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Tae y los demás se marcharon a sus hogares antes de que la luz del sol se fuera.

Aunque no estuvieron mucho tiempo juntos como el fin de semana, Jin estaba feliz; le encantaba jugar con Tae y de a poco se estaba acostumbrando a los otros dos, pero aún les tenía miedo, en especial al más pequeño.

Jin regresó donde había dejado su pudín pues al ser tan grande no había podido terminar todo. En ese momento de entre los arbustos, salió corriendo el pequeño Kitsune en dirección a SeokJin, asustándolo con ese movimiento brusco.

-¡Hobi!- se quejó el pequeño- ¡me asustaste! – se cruzó de manos saliendo de su escondite detrás del potecito de pudín.

-Eres un miedoso – respondió el Kitsune sin darle mucha importancia – ¿qué es eso? – preguntó luego, olisqueando alrededor del pequeño frasco.

-¡Es pudín! – respondió orgulloso – Es el regalito que Tannie me dio hoy – infló su pecho y sus mejillas completamente orgulloso.

-Hmm- se limitó a responder el otro, aunque se moría de ganas por pedir una probadita pues olía muy dulce y a Hobi le encantaban las cosas dulces, pero debía mantener su dignidad y no probar cosas de humanos.

-¿Quieres un poco?- preguntó el unicornio pues veía que la boca del Kitsune literalmente estaba babeando.

-¿Qué?, No – respondió secamente – yo no consumo basura humana y mucho menos me dejo comprar por cosas dulces – hizo su cabeza a un costado, orgulloso.

-Sabes que mentir es malo y el dios Namjoon te puede botar de acá – le retó, pues sabía muy bien que las cosas dulces eran las favoritas de Hobi.

El Kitsune frunció el ceño, pues el unicornio tenía razón, y se odió a sí mismo por ser débil con las cosas dulces. No le quedó otra opción que aceptar.

-Sí, sí, acepto que quiero probar un poco – dijo bajando la guardia.

-¡Muy bien! Te encantará, ya lo verás – rápidamente corrió a la patita del Kitsune para hacer un gesto de que tomara la botellita.
Hobi lo hizo y al momento de probarlo sintió que había un festín en su lengua y todos estaban invitados. Nunca había probado algo tan delicioso, suave pero dulce a la vez.

-¿Verdad que es delicioso? – preguntó juguetonamente balanceándose sobre sus pequeños pies. Hobi solamente asentía porque aún estaba en shock.

-Puedes terminarlo si deseas – volvió a hablar el más pequeño.

-Pero es tu regalo – se sorprendió el Kitsune.

-Ya comí un montón, eso es mucho para mí – soltó una risita dulce haciendo que el Kitsune sonriera también.

-Bueno, si tú lo dices – y en un abrir y cerrar de ojos, el Kitsune había terminado con todo el resto del pudín.

Ambos se dirigieron a sus hogares felices saltando y correteando. Hobi empezaba a creer que esos humanos no eran tan malos, al menos traían cosas ricas.

-¿Mañana volverán? – preguntó Hobi al llegar al hogar del pequeño unicornio.

-Supongo que sí, me dijo que vendría todos los días – respondió al trepar a su hogar – ¿quieres acompañarnos?

-¿Qué? Obvio no, sólo quería saber si traerán más cosas dulces – se giró y antes de desaparecer de ahí agregó una despedida – Buenas noches, Seokjin.

-Buenas noches, Hobi – respondió el unicornio entrando a su pequeño capullo, pensando que Hobi era difícil de entender, pero por lo menos parecía que ya no odiaba tanto a sus amiguitos humanos.

Esa noche, Jin durmió pensando en qué podría regalarle a Tae para expresar también su gratitud.

Al día siguiente SeokJin se había levantado muy temprano, quería acabar con sus labores lo antes posible para poder buscar un lindo regalo.

Como todas las mañanas, pasó por todas las flores acariciándolas para que despertaran y pudieran recibir los rayos del sol. Hizo lo mismo con las plántulas bebés que necesitaban de su magia para crecer fuertes. Pese a que él aún era un niño, estaba a cargo de todas las plantitas pequeñas.

Al terminar su labor, se dirigió a la gran laguna que había en lo profundo del bosque, para darse su baño diario y recargar la magia que gastaba en sus labores.

Luego de su baño se alistó y se puso a dar vueltas y vueltas alrededor sin encontrar una respuesta a qué regalo podía ofrecerle al niño bonito.

-¿Qué tiene tan preocupado a mi pequeño?- Namjoon apareció de repente haciendo saltar de susto al unicornio.

-¡Me asustó! – dijo bajando la mirada, pero aún enojado, porque aunque fuese un dios, a él no le gustaba que lo asustaran así.

Namjoon soltó una sonora carcajada y Jin infló más sus cachetitos por el enojo.

-Vamos, responde pequeño, ¿por qué estás tan pensativo que no te diste cuenta de mi presencia? – insistió el dios acomodándose cerca del lago.

-Yo… quiero darle un regalito a mi amiguito, pero no sé qué darle. Él me dio dos cosas muy ricas, pero yo no sé...

-¿Te ayudo a pensar? – Namjoon lo interrumpió con su sugerencia.

-¡Sí! – respondió el unicornio con una mirada de alegría mientras los brillitos de sus cachetes se hacían más intensos.

-Muy bien, entonces sígueme – ordenó Namjoon mientras en el camino le pedía que le contara qué cosas le había regalado y las razones por las que se las dio. Pese a que él ya lo sabía, esa era su manera de controlar a todos sus seres que habitaban ahí, para saber si mentían o no.

Al llegar, Jin se dio cuenta de que estaban en su hogar, en el bosque de Camelias.

Namjoon tomó una flor que estaba caída en el piso. Era una Camelia blanca muy parecida a la que era la casa del pequeño unicornio.

-Puedes regalarle esta flor – le dijo mostrándosela.

-¿Como mi casita?- preguntó – pero se supone que no podemos darles cosas mágicas a los humanos.

-Sí, no debemos darles, pero ese niño dijiste que era especial ¿No es así? – lo miró a los ojos haciendo girar la flor en sus manos.

-Sí, lo es – dijo tímidamente – pero usted dijo que no puedo mostrar magia a los humanos y para llevar esa flor necesitaré de ella.

-Sí, lo sé. Por esta vez te daré permiso para que lo hagas, este es un regalo perfecto para él porque se parece a tu hogar, tú lo dijiste. ¿Acaso no quieres darle lo mejor para que esté feliz? – Namjoon usaba su persuasión, pues entregar esa flor pese a que él mismo lo tenía prohibido, era parte de su plan para con el pequeño humano entrometido.

-¡Sí! Quiero que sea feliz – respondió saltando de alegría – Gracias, su divinidad – hizo su reverencia.

- Tu llámame Namjoonnie, ¿está bien? – pidió con una sonrisa acercando la flor al pequeño.

- Pero así les digo a mis amiguitos – dijo tímidamente moviendo su piecito con las manitos tras su espalda.

-¿No quieres que sea tu amigo? – preguntó fingidamente ofendido.

-No es eso, sólo que no sabía que usted nuestro dios quería ser mi amiguito. Yo no soy una divinidad como usted.

-No necesitas ser del mismo origen para ser mi amigo. ¿Acaso tu humano y tú son ambos iguales? Pese a eso son amigos – explicó el dios mientras el unicornio intentaba comprender.

-Así que claramente podemos ser amigos, ¿de acuerdo Seokjinnie? – añadió poniéndose de pie.

-¡Sí! Entonces somos amigos, Namjoonnie. Gracias por ayudarme. Debo irme, seguro ya llegarán – dijo elevando la flor y corriendo mientras seguía despidiéndose del Dios de la Montaña con la manito levantada.

“Sí, pequeño. Somos amigos y te protegeré siempre. Así que espero me perdones por lo que haré. Es por tu bien”, pensó la divinidad mientras volvía a su santuario.

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Holis! Volví con el último capítulo del día 🥰

Mañana continuamos 😏😘

Ustedes quisieran conocer a un unicornio como Jin? A un espíritu de bosque?

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