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El día esperado.

Dos meses después…

Serena respiró hondo con su corazón latiéndole a millones de kilómetros por hora. No podía creer que estuviera a punto de suceder. Estaba a punto de convertirse en la señora de Alan Cook.

—Dios santo, ese vestido es bellísimo —dijo Marla, secándose las lágrimas de los ojos mientras le daba un vistazo a Serena.

Solo que en esta ocasión eran lágrimas de felicidad por su amiga. Serena pasó sus manos a lo largo del vestido para terminar de acomodarlo.

—Es único en su clase —dijo.

Lo había diseñado ella misma, y se sentía como una princesa de cuento de hadas a punto de casarse con su caballero de brillante armadura. No podía estar más feliz.

Jasper estaba sentado en ese momento con su padrino Jonah y su novia Rachel, pero no podía esperar a sostenerlo entre sus brazos una vez que la parte formal de la ceremonia terminara. Hazel insistía en llevar la cesta llena de pétalos de rosas rojas.

—Te ves hermosa —le dijo Marla a Serena.

Ella se apresuró a sentarse al lado de Jonah mientras Bill se ponía al lado de Serena, tener el privilegio de llevar a su hija al altar había sido todo un sueño para él después de todo lo sucedido en el pasado.

— ¿Lista? —preguntó su padre en voz baja.

—Sí —dijo ella —. Estoy lista.

La marcha nupcial comenzó y Bill la llevó lentamente por el pasillo. Mientras esperaban que la música terminara, Alan se inclinó hacia ella.

—Sabes, creo que nunca te lo he dicho pero, una vez que volviste a mi vida, supe que nunca te dejaría ir de nuevo. Lo digo en serio.

—Bien —dijo ella sonriendo.

El sacerdote inicio la ceremonia. Con gesto lento le indico a Alan que debía decir sus votos.

—Prometo que para bien o para mal, en la enfermedad y en la salud, las cosas nunca van a cambiar porque siempre te amaré.

Seguido de esto, Serena dijo los de ella.

—Yo prometo gastar todo tu dinero, odiarte por ser pelirrojo todos los días de mi vida y tener más niños pelirrojos contigo porque te amo.

Alan ahogó una risa.

De pronto las luces bajaron y un hombre entró al escenario. Era el locutor indicando que debían bailar sí o sí. Giraron y se movieron al ritmo de la canción. Serena se sentía como si estuviera flotando en los brazos de Alan. Todo era perfecto, y se alegraba mucho por todo lo que los había llevado a ese punto. No podía evitar sentirse feliz de la vida porque esta le había dado una segunda oportunidad para encontrar el amor verdadero.

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