Cuervos
Música de fondo:
https://youtu.be/NzKY2lqthqk
4 años antes...
Era un mediodía dentro del otoño, casi entrando al invierno. Las personas estaban haciendo sus actividades cotidianas: los adultos trabajaban, los niños jugaban, los vagabundos divagaban, los maestros enseñaban, los ancianos jugaban dominó y también relataban sus experiencias a los más jóvenes, los adolescentes jugaban en el arcade o estaban escondidos con sus parejas mientras disfrutaban la compañía mutua, los bebés abrían los ojos descubriendo otra novedad del mundo en el que vivían y justo encima de ellos había muchos carteles y publicidad. El mundo estaba consumido por su avaricia y sus metas sin propósito más allá de la autosatisfacción y el cumplimiento de un ciclo sin fin; sin embargo, dentro de aquel mundo había un hombrecillo bastante interesado en ponerle un alto..., quiso detener lo que parecía infinito y darle su propia forma, porque él comprendía, pero los otros desconocían todo. Este hombre aparecía en uno de muchos carteles y volantes llenos de propaganda y publicidad, lo que él ofrecía era un producto sencillo, barato y eficaz. No fue de extrañarse que lo que ofrecía al público se vendiera como pan caliente, pero, seguro se preguntan, ¿qué era lo que vendía este hombre? Un herbicida, sí, un simple herbicida.
«¿Problemas con las malas hierbas en tu cultivo? ¿Cansado de tener que estar deshierbando cada tres meses toda la maleza que crece en tu jardín? ¡Pues ya no espere más! ¡Basta de tanto trabajo! Con "Herb X" olvídese de volver a tener que sufrir irritaciones en la piel al tener que arrancar toda esa maleza estorbosa»
Así era su comercial, aunque una advertencia final era lo que a veces asustaba a los compradores: «Evitar cualquier tipo de contacto con la piel o el cuerpo, ya sea humano o animal».
Sólo los más experimentados se atrevían a usar el herbicida milagroso de este doctor, el cual salió de la nada anunciando un producto nuevo y realmente efectivo. Las criticas positivas no tardaron en salir, diciendo que las malas hierbas no salieron más desde la primera aplicación, eliminando hasta las raíces de estas; era como si les quitara la vida. El producto se hizo de alta fama y los comerciales eran cada vez menos, pues ya carecían de utilidad al propagarse rápidamente dentro del internet. Eso sí, los carteles y los volantes seguían rondando por doquier, pues no todo el mundo contaba con una televisión o una computadora, y, además, el producto era fácil de adquirir gracias a su precio. Todo el mundo que tuviera jardín tenía en su alacena una "Herb X" y justo por ello podríamos decir que en una de esas alacenas se encontraba la de la casa Loud.
«Lana, apúrate a quitar la hierba que creció detrás de la casa de Charles. Ya ves cómo le molesta al pobre toda la hierba que se introduce por accidente en su casa.», decía su padre desde la cocina, haciendo de comer.
«Menos mal que compré ese producto de la tele, será la última vez que haga eso», sonrió agarrando el producto y retirándose al patio trasero.
En el cuarto de arriba, específicamente en el de las más pequeñas de la familia, Lisa estaba dentro de una conferencia, hablando precisamente del mismo producto que había tenido gran éxito dentro del mercado.
«Sigo sin comprender como es que pudo crear un herbicida de este tipo, doctor Dagger», se ajustó los anteojos, viendo con cierta seriedad y perspicacia al hombre de diminuta estatura, cuyas mejillas presentaban dos curiosos espirales cuadrados de color rojo.
La científica de corta edad llevaba analizando aquel producto desde el día anterior, haciéndole diversos estudios. Ella ya sabía cada molécula de cada elemento que contenía el producto, pero se le hacía imposible que ciertos de ellos estuviesen juntos, pues químicamente era imposible y eso era lo que le hacía sentirse extraña. No era una combinación estable que pudiese existir, sin embargo, ahí estaba frente a su ojos: era como si el hombre hubiera evolucionado más allá cualquier tipo de ciencia, siendo incluso capaz de modificar la cantidad de electrones que rodeaba cada átomo de cada elemento y así poder realizar una unión que hacía posible al "Herb X". Igualmente hizo diversas pruebas y comprobó que era un gas peculiar, era ácido hecho gas, capaz de derretir las células que daban pie a la vida y su prosperidad, eliminándolas velozmente de afuera hacia adentro; la extinción de la vida definitiva. Entonces, ella quería averiguar el cómo lo hizo para ver si ella era capaz de poder crear cosas similares en beneficio de la humanidad.
La conferencia continuó con una broma.
«Es como tratar de explicar la marca de nacimiento de sus mejillas», rio una joven de 20 años. Dentro de la conferencia online, sólo se hallaban tres personas.
«Es muy graciosa, señorita Beckham», acompañó burlonamente el hombre, «pero, cierto, es incomprensible para muchos la forma en que el acomodo de estas partículas puede extinguir la vida para siempre», sonrió malicioso.
«¿Para siempre?», alzó la ceja con extrañeza. Decidió fingir, pues ella ya estaba al pendiente de ello, pero lo que la hizo sentir así fue la valentía y, al mismo tiempo, el descaro de él para admitirlo.
«Pero... ¿es dañino para los humanos?», preguntó la joven consternada, a diferencia de Lisa, ella no se había planteado en profundizar mucho en el tema de Herb X, sobretodo porque ella prefería enfocarse en otro tipo de temas científicos, aún así, no quiso rehusarse a una invitación para hablar con un genio innato de la ciencia.
«Por supuesto, si es que no se usa correctamente. Su mal uso podría generar pérdidas permanentes.», explicó retomando su postura de seriedad.
«¿Y por qué lo vende entonces? ¿Espera ser demandado?», replicó la pequeña genio. Sin embargo, lo único que recibió fue una risa de burla por parte del hombre.
«Creo que la etiqueta es muy clara, el producto es responsabilidad de quien lo usa, además de que viene enmarcado específicamente que puede ser letalmente dañino al contacto humano»
Lisa no quedó muy contenta con la respuesta.
«Pero, doctor Dagger, ¿cómo puede tratar este asunto tan a la ligera? Es para preocuparse»
«En realidad no, llevo vendiendo esto desde meses y las pocas quejas que he recibido son las de la pérdida de la sensibilidad de la piel, porque, vaya, al usar inadecuadamente mi producto exterminó los nervios que residían sobre la parte afectada.», ambas chicas quedaron sorprendidas.
«Es realmente peligroso, ¿cómo pudo considerarlo para venderlo siquiera?», reclamó la joven que era castaña, una similitud que, sin darse cuenta, compartían las dos invitadas.
«Ese es el asunto, señoritas...», juntó ambas manos y las observó con detenimiento, «el dinero no es de mi interés, yo tengo algo más grande en mente y lo único que puedo decirles es que la venta de este producto no es más que una advertencia», y sin decir nada más, el doctor se retiró apagando su cámara, no sin antes mostrar una gran y amplia sonrisa, la cual escondía una maldad sumamente perversa y siniestra.
«¿Lisa?», perpleja, la castaña no podía dejar de pensar en todas las posibilidades que aquel doctor pudiera tener en mente. Es más, el hecho de que la invitara a ella y a la otra joven se le hacía ya de por sí extraño. Un pretexto tan pobre como el de "sólo las mentes mas prodigiosas merecen saber los secretos de mi invención" fue suficiente para convencerla y, sin percatarse, ciertamente había dado en el blanco conforme a los secretos más sombríos que conllevaba ese herbicida.
«Hay que detenerlo..., ¿cómo te llamas?», preguntó de repente, no conocía a la chica de ningún lado. Ella tampoco sabía nada de la niña de 4 años, incluso creyó que era un chiste, pero al ver su comprensión ante los datos y las fórmulas que se implicaban dentro de la creación de "Herb X" quedó totalmente persuadida.
«Soy Marjorie, Marjorie Beckham», la pantalla mostró su rostro, el cual era fino y denotaba suavidad en su piel. Su nariz era pequeña, pero no puntiaguda. Tenía ojos grandes y sus pestañas se alzaban resaltando su rostro, y sus labios rojizos eran delgados. Su cabellera era larga y de color café, no se apreciaba hasta donde llegaba, pero sobrepasaba el límite que la cámara podía mostrar.
«¿Marjorie? Jamás oí hablar de ti», comentó mientras trataba de buscar en su fuente de datos cerebral alguna pista de quien era esta mujer; pero no daba ningún resultado.
«Bueno, quizá podríamos estar en países diferentes y por ello no te suena mi nombre, porque, sinceramente, tampoco sé quién eres», dio una opinión que podría ser certera, así que se pondría a investigarlo ahora mismo.
«Bueno, en ese caso, ¿de dónde eres?»
«De Estados Unidos», el cuarto de la pequeña quedó en silencio. Nuevamente trató de buscar, no sólo en sus pensamientos, sino también en Internet.
Marjorie Beckham, Marjorie Beckham... ¿quién era esta mujer? ¿Por qué el buscador no daba ningún resultado de alguna mujer científica? Incluso decidió buscarla en las redes sociales, pero ninguna de aquellas que compartían su nombre y apellido tenía similitud con la mujer que tenía en espera en la videollamada. Sin que ella lo supiera, Marjorie también estaba haciendo lo mismo, pero, de igual manera, no encontraba nada.
«Y, bien», interrumpió repentinamente. «¿Tú de donde eres?», realizó la misma pregunta, sólo para tener una excusa propia para entender el por qué no la encontró en línea.
«También soy de Estados Unidos...», se sumió en el asiento, ofuscada. Trataba de hallar algún sentido a lo que pasaba. «¿Has ganado algún premio Nobel o algo por el estilo?».
«No he ganado premios Nobel, pero si he obtenido reconocimientos en el país por el descubrimiento de nuevos materiales biológicos para la fabricación de células madre y así combatir algunas enfermedades», pues vaya que entonces sí era alguien importante, al igual que ella, pero ahí seguía la duda y la incertidumbre, ¿por qué no aparecía en su ordenador? Tendría que estar allí plasmada, reluciendo en total plenitud sus logros y reconocimientos; sin embargo, nada. No había nada.
«¿De qué Estado eres?», se le ocurrió preguntar.
«Michigan, ¿y tú?», la situación se volvía cada vez más tensa y un dolor de cabeza comenzó a surgirle de repente. El sudor en su frente no tardó en presentarse y las circunstancias simplemente iban tornándose más siniestras e incomprensibles. Antes de contestar que ella igual vivía en Michigan, optó por hacerle una propuesta que acabaría con todas sus dudas.
«Marjorie..., ¿me mandarías tu ubicación? Quizá... pueda ir a visitarte...», estaba insegura, tenía un muy mal presentimiento. Tenía la sensación de que estaba a punto de descubrir algo que no debía, pero que, a su percepción, James Dagger sí quería que ella lo supiera.
«¡Así que también eres de Michigan! Que bonita coincidencia. Sí, te envío mi ubicación y a ver si nos podemos tomar un café juntas y detener a este hombre. De verdad que está loco», repuso con cierta firmeza y un tono de repulsión al final. En pocos momentos, Marjorie envió su ubicación en el chat de la aplicación, colocando sus coordenadas de forma específica y precisa, y lo que Lisa pudo observar la dejó totalmente escéptica.
No era posible, simplemente no. ¿Cómo? ¿Cómo podía ser? Seguro estaba viendo mal, seguro que estaba presente alguna falla, que las coordenadas geográficas eran erróneas. ¡Esto no tenía ningún sentido! Pero las cosas eran así y la conclusión final era esta: Marjorie Beckham vivía en su casa, o mejor dicho, la ubicación de la mujer se encontraba justamente donde ella misma se encontraba. Trató de ocultar su incredulidad, fingiendo algo de naturalidad, pero en verdad estaba siendo incinerada por la duda y la fuerte agonía de que eso era un chiste de mal gusto elaborado audazmente por su hermana mayor, Luan. Antes de que dijera algo, la chica soltó un par de datos que quizá ayudarían a resolver este dilema.
«Seguro me encuentras rápido, vivo en un pueblo muy peculiar llamado "Nightfall Valley". Frente a mi casa hay un gran árbol, cuyo tronco es recto y es frondoso junto a otras dos ramas curvadas hacia arriba. Seguro si checas las coordenadas en un mapa virtual, verás que es cierto».
Y aquello fue la gota que colmó el vaso. Se levantó de su silla para asomarse a la ventana. Le pidió a la mujer que repitiera la descripción del árbol y así lo hizo; se percató de que el árbol que residía frente a su casa era exactamente igual a el de la otra científica. Sucesivamente, la chica inició a hablar de su pueblo, algo que le hizo sentir un escalofrío.
«¿Sabes por qué llamaron así a mi pueblo?», dejó una pausa, suspirando. «Dicen que el fundador no tenía mucha imaginación, pero yo estoy segura de que fueron los cuervos quienes le dieron la iniciativa de ponerle de nombre "Valle del Anochecer". Cuando se cae el ocaso, dejando un cielo bastante ennegrecido, los cuervos descienden sobre el pueblo y hacen de él algo más sombrío y terrorífico. No sabemos por qué vienen, aunque existe una leyenda sobre ello.» y, cuando había mencionado esto último, unos cuervos se habían posado sobre una de las ramas curvadas del árbol. Repentinamente, iniciaron a graznar como si estuvieran recitando un cántico que sólo la naturaleza lograba entender por sí misma.
«¿Y de qué va esa leyenda?», cuestionó sin saber específicamente el por qué, pues es bien sabido que a Lisa Loud poco le importaban los mitos y las leyendas al ser una niña dedicada a la ciencia, aquello basado en la comprobación.
«Pues, verás, se cuenta que un ente...», la mujer enmudeció momentáneamente, quedando un sepulcral silencio en la recámara de la genio. Ella seguía esperando a que prosiguiera con el relato, mas al notar que la ausencia de su voz se había prolongado demasiado, decidió cuestionar lo que ocurría.
«¿Y qué más, Marjorie?», silencio. De pronto, pudo oír como la doctora tartamudeaba sin parar, algo que inquietaba a Lisa. Fue entonces que una mancha borrosa se le presentó en frente de sus narices, justamente en el reflejo de su ventana. Un ser carente de rostro estaba posado ahí, tenía su color de piel, pero un poco más pálido, sin siquiera rozar la escala de colores dentro del blanco, se acercaba más a algo gris. La estática se hizo presente en el ordenador, sin hacer mucho ruido, era leve, solamente para ocultar su presencia de la cámara. Un sentimiento que la pequeña genio jamás creyó sentir dentro de su propia casa se cernía dentro de su corazón y su mismísima alma, la cual seguía sin creer que los humanos poseyeran y de ahí pasaran a otra vida y, hablando de la vida, temía perderla justo en ese momento. Todo su cuerpo se hizo tembloroso, una neblina se empezó a esparcir por toda la habitación y lo único que ella quería era voltear para presenciar la atrocidad que obligaba a todo su organismo a quedar quieto. La mancha se hacía cada vez más clara y el reflejo era más contundente, la forma de su rostro era más comprensible y pudo observar atentamente como eran las cicatrices que cargaba consigo. Tragó gordo y por un segundo se arrepentía de no creer las novelas ficticias de los autores de Frankenstein o las historias aterradoras de Stephen King, todo porque una presencia desconocida la tenía helada en un solo lugar sin dejarle mover ningún sólo músculo. La tensión en el aire era cada vez mayor y la distancia entre ambos se acortaba más y más. Su mano se extendía a ella y no podía hacer nada para detenerlo, era el fin; era el fin de la niña prodigio de tan sólo 4 años y no tenía con qué defenderse. Comenzó a llorar como nunca antes en su vida, tenía un miedo indescriptible recorriendo todo su cuerpo y esa mano no hacía más que producir una gran descarga de adrenalina; lo que la hacía sentir más triste era que todas las reacciones de su cuerpo eran en vano porque no podía realizar ningún movimiento, estaba paralizada por el miedo. Sin embargo, ocurrió un milagro, o mejor dicho para ella, una bonita y salvadora casualidad que tenía una baja gama de probabilidades de suceder. Su hermanita menor estaba durmiendo, así es, Lily estaba tomando su siesta hasta que despertó e inició a llorar. El ser retrocedió y miró por un instante la cuna donde residía la más pequeña.
«¿Lisa? ¿Por qué no arrullas a Lily?», se quejaba Lori que oía a la bebé desde su cuarto. Se escuchó como se levantaba e iba hacia allá.
El ente provocó una mayor estática en la pantalla y trabó la puerta. Lisa seguía inmóvil, dejándole paso libre a la bebé.
«...», había dicho algo, pero nadie le escuchó (comprendió). Extendió sus manos hacia la pequeña y la cargó emanando algo de calor con una aura verdosa saliendo de sus palmas. La bebé fue cediendo a su llanto y abrió los ojos para encontrarse a aquel monstruo... pero ella no lo vio como tal. Contrariamente, reaccionó con una leve sonrisa y aquello fue suficiente para el ser. Acarició la mejilla de la pequeña y lentamente la fue bajando hasta recostarla nuevamente en su cuna. La observó detenidamente unos segundos más. Lori se alejó al oír que ya se había calmado la bebé, ni siquiera se inmutó a probar que la puerta estuviera abierta. Zacarías, por su lado, simplemente se desvaneció y, con ello, se llevó la energía eléctrica de toda la residencia. Un ruido al unísono, lleno de molestia e inconformismo, resonó en toda la casa nombrando a la penúltima hija de los Loud. Nuevamente, le echaron la culpa, sólo que está vez no había sido su causa. En vez de rezongar o emitir alguna réplica, se rindió cayendo de rodillas mientras trataba de respirar. Aquel ente le había dado el susto de su vida... ya ni Lucy sería capaz de darle un temor más grande.
Ya nada le importó en ese instante, pero había olvidado por completo la conversación con Marjorie y, sin saber, había perdido total conexión con ella, pues había sido algo único que no sucedería dos veces y no habría tiempo para volver a hacerlo.
Presente...
Abrió los ojos, esa vez decidió dormirse en la única habitación en la que no había tenido oportunidad de hacerlo.
Recordando la noche anterior, pudo percatarse de que una puerta estaba destrabada, finalmente. Se trataba de aquella que se encontraba al extremo derecho del pasillo. ¿Por qué estaba cerrada? No lo sabía con exactitud, sin embargo, era la única habitación que no había tenido la oportunidad de inspeccionar a profundidad. Desafortunadamente, tuvo la misma experiencia que con las anteriores: estaba vacía y carente de personalidad. Lo único que poseía de inmueble (como en las anteriores), eran la cama y la mesita de noche, esta última con una gran cubierta de polvo. Suspiró derrotada, sabiendo que estaba destinada a no saber nada de lo que antes era su familia... o eso deducía bajo el único indicio de que había morado allí desde que tiene memoria (respecto a su familia). Aunque un rechinido proveniente de la madera, donde estaba su pie precisamente, captó su atención. Fijó su mirada en el tablón y notó que estaba sobresalido. Se agachó y trató de agarrarlo con sus manos, al menos el trabajo duro que Nocturne le indicaba que hiciera sirvió de algo para aquel momento. Jaló con fuerza permitiendo que se zafara, dejando ver un acceso oculto. El polvo salió disparado de forma inevitable, haciendo toser levemente a la pequeña niña. Con su mano apartaba el polvo que se extendía sobre el aire, haciendo un tipo de aleteo. Se limpió rápidamente la cara al sentir las partículas posarse sobre su rostro. Ya pasadas esas acciones, pudo observar, por fin, el objeto que se escondía allí. No era más que un conejo de peluche color blanco, con una nariz triangular; trató de hallarle boca, pero no había nada. Lo que lo hacía peculiar era su playera color violeta y un aroma que le resultaba... familiar. Decidió conservarlo, pero no reemplazaría a Nocturne, ese osito era su preferido en todo el mundo a pesar de las órdenes que le daba de vez en cuando, en aquellos momentos en donde no hallaba qué hacer. Tal vez sólo lo usaría para dormir con él en las noches e intentar hallar una conexión con su familia pasada. De esa forma, pudo esbozar una sonrisa, al menos había hallado algo diferente en esa casa, pero lo que la hizo sentir otra vez desanimada, era el hecho de que se sentía rodeada de soledad y muñecos de peluche. Al final, se quedó acostada con el conejo en brazos, no estaba dispuesta a ponerle nombre porque suponía que ya lo tenía, así que lo dejaría en la incertidumbre y sólo sería su nuevo conejo de peluche. Por cierto, ¿dónde estaba Nocturne? No fue hasta que oyó el sonido de la puerta de abajo cerrándose que se asustó y se ensimismó en la cama. Tembló un poco, pero de alguna manera, el conejito le hizo sentir segura. ¿Alguien habría entrado a su casa? Pero, ¿cómo? ¿No estaba sola? Abrió la puerta y salió. Lo que encontró fue a Nocturne mirándola de frente, algo extraño, puesto que no lo recordaba allí. Se agachó para tomarlo y oprimirle la barriga.
«¡Solos tú y yo, como pareja de amor!», cuando decía eso, era la señal de que no había nadie más que sólo ellos. No es que confiara plenamente en las palabras mecanizadas del oso, pero se había dado cuenta que todo lo que él decía era verdadero. De esta manera, Lily sólo suspiró de alivio; tampoco significaba que no deseaba que alguien llegara por ella o que por fin supiera que no estaba sola en el mundo, pero su corta vida con Nocturne le obligó a ver el lado oscuro de la vida, donde no puedes confiar en nadie, donde el refrán "Más vale malo por conocido que bueno por conocer" era tomado muy en serio. Nada le garantizaba que quien fuera que pudiera llegar a encontrarla tuviera necesariamente buenas intenciones. Aunque, de igual forma, sin que ella lo supiera, estaba protegida dentro de un perímetro que su amigo oso se había encargado de construir junto a su creador. En fin, dejando de lado los peligros que eran totalmente inexistentes gracias a su amigo de peluche, aconteció que se dirigió hacia el último cuarto y se acostó sobre la cama, decidida a dormir.
Así fue como transcurrió la noche anterior, tras abrir los ojos lo recordó con exactitud. A pesar de la soledad de su casa, seguía cuestionando que fue lo que habría ocasionado aquel ruido, ¿de casualidad Nocturne habría errado esa vez y, en verdad, habría alguien afuera? La única forma de descubrirlo era saliendo de la casa, pero estaba cerrada... o... ¿no? Nocturne le prometió algo el día anterior y quizás, viéndolo desde una perspectiva diferente, el sonido de aquella puerta cerrándose era la señal definitiva de que la salida estaba totalmente disponible. Sonriendo con una alegría que pocas veces podía tener, oprimió la barriga de su amigo para ver que decía.
«¡Hora de la aventura! Sal afuera sin ninguna mesura», los ojos de Lily se abrieron por completo, dando a entender una increíble sorpresa. ¡Por fin! ¡Luego de años de estar encerrada en es casa podía salir! Un gran agradecimiento se introdujo en el corazón de la pequeña rubia. Abrazó con un gran cariño al oso y este, con un sentimiento profundo, dijo, «Te amo».
«Yo también te amo, Nocturne», contestó con una lágrima saliendo de su ojo.
Lily Loud soltó un gran suspiro, por fin saldría de casa, pero antes de eso tendría que prepararse. La niña estaba dispuesta a pasar el día entero explorando los alrededores, jugando y tomando fotos de todo lo que encontrase atractivo para la vista. De esta manera, fue a la cocina.
La rubia estaba acostumbrada, desde la tierna edad de los 4 años, a abrir el refrigerador. De hecho, desde entonces, en dicho objeto encuentra la comida preparada para ese día y lo único que debía de hacer era meterla en el horno de microondas para calentarla y, posteriormente, ingerirla.
«¿Qué hay de comida hoy, Nocturne?», cuestionó con una alegría que no podía expresar hace años. Sin recibir respuesta del oso, estaba dispuesta a descubrirlo por ella misma. Lo que encontró fue, lo que ella creía que era, pollo asado y, a lado, seis alitas de pollo (según su percepción) bañados en barbecue. Relamió sus labios al ver tan exquisita comida estando frente a sus ojos, rara era la vez que hallaba pollo, Nocturne le había dicho que había estado escaseando. Agradeciéndole de nuevo a su oso, calentó el pollo y desayunó. Las alitas se las llevaría para el camino, también decidió llevarse algunas bayas que sobraban de días anteriores, si encontraba algún animal, quería verlo de cerca.
«Bien, es hora», Lily cerró los ojos y suspiró. No lo admitía, pero un sentimiento de felicidad y nerviosismo la invadían constantemente. Solamente saliendo de aquella casa podría calmar su inquietud. Claramente, su oso Nocturne no podía faltarle a la hora de salir a la aventura. Tenía mucho que descubrir y, para las preguntas, necesitaba a alguien sabio... alguien como Nocturne. También tomó una mochila, ya algo vieja y desgastada que encontró un día al despertar en una de las habitaciones, para llevar sus cosas y también por si hallaba algo que quisiese conservar.
Por las prisas y la emoción, ni siquiera había puesto su atención en la puerta principal de la casa. Sin embargo, ya era el momento de la verdad. Salió de la habitación del comedor, justo donde iniciaba el pie de las escaleras. Estaba nerviosa, no quería voltear por miedo a decepcionarse, pero incluso su oso ya le había dado luz verde. Confiando ciegamente en su único amigo, miró por el rabillo del ojo a la puerta.
...
...
La puerta ya no estaba bloqueada por tablones de madera, el único obstáculo presente para salir era la puerta misma. Su corazón se aceleró, una sonrisa inmediata salió de sus labios, estaba a punto de brincar de tanta alegría incontenible, ¡de hecho lo hizo! Se detuvo en la puerta, se calmó así misma mientras tomaba ligeras bocanadas de aire. Un solo movimiento y estaría afuera... en el mundo exterior. Su mente exclamaba a todo vapor "¡¿Qué esperas?! ¡Ya hazlo! ¡Hazlo, hazlo, hazlo!". Y, sin contenerse más, extendió su mano a la perilla de la puerta, la giró y esta de inmediato se abrió.
Lily quedó maravillada, no sabía en lo absoluto como se suponía que era en verdad el mundo exterior, pero el hecho de ver los árboles (a pesar de estar secos y carentes de hojas) y las demás casas, en condiciones deplorables, le hacía sentir satisfecha y realmente sorprendida.
«Así que este es el mundo», comentó consigo misma mientras admiraba su paisaje. No podía pedir mucho, pero al menos era algo. Observó el panorama: nubes grises, llenas de monotonía, adornaban todo el poblado, los árboles enfermos reposaban cerca de las casas y éstas últimas expresaban una profunda tristeza debido a su mala condición. Algo de todo eso hizo sentir muy mal a la niña, sentía que todo era... soledad y frialdad. No entendía muy bien por qué, pero así era.
Finalmente, despejó sus pensamientos. Tenía que comenzar a explorar y donde iniciaría sería en su propio hogar. Caminó al patio trasero, donde se encontró con un lindo huerto; inesperado para ella. En su estancia en la casa nunca había tenido la posibilidad de echar un vistazo al exterior. Ahora comprendía de dónde salían los vegetales y las frutas para sus comidas cotidianas. Por pura curiosidad, miró a las casas vecinas y se encontraban vacías. Sus jardines estaban secos y no había hierba siquiera, la tierra era lo único que moraba allí. Entonces, un olor fétido llegó a su percepción, se asomó y vio una lata de aerosol. Tomó el objeto y este tenía una etiqueta medio rasgada, podía distinguirse algo escrito: "He... X". Intrigada, se cuestionó qué era eso. Oprimió a su osito para ver si decía algo al respecto.
«Las ideas dejaron mi cabeza, sigamos delirando sin certeza».
«Así que estás siendo evasivo, ¿eh? Me lo llevaré para el día en que estés dispuesto a decírmelo», dicho eso, tomó la lata y la introdujo dentro de su mochila.
Procedió entonces a seguirle dando la vuelta a su casa, aunque se detuvo en el momento en que su pie chocó por accidente contra un objeto metálico de gran tamaño. Chilló de dolor por un segundo y tomó su pie, se le pasó después de un tiempo. Miró lo que había obstruido su andar y un mar de hojas estaba ahí. Las hojas estaban secas y lucían sumamente frágiles, quitarlas sería muy sencillo. Con sus manos apartó las hojas del objeto, poco a poco, fue descubriendo lo que estaba oculto ahí: una escotilla se asomó de entre todas las hojas. Asombrada de lo que veía, sacó a Nocturne para que le explicara, mayor fue su sorpresa cuando el oso no le habló en verso.
«Es un bunker, para protegerse de los desastres grandes», explicó concretamente.
«¿Desastres grandes?», observó el panorama una vez más. Por lo que ella entendía, un desastre fue lo que había ocurrido allí. Entonces, una idea, una esperanza se metió dentro de sus pensamientos. «¡Nocturne! ¡¿Mi familia estará allí?! ¡¿Crees que no haya podido salir antes?!», exclamó con mucha emoción. El oso ya no dijo nada, pero eso no paró la inmensa alegría de la pequeña. Inmediatamente, se puso a inspeccionar la misteriosa escotilla. Mientras tanto, unos cuervos estaban situados en el árbol que posaba frente a la casa Loud, observando a la rubia. Graznaron y emprendieron el vuelo, como si éstos dieran una alerta; sin embargo, un cuervo, que ya tenía alrededor de 10 años existiendo, recordó el día en que esa misma niña estaba siendo cargada en brazos por una de sus hermanas mayores... el mismo día en que ocurrió la tragedia.
El día de la explosión...
«Lisa, ¡¿qué sucede?! ¡¿Por qué no se abre el bunker?!», gritaba Lori con mucha ansiedad. El resto de la familia la acompañaba con cierta frustración.
«¡No lo sé! ¡Alguien cambió la contraseña de entrada!», explicó mientras oprimía muchos códigos diferentes para conseguir accesar, pero todo su esfuerzo era inútil.
«¡Déjalo ya! ¡Vámonos en Vanzilla!», ordenó el señor Lynn, pero el manifiesto que impuso la niña genio los dejó sin esperanza.
«Padre... no hay tiempo para escapar, no tenemos a dónde ir. Según mis cálculos, la radiación de la explosión no tardará en llegar».
«¿Cuánto tenemos?», preguntó Rita en su desconsuelo.
«Dos minutos», suspiró. Lisa se acercó a Leni, quien cargaba a Lily. «Leni, ¿me permites?», extendió sus manos hacia la rubia. La modista no entendió al principio, pero la castaña le explicó que quería a la bebé. Leni se rehusó al principio, pero cedió porque no dejaba de insistir. Entró a la casa y, seguida de ella, los demás también entraron esperando su inevitable final. La televisión estaba encendida, en el canal de las noticias, donde apenas informaban una explosión letal en el centro del Estado de Michigan. Habían explicado que una radiación se seguía expandiendo más y más alrededor, pero el tiempo entre que se dio la información y sucedió el evento era significativa: unos 20 minutos habían pasado desde entonces y la tardanza se debió a que no hubo ningún sobreviviente que pudiere decir lo que había ocurrido. Lisa cargaba a su hermanita, llevándola hasta su habitación; la colocó en su cuna y a su lado puso a su osito Teddy.
«Gracias, James... al menos hallaste al osito que había extraviado en el centro comercial, aunque no entiendo por qué me pediste que la pusiera junto con ella en una circunstancia como esta».
Lisa se sentó en su escritorio, y justo a tiempo, la ventisca que traía consigo aquella radiación tan peculiar, la rodeó, dando fin a su corta vida. Lo único que quedó de ella fue su ropa y sus lentes, lo demás había sido borrado de la existencia.
Un cuervo de 6 años de edad se asomó por la ventana y vio que alrededor de la cuna estaban esparcidos varios fragmentos de vidrio. Observó dentro de la cuna y en esta se hallaba la pequeña niña junto a su oso Teddy, el cual carecía de una cabeza. Pasado eso, salió volando de ahí, juntándose con una parvada que cruzaba casualmente por esos lares. Se quedaría ahí para comerse a la niña cuando muriese, pero se percató de una esencia misteriosa, era su amo quien le indicó que se fugara de allí.
El cuervo emprendió vuelo, alejándose de ahí y alertar junto con sus demás compañeros.
«Nocturne, dime cómo abrirlo, por favor», rogó oprimiendo la barriga del oso. Este último estaba indeciso, pero observó atentamente a la niña, vio como cerraba sus ojos, como esperando algo. Esperaba a que le dijera, tenía fe en que se lo dijera, ella tenía la esperanza de abrirlo y encontrar a su familia, ¿le dejaría así? Al menos, merecía saber parte de la verdad.
«Busca un panel, ahí podrás ingresar un código que te daré», Lily abrió los ojos, y en ellos se dio a notar un brillo que el oso no había podido observar en toda su vida. Era un brillo que expresaba amor y esperanza, y si eso fuera suficiente, una lágrima salió de sus pupilas. Un "gracias" salió de sus labios a modo de susurro. Corrió rápidamente alrededor del Bunker para ver que encontraba y, efectivamente, un panel estaba ahí, con batería suficiente como para seguir encendido.
«Muy bien, Nocturne. Adelante», puso su mano en el panel y un teclado era visible allí.
«uno, cuatro, cuatro, cinco, nueve, doce, veintidos, uno, uno, trece, doce, veintiuno, quince, cinco, nueve, dieciocho, siete, veinte, dieciocho, cinco, cinco, cinco, trece...», terminó Nocturne de dictar todos los números y Lily escuchó un chasquido metálico provenir de la escotilla. Antes de entrar, cuestionó algo curiosa.
«¿Qué significan esos números?», oprimió la barriga del oso.
«Es un código que está doblemente codificado. No es algo de gran importancia y en verdad dudo que lo quieras saber», una vez más, Nocturne estaba siendo realmente abierto.
«¿Por qué eres así, Nocturne? ¿Acaso no confías en mí?», con tristeza, tomó al osito entre sus dos manos y le hizo mirar de frente.
«La verdad absoluta a veces es una insufrible tortura», regresó a sus versos, indicándole que se cerraría por el momento. Lily suspiró derrotada, aunque al menos se sentía agradecida de que su amigo se abría con mayor frecuencia. Iba a intentar lo de la lata, pero fue muy tarde; sin embargo, la frase final que soltó tampoco le dejó un buen sabor de boca.
Se alzó para observar la escotilla. La abrió con lentitud porque pesaba un poco. Sonrió ampliamente, creyendo que tal vez su familia podría estar viva luego de tantos años.
«¡Familia! ¡Papá, mamá! ¡Soy yo!», con mucha emoción y con todas sus fuerzas había gritado, pero nadie vino a su llamado. Sin perder la esperanza, volvió a llamarlos. Nada... una vez más, quien sabe, estarían dormidos... sin señales de nadie. «Bajaré», dijo entre la frustración y la ira, pero antes de poder poner un pie, la escotilla se vino abajo cerrándose. «¡No, no, no, no!», la rubia no tardó en sollozar y llorar llena de desconsuelo. Se acercó al panel para abrirla de nuevo, pero no recordaba con exactitud todos los números. Le pidió ayuda a Nocturne, pero este sólo se quedó callado. Cayendo de rodillas, Lily inició a llorar fuertemente. La frustración, el dolor, los recuerdos de su soledad... todo se le vino encima. No quería que así fuera su vida, estaba desesperada, quería compañía, ella quería que le dieran un abrazo, un abrazo real y no un simple calor emitido de un oso de felpa. Inclinó su cabeza hacia la escotilla, recargándose en ella. Golpeaba con sus pequeñas manos el metal sin importarle el dolor que se provocaba así misma. Entonces, entre sollozos y lágrimas, imploraba a su único amigo. «Nocturne, ¡por favor! ¡Podrían estar ahí! ¡Déjame entrar! ¡Por favor, Nocturne!», el oso sintió un enorme pesar. Podía ver la desenfrenada actitud de la rubia y este no podía hacer más que fingir que no le importaba, después de todo, no era más que un objeto inanimado frente a su presencia; un ser lleno de vida que aparentaba carecer de ella. El oso sentía su pelaje húmedo, después de unos minutos, pasó a estar mojado: la niña lloraba y lloraba y sus lágrimas no cesaban. Harto de seguir así, decidió hablar, romper el silencio, sincerarse con su amiga... su amiga... sí, eso era.
«No hay nadie allí. No consiguieron entrar», Lily detuvo su llanto y sus leves gemido de desesperanza para prestarle atención. «El bunker está vacío, no valía la pena entrar allí. Anda, mi niña, sigamos explorando alrededor.»
«Nocturne... ¿cómo lo sabes?»
«Sólo lo sé, mi niña. Por favor, no puedo soportar tus gritos de aflicción, ¡hieren mi alma!», fue cuando la rubia pudo percatarse, por primera vez en años, que su amigo tenía verdaderos sentimientos. Una diminuta lágrima rojiza salió del ojo izquierdo de su oso.
«Nocturne...», estaba dolida y confusa, además de enojada, pero no impidió que abrazara a su amigo. «Gracias... gracias por abrirte conmigo... creí que estaba loca, creía a veces que sólo eras un muñeco... pero de verdad eres mi amigo... un amigo real», comentó abrazando con mayor intensidad al oso. Este, a cambio, abrazó por primera vez a Lily y así los dos pudieron forjar el lazo definitivo entre ambos.
El viento se aproximó al árbol de la vida. Estaba lleno de cólera y sentía gran envidia de él. Ideó un plan para dejarlo desnudo y, aprovechando su distracción, lo tumbaría con una gran tormenta y, así, listo para aniquilarlo, le arrancaría sus raíces. El viento, consciente de que el árbol querría quizás estar solo en aquellos momentos, se escabulló sobre la tierra, tal cual fuese una serpiente. Al llegar con él, disimulando respeto, entabló una ligera conversación para que se conociesen mejor entre ambos, una platica que duró unas cuantas horas y así captar la confianza y la supuesta amistad con el árbol. Posteriormente, con cautela y fingido cariño, le acarició sus ramas. En su idioma tan único, el árbol le preguntó lo que hacía: el viento le explicó que, como ahora ambos eran un gran simbolismo sobre la tierra, entonces debían de llevarse bien, como buenos amigos a pesar de la clara contradicción de sus significados, puesto que el viento aún cargaba consigo a su mejor amiga, la hoja despedazada. El árbol, en su ingenuidad, le creyó. Así que le dio acceso a su ramas para que se pasease sobre ellas y este sintiera la armoniosa melodía para danzar con sus raíces. El viento, con su astucia, se movía con lentitud sobre las hojas, con tal delicadeza, que el árbol no se percataba de que le arrancaba las hojas. Una a una iban cayendo y el árbol seguía danzando mientras oía al viento paseándose sobre sus hojas, hasta que cayó la última de ellas. Esto alertó al árbol, pues sus hojas hacían sonar la música, entonces este le cuestionó por su frondosidad y, en respuesta, el viento se excusó con que el invierno estaba próximo. Así mismo, le dijo que para calmarlo le daría un masaje sobre su tronco. Mas el árbol sospechaba de su actitud y de la carencia tan repentina de sus hojas; sin embargo, para su infortunio, él era un ser inmóvil mientras que su adversario era un elemento temible para cualquiera. Desenfrenado, el viento comenzó a dar vueltas sobre el árbol y de este modo formuló un torbellino lo suficientemente capaz para inclinarlo un poco. Las hojas del suelo se elevaban y formaban parte del acto; continuamente de ello, el viento formó un puño con las hojas y, súbitamente, golpeó al árbol con toda su fuerza. Una grave grieta quedó sobre él y un dolor inmenso se acogió a sus adentros, expresándose con un crujido ensordecedor. En su último movimiento inicuo, el viento se empujó de abajo hacia arriba, queriendo sacar al árbol, mientras por otro lado, seguía tumbando golpes llenos de ira, desatando una terrible agonía. El árbol desistió y no hubo mayor ruido en todo Royal Woods que el árbol cayendo sobre la tierra. Satisfecho, el viento se disolvió, transformándose solamente en una ventisca. Agarró consigo a su amiga y juntos decidieron marcharse de su atroz crimen; los cuervos, en tanto, presenciaron la vil crueldad del viento y, en seguida, surcaron los cielos graznando la ida de un simbolismo, pero ellos eran inconscientes de que el árbol podría aún seguir vivo...
Antes del inmenso agravio que haría ocasionar un estruendo sobre los suelos, Lily Loud iba de regreso a su casa. Iba cabizbaja, decepcionada de que no había encontrado indicios de ningún ser humano sobre el pueblo. Anduvo divagando de casa en casa, tocando cada una de sus puertas y, con una infantil esperanza, llamaba a nombre de sus padres o su familia en general, sentía que aún podían estar escondidos u ocultos por ahí, en alguna parte, no podía estar sola... ¿o sí? Su hogar se hallaba a una cuadra de distancia, se sentó en el pie de la entrada de una de las casas. Posicionó su mochila sobre sus rodillas y sacó lo que había encontrado: algunas películas animadas (perfectas para su reproductor de discos), unos cuantos libros de educación y de lectura, cuadernillos de dibujo, ideales para pasar el tiempo; halló también unas pocas herramientas y una que otras ropas algo desgastadas, aunque tenía la idea de que podría lavarlas. Sacó su cuadernillo y un lápiz que había empacado en uno de los cierres de su mochila. Se dispuso a dibujar a su osito, algo simple e importante para ella. Haciendo los trazos, fue formando a su amigo de poco a poco; terminado el dibujo, volteó el cuadernillo y se lo mostró.
«A pesar de que no haya nadie, te agradezco de que me hayas acompañado por tantos años», sonrió con cierta tristeza. Tomó con su mano al oso y le oprimió la barriga.
«Sin duda soy yo...», dejó una pausa, «Gracias, mi niña. Te quiero mucho».
«Yo también te quiero, Nocturne. Por cierto», sacó la lata de su mochila, «¿Dirás qué es?»
«Un producto, ya viejo. Una señal que el Estado ignoró por completo»
«¿Qué señal?», cuestionó con cierta intriga.
«Lo sabrás... pero ahora...», silenció. Aquello sumió a la niña en un débil pero significativo escalofrío. El oso ya no dijo nada, parecía estar asustado, asustado de lo que venía.
«¿Ahora qué, Nocturne?»
Silencio.
Lily ya no supo qué hacer al respecto, por lo que no hizo más que suspirar y simplemente guardar su cuadernillo y su lápiz. Se levantó y emprendió el camino a casa una vez más, pero hubo algo diferente está vez. Una sensación familiar la invadía, pero no era una agradable, sino pesada e inquietante. Su ritmo cardíaco aumentó ligeramente, si fuera poco, percibió unos ojos observándola fijamente. Los cuervos, que eran un mínimo de 20 sobre toda la calle (sino es que más), estaban posados sobre las casas y los árboles, viéndola, consumiéndola con sus ojos descoloridos y llenos de muerte. La respiración de la niña era pesada y sus pasos lentos. Una niebla densa comenzó a esparcirse sobre el sitio y su casa estaba invisible para sus ojos, no que lo fuera literalmente, sino que su campo de visión se había vuelto realmente limitado. No alcanzaba a ver más allá de su propia nariz, no hasta que divisó una figura extraña, como de hombre, uno muy alto, situándose en frente. Creyendo que por fin podría tratarse de una persona, Lily sonrió y corrió tras la silueta.
«¡¿Hola?! ¡¿Papá?! ¡¿Mamá?!», inútilmente, trataba de quitar la niebla con sus manos. La sombra se hacía cada vez más clara, pero era notable que permanecía inmóvil, estática en su sitio; era como si no escuchase a la niña o podría ser que la ignorara.
En unos segundos, la niebla se apartó sobre el supuesto hombre, revelándolo. La rubia quedó helada en su lugar, observaba al ser con cierto temor. Sin embargo, algo dentro de ella reaccionó.
«Yo te conozco... te he visto antes, pero no logro recordar demasiado. Has sido tú, ¿verdad?Has sido tú quien ha cuidado de mí estos años. », el ser, cuyo rostro era inexistente, se fue acercando a la pequeña sin contestarle. Ella no sentía miedo, algo se lo impedía, una voluntad incierta. Zacarías extendió, entonces, su mano a la mejilla de ella. Lily entendió, pues, que se trataba de un toque familiar que había sucedido mucho tiempo atrás y es que aquel toque activó algo dentro de sus neuronas haciéndole recordar. La rubia posó su mano sobre la del ser, y sintió una empatía que sólo ella podría comprender en ese mundo, pero no supo cómo, sólo lo supo: él estaba tan solo como ella.
Zacarías se acercó más a la niña y se agachó. Inclinó su cabeza y la pegó suavemente con la de ella.
«..., ..., ...», no se entendía muy bien lo que decía, pero consiguió entrar en su red cerebral, ahora sí. «Él te usará, yo te voy a liberar», su otra mano deslizó delicadamente sobre la espalda de la rubia, esta estaba perdida en las facciones tan peculiares del ser, sobre todo en sus cicatrices.
...
Un fuerte estruendo azotó la tierra.
...
Lentamente, Lily fue cerrando sus ojos. Su respiración desaceleraba constantemente, los latidos de su corazón disminuían más y más hasta que se detuvieron. Poco a poco, un charco sanguinario marcaba la acera en donde estaban ambos parados. Una extensa espada, emanada de la muñeca del ser, había traspasado a la pequeña. Su estómago goteaba lentamente y la extremidad deformada del ser estaba teñida de rojo. Se quedó quieto, estaba desahuciado, su inexpresión le impedía mostrarlo, pero estaba realmente devastado.
Inesperadamente, escuchó el sonido de un arma, una escopeta, siendo disparada hacia su dirección. Haciendo uso de su deformación, agujeró su propio cuerpo para que no le atravesase la bala, pero no contó con que esta misma se fragmentara justamente en el centro de su agujero. Impactó en todo su ser y, extrañamente, cayó rendido al suelo con Lily entre sus brazos. Confundido, volteó a ver de quién se trataba y para su supuesta sorpresa, era él.
«No lo creo, hermanito», sonrió diabólico, riendo de paso.
«Tú no la dejarás libre... lo sabes... tú... no le dirás lo que es amor, lo que es sentir emociones... no la dejarás... vivir», expresó el ser decayendo más y más en la monotonía.
«¿Cuál es tu queja? Anda y hazte cargo de tu niña, Melanie. Sino, ¿por qué está farsa tuya estaría aquí?», comentó con desagrado mientras seguía sonriendo por su acto.
«Simplemente... debes entender que ella no merece esto».
«Ni ella lo merecía, pero así están las cosas. Además, hiciste lo mismo con ella», rio.
«Pero... es... diferente...», musitó como últimas palabras mientras su cuerpo se disolvía como humo negro.
James se acercó con su escopeta y observó la escena con una sonrisa soberbia y divertida.
«Balas Destructoras... nunca fallan», comentó burlesco mientras seguía disfrutando del desangre de su protegida.
El único ser que no se atrevía a contemplar la escena era el oso de peluche, evidente al estar volteado, mirando al otro lado de la calle.
James, por su parte, se aproximó a Lily. Vio la extremidad aún clavada en ella.
«Gracias por tu regalito, hermano mío.», se agachó y acarició el cabello de la chiquilla, «Oh, mi niña... la vida es la muerte y la muerte es la vida».
Los cuervos graznaban anunciando las nuevas noticias. Sumidos en tristeza, decidieron tomar caminos diferentes, aunque uno de ellos, curioso, fue a parar al bosque. En el bosque, halló al árbol de la vida tumbado en el suelo. Estaba muerto, o eso creyó, pues una raíz había reaparecido justo de donde había sido quitado y no cesaba de crecer con rapidez.
Entendiendo aquello, el cuervo salió volando y anunció las nuevas buenas y era que su amo les dejó una herencia... una herencia que al final se darían cuenta que sería totalmente inesperado y frívolamente planeado.
¿Lograrán descifrar el código? Espero hayan disfrutado de este nuevo capítulo, nos leemos en la próximo... estoy seguro de que estarán ansiosos.
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