Epílogo
JINSOL
Vi cómo mi hija observaba a la nueva vecina de su abuela con cara de enfado antes de sacarle la lengua y entrar en casa en busca de su libreta, seguramente para dibujar una rana con cuernos o algo parecido.
Por desgracia, mi pequeña de tan solo cinco años tenía el mismo talento para el dibujo que su madre, o sea, ninguno. En cambio, le encantaba ver trabajar a ésta con la madera y quería ser como ella: una manitas consumada.
Con sus pequeños cabellos negros y sus ojos almendra, mi hija Minjeong era una preciosidad que tenía el mal genio de su madre, aunque Jungeun aseguraba una y otra vez que el genio lo había heredado de mí, así como la cabezonería.
Observé atentamente cómo mi hija miraba a Yu Jimin, la niña del nuevo matrimonio que había comprado la casa de enfrente de mis madres.
La chiquilla tenía siete años y parecía una perfecta princesa, vestida impecablemente y sin una mancha que estropeara sus pulcras ropas, todo lo contrario que el diablillo de mi hija, con sus ropas sucias por el barro de perseguir sin descanso al pobre Moomin— gato al que le pusimos este nombre en honor al primero— por el jardín con una gran pistola de agua, regalo de sus tíos. «Cuando coja a mis hermanos, los voy a matar lentamente», pensé al ver de nuevo al pobre minino chorreando agua sobre los brazos de mi suegra.
Mi hija no cesó de hacerle burlas y gestos obscenos, aprendidos seguramente de sus queridos tíos, a la niña que la miraba desde enfrente escandalizada y con los ojos abiertos. La reprendí con seriedad y dejó de hacer los gestos obscenos, aunque no abandonó las burlas cuando creía que yo no miraba.
—¿Se puede saber qué es lo que te ha hecho esa cría para que la trates así?— pregunté finalmente a mi hija.
—Esa niña me ha dicho que, cuando crezca, si me convierto en una digna damisela, tendré el placer de ser su mujer.
Rompí en carcajadas al recordar en ese momento otra arrogante proposición que recibí en una ocasión cuando era niña y miré a la responsable de ella, que acababa de salir de casa de mis madres con una rica limonada para mí: «un nuevo antojo», pensé acariciando despacio mi pronunciada barriga.
—¿Y tú qué le contestaste, princesa?— preguntó Jungeun sonriendo, seriamente interesada.
—Que se metiera esa proposición por...— sin dudarlo, le tapé la boca a Minjeong.
—Hay que decirle a mis hermanos que dejen de enseñarle ese vocabulario tan soez.— comenté a Jungeun.
Ella asintió sonriente mientras me daba el vaso y se dirigía hacia la niña que se acercaba con paso indeciso hacia la casa de las Jeong.
...
—Hola pequeña, ¿cómo te llamas? Yo soy Kim Jungeun.— saludó Jungeun a la vacilante niña que miraba con enfado a su hija.— ¿Qué te trae por aquí?
—Me llamo Yu Jimin y vengo a pedirle la mano de su hija.— pidió seriamente.
—¿No te parece que eres algo joven para querer casarte ya con alguien?— contestó Jungeun sonriendo al recordar las palabras que alguna que otra vez le había repetido su suegra cuando apenas era un cría.
—Sé que ella es la chica idónea para mí, aunque tendrá que crecer y pulir un poco sus cualidades.
«¡Por Dios, qué niña más pedante!», pensó Jungeun al observar que una mocosa como ella tenía tan extenso vocabulario.
—Pero, verás, hay un problema.— reveló Jungeun desalentanda a la pequeña al ver cómo Jinsol se sentaba junto a su hija con su antigua libreta y ésta anotaba entusiasmada algo en ella.
—¿Cuál? Le prometo que soy de buena familia y que la trataré bien y nunca le faltará de nada.—manifestó la pequeña Don Perfecta tratando de rebatir posibles objeciones.
—En estos momentos su madre le está contando cómo nos conocimos y hay una lista que no te va a favorecer en absoluto.
—¿Una lista?— preguntó Jimin sorprendida.
—Sí, su madre hizo una lista a lo largo de los años con todas las cualidades que debía tener su persona ideal, y lo más probable es que ella decida hacer lo mismo.
—Me parece bien, yo soy una niña perfecta. Mis padres me lo dicen constantemente.
—Pero, pequeña, la perspectiva que cuenta no es la de tus padres ni la tuya, sino la de la mujer que hace la lista y, créeme, nunca llegarás a ser su mujer perfecta.
—¿Qué hizo usted, señora Kim?— preguntó la muchacha terriblemente interesada.
—Intentar con todas mis fuerzas parecerme a su hombre perfecto y, cuando éste apareció, convencerla de que la lista no importaba.
—Entonces, ¿usted no llegó a ser nunca la persona ideal de la señora Kim?
—No, pero soy muy convincente.— sonrió alegremente Jungeun a la pequeña.
—¡Pues yo lo conseguiré y me casaré con su hija!— declaró muy convencida Jimin sin dejar de mirar a su futura esposa como retándola a decir lo contrario.
Minjeong se sintió ofendida al ver cómo la molesta niña la miraba con intensidad, y cogiendo su lista gritó en voz alta mientras escribía lentamente en ella:
—¡Uno! ¡Que sea la mejor motorista del mundo y que tenga la mejor moto!
Eso era sin duda algo de lo más divertido del universo después de que su tío Taehyung le diera un paseo en su enorme y preciosa moto nueva.
—Tiene usted razón, señora Kim, ¡esa lista me traerá problemas!— coincidió la vecina mientras se alejaba sin dejar de mirar hacia atrás, hacia donde la pequeña niña de cabellos negros le sacaba de nuevo la lengua.
—¡Mamá! ¡Mamá! ¡Eres mi heroína!— gritó Minjeong mientras se lanzaba a sus brazos.— ¡Por fin me has librado de esa niña tan pesada!
—Algo me dice que volverá.— indicó Jungeun sonriendo con complicidad a su esposa.
—Mamá, mami me ha enseñado su lista. ¿A que tú eres su perfecto príncipe azul?— preguntó Minjeong ilusionada.
—No, cielo, yo nunca llegué a ser su mujer perfecta.— contestó Jungeun jugando alegremente a hacerle cosquillas a su hija.
—Entonces, mami, ¿mamá no es tu príncipe azul?— preguntó Minjeong desilusionada besando a su madre Jungeun con cariño.
—Pues claro que no, es más que eso.— respondió Jinsol feliz, besando cariñosamente a su mujer.— Ella es mi perfecta rana azul.— contestó retándola con la mirada mientras se dirigía rápidamente al interior de la casa.
Jungeun dejó a su hija en el suelo y entró en busca de su mujer.
La halló escondida en la cocina junto a Kahei, su madre. Sin preocuparse lo más mínimo por escandalizar a los presentes, Jungeun besó apasionadamente a su mujer. Cuando esta pudo recuperar el aliento, le recriminó con dulzura:
—Salvaje.
—Doña Perfecta... Salvaje ama a Doña Perfecta con todo su corazón.— le recordó Jungeun antes de volver a sellar sus labios con un nuevo y apasionado beso.
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pido perdón por si se hallaran faltas ortográficas, pues me pasé nueve horas seguidas editando y corrigiendo y no dormí mierda.
aprovecho nuevamente para agradecer a tulippk por ayudarme para que "mi perfecta rana azul" volviera a la plataforma. (me sería de mucha ayuda si promocionáis el fanfic, para que otros lectrores sepan que THE G.O.A.T. [aka, mi perfecta rana azul] ha sido adaptada nuevamente al lipsoul)...
sin más que añadir, esto ha sido "mi perfecta rana azul".
ArminSato.
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