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→ Treinta y siete

Durante el resto de la tarde, Mika, Yuu, Rene y Lacus se la pasaron en el jardín charlando y riéndose de las historias, chistes y anécdotas que el ojeroso contaba; ciertamente fue un momento ameno y muy divertido.

Si hasta Chess se sorprendió de verlos cuando bajó a almorzar, no pensó que su hermano aceptaría tan fácilmente al ojiesmeralda, dado que antes había mostrado tanto rechazo hacia él; ¿qué había cambiado? Simplemente no lo entendía.

Quiso acercarse a cuestionarle y quizá burlarse un poco, pero en cuanto Horn la vio parada en la salida al jardín, la jaló inmediatamente.

—Si estás pensando hacer algo malo, más vale que lo olvides ahora —le amenazó seriamente—. Sino, tú y yo tendremos serios problemas.

—N-No estaba pensando en nada, nee-san —renegó soltándose del agarre de la mayor.

La rubia le dio una última mirada y se alejó a la cocina, dejando algo tensa a la pelipúrpura, que ahora había perdido todas las ganas de ir a molestar a los chicos que se reían animadamente, por lo que solo la siguió para buscar algo de comer y no ver aquella escena que había causado sus nervios.

Gracias a ese encuentro, Lacus, Rene, Mika y Yuu empezaron a llevarse mejor, y las cosas empezaron a ir de una manera algo distinta; ya no había discusiones entre ellos gracias a eso.

La única que parecía reacia a aceptar al pequeño híbrido era Chess, mas Horn se encargaba siempre de mantenerla a raya, además de que el mismo Lacus había empezado a defenderle de forma disimulada; incluso Krul, tomando su curso para el control de la ira y Urd, frívolo como siempre, también se acostumbraron a la mascota de su hijo.

Fueron días sumamente maravillosos en la familia Geagles, en donde los problemas eran prácticamente inexistentes, lo que significaba felicidad para los dos chiquillos de la casa, aunque siendo honestos, más para el rubio menor; si hasta las criadas podían notar la mejoría en las relaciones interpersonales entre los miembros de la familia.

Las cosas habían cambiado, aunque lentamente, para bien.

Lo mismo con la escuela, desde el incidente con aquel chico que ambos niños preferían no recordar, no tuvieron problemas, alguna discusión ocasional con un docente por cómo le hablaban o trataban a Yuu, pero nada tan grave que no se solucionara con una disculpa, de parte de los maestros, obviamente.

Esos dulces momentos parecían escurrirse tan rápidamente como el agua que se recoge entre las manos y se cuela entre los dedos sin detenerse para saber qué sucederá con ella; el tiempo nunca se detenía, y a pesar de no darnos cuenta, este avanzaba lenta pero seguramente.

Y hay que agregar que el lazo de Mika y Yuu no hacía más que profundizarse, conectándolos de forma profunda, haciendo que sus emociones y sus infantiles sentimientos fueran cambiando cuidadosamente, despacio, de forma apenas notable; y no parecía que nadie se diera cuenta de ello.

Bueno, a excepción de Marie, porque claro, ella ya lo había vivido con Lacus y Rene; y se sentía sumamente triste cuando pensaba sobre sus chiquillos y lo que vivirían al crecer.

Al llegar a la edad de trece años, la pubertad hizo aparición entre los chiquillos, así como la curiosidad por lo que antes parecía tan común como una gripe: las erecciones matutinas y todo lo que esto desencadenaba, como el sexo; había sido demasiado vergonzoso cuando le preguntaron a la nana y esta no supo qué hoyo cavar para meterse ahí y jamás salir.

Incluso los maestros en la escuela parecían sumamente incómodos con el tema, y ni pensar hablar con Lacus o con Rene del tema, pues estos eran mayores y posiblemente se reirían y muchísimo menos querían preguntarle a las otras mujeres luego de lo que sucedió con Marie, así que fueron con el patriarca Geagles; y básicamente, tuvieron la charla más malditamente incómoda y asquerosa que pudieron recibir en sus cortas vidas.

Se prometieron jamás hacer semejante estupidez de nuevo y se dieron la tarea de investigar por sí mismos mediante internet.

Oh, hay que aclarar que Yuu había aprendido a leer y a escribir a la perfección gracias a su amable dueño, incluso se ayudaban mutuamente con las tareas de la escuela y estaban pasando ya por su primer año de secundaria en el mismo recinto educativo, con los mismos chicos que habían conocido de pequeños; aparentemente el destino estaba empeñado en hacer que quedasen en la misma clase.

Eso, o que sus padres siempre le pedían —ordenaban— al director que los pusiera juntos, ya que se llevaban tan bien y eran "tan lindos juntos", como muchas veces oyó decir en las reuniones escolares para recibir las notas, y este, sin más opciones, acababa por dejarlos en la misma clase a los siete; igual, no importaba demasiado, ya que, en clases distintas o no, seguirían aprendiendo, y lo que era más relevante era que los progenitores pagasen lo que debían y cuando debían.

Entonces, después de recibir una extraña e incómoda charla con Urd, el joven rubio y el aún pequeño —en tamaño— azabache estaban sentados frente a la computadora portátil en la cama —cabe resaltar que aún dormían juntos—, intentando pensar cómo debían buscar sus dudas en internet.

—C-Creo que podemos basarnos en lo que dijo Urd-san —opinó el moreno avergonzado de recordar las raras metáforas que había usado el rubio mayor para luego soltarles asquerosidades sin la más mínima delicadeza al ver que no comprendían con su sutileza.

Creo que deberíamos empezar con la primera pregunta que tuvimos —sugirió el más alto, refiriéndose al tema de las tiendas de acampar en sus pantalones al despertarse; el ojiesmeralda asintió—. Entonces, aquí vamos... —suspiró empezando a teclear.

Honestamente, he ballatado mucho para dar los saltos temporales, y aún sigue costándome, por eso la tardanza n.n

Pero ya vimos a los nenes en su etapa de pubertad! :'''3

Espero les haya gustado el cap y haya valido, aunque se un poco, la pena la larga espera :'3

Bye!

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