XIV
Katsuki estaba en su habitación tirado en el suelo en una posición un tanto incómoda. Se había quitado la camisa, y sus prendas inferiores estaban levemente mojadas debido a la sudoración que desprendía su cuerpo debido a la alta temperatura de clima ese día. Hacía tanta calor que ya había tomado al rededor de seis baños para sentirse menos acalorado.
Suspiraba entrecortado cada cierto tiempo, y sentía cosquilleo en su estómago, tal cual como si tuviera lombrices caminando en tierra lisa y suave. Era lo más cercano que podía asemejar para no pensar en cucarachas caminando en la piel, era escalofriante.
Mientras pensaba detenidamente en sabrá Dios qué, sintió un aroma que jamás había sentido en su olfato, calificando ese como nuevo y atrayente. Miró la puerta de su cuarto con recelo, tenía una pereza horrible de tener que bajar hasta la sala para saber más sobre aquella esencia que no paraba de llamarlo.
Al fin y al cabo, se levantó del piso un poco irritado por dejarse llevar por el impulso y no por lo que verdaderamente quería; quedarse acostado en el suelo haciendo nada. Abrió con cautela la fibra de madera enmarcada, y salió de allí a paso lento, como si fuera un gato esperando a cazar.
Caminó hasta las escaleras y bajó hasta la cocina, notó que en la nevera se asomaba un brócoli; o así lo hubiese deseado. Pero debido a su buena suerte y para nada deseada, se trataba de su "queridísimo amiguito", Deku. Y Katsuki, definitivamente, no quería ver a Deku.
— ¡Kacchan! — sonrió entusiasmado en el menor.
— Deku... — respondió a duras penas el mayor. — ¿Qué demonios haces en mi casa? ¿Dónde está mi vieja?
Izuku se quedó quieto un momento, respirando calmo y con mucha atención mientras tanteaba el aire con su nariz. Katsuki lo miraba extraño. — ¡Te estoy hablando, mocoso id-
El peliverde se había acercado demasiado hacía el cuerpo del rubio mientras que con su olfato buscaba un olor, o en dado caso, una esencia tan melosa y picante. ¿Eso era posible? Claro que sí, Katsuki lo era. El mayor se quedó bien quieto sintiendo una húmeda en la parte de su cuello... Y también en sus pantalones..
Si de algo Bakugo más odiase en su vida, era definitivamente, ser un omega. Uno que se deja seducir con un alfa menor que él, y en contraparte, se sentía humillado.
— Mmmgh.. A-Alejáte, pequeña mi-mierda.. — hablaba, o hacía el intento para detener al niño.
— Sólo un poco más.. Huele bien, m-me da hambre.. — decía inocentemente sin saber el peso que cargaba en esas palabras.
— Tú.. — lo intentaba empujar inútilmente ya que las pocas fuerzas que tenía se iban. — Tú no puedes comer..me.. — en ese momento, Katsuki había caído de espaldas al piso y tan rápido como pudo se sentó a un extremo de la cocina. — Deku, llama a tu madre.. joder..
— Mamá salió con la tía Mitsuki, Kacchan.. — explicaba el pecoso con calma mientras se sentaba al lado del omega para acariciar sus manos. Katsuki entrando en el infernal celo y sin sentir tanta urgencia de peligro, se dejó hacer.
— Kacchan es tan suave.. — decía el niño dando pasos cortos hasta llegar a la cara del mayor y empezar a tocar su rostro con parsimonia. Estaba embelesado y anonadado debido a aquellos ojos rojizos llenos de fuego, y esta vez, quizá, de dulzura. Sin pensarlo mucho, el niño besaba partes de la cara de Katsuki y éste, parecía no incomodarle. Hasta que volvió a sentir a aquel musculoso viscoso y caliente pasearse por su cuello.
— D-Deku.. jodido mocoso.. deja de ha-hacer eso, joder.. — su voz más que un regaño salía apenas como aviso, haciendo cero efectos en el niño que, parecía devorarse al ceniza como helado.
— Sabe muy bien, Kacchan... — su voz salía maravillada y un poco adormilada, debido al dulzor de ésta. De pronto, se oyeron en la sala y cocina, el ronroneo del alfa de Izuku debido a la felicidad que sentía en ese momento; y por si fuera poco, el omega de Katsuki estaba llorando de felicidad por tener atención de aquel niño -a los ojos del rubio- que era su alfa.
Katsuki estaba bien quieto reprimiendo el deseo y ganas de besar a ese mocoso que tenía en frente. Su mente solo dictaba tomarlo y besarlo, y acariciarlo y que le atendiera aunque bajo su semi inconsciencia, sabía que él aún no podía satisfacerlo de ese modo; y se sintió triste por ello.
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