de leer en voz alta.

-¡Sigue, quiero saber cómo termina!-dijo Karina entre risas- ¿Al final me baja o no me baja los pantalones?- preguntó burlonamente.

Minjeong la miró rabiosa, rompió la carta de Somi mil pedazos más que las anteriores y cuando observó a Karina muerta de risa, sin pensar en las consecuencias, le tiró un zapato a la cabeza.

Karina lo agarró después de que le golpeara y, antes de que ella pudiera decirle nada, se lo llevó consigo al interior de casa de su abuela. Desde fuera Minjeong oyó como la señora Yoo preguntaba a su hija:

-Cariño, ¿qué te han regalado este año por San Valentin?

-Un zapato de chica- mamá respondió Karina.

-¡Un zapato! Qué cosas más raras regalan los jóvenes de hoy en día.

Minjeong no esperó más en el camino de casa. Ella ya sabía que Karina no volvería para devolverle su calzado, así que subió al porche de su casa y gritó a su madre:

-¡Mamá he vuelto a perder otro zapato!

-¡Otra vez! ¡Te juro que no sé lo gue haces con ellos!- vociferó su progenitora irritada.

-Yo tampoco, mamá, yo tampoco -contestó Minjeong resignada a quedarse sin sus zapatos de diario favoritos.

Por la tarde, mientras se arreglaba para la fiesta de San Valentín del instituto, su hermano Heeseung entró en su cuarto, como de costumbre sin llamar, y soltó en medio de su habitación una gran bolsa negra de basura con un gran lazo rosa.

-¿Qué es eso?-preguntó Minjeong confusa y molesta.

-Un regalo de San Valentín que han dejado en la puerta.

-¿Quién?

-Y yo que sé, para tu información lo he abierto y sólo son un montón de zapatos viejos que

Minjeong no dejó que su hermano terminara de hablar, corrió hacia la gran bolsa negra y leyó la gran tarjeta de San Valentín gue incluía: «Feliz dia de San Valentín Cenicienta. PD: Al final me bajó los pantalones.»

Minjeong volcó furiosa la bolsa y encontró en ella cada uno de los zapatos que le había tirado a la vecina desde que tenía ocho años.

Enojada por saber que los había guardado durante tanto tiempo y no se había dignado a devolvérselos, sacó la cabeza por la ventana de su habitación y gritó a pleno
pulmón para que la vecina la oyera:

-¡Ocho! ¡Que siempre sepa cuál es el regalo perfecto y cuándo debe dármelo!

Karina, que por lo visto estaba con sus hermanos en el porche, se asomó al jardín al oírla.

-¡Tomo nota, Min! Entonces, ¿te ha gustado el
regalo?-preguntó con sorna.

Minjeong le contestó arrojándole un zapato. Eso sí, de los más viejos y feos que habia en la bolsa.

-¡Éste lo guardo para el regalo del año que viene!-indicó Karina mientras se lo guardaba.


El baile de San Valentín se celebraba todos los años en el instituto.

Sólo podían asistir los alumnos de los dos últimos años y, por supuesto, aquellos que habían sido invitados por alumnos mayores. Minjeong había sido invitada por un chico de la clase de Karina y todo el pueblo estaba expectante ante la idea de que las dos fueran a un baile.

Se hacían apuestas sobre si Karina acabaría en la fuente de ponche, si Minjeong sería encerrada en el lavabo, si se pelearían en mitad de la pista de baile o si, por el contrario, acabarían por fin dándose cuenta de lo perfectas que eran la una para la otra.

El baile comenzó como cualquier otro.

El gran salón de actos del instituto se había convertido en una inmensa pista de baile iluminada por luces parpadeantes, acompañado por un disc jockey local y una decoración un tanto recargada repleta de ostentosos globos rojos de corazones y estúpidos muñecos de papel que pretendían representar a Cupido. En un rincón se hallaba la gran fuente de ponche atentamente vigilada por los profesores, que en algún que otro momento serían distraídos para el tradicional sabotaje de tan insulsa bebida.

Minjeong, hermosisima con su vestido negro de noche y un recogido de su brillante cabello, bailaba con su acompañante, Hwang Hyunjin, un joven de unos dieciocho años, vestido con un esmoquin negro.

Hyunjin le susurraba al oido una hermosa poesía y alabanzas sobre su persona, sin saber que Yoo Karina le lanzaba miradas asesinas cada vez que se acercaba demasiado a Minjeong.

Karina estuvo más pendiente esa noche de dónde estaban Doña Perfecta y el pegajoso Hwang que de su propia pareja, por lo que Somi, una radiante y voluptuosa rubia de poco cerebro que lucía un cortísimo y escotado vestido rojo, acabó enojada en un rincón.

Casi al final de la velada Karina perdió de vista a Minjeong, por lo que se enfureció con ella, con ella mismo por prestarle atención a Somi y también con los hermanos de Minjeong por no saber dónde estaba cuando ella les preguntó.

-Jake, ¿sabes dónde está tu hermana?-inquirió Karina al verlo pasar junto a ella de camino hacia el coche alquilado que los llevaría a todos de vuelta a casa.

-¡Yo que sé! Pero como no se dé prisa va a tener que volver en el coche de Hyunjin- contestó Jake despreocupadamente.

-¡Mierda Jake, es tu hermana y tiene dieciséis años! ¡Deberias preocuparte más por ella!-le recriminó Karina furiosa y con ganas de golpear a alguien.

-Posiblemente esté detrás del escenario -conjeturó Jake-, allí es donde van todas las parejas a darse, ya sabes

-¿Qué? ¿Que Minjeong va a manosearse con ese imbécil? ¡Por encima de mi cadáver!-gritó Karina mientras se dirigía hacia el escenario.

-¿Qué pasa? ¿No ibas a ir tú en busca de
Minjeong?-preguntó Heeseung a Jake mientras entraba por la puerta instantes después de que Karina desapareciera-. El coche está fuera esperando y le dije a papá que nuestra hermana no llegaría muy tarde a casa-señaló molesto por la espera.

-No te preocupes, Karina ha ido a por ella- respondió Jake

-¡Mierda! ¿Estás loco? ¡Esto puede ser una masacre!

-No, Karina nunca le haría nada a Minjeong. A Hyunjin puede que lo mata, pero a Minjeong no le hará nada.

-¡Lo de la masacre lo decía por Minjeong, no por Karina!- repuso Heeseung- Ahora mismo voy a buscarlas antes de que pase algo

-Un momento -dijo Jake interponiéndose en el camino de su hermano- ¿tú has apostado a que no pasaria nada en el baile, verdad?

-Y tú a que esas dos se pelearían, ¿cierto?- dedujo Heeseung viendo al fin la brillante jugada de su hermano.

Definitivamente en el baile hubo una pelea: los Kim se apalearon mientras decidían si iro no en busca de su hermana.

Karina la encontró tal y como Jake le había dicho: detrás del escenario y poniéndole de puntitas a Hyunjin a la espera del beso que nunca llegó. En lugar de besar a Minjeong, Hyunjin besó la mano que Karina puso en medio de los dos tortolitos.

-Gracias por el beso -dijo Karina sonriendo burlonamente a ambos mientras se aguantaba las ganas de matar al baboso de Hyunjin-. Minjeong, es hora de irse a casa.

-¡Pero Karina, yo no quiero irme todavía, y mis hermanos no han venido a por mí, así que date una vuelta con Miss tetona y dile a mis hermanos que no me has visto!-se quejó Minjeong ganándose una mirada de odio de Karina.

-Tus hermanos te están esperando en el coche y me han enviado a por ti. Así que vamos- apremió Karina enfurecida, apartándola de Hyunjin.

-Déjame que yo hable con ella, cielo.- se entrometió Hyunjin.

«Oh, cada vez tengo más ganas de golpear a este imbécil», pensó Karina mientras se apartaba de Minjeong y se alejaba para hablar con Hyunjin en un rincón. «Si, eso, escoge un rincón oscuro y apartado» -continuó pensando Karina maliciosamente

-Vamos Karina, amiga, tú sabes lo fogosas que son estas chicas con los jugadores, y como te agradecen el haberlas invitado a un baile de mayores. Déjame que la lleve a casa después de unos cuantos mareos. Me cubrirás las espaldas, ¿verdad compañera?

Cuando Hyunjin vio la mirada de odio de la muchacha se dio cuenta del error que había cometido, pero ya era demasiado tarde para él.

Karina agarró a Hyunjin por el cuello, lo golpeó contra la pared y lo retuvo alli mientras le advertía:

-No soy tu amiga, ni tu colega, vas a desaparecer del baile y como te vuelva a ver rondado a Minjeong te rompo las piernas, por lo que creo que perderás la oportunidad de una beca.

Tras esta amenaza lo soltó, dejándole via libre para poder escapar, pero el muy estúpido no lo hizo

-¿Qué pasa? ¿Te gusta Doña Perfecta? ¿Te da rabia que vaya a aceptar besos de mí, pero que a ti siempre te rechace? Como me pegues, te suspenderán. Ya sabes que no puede haber broncas entre jugadores, y si te suspenden, despídete de la universidad, después de todo tú no eres una estudiante brillante.

«¡Dios, cuántas ganas tengo de pegar a este imbécil», pensó Karina antes de hundir el puńo en la pared junto a la cara de Hyunjin .

Y el idiota le sonrió, y se dispuso a marcharse de rositas cuando la pérfida mente de Karina, acostumbrada a las gamberradas, despertó.

-Eso es lo que me parecía a mí -dijo el cretino orgulloso de verse libre-. Que tu beca era más importante que una simple mujer.

Cuando Hyunjin se alejaba, oyó a su espalda como Karina le comentaba de lo más convincente al capitán del equipo de lucha:

-Oye, Kai, ¿no querías saber quién iba detrás de tu chica? Pues aquí el seductor me ha estado contando como planeaba tirársela por diversión. Me ha dicho que se aburría con Doña Perfecta y que ahora iba a por ella.

Hyunjin no pudo dar ni un paso más cuando una masa llena de músculos se le tiró encima y empezó a golpearlo sin piedad.

Los del equipo de fútbol intentaron acudir en su ayuda, pero la capitana se interpuso en su camino.

-Chicos, no pueden lesionarse antes del partido. Piensen en los ojeadores. Además, Hyunjin iba detrás de la chica de otro y eso no se hace.

Todo el equipo estuvo de acuerdo con Karina y se alejaron esperando que la capitana solucionara la pelea, ya que eran un equipo y ella siempre los ayudaba.

Cuando Karina pensó que el idiota habia recibido su merecido, convenció a los chicos del equipo de lucha para que ayudaran a separar a Kai del cuerpo de Hyunjin.

Karina se agachó como si estuviera ayudando al herido y le susurró:

-Esta paliza no es nada comparada con la que daré cuando termine temporada. Tú solamente acércate a Minjeong y verás.

Después de estas palabras Karina se marchó conternta en busca de Doña Perfecta, que lamentablemente ya no tenía pareja de baile, pues se lo llevaban para el hospital.

Minjeong no dejaba de dar vueltas de un lado para otro preocupada por Hyunjin , pero seguro de que la salvaje de Karina no le haría nada a uno de sus compañeros de equipo.

A lo mejor hacía algo para espantarlo.

Ultimamente tenía la sensación de que todos los chicos huían de ella. ¡A saber por qué! Serían sus hermanos, nuevamente con su vena protectora.

Al fin, después de media hora, apareció Karina, pero, como había supuesto desde un principio, Hyunjin no la acompañaba.

-¿Dónde está Hyunjin ?- preguntó furiosa.

-Ha tenido que marcharse rápidamente a un sitio, no me ha dicho dónde.

Y era verdad, ya que atontado con la medicación antes de entrar en la ambulancia, Hyunjin no había dicho nada.

-¡Seguro que le has hecho algo! -lo acusó Dona Perfecta.

-Te juro, Min, que yo no le he puesto ni un dedo encima. «Ahora bien, ¡Kai se los ha puesto todos!», pensó Karina con satisfacción.
-Bueno, pues no me voya marchar de aquí hasta que aparezca Hyunjin. El y yo tenemos cosas pendientes.

-Ya te he dicho que se ha ido y el coche nos está esperando, así que vamos -ordenó Karina
enfadada mientras la agarraba de la muñeca y la arrastraba hacia la salida.

-¡Suéltame Karina! ¡He venido aquí dispuesta a dar mi primer beso y no me iré hasta hacerlo!-gritó Minjeong rabiosa zafandose de Karina.

-¡Pues eso tiene fácil solución!- respondió Karina con un brillo malévolo en sus ojos a la vez que agarraba a Doña Perfecta fuertemernte contra sí y bajaba sus labios hacia los que tantas veces lo habían tentado durante ese último año en el que
Minjeong comenzaba a convertirse en una
hermosa mujer.

La besó con dulzura al principio, luego mordisqueó sus sensibles labios, animándolos a abrirse, y en cuanto pudo aprovechó el asombro de Minjeong ante lo sucedido para meter su lengua en su boca, probándola, buscándola.

Minjeong no tardó en reaccionar, y por unos instantes contestó a su beso con dulzura e inocencia, pero cuando el beso se tornó más fogoso y las manos de Karina descendieron hacia su trasero juntando sus cuerpos para que notara su excitación, ella se asustó.

Por lo visto sí era su primer beso, porque en cuanto se separó de ella le lanzó los zapatos a la cabeza y salió corriendo.

Cuando Karina corrió tras ella, el coche de alquiler había desaparecido y Minjeong y sus hermanos se habían esfumado. A ella tan sólo le quedaban dos zapatos de tacón alto y una larga caminata hasta casa.




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