Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo veinte

Todo Dorang-Sae esperaba con nerviosismo el momento en el que la novia entrara en el templo. A pesar de que la boda hasta ahora parecía marchar sin contratiempo alguno, los vecinos del pueblo aún hacían apuestas sobre si Jinsol terminaría por casarse con Don Perfecto o si huiría antes de llegar a pronunciar el «sí, quiero». 

La iglesia estaba llena a rebosar; no solo habían asistido al evento los familiares de ambos contrayentes, sino que todos y cada uno de los habitantes del pequeño pueblo esperaban con impaciencia presenciar el rito del matrimonio, ya fuera dentro o fuera del recinto.

La mitad de los presentes opinaba que Jinsol sería raptada por Jungeun en mitad de la ceremonia, la otra mitad, que Jinsol no llegaría a entrar en la iglesia. Solamente unos pocos osaban comentar que la pelinegra finalizaría la boda, casándose con el perfecto Heeseung.

Todo estaba listo: la iglesia estaba esplendorosa por los adornos florales de delicadas rosas blancas. Lazos de seda de color nieve engalanaban los asientos de los invitados y una gran alfombra roja indicaba a los novios el camino hasta el altar.

El novio aguardaba pacientemente junto al altar; las damas de honor y sus acompañantes ya habían sido colocados en su lugar; la madrina permanecía al lado del novio y únicamente faltaba la imprescindible presencia de Jeong Jinsol y su madre.

La pequeña orquesta de música clásica comenzó a tocar y los niños del coro entonaron una hermosa canción. Las puertas se abrieron y Jinsol irrumpió de una forma atolondrada y desorientada.

Antes de que la novia comenzara a caminar hacia su futuro, una niña de unos cuatro años esparció pétalos de rosas lentamente por el camino. Jinsol agarraba con fuerza el brazo de su madre mientras, absorta en sus pensamientos, continuaba preguntando por Jungeun sin prestar ninguna atención a lo que ocurría a su alrededor.

—¿Por qué se va, mamá?— quiso saber Jinsol, confusa.

—Porque no quiere ver como haces tu vida con otro que no sea ella.— contestó murmurando Haseul.

—Pero el pueblo es lo suficientemente grande para las dos...

—Cielo, si tu madre me dejara por otro y yo tuviera que ver día a día cómo rehace su vida junto a él, no podría soportarlo. Creo que Jungeun es una mujer muy fuerte, pero todos tenemos un límite, y ese límite para Jungeun eres tú.

—Pero no puede irse...— manifestó Jinsol.

—Bueno, cariño, ahora lo que tienes que pensar es en tu futuro.— indicó Haseul ayudándola a caminar despacio hacia Lee Heeseung.

Mientras Jinsol se acercaba cada vez más a su novio, el dinero iba cambiando de manos a lo largo del enorme pasillo, pero alguna que otra persona se negó a pagar hasta presenciar el final de la hermosa ceremonia.

JINSOL

El pasillo se me hacía larguísimo.

Con cada paso que daba parecía alejarme más de mi destino en lugar de acercarme a él, y eso no me asustaba: no estaba impaciente por llegar junto a Heeseung ni por decir el consabido «sí, quiero» ni por comenzar una vida junto a él.

No estaba deseosa de que terminara mi boda para que todos me comenzaran a llamar señora Lee. No sentía esos nervios previos a un casamiento que hacen imposible mantenerse serenas a las futuras esposas, pero sí que tenía todas las dudas del mundo cuando miraba a mi futuro marido.

Eso me hizo reflexionar sobre si verdaderamente él era el adecuado.

¿Por qué ahora, justo antes de que mi precioso sueño de la infancia se llevara a cabo, me daba cuenta de que eso no era en el fondo lo que yo deseaba?

Miré a Heeseung y lo vi perfecto: sin una arruga en su elegante traje, ninguna duda en su hermoso rostro... Era como siempre: la perfección personificada, y fue entonces cuando mi revoltosa mente comenzó a compararlo con Jungeun, la siempre desordenada y salvaje Jungeun.

Recordé cada una de sus trastadas de cuando éramos niñas, rememoré mi primer beso, la primera vez que hice el amor, y todos y cada uno de los veranos que habíamos pasado juntas.

Comparé sus apasionados besos con los de Heeseung, que no me hacían arder como lo hacían los suyos. Me pregunté una vez más por qué aún no me había acostado con mi futuro esposo mientras que no podía evitar lanzarme a los brazos de Jungeun ante la menor de sus caricias.

¿Por qué no podía resistirme a ella y sí al hombre que había decidido que era perfecto para mí? ¿Por qué podía hablar con Jungeun de todo y con Heeseung solo de arte o de temas serios? ¿Por qué reía con Jungeun todo el rato ante bromas estúpidas y Heeseung nunca bromeaba? ¿Por qué era yo misma entre los brazos de Jungeun y simplemente Doña Perfecta en los de Heeseung?

Ante mí se planteó la pregunta definitiva y trascendental que marcaría mi futuro:

¿Quién quería ser yo en realidad: la impredecible y alocada Jeong Jinsol o la impecable y previsible Doña Perfecta?

Miré a todos mis vecinos y parientes. Los observé durante unos momentos sin dejar de caminar y noté cómo Sana y Sunoo discutían sobre una nueva apuesta, vi cómo mis hermanos intentaban coquetear con mis damas de honor con descarados gestos, cómo mi madre apuñalaba con la mirada, cuando creía que nadie la veía, a Lee Seulgi. Me percaté de que el señor Choi, el jefe de policía, revisaba todas las entradas a la espera de alguna fechoría por parte de Jungeun y observé cómo mi futura cuñada me miraba con envidia y recelo.

Los miré a todos y decidí que, si ninguno de ellos era perfecto, yo tampoco tenía por qué ser Doña Perfecta. El diablillo rebelde que había en mí, ése que únicamente osaba salir en presencia de Kim Jungeun, preguntó una vez más por qué ella no estaba allí para raptarme o algo parecido. Fue entonces cuando comprendí que hasta el último momento había tenido la esperanza de que ella aparecería en la iglesia para impedirme, como siempre, que cometiera un estúpido error.

Pero esta vez Jungeun había decidido concederme lo que tantas veces le había rogado: la libertad de elegir.

A pesar de que el hombre perfecto existía, él no era para mí.

Yo nunca podría ser feliz a su lado porque él no me enfurecería hasta el punto de desear tirarle un zapato, porque él no me haría ridículos regalos que me harían llorar, porque él no me exigiría que cumpliera mis apuestas con escandalosas proposiciones, o nunca me dedicaría la serenata más espantosa de mi vida. Ni me dibujaría una rana que parecía una vaca, ni tampoco me diría mil veces al día que me quería sin dejar de insistir en ello porque dejar de hacerlo era sinónimo de abandonar, y ella nunca abandonaba... «Hasta ahora», pensé, y las lágrimas comenzaron a brotar nuevamente de mis ojos.

No, no podía convertirme en Doña Perfecta si eso significaba no ver a Jungeun nunca más.

Sequé mis lágrimas, molesta con ella por no haberse presentado y por hacerme ir tras suya con ese estúpido vestido, así que me dirigí rápidamente hacia ese novio que no era para mí mientras la orquesta aumentaba el ritmo de la música siguiendo mis pasos.

—Lo siento, Heeseung, eres el hombre perfecto, pero no eres para mí.— declaré decididamente por primera vez en mi vida.

—Ella me lo advirtió, pero yo no quise creerle.— comentó Heeseung molesto.

—¿Quién te advirtió qué?— pregunté confusa.

—Jungeun me dijo que no te casarías conmigo, que la amabas a ella. Como le gustan tanto las apuestas, le propuse que, si tú y yo nos casábamos, lo mejor sería que desapareciera del pueblo; por el contrario, si ella se casaba contigo, desaparecería yo.

—¡No tenías ningún derecho a echar a Kim Jungeun de este pueblo!— grité furiosa mientras apretaba uno de mis puños con fuerza y, sin saber cómo, me encontré golpeando a Don Perfecto en la cara hasta tumbarlo en el suelo, donde lo increpé con muy malos modos.— ¡La única que tiene derecho a echar a Jungeun de este pueblo soy yo!

Luego me marché apresuradamente de la iglesia entre las risas de algunos, la indignación de otros y los intercambios de dinero por parte de casi todos.

Me detuve a las puertas de la iglesia sin saber qué hacer. ¿Cómo podía localizar a Jungeun? Le arranqué el teléfono móvil a uno de mis hermanos, que se había acercado nervioso, y después de varias llamadas sin respuesta a Jungeun descubrí que la muy cabezota no le había dicho a nadie adónde narices iba.

Miré con desesperación a todos lados en busca de una señal divina que me permitiera saber cómo podía volver a recuperar a mi mujer imperfecta y allí, delante de mí, encontré la respuesta.

Ignorando los gritos de advertencia de mis hermanos, desgarré la parte inferior de mi vestido y lo arrojé a la enfurecida Joy, quien pasaba por allí justo en ese instante, y me metí en el coche de policía del señor Choi.

Por suerte tenía las llaves puestas y, cogiendo desesperada la radio entre mis manos, supliqué a Woozi, uno de los policías más jóvenes del cuerpo, que detuviera a una mujer sospechosa de robo de vehículo. Le di la descripción y la matrícula de Jungeun, luego puse el coche en marcha y me dirigí hacia las afueras del pueblo con la esperanza de que mi mujer imperfecta me perdonara una más de mis trastadas después de confesarle mi amor.

...

A unos cinco kilómetros a las afueras de Dorang-Sae había sido detenida Kim Jungeun mientras conducía tranquilamente hacia la casa de uno de sus antiguos amigos de la universidad.

Tras abandonar todo lo que tenía, y estando segura de que no deseaba ver cómo Jinsol se casaba con su príncipe azul y ambos vivían felices para siempre, a primera hora de la mañana había llamado su amigo Cha Eunwoo, uno de los pocos con los que aún mantenía contacto después de tantos años, comentándole lo deseosa que estaba de cambiar de aires.

El ahora jugador profesional de fútbol americano no había tardado mucho en invitarla a su lujoso hogar para que se divirtieran rememorando viejos tiempos.

Eunwoo, como buen amigo y compañero, le había ofrecido su casa para que descansara plácidamente mientras pensaba qué hacer con su vida, y en el momento en el que Jungeun decidía finalmente rendirse y dejarlo todo atrás conduciendo abstraída, aparecía Woozi, un policía novato del pueblo, y lo detenía por un supuesto robo de vehículo. ¡Cómo si todo el pueblo no supiera que esa furgoneta era suya desde hacía años!

Tras intentar hacer entrar en razón al policía mostrándole los documentos del coche, frustrada e irritada por todo lo que ocurriría aquel día, le arrojó furiosamente los papeles a la cara, tachándolo de idiota.

Por ese motivo Jungeun permanecía ahora esposada y tumbada encima del capó de su coche, a la espera de que confirmaran su versión de los hechos.

Mientras intentaba una vez más convencer al necio novato de su error, el coche de policía del señor Choi aparcó junto al arcén; Jungeun respiró aliviada pensando que al fin se solucionaría todo cuando la puerta del coche se abrió y de él salió Jeong Jinsol con un vestido de novia destrozado pero luciendo de lo más bonita.

De cintura para arriba Jinsol podría protagonizar la portada de una revista de novias, de cintura para abajo lo único que la tapaba era una fina gasa de seda que le llegaba hasta las rodillas, dejando entrever con cada paso que daba un poco de su insinuante liguero blanco.

Definitivamente, era la novia más sexy e irresistible que había visto en su vida, y lo que más le dolía era que no era para ella.

—Por última vez, señor policía, ¡hace años que soy la propietaria de esa furgoneta!— intentó explicarse de nuevo Jungeun, ignorando deliberadamente la figura de la mujer que se dirigía hacia ella.

—Hola, Jungeun, ¡tengo que hablar contigo!— dijo Jinsol temerosa mientras intentaba acercarse a su mayor.

—¡Hablaría contigo encantada si no fuera porque estoy siendo detenida y no puedo!— gritó ofuscada Jungeun.

—¡Pero es algo importante!— insistió acercándose al capó del coche, donde permanecía inmovilizada.

—¡Señorita, no se acerque más a esta mujer!— repuso Woozi.— Es peligrosa, me lo han comunicado por radio hace unos minutos.

—Sí.— confirmó Jinsol.— Lo sé. Lo he dicho yo, pero solo era para que la detuvieran rápidamente. Ella nunca me haría daño.

—¡No estés tan segura!— gruñó Jungeun intentando incorporarse y siendo tumbada nuevamente contra el capó.— ¿Se puede saber por qué narices has hecho que me detengan, Jinsol? ¿Es que estás loca?— exclamó irritada haciéndola enfadar.

—¡Sí! ¡Debo de estar loca para dejar plantado a Don Perfecto en el altar por ti, porque a cada paso que daba hacia él solamente podía recordarte a ti y desear que me sacaras de allí antes de que cometiera un error!— chilló Jinsol entre sollozos.— ¡Debo de ser estúpida si la única amante que he tenido en mi vida eres tú, y si la única con la que deseo pasar el resto de mis días eres tú!

—Pero, Jinsol, yo no soy tu persona perfecta, ¿lo recuerdas?— comentó Jungeun sonriente, encantada por la declaración de Jinsol.

—Yo tampoco. He dejado plantado al novio ideal por ti y he robado ese coche de policía al pobre señor Choi para poder encontrarte.

—¿De verdad he sido la única persona con la que te has acostado?— preguntó emocionada Jungeun.

—¡Eres increíble! Te confieso que te amo y tú de lo único que te preocupas es de que no me haya acostado con otros.— señaló la pelinegra molesta.

—¡Señorita! ¿Acaba de confesar que robó un coche de policía?— intervino en ese momento el joven policía.

—Yo ya sabía que me amabas, solamente tenía que hacerte entrar en razón, pero los celos me han matado durante años pensando que podrías acostarte con otros. Y cuando llegó Don Perfecto lo vi todo negro al creer que podrías llegar a hacerlo con él. ¡No sabes cuántas noches he pasado en vela persiguiéndote a ti y a Don Perfecto a escondidas dispuesto a matarlo si te ponía un solo dedo encima!

—Por suerte para ti, Heeseung es un caballero, un caballero al que no volveré a ver en la vida y que estará eternamente enfadado conmigo.

—¡Señorita! ¡Debo arrestarla por robar un vehículo a la autoridad!— declaró Woozi intentando llamar la atención de las dos enamoradas.

—¿No querrás que yo me escape, verdad?— sugirió Jungeun intentando deshacerse del policía.— Porque si me sueltas para detenerla, me liberaré y te puedo asegurar que yo soy mucho más peligrosa que ella.— intimidó Jungeun al novato.

Así que, mientras Woozi pedía refuerzos a la comisaría, las dos amantes continuaron con su conversación ignorando por completo la autoridad del muchacho.

—¿Se enfadó mucho Don Perfecto cuando lo dejaste en el altar?— indagó Jungeun interesada.

—¡Qué va! Apenas se inmutó, pero entonces me contó lo de tu apuesta con él. Kim Jungeun, ¿cómo se te ocurre prometer que te marcharías del pueblo?

—Pensé que era lo mejor. Después de todo, recuerdo que desde niña intentabas que me largara de aquí.

—Sí, pero solo yo puedo hacer que te vayas del pueblo y así se lo dije a Heeseung antes de pegarle un puñetazo.

Jungeun lloró de risa mientras asimilaba que su preciosa y delicada Doña Perfecta le había arreado un golpe al novio en medio de una iglesia atestada de familiares de éste.

Mientras la castaña no podía dejar de reír y Jinsol le reprochaba que se estuviera burlando de ella, llegaron por todos lados coches de Dorang-Sae hacia el lugar donde se hallaba la pareja con el objetivo de presenciar el final del espectáculo de ese día. Finalmente, ¿habría boda o no?

—Bueno, ¿a qué estás esperando, muchacha?— gritó Sunoo animando a Jungeun.— ¡Tenemos la iglesia, los invitados, el banquete y la novia! ¡Únicamente nos falta la otra novia, porque el otro ha puesto pies en polvorosa después del puñetazo de Jinsol!

—Por lo visto no le gustan las mujeres fogosas.— comentó Sana sonriente.

—¡Venga! ¡Pídeselo ya de una vez, que hemos tenido que amarrar al cura para que no se fuera a otra ceremonia!— gritó impaciente Minho, el mecánico.

—¡Vale, vale!— tranquilizó Jinsol pidiendo finalmente silencio.— Kim Jungeun, ¿quieres casarte conmigo a pesar de que no sea perfecta y de que nos pasemos la vida discutiendo?

—Jinsol, ¡que es Jungeun quien tiene que pedirte la mano en matrimonio y no al revés!— exclamó Giselle, la directora del colegio, entre las risas de todos.

—Pero es que ella me lo ha pedido muchas veces y yo no se lo he pedido nunca.— se quejó la pelinegra ante la corrección.

—Estaré encantada de casarme contigo, Jeong Jinsol, en cuanto me suelte la policía.

—Lo siento, pero hoy no habrá boda. ¡Ambas están arrestadas! Usted, señorita, por robo de vehículo policial, y usted, por resistencia a la autoridad.— intervino el joven policía ante una multitud que no tardó mucho en enfadarse al ver los planes de boda frustrados.

Afortunadamente, Choi Soobin, el jefe de policía, salió del coche de uno de sus vecinos antes de que todo el pueblo decidiera apalear conjuntamente al novato de su distrito.

—Woozi, suéltalas a las dos antes de que me enfade. Todo ha sido un pequeño malentendido.

—¡Pero, señor! Ella le robó el coche.

—No, yo se lo presté.— mintió descaradamente el buen hombre.

—Y ella ha sido acusada de robo y resistencia a la autoridad.— señaló a Jungeun protestando.

—Ha habido un error en los archivos: esa furgoneta es suya y estoy seguro de que, en cuanto la sueltes, se disculpará.

—Pero la ley dice...

—¡Woozi!— gritó Choi.— ¡Suéltala si no quieres que te degrade!

El novato soltó a Jungeun no sin protestar y refunfuñar, así como recitar todos y cada uno de los cargos de los que podía acusarlo.

Cuando Jungeun se vio al fin libre, corrió hacia Jinsol y la estrechó con fuerza entre sus brazos. Ella le tendió el anillo que tenía grabado sus nombres y la castaña se lo puso, prometiéndole la eternidad.

—Para mí siempre has sido perfecta.— comentó Jungeun antes de besarla apasionadamente delante de todos.

...

La boda de Jinsol se celebró cuatro horas más tarde de lo previsto.

Se decidió por unanimidad que era el enlace más extraño que jamás se había llevado a cabo en ese pueblo: los adornos florales estaban estropeados, los lazos que adornaban los asientos se hallaban casi todos caídos, y la orquesta y el coro habían desaparecido junto con los elegantes invitados del anterior novio.

Tuvieron que convencer a un amordazado sacerdote de que no era un pueblo de locos y que tenía que unir a esa feliz pareja por el bien de todos. La madre de Jinsol la acompañó al altar junto con su inseparable escopeta.

—Mamá, no hace falta que lleves el arma.— expresó Jinsol al verla cargar con el trasto.— Jungeun me quiere mucho y nunca huiría de nuestra boda.

Jeong Haseul se limitó a sonreír a su hija mientras le advertía en voz lo suficientemente alta para que todos lo oyeran:

—No es para obligar a Jungeun, hija mía, es para ti.

Jinsol refunfuñó algo sobre su ingrata familia mientras miraba a la otra novia. No iba perfectamente vestida: sus pantalones de traje negros estaban sucios y su camisa, arrugada; además, su rostro lucía alguna que otra mota de polvo del camino. No obstante, era la adecuada para ella, porque en esos momentos solo podía pensar en lo feliz que sería a su lado el resto de su vida.

Tras la ceremonia, todos celebraron una gran fiesta en la que cada uno de los vecinos recordó alguna de las trastadas de las novias. Después de cortar la tarta, finalmente Sana hizo traer la pizarra de su bar al gran salón de festejos.

—Bien.— comenzó.— Sunoo ganó la apuesta acerca del momento en la que Jinsol rompería el enlace con Don Perfecto.— el mencionado elevó las manos como vencedor ante los abucheos jocosos de la multitud.

—Jeong Taehyung fue el único en decir que Jinsol golpearía a Heeseung.— Taehyung se levantó e hizo una reverencia mientras comentaba:

—Estaba totalmente seguro de que mi hermana no me defraudaría.

Sana siguió con su repaso de las apuestas tras las carcajadas de todos al recordar el instante exacto en el que el novio cayó redondo al suelo.

—Kim Jennie vaticinó que su nieta sería arrestada.— añadió Minatozaki jocosamente.— Pero eso es algo que casi todos habíamos previsto para este glorioso día; únicamente Jeong Chan presagió que su hermana también sería arrestada.— Finalmente.— continuó Sana.— Kim Jungeun apostó hace meses doscientos mil wons a que Jinsol no se casaría con Don Perfecto, y unas semanas antes de la boda Don Perfecto apostó cuatrocientos mil wons a que Jinsol se casaría con ella. Así que ahora, Kim Jungeun, tienes en tu poder más de quinientos mil wons por el recaudo también de los demás, y en parte gracias a la amable generosidad de Don Perfecto.

Todos rieron felices ante la suerte de las novias en lo que había empezado como un pequeño pasatiempo en la pizarra de Sana.

La boda terminó con unos maravillosos brindis por parte de todos.

El mejor de ellos fue, sin duda, el de Jeong Taehyung, quien alzó la copa sonriente y pronunció felizmente mirando a su hermana:

—¡Por las personas imperfectas!

Todos los presentes estuvieron de acuerdo con él, pero muchas mujeres dudaron a la hora de alzar su copa.

Ante la insistencia de Woozi, el novato, al final de la celebración Jinsol y Jungeun fueron condenadas a arresto domiciliario durante una semana en la maravillosa casa del lago que desde ahora sería su hogar.

...

Jinsol se tumbó desnuda en su estupenda cama a la espera de su esposa, quien no se hizo mucho de rogar. Jungeun salió de la ducha portando una pequeña toalla enrollada en la cintura, dejando ver sus músculos y sus perfectos senos.

Sus ojos devoraron el hermoso cuadro que eran las curvas de Jinsol, arrojó la toalla a un lado mostrando a su amada su perfecta desnudez y, mientras se colocaba sobre su cuerpo en busca de sus labios, le preguntó una vez más:

—Dime por qué soy perfecta para ti.

Jungeun no le permitió contestar a su pregunta, haciéndole olvidar la razón en busca de una desenfrenada pasión que celebraba la unión definitiva de dos cuerpos que se pertenecían.

Le hizo el amor sin descanso, sin dejar de mirarla a los ojos con adoración mientras penetraba en lo más profundo de su cuerpo llevándola poco a poco al placer más sublime. Y cuando la castaña no pudo más, Jinsol la siguió en la cumbre del placer derrumbándose junto a ella.

—Porque eres tú.— contestó Jinsol más tarde, saciada, entre sus fuertes brazos.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro