19. No te arrepientas
Estoy dispuesto a darte algo que jamás he dado a nadie: mi pasado, la verdad sobre mí. Quiero compartir mi vida contigo, y eso significa hoy, el futuro, y todo mi pasado, si lo quieres. Si me quieres.
(Ciudad de fuego celestial)
* * *
Magnus y Alec se vieron a escondidas las siguientes semanas.
Magnus también recibió llamadas, mensajes de texto, y videollamadas de Isabelle.
Alec rechazó la oferta de conocer a Camille:
"Podemos ir a Pequeños Ángeles, mamá Alice te dejaría pasar... Y puedo robar un chocolate para ti", Magnus había dicho y había hecho un guiño hacia su príncipe.
Alec había apartado la mirada y se había ruborizado mientras su mente volaba al pasado, a los besos que Magnus le daba después de un chocolate...
Pero él no quería conocer a Camille -aunque Magnus ya le había mostrado una foto-, ella había sido amiga de Magnus todos estos años, ¿y si él no le caía bien e intentaba alejarlos?
"Mejor no y no deberías robar chocolates. Son de los pequeños ángeles".
Magnus había sonreído y acariciado la cicatriz en su ceja con ternura, su pulgar delineando la ceja y deteniéndose en la cicatriz. Magnus, como si fuera lo más normal del mundo, como lo hacían de niños, se había acercado más y había besado ese punto en que su ceja se dividía. "Tú también robaste para mí, o lo intentaste. Me gusta tu citiz".
Las mariposas del estómago de Alec por tener tan cerca a Magnus y sentir sus labios se habían mezclado con las de su recuerdo, cómo su corazón latió feliz cuando Magnus le dijo que no era feo y le gustaba su "citiz", que era su héroe por haber intentado robar un chocolate para él.
Una lenta sonrisa se deslizó por sus labios y entonces Magnus, como si estuviera recordando lo mismo, dijo: "Mi héroe".
Alec sintió esas dichosas mariposas volverse locas. ¿Qué le estaba pasando? De niño, aunque amaba a Magnus, nunca se había sentido así. Pero ahora, con cada día que pasaba, cada momento juntos recuperando el tiempo perdido, se sentía más y más loco con las sensaciones que lo llenaban.
Magnus lo había abrazado fuerte, como siempre hacía, a veces sin razón aparente. Sólo porque podía. Porque ahora no había un océano separándolos y lo podía abrazar siempre que quisiera.
Alec le regresó el abrazo y dijo lo primero que se le ocurrió: "Ya no puedo robar chocolates, Magnus. Ya no somos niños".
Magnus había hecho un puchero -aunque luego él lo negó, "No hago pucheros, Alec, ya soy grande"- y Alec lo había tomado de la mano y llevado a una chocolatería en el centro comercial.
La gente los miraba pero ellos no hacían caso. ¿Qué tenía de malo que fueran de la mano?
Alec quería comprarle los chocolates más caros, los más finos, las cajas más grandes; él podía, tenía dinero. Estaba por preguntar cuando escuchó su sonido favorito: la risa de Magnus. Y lo encontró frente a chocolates baratos con la imagen de una vaquita en la envoltura. -¡Mira, es como Mu y como tu pijamita! Todavía tengo a Mu, ¿tienes a Presi?
Alec asintió mientras tomaba un chocolate. Todavía le gustaban las vacas y tenía guardada su pijama, el traje de su boda, y también tenía al gatito de Magnus.
-¡Quiero estos! -Magnus dijo emocionado.
Alec hizo una mueca. -Pero estos son baratos, Magnus. Quiero comprarte algo mejor, ahora puedo. Quiero que veas que...te quiero.
A Alec le había costado un poco decirlo con palabras ahora que había crecido y entendía todo lo que de niño no, pero Magnus lo aceptó y lo dijo de regreso con naturalidad, tomando su mano: -Yo también te quiero, Alec. Pero no necesito regalos costosos para que me lo demuestres. Valen más tus palabras y tus actos. Sé que me quieres cuando recuerdo aquella noche en que el niño con los enormes ojos azules apareció en mi cama, limpió mis lágrimas, y me dijo "No llores, Magus". El que me cuidaba cada tormenta, que me prometía un futuro juntos. El que me daba chocolates y flores blancas que cuando crecieran podrían ser del color que yo quisiera. El que se casó conmigo y me prometió volver a salvarme porque era mi príncipe. El que no me olvidó en todos estos años y está hoy aquí, con sus millones disponibles para mí, pero me va a comprar un chocolate barato porque es el que yo quiero.
Y entonces Alec recordó porque fue mucho más feliz en Pequeños Ángeles que con su familia adoptiva, porque aunque ahí no tenía millones, tuvo amor, el que su padre nunca le daba. Aunque sí su mamá Maryse e Izzy, y Jace a su manera.
-Quiero cien de estos -le dijo a la chica que atendía.
La carcajada de Magnus resonó en el lugar, alegrando sus corazones. -¡Alec!
-¿Qué? Cien son pocos para cuánto te quiero y no pude decirlo todos estos años.
-Sólo denos un paquete pequeño -dijo Magnus a la chica y después se acercó a Alec.
Puso la mano sobre su pecho, sintiendo su latido, y después llevó la de Alec al suyo. Como hace más de siete años. -Y yo lo sé, siempre lo supe. ¿No recuerdas? Mi corazón, mi pequeño corazón, iba contigo, y el tuyo se quedó conmigo, y cada latido me decía que me quieres porque me lo diste.
-¿No te parece tonto, ahora que ya no somos niños, todo lo que vivimos? ¿Que te prometiera que ya no llovería cuando estuviéramos juntos, que tus flores blancas serían de colores, que nos "casamos" vestidos de vaca y gato, que yo fuera tu príncipe, que intercambiáramos corazones?
Magnus recibió los chocolates en silencio. Habló después de un rato, después de haber comido algunos y guardado las envolturas. -¿Te arrepientes?
Alec negó. -¡Claro que no! Fue lo mejor de mi vida y no voy a olvidarlo nunca.
-Entonces, ¿por qué sería tonto?
-¡Porque ya no somos niños! Ahora sabemos que la vida no es así, que...
-Sshh -Magnus cubrió su boca con su mano-. Ese fue nuestro cuento de príncipes, ¿recuerdas? Ese fue nuestro inicio, nuestra historia fantástica. Y sí, crecimos, ahora sabemos cómo funciona realmente la vida, y nada de eso es tonto para mí, la única diferencia es que ahora podemos tener una historia real...
-¿Quieres una historia conmigo todavía?
-Eres un tonto, ¿por qué no la querría? La quise de niños, con mi príncipe Aleg, la quiero ahora contigo, Alec, y la querré con mi Alexander cuando seamos grandes, más que ahora.
A Alec no le importó tener casi dieciséis años, estar rodeado de personas en un centro comercial en una cita secreta, y saber lo que significaba cuando lo pedía ahora. Sus mejillas estaban rojas, cuando tocó la comisura de sus labios: -¿Me darías un...?
Magnus se acercó, juntando sus labios con los de él, acariciándolos juntos, entreabriéndolos sólo un poco, para después separarse y terminar por él como cuando niños: -¿Beso?
CONTINUARÁ....
El próximo es el final de la segunda parte, quería algo dulce antes de llegar a eso 🙊
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