Capítulo cuatro
Jeong Haseul, por primera vez en dieciséis años, estaba preocupada.
Sabía que ese momento tendría que llegar algún día, que su hija se haría mayor y saldría con chicos, pero, para ella, Jinsol aún era su niñita.
Su pequeña había ido a un baile y aunque suplicó y rogó a su mujer que le dejara ir al instituto a espiar, Kahei se lo había prohibido rotundamente, así que no le había quedado más remedio que esperar en casa sentada en el viejo sillón del salón que había situado delante de la puerta con la lámpara del salón encendida y un viejo libro como compañía.
Como no podía hacer nada para vigilar a su hija, le pidió a los gamberros de sus hermanos que la espiaran durante toda la fiesta y que no la dejaran a solas con ese jovencito lleno de hormonas ni un solo instante, pero sus hijos eran unos tarambanas y seguro que se habían olvidado de su hermana en cuanto llegaron al baile.
Su último recurso antes de resignarse a perder a su pequeña había sido pedir a Jungeun que compartiera el coche de alquiler con sus hijos. Con suerte esas dos volverían a las andadas y pasarían todo el tiempo discutiendo, sus parejas se cansarían de ellas y su Jinsol volvería a casa diciendo que odiaba a todos los chicos y los bailes.
—Dios, por favor, que vuelva a casa despotricando de la vecina y no con una sonrisa radiante de «me he besado con un joven adolescente y quiero más».— rezó Jeong Haseul antes de que la puerta de su casa se abriera con brusquedad y su hija entrara descalza y gritando.
—¡Odio a Kim Jungeun y no pienso volver a ir a ningún estúpido baile con chico alguno! ¡De hecho, no pienso salir con ningún chico! ¡Nunca!
—Gracias, Dios mío.— murmuró Haseul antes de levantarse del sofá para calmar a su hija.
Sus hermanos, que entraron tras ella, intentaron calmarla y muy pronto no tardó en unirse a la reunión Kahei, que salió de su habitación en la planta superior dispuesta a solucionar una vez más el enfado que su hija tenía con la vecina.
Cuando la madre de Jinsol entró al salón adormilada, terminó de despertarse de golpe en cuanto vio a sus hijos con las ropas destrozadas y llenos de morados peleándose, a su hija buscando la escopeta de perdigones con el vestido de noche y descalza, y a su esposa persiguiéndola una vez más portando el folleto de ese instituto «solo de chicas», que no paraba de sacar en cada conversación desde que se había dado cuenta de que Jinsol era toda una mujer.
—¿Qué demonios pasa aquí?— gritó Kahei a pleno pulmón poniendo fin a todo el alboroto.
—Jinsol odia a los hombres y las fiestas.— contestó Chan muy ilusionado.
—Mis hermanos se han peleado en el baile.— cotilleó Jinsol en un intento de distraer a su madre de lo que estaba haciendo.
—Jungeun ha besado a Jinsol...— comentó Taehyung evitando la mirada furiosa de su madre.
—Y por eso... Jinsol quiere pegarle un tiro a la vecina.— señaló Chan librándose de la atención de su madre, que finalmente recayó en su hermana.
—¡Esa es mi niña! ¡Así se hace! ¡Ven aquí, que te enseño a disparar!— animó Haseul a su hija bajo la mirada reprobatoria de su mujer.
—¡Nadie va a disparar a la vecina! —gritó Kahei histérica.— Jinsol, ¿te has vuelto loca? ¡Suelta la escopeta de tu madre ahora mismo!
—¡Pero mamá, me besó en la boca y me metió la lengua! ¡Fue asqueroso! ¡No voy a volver a besar a nadie en mi vida!— protestó Jinsol mientras bajaba la escopeta.
—¡Gracias, Dios, porque la vecina no sabe besar! Mañana mismo le regalo una cesta de frutas.—murmuró Haseul.
—¡Haseul, cállate y déjame a solas con tu hija! ¡Me estás poniendo histérica!— dijo Kahei señalando la puerta del salón.
—Vale, pero luego me lo cuentas todo, y tú, hija, piensa lo del instituto de chicas. Ahí te dejo el folleto para que le eches un vistazo.— respondió alegremente la madre de Jinsol antes de marcharse.
—Y vosotros dos estáis castigados durante un mes sin paga y sin salir, por pelearos en el baile como animales, ¡y ahora a vuestro cuarto!— ordenó Kahei a sus hijos, que salieron de la habitación refunfuñando.
Después de comprobar varias veces que nadie escuchaba tras la puerta, pues en las dos primeras ocasiones todos estaban con la oreja pegada cotilleando, Kahei se sentó junto a Jinsol en el sofá y la animó a acompañarla y soltar la escopeta.
—¿Qué pensabas hacer: dispararle a la vecina y volver a casa como si tal cosa? Podrías hacerle daño o hacértelo tú.
—Pero mamá, era mi primer beso... Mi primer beso me lo ha dado la vecina, que es todo lo contrario a mi hombre ideal. Estaba tan ilusionada con que fuera especial...— manifestó Jinsol entre sollozos.
—A lo largo de los años tendrás otros besos, algunos serán más especiales que otros, pero el más especial será cuando encuentres a tu media naranja, tu otra mitad. Él te besará y el mundo desaparecerá para ti, sólo existirá él.— explicó Kahei.— Lo de hoy sólo ha sido el primero, eso no es especial. El del hombre adecuado es el que importa.
—Gracias, mamá.— dijo Jinsol más calmada mientras besaba la mejilla de su madre y subía a su habitación.
Una vez en su cuarto, Jinsol sacó su lista y escribió:
«9. Que sus besos sean especiales.»
...
A la mañana siguiente Jungeun recibió una gran cesta de frutas.
Mientras miraba la tarjeta algo extrañada, preguntó a su abuela Jennie mientras ésta arreglaba las plantas de su jardín:
—Abuela, si una chica te manda una cesta de frutas después de un baile y un beso, ¿qué significa?
—Cielo, eso es como cuando tú le mandas unas flores a una chica después de una cita. Seguro que el baile le encantó y el beso la fascinó.
—Esto... Abuela, ¿y si la que te manda la cesta de frutas es la madre de la chica?
—Entonces, hija mía, es mejor que la olvides... ¿Qué pone la tarjeta? — preguntó Jennie curiosa.
—«Gracias por besar a mi hija».— leyó Jungeun algo molesta.
—¿Tan mal besas, hija mía?— preguntó Jennie bromeando con la granuja de su nieta, sabedora de su respuesta.
—Hasta ahora nunca se han quejado.— respondió Jungeun con chulería.— Pero supongo que tendré que seguir practicando.— comentó con una sonrisa pícara mientras dirigía una mirada a casa de la vecina.
Poco después sonó el teléfono y su nieta entró apresuradamente para atender la llamada. Jennie no pudo aguantar la curiosidad y se acercó para ver quién firmaba la tarjeta. Le pareció casi imposible, pero ante sus ojos aparecía la firme letra de Jeong Haseul. Al fin comprendió por qué su nieta volvió a casa una hora después del baile, a pie, sin pareja alguna y con dos zapatos de mujer en las manos...
JINSOL.
Me pasé las semanas siguientes planificando en cómo vengarme de la estúpida de la vecina por arruinar mi primer beso. Planeé romperle el coche, pero no tenía. Hacer que cortara con la novia, pero tampoco tenía. Mi madre me había prohibido rotundamente acercarme a la escopeta, por lo que tampoco podía dispararle. ¿Bajarle la nota en los exámenes? Pero ya eran demasiado malas para bajar más. ¿Y dejarla sin jugar? Sería peor para el instituto que para ella...
¿Cómo demonios iba a vengarme de ella por robarme mi primer beso, que, aunque protestara y dijera que había sido horrible, realmente había sido lo mejor que me había pasado en la vida? Porque, como dijo mi madre, el mundo se había parado por unos instantes y no había en él nada más que nosotras, y no era justo, porque esa sensación, esa pasión, la tenía que sentir con otro, no con ella.
Ella era la mujer imperfecta, la que siempre lo hacía todo mal, la que no cumplía ni uno de los requerimientos de mi lista. La que no sería nunca mi príncipe azul. Siempre salía con chicas que tenían más delantera que cerebro, y nunca dos veces con la misma. Dedicaba el mínimo tiempo posible a sus estudios y nunca pensaba en su futuro.
El odio que había entre nosotras dos era demasiado grande como para que de repente se convirtiera en otra cosa. Y yo jamás me arriesgaría a quedar en ridículo por un simple beso, prefería ignorar ese estúpido beso que había sido un error y seguir como hasta ahora.
Planearía cómo continuar fastidiándole y proseguiría con mi lista en busca del perfecto príncipe azul.
Cuando por fin se me ocurrió el modo de llevar a cabo mi plan, a la hora de ponerlo en práctica no fue tan bien como debía: por poco acabamos con un cadáver en el maletero; pero, como soy simplemente perfecta, lo solucioné con la rapidez y la excelencia que caracterizaban todo lo que yo hacía.
JUNGEUN.
Estaba tremendamente cansada cuando llegué a casa después del partido. Por suerte, mi equipo ganó por tres puntos y mis compañeros y yo destacamos ante el equipo rival a pesar de recibir pocos ánimos por parte de una loca pelinegra que sslo quería que me derribaran.
Gracias a la animosidad de esa molesta Doña Perfecta, y a los saltitos que daba con su ajustada camiseta y sus cortos pantalones, perdí la concentración en varias ocasiones y fui placada como si fuera una principiante, pero, a pesar de todo, varios ojeadores me ofrecieron buenos tratos para distintas universidades. Ahora únicamente tenía que conseguir terminar los estudios y elegir adónde ir y qué hacer.
Cuando me acerqué a casa de la abuela, ahora vacía porque ella y mi madre estaban realizando un viaje, vi una vez más la figura tan temida por mí estos últimos años: mi querido padre, que nuevamente había venido a ver cómo estaba y lo que podía sacarme.
Observé cómo la fuerte figura de un hombre robusto de mediana edad bajó del oscuro porche hacia mí; su rostro enfurecido muy parecido al mío no mostraba alegría alguna al ver nuevamente a su progenie, y sus palabras fueron bruscas y amenazantes:
—Una vez más, a pesar de venir sin avisar, no encuentro a tu madre o a tu abuela en casa, solo a ti.
—Se han ido de viaje.— contesté intentando pasar de largo, algo que con él nunca funcionaba; sin previo aviso, me empujó contra la pared y, con su brazo apoyado fuertemente contra mi cuello, me retuvo allí sintiéndose superior mientras yo forcejeaba inútilmente tratando de zafarme de él y respirar con normalidad.
—¿No te parece extraño que después de tantos años de búsqueda, cuando hace unos meses por fin doy con el paradero de tu madre, ella nunca esté?
—Ella no quiere volver a verte y yo tampoco, ¿por qué no te marchas de una vez y nos dejas en paz?— contesté entrecortadamente intentando respirar.
Él me golpeó fuertemente con su puño en la cara y volvió a la carga con sus peticiones.
—¡Ella es mi mujer y no me marcharé de aquí sin Taeyeon! Aunque intentes protegerla, no podrás estar siempre a su lado. He oído que lo más seguro es que el año que viene te vayas a una buena universidad. Esas universidades siempre dan grandes becas. Tal vez si me dieras algo de dinero no tendría que venir a molestar a tu madre con mis problemas.
—Ah, por fin llegamos al centro de la cuestión: el dinero. ¿Cuánto tiempo más vas a seguir amenazándome?
—Todo el que quiera, ¡si no fuera por mí, tú no habrías nacido...!
—Y si no fuera por ti, mi madre sería una mujer feliz.— interrumpí irónico ganándome un nuevo puñetazo.
Estaba resignada a recibir una nueva paliza de mi adorado padre cuando oí un golpe seco y, segundos después, fui libre. Miré atontado la escena que tenía ante mí sin poder terminar de creérmelo.
Mi padre, en el suelo, gemía semiinconsciente mientras era aporreado con un palo por un jugador de hockey del instituto que llevaba puesta una máscara parecida a la de "Viernes 13", pero que portaba un lacito rosa.
Pensé que los golpes de mi padre habían comenzado a producirme una conmoción al presenciar una escena tan irreal, cuando escuché unos grititos asustados de mujer en el momento en que mi padre quedó inconsciente en el césped.
—¡Oh, no! ¡Lo he matado! ¡Mierda, lo he matado! Como vaya a la cárcel por ti... ¡No puedo ir a la cárcel por ti!
—¿Jinsol?— pregunté confuso al reconocer sus chillidos histéricos.
Ella se quitó la máscara enfurecida porque no la había reconocido, ¡qué mona se ponía cuando se enfadaba!
—¡Se suponía que te tenía que dar un susto! Pero cuando vi cómo ese matón te golpeaba me enfadé: nadie que no sea yo puede vapulearte.— declaró iracunda.— Pero ahora iré a la cárcel por matar a tu agresor y entonces no encontraré a un hombre especial, seguro que acabaré gorda y foca, y con tatuajes, y cuando salga de la cárcel seré vieja y fea, y terminaré casada con un hombre llamado Jeonghan... ¡Y todo será por tu culpa!— exclamó señalándome enojada después de finalizar su increíble historia.
¡Dios mío, qué imaginación!
Podía haberme deleitado un poco más con sus extravagantes historias, en las que planeaba cómo deshacerse del cadáver, si no fuera porque temía que en cualquier momento mi padre volviera a la consciencia y esta vez atacara a la inocente Jinsol, así que sin más le expliqué por qué no podía cargar con mi padre hasta el lago y colocarle un bloque de cemento en los pies.
—Entonces cuando el cemento se seque... ¿Tardará mucho en secarse?... Bueno, da igual, cuando se seque...
—Jinsol...— traté de interrumpirla.
—Espera a escuchar mi plan y luego discutimos sobre él, aunque mis planes siempre...
—Jinsol...— lo intenté nuevamente.
—¿Qué quieres, Jungeun? ¡Estoy intentando salvarnos el cuello y tú no haces otra cosa que interrumpirme!
—Jinsol, mi padre no está muerto, solo inconsciente.— le indiqué cuando me di cuenta de que comenzaba a moverse.
—¡Qué! ¿Ese hombre horrendo es tu padre?— preguntó confusa.
—Por desgracia, sí.— contesté avergonzada.
Entonces fue cuando ella hizo algo que me hizo reír a pesar de la paliza, del agotamiento y del día tan desastroso que llevaba. Ella golpeó nuevamente a mi padre dejándolo otra vez inconsciente y me comentó mirándolo con furia:
—Mi propuesta de deshacernos de él sigue en pie.
Nunca pensé que me sentaría en el porche de casa de mi abuela junto a Jinsol y que hablaríamos tranquilamente como dos amigas mientras bebíamos una cerveza.
Cuando éramos niñas siempre nos hacíamos rabiar, y en la adolescencia seguíamos igual. Tal vez dentro de unos años maduraríamos y todo cambiaría.
Por mi parte había comenzado a ver a Jinsol desde otra perspectiva después de ese maldito baile: aquel beso me había mantenido en vela más de una noche. Siempre soñaba con que llegábamos más allá de unos simples besos, pero, cuando estaba a punto de acostarme con Doña Perfecta, me despertaba acalorado y sudoroso, deseando tenerla al lado para poner en práctica todo lo que había hecho en mis sueños.
Nunca me había molestado en pensar más de dos veces en una chica, siempre iba de una conquista a otra sin importarme nada, pero ella... Ella era diferente. ¿Qué tendría que hacer para conquistarla? Conociéndola como la conocía, lo principal era tener paciencia y esperar a que se olvidara de esa estúpida lista.
—¿Sabes? He pensado acerca de cómo podemos deshacernos de tu padre para que no te moleste nunca más.— dijo Jinsol interrumpiendo mis meditaciones mientras señalaba con la botella de cerveza a mi padre, quien permanecía inconsciente y atado con un gran lazo rojo ante la entrada de casa.
—Ya lo hemos hablado, Jinsol, y no puedes matarlo.— repuse harta de escuchar historias de películas malas de terror en las que los tontos universitarios se deshacían de un cuerpo que luego volvía para atormentarlos.
—No, creo que podemos quitárnoslo de encima sin matarlo.— afirmó pensativa mientras daba vueltas alrededor de mi padre con ese brillo malévolo en los ojos que solamente yo conocía.
—Lo dudo, mi padre es como una sanguijuela cuando huele dinero y hasta que no exprima el último won de mi beca universitaria no se despegará de mí.— comenté dándole un nuevo trago a mi cerveza.— Por cierto, ¿qué es lo que querías hacer conmigo?— pregunté divertida señalando el gran lazo rojo que envolvía a mi padre.
—Nada demasiado terrible: sólo dejarte inconsciente, atarte y obligarte a ver todos y cada uno de los capítulos de la primera temporada de «Sexo en Nueva York».
—¡Joder! ¡Eso sí que es tortura, Jinsol!— exclamé aterrorizado ante la perspectiva de ver una serie donde solamente salían mujeres hablando de zapatos y hombres.
—Lo sé.— contestó con una sonrisa llena de satisfacción en los labios.— Con respecto a tu padre...— añadió Jinsol volviendo al ataque.— ¿Y si le hacemos creer que tu madre está saliendo con alguien al que él pueda llegar a temer?
—Mi padre siempre escapa de la ley y no la respeta en absoluto.
—Yo no pensaba en la policía. ¿Y si le hacemos creer que tu madre sale con alguien peligroso?
—Jinsol, en este aburrido pueblo no hay nadie que se pueda tildar de peligroso.
—Pero sí hay muy buenos actores, ¿o es que acaso no recuerdas la obra de Navidad que yo dirigí en el acto de encendido del árbol?
—Sí.— contesté sonriendo al imaginar lo que Doña Perfecta se traía entre manos.— Nunca vi una representación mejor de "El Padrino" que la que tú hiciste.
—¡Pues entonces vamos!— me dijo tendiéndome la mano.— Aún hay mucho que hacer antes de actuar.
—¡Qué empiece la función!— solté antes de coger la mano de Jinsol y unirme a su locura.
...
En cuanto Jeong Jinsol cogió el teléfono y comenzó a llamar a los vecinos del pueblo que habían participado en la obra de Navidad, todos acudieron intrigados. Pero cuando se corrió la voz de que Kim Jungeun también estaba implicada en la fechoría que planeaba Jinsol, el pueblo entero se confabuló, pues ni uno solo de los habitantes de aquel lugar quería perderse lo que esa noche estaba ocurriendo en el granero del viejo Im.
Todos recibieron un papel por parte de la perfecta directora de escena, ya fuera hacer de mafioso, de víctima o de cadáver.
Y así fue como Baekhyun se encontró colgado de un largo gancho del techo del granero, mientras era zarandeado por un hombre con medio rostro quemado y mirada amenazante que le gritaba:
—¡Eh, tú! ¡Sabandija! ¡Despierta! El jefe quiere hablar contigo, no le ha gustado nada que maltrates a una de sus chicas.
Cuando Baekhyun se despertó, miró confuso lo que le rodeaba.
Se hallaba en un granero, posiblemente abandonado. No muy lejos de él un hombre robusto vestido con un elegante traje de Armani permanecía sentado en un sillón mirándolo fijamente. A su lado había dos jóvenes que vestían demasiado bien para ser simples muchachos del lugar. El viejo con la cara abrasada le hizo dar vueltas para que observara todo lo demás que le rodeaba.
Baekhyun se mareó, pero pudo ver cómo una fila de hombres bien armados custodiaba la única vía de escape.
Se dispuso a preguntar bruscamente qué narices hacía él allí si minutos antes estaba hablando con su hija. En ese momento Jungeun entró por la puerta con una joven de su edad, más o menos amordazada y atada, con lágrimas en los ojos.
Por lo visto la chica se había cambiado de ropa después de la pelea y ahora lucía una cara y elegante chaqueta de cuero de color negro, sobre pantalones y camisa de marca y unas gafas de sol que la hacían parecer mayor y más peligrosa. Después de todo, su hija sí tenía dinero.
—¡Serás cabrona! ¡Yo quedándome con tus migajas y tú despilfarrando el dinero!— le gritó Baekhyun a su hija.
Jungeun lo miró despectivamente, como si fuera basura, e ignorándolo habló con el que parecía ser el jefe.
—Giovanni, ¿cuándo nos desharemos de él? Ya sabes que tiene que ser antes de que regrese mi madre.
—¿Cómo que deshacerse de mí?— preguntó Baekhyun confuso sin que su mente registrara aún donde se había metido.
—No te preocupes hija, todo a su debido tiempo, resolvamos primero otros asuntos de mayor importancia.— contestó el hombre con un leve tono italiano, apenas perceptible, en su voz.
Baekhyun, tras escuchar al mafioso, comenzó a pensar que su hija no se traía nada bueno entre manos. Pero aún no suplicó, él no era de los que imploraban y su vástago era de los buenos, seguro que todo era un malentendido, pensó mientras miraba cómo la angelical pelinegra de ojos miel lloraba con desesperación y gritaba histérica tras su mordaza.
De repente, para su consternación, otros hombres entraron cargando a un individuo de mediana edad que había sido terriblemente golpeado. Lo pusieron de rodillas delante de Giovanni y lo hicieron besarle los pies. Cuando alzó el rostro, suplicó al mafioso mientras miraba a la pelinegra que cada vez gritaba más histérica.
—¡Por favor, le pagaré, señor Giovanni! ¡Le pagaré! No era mi intención retrasarme en el pago, pero, por lo que más quiera, ¡suelte a mi hija!
—Me he quedado con tu casa, ahora me quedaré con tu hija hasta que saldes tu deuda.—concluyó el mafioso sin inmutarse ante la desesperación del hombre.— Llevadlo fuera y, si intenta volver a entrar, matadlo.— sentenció el señor Giovanni mientras sus hombres se llevaban al otro a rastras.
Poco después de que la puerta se cerrase nuevamente, se oyeron gritos y forcejeos y finalmente unos fuertes disparos.
—Id a ayudarlos.— ordenó Giovanni a los jóvenes que estaban junto a él, con rasgos similares a los suyos.
—Pero, padre, ¿y la chica?— protestó uno de ellos mirando con ojos lascivos a la pobre pelinegra.
—La chica no es para ti, es para mi nueva hija.— contestó alegremente señalando a Jungeun.— Chica, disfruta de tu regalo por tan magnífico partido.
Baekhyun observó asombrado cómo su buena hija, que siempre parecía asustada cuando él venía a verlo, se convertía en un cabrona despiadada delante de sus ojos.
Jungeun cargó con la chica al hombro hacia un lugar oscuro donde se escucharon gritos espantosos, insultos, forcejeos y desgarros de ropa.
Él era el único horrorizado en aquel lugar, todos los demás permanecían inmutables; entonces fue cuando comenzó a temer por su vida y a temblar como un animalillo asustado.
—¿Qué quiere de mí?— preguntó al mafioso un asustado Baekhyun.
—¿Yo?— preguntó Giovanni con inocencia.— Poca cosa, tan solo que firmes los papeles del divorcio y dejes en paz a mi nueva esposa. Mi nueva hija, por el contrario, quiere tu sangre y a mí siempre me gusta tener contentos a mis chicos.
—¿Tú te vas a casar con Taeyeon?— preguntó Baekhyun confuso y asustado.
—Sí, ella me proporciona una buena posición en el pueblo, es muy dulce y nunca se entera de nada. Así que, ¿por qué no?
—¡Eres un mafioso!— aclaró aterrado Baekhyun.
—¿Tú crees?— contestó el hombre del rostro quemado entre carcajadas.
—¡Haré lo que tú quieras, pero, por favor, suéltame!— empezó a suplicar Baekhyun.
—Me das pena, así que firma los papeles y márchate.— concedió Giovanni.— Pero, como te vuelva a ver por este pueblo, mis hombres se encargarán de ti.
Los hombres del mafioso soltaron a Baekhyun, que tembloroso firmó los documentos. Cuando ya se dirigía a la salida vio cómo la chica que había sido secuestrada, y seguramente violada, corría hacia la puerta pero sin llegar a obtener la libertad, porque su hija sacó una pistola y delante de él la mató a sangre fría, luego lo apuntó con el arma y, mientras Baekhyun temblaba de miedo ante la perspectiva de una muerte segura, el mafioso cumplió su palabra ante sus asombrados ojos:
—Déjalo chica, no volverá a molestarte.— ordenó firmemente Giovanni.
Los ojos fríos y furiosos de Jungeun miraron a su padre desde detrás de un arma, pero al final la bajó no sin antes advertirle:
—No vuelvas por aquí. ¡Jamás!
Baekyhyun salió corriendo del lugar sin volver la vista atrás y, cuando lo perdieron de vista por todos, la chica cadáver se levantó y felicitó a todo el mundo por una gran actuación.
Horas más tarde los habitantes de Dorang-Sae montaron una fiesta en el granero del viejo Im, con cerveza y música, y, por supuesto, apuestas. Sunoo apostó a que la tregua entre esas dos no duraría mucho; ninguno estuvo de acuerdo con él hasta que oyeron cómo la perfecta Jinsol gritaba furiosa.
—¡Me tocaste una teta!
—Te juro que fue sin querer.— dijo Jungeun levantando sus manos en señal de rendición.— Además, pececita, yo no sabía que tuvieras de ésas.
—¡Idiota!— gritó Doña Perfecta antes de tirarle un zapato a Jungeun y salir cojeando de la reunión.
El bote, finalmente, fue para Sunoo.
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aprovecho para decir que si en algún capítulo se ven punto y aparte muy separados, es porque convertí el libro original a PDF, y de PDF a Word, por lo que si véis algúna separación extraña, por más que las haa revisado, no dudéis en comunicármelo por los comentarios.
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